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~ Literatura y arte

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Archivos mensuales: enero 2017

VERÓNICA ARANDA. ÉPICA DE RAÍLES

31 martes Ene 2017

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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VERÓNICA ARANDA. ÉPICA DE RAÍLES. PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA MIGUEL HERNÁNDEZ-COMUNIDAD VALENCIANA. DEVENIR POESÍA, 2016

Ignoro si los raíles, las vías del tren, poseen la misma aureola romántica que poseyeron para nuestros antepasados, incluso para nuestros padres o abuelos. Es muy probable que la mayoría de usuarios en la actualidad valore más la rapidez y la comodidad de este medio de transporte que cualquier otro atributo ya en franco retroceso, como el de disfrutar del paisaje o de la conversación con otro viajero, por esa razón considero el título de este libro, Épica de raíles, de lo más oportuno, porque expresa una hilazón evidente entre ese mundo de ayer, en el que la aventura era aún posible, y el mundo de hoy, en el que dicha aventura se articula en gran medida no de puertas hacia fuera, sino en el interior de la mente del viajero, y es que, como escribe Gadamer «Ya no vivimos en un mundo en que una leyenda común, un mito, las historia sagrada o una tradición surgida de la memoria colectiva rodee nuestro horizonte con imágenes que podamos reconocer con las palabras».

Verónica Aranda (Madrid, 1982) empezó a publicar siendo muy joven —todavía lo es—. Sus primeros libros, Poeta en la India y Tatuaje, datan de 2005. Posteriormente ha publicado Alfama (2009), Postal de olvido (2010), Cortes de luz (2010), Senda de sauces (2011), Café Hafa (2012) y el libro de haikus Lluvias continuas (2014). Muchos de ellos han sido galardonados con importantes premios, como lo ha sido también el libro que nos ocupa, lo que supone un reconocimiento explícito del arte poético que practica Verónica Aranda, una poética que ella misma define: «Escribir un poema/ nos conduce a una luz de granjas/ donde arrojamos mondas de manzana/ a las vacas escuálidas/ y es un acto sagrado». Un acto sagrado que reproduce el estribillo del alma.

Podemos suponer que esa épica a la que se refiere el título ya solo se encuentra en lugares remotos, y algunos de los títulos de poemas así parecen confirmarlo («Shatabdi Express», «Orissa Express» o «Tren del Fin del Mundo, Ushuaia (Argentina)», aunque el exotismo ya se haya convertido también en un lugar excesivamente transitado. Solo una mirada capaz, pese al bombardeo de imágenes, de asombrarse ante lo que tiene delante de sus ojos, ante lo que ve realmente, no a través del filtro de una pantalla de plasma o de unas fotografías, podrá trasmitir con palabras esa experiencia única, y Verónica Aranda lo hace con un lenguaje depurado y alusivo (aunque haya también en el libro poemas de corte más narrativo, como el titulado «Zenobia Camprubí toma un tren una tarde de primavera»).

El volumen está dividido en cuatro secciones de configuración distinta: «Selva», integrada por poemas intitulados que recrean la experiencia amorosa desde una perspectiva tanto física como emocional. La selva es «intensa ebriedad de madrugada», es «explosión de luz,/ ardillas grises en los merenderos», pero es, a la vez, una frontera, un espacio inextricable, una especie de paréntesis que contiene en su interior lo incierto, lo inaprensible: «Selva: inexactitud o el tiempo exacto/ en que un vencejo cruza/ la cortina de agua».

La segunda sección lleva el mismo título que el libro completo y es la que posee, a pesar de su brevedad, el mayor peso específico del libro. Da la sensación de que las otras secciones se articulan en torno de esta. La idea del viaje como forma de abrirse al mundo y a los otros, como estímulo para el conocimiento de sí misma se refleja en un lenguaje que huye de los referentes concretos, aunque no por eso niegue la posibilidad de dar testimonio de una realidad conflictiva. Algunas de las imágenes sustraídas de esa realidad son especialmente sugerentes, como esta: «Vislumbrar desde el tren un ciervo blanco/ que se aproxima a un desfiladero».

«Canícula», la siguiente sección, está también poblada de lugares como La Habana, Guayaquil o Tortuguero que adquieren en los versos de Aranda categoría de símbolos, símbolos de la fragilidad y de la transitoriedad resumidos en unas imágenes fragmentarias que forman parte de ese puzle que llamamos vida: «Enfoco la mirada en la mujer/ que se trenza el cabello, lo recoge y deshace/ casi al final de los acantilados», escribe en el poema «Cuanta más claridad». El libro finaliza con la sección «Azul glaciar», en la que abundan, además de lo anteriormente puntualizado, una visión del poeta como un ser con capacidad visionaria y reflexiones de orden metapoético como estas: «Ningún indicio de palabra exacta./ El centro del poema es como un pez/ aleteando en ele estanque angosto» o esta otra con la que finaliza el libro: «Todo poema encierra/ una labor de duelo». Épica de raíles es un libro misceláneo, aunque recorre sus versos un impulso común que intenta desasirse de la capa que envuelve la cotidianeidad y establecer un diálogo entre lo autobiográfico, lo familiar con lo vislumbrado por la experiencia, sea esta real o imaginaria.

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ALAN SHAPIRO. GENTE PREPARADA

29 domingo Ene 2017

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ALAN SHAPIRO

GENTE PREPARADA

No podría decirte a dónde estaba viajando el Lord.

solamente sabía que lo hacía

porque un relámpago destellaba bajo sus pasos

como la vía lo hace bajo una rueda.

Estaba viajando sobre una vía de relámpagos

hecha completamente de almas

y yo estaba allí

entre ellas, yo era una de ellas,

invisible, incontable,

momentáneamente suspendida en una interminable línea,

y cuando fue mi turno

un destello despertó

dentro de mi corta existencia

bajo la presión de su talón,

yo sabía que mi angustia

era el camino adecuado por el que avanzaba,

que llegaría donde quisiera.

Pensé que el propósito de su marcha

era impedirme verlo.

Vi inquietud, no propósito.

Vi cómo se fue, no a dónde.

Y cuando pasó vi

que no pensaba en mi más

de lo que un tren piensa

de las chispas desperdigadas

bajo su férreo peso,

brillantes, después oscuras.

Versión de Carlos Alcorta

 

MARY OLIVER. FELICITY

26 jueves Ene 2017

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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MARY OLIVER. FELICITY. TRADUCCIÓN DE NIEVES GARCÍA PRADOS. VALPARÍSO EDICIONES, 2016

Mary Oliver, nacida en 1935 en Ohio es toda una institución en los Estados Unidos. El New York Times la califica como «far and away, this country’s best-selling poet», la poeta más vendida del país. Comenzó su trayectoria en 1963 con la publicación de No Voyage and Others Poems. Con su quinto libro, American Primitive obtuvo el Premio Pulitzer en 1984. En 1992 fue merecedora del National Book Award por su libro New and Selected Poems (1992). Otros títulos suyos, por lo que respecta a la poesía, son West Wind: Poems and Prose Poems (1997); The Leaf and the Cloud (2000); Owls and Other Fantasies: poems and essays (2003); Thirst: Poems, 2006. Our World (2007); Red Bird (2008); Evidence (2009) o Swan: Poems and Prose Poems (2010). Caracteriza su poesía la decripción de la naturaleza y de las cosas sencillas que rodean la vida de la poeta, pero no es esta una mirada neutral, Mary Oliver se implica en lo observado y expresa un punto de vista personal que proviene de su experiencia, solo parcialmente compartible: «Se trata solo de actitud», escribe en el poema «Caminando hacia Indian River». Si algún tema predomina sobre otros en su poesía es, como señalábamos más arriba, la relación del ser humano con la naturaleza, pero no estamos hablando de una naturaleza salvaje —que también— sino de esa naturaleza, de esa vegetación y de esos animales domesticados que conviven con nosotros, aunque su punto de vista intente situarse lo más lejos posible de la civilización actual. La primera parte del libro, «El viaje», abunda en esa faceta, porque, una vez tamizado el dolor de la pérdida, el viaje de la vida continua. Hay en sus poemas una voluntaria regresión, un distanciamiento de los roles culturales que han construido una idea del mundo a la medida, lo que la emparenta con autores del llamado trandescentalismo norteamericano, como Ralph Waldo Emerson o Henry David Thoreau y también con Walt Whitman. «Creo en la bondad. También en la maldad. También en el canto, especialmente cuando el canto no está necesariamente prescrito», escribe Oliver, quizá por esa vision un tanto idílica de la sociedad, su poesía ha sido calificad como «poesía del asombro». Sus poemas muestran una decidida voluntad por comprender la raíz de las cosas, por integrarse en su ciclo vital: «¿No se comparte todo en el mundo?», se pregunta, lo que demuestra, además. que Oliver posee un conocimiento profundo de las emciones humanas y de las leyes naturales.

La segunda sección del libro, la titulada «Amor», ofrece, siguiendo al poeta persa Rumí, una concepción del amor como motor insustituible de la vida, sin él, la vida carece de estímulos, incluso de sentido, la vida está vacía. Del poema «El primer amor», selecciono la última estrofa para confirmar esta hipótesis: «Aquellos días estaba hambrienta de felicidad./ Así que podría decirse que fue tan estúpido como serio./ Podría decirse que fue la primera y cálida punzada posible./ Podría decirse que sentí propagarse el calor de la alegría». El diálogo entre los amantes proporciona a ambos una forma de entender el mundo más empática porque las ideas, las distintas formas de mirar, se transforman en una confluencia permanente: «Pero también hay veces, cuando pienso en ti y sonrío,/ que se sienta enmudecido, con una pata bajo la barbilla, y solamente escucha». La última parte del libro, «Felicidad», consta de un solo poema estructurado en forma de diálogo de la autora con «Una voz de no sé dónde». La respuesta a la última de las preguntas resume, a mi modo de ver, la esencia del libro completo: «Y tienes a alguna persona en tu vida cuya mano quiera apretar?/ “Sí, la tengo”.// Seguramente entonces debes ser muy feliz allí abajo en tu corazón./ “Sí”, dije. “Lo soy”». Nieves García Prados, la traductora y autora del prólogo titulado «Quemar las cosas» afirma que Mary Oliver, «con más de ochenta años, reivindica lo salvaje del mundo y el tirarse al vacío sin protección contrariando a la rutina y a la mediocridad con el título Felicity, con el que anuncia al mundo que ha superado la depresión que parecía esperarle en la última etapa de su vida». Después del hallazgo de Dog Songs, publicado en esta misma editorial hace unos meses, Felicity confirma que estamos ante una de las grandes poetas de nuestros tiempos.

 

GABRIEL INSAUSTI. EL HILO DE LA LUZ

23 lunes Ene 2017

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gabriel

GABRIEL INSAUSTI. EL HILO DE LA LUZ. COLECCIÓN AFORISMOS. LA ISLA DE SILTOLÁ, 2016

 Las casualidades editoriales han querido que vean la luz de forma simultánea dos libros de Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969), el libro de poemas, ya comentado en este foro, Línea de nieve (Editorial Pre-Textos) y el libro de aforismos El hilo de la luz (La isla de Siltolá ediciones). Como el lector puede comprobar, son dos libros de géneros distintos, aunque la personal forma de dar fe del mundo en el que vive el autor y su carácter meditativo vincule a ambos por encima de los elementos formales que los diferencian. Por otra parte, para algunos autores —pensemos, por ejemplo, en Lorenzo Oliván, un consumado especialista en esta contundente disciplina— esas diferencias a las que aludimos son prácticamente inexistentes, y acaso no le falte razón porque hay mucha poesía en estos pensamientos relampagueantes («La suave travesura de contar con el azar»), en estas reflexiones (muchas de ellas de carácter metapoético —«El poema es ese torrente de palabras que hay que vadear para alcanzar la orilla de un silencio más hondo»—, como ocurre en los poemas), en estas imágenes («El otro es un espejo, pero ahumado»).

Dejando de lado estas cuestiones de carácter semántico, fundamentalmente, conviene decir que el aforismo, entre otras cosas, por su brevedad, por su carácter sentencioso, por la orbitación y el merodeo en torno de un propósito del que se ignora el desenlace, por los elementos lúdicos que en él intervienen, por la migración del tono poético al epigramático, incluso por la preferencia por la frase concisa y sólo ocasionalmente subordinada, con frecuencia posee su propia definición y, también, un enunciado singular que no necesita otra legitimación que su propia esencia. De lo contrario, carecería de sentido editar de forma autónoma un libro integrado sólo por dichos textos. Y sí que tiene sentido hacerlo, hasta el punto de que junto con el haiku (y el microrrelato, pero éste en menor medida), el aforismo parece vivir su edad de oro. Han surgido colecciones dedicadas a ambos géneros (si es que el término no resulta excesivamente rígido), como esta de la activa editorial La isla de Siltolá en la que se publica El hilo de la luz. Gabriel Insausti es además un autor polifacético capaz de frecuentar con fortuna diversos géneros. Ha publicado varios libros de poesía, pero también ha escrito importantes ensayos, entre los que destacamos La presencia del romanticismo inglés en Cernuda, Miguel Hernández: la invención de una leyenda o Tierra de nadie: el poeta inglés y la gran guerra. Ha preparado además ediciones bilingües de diferentes poetas, entre los que destacamos a Auden, Spencer, Owen o Ashbery. El hilo de la luz no es su primer libro de aforismos, antes había publicado Preámbulos (Renacimiento Editorial, 2015). El propio autor nos da algunas claves de su relación con el aforismo en el prólogo a la edición: «Un aforismo, querido lector, abre una puerta y deja cerradas mil […] El género contiene como un último refugio del lenguaje: ese lugar al que se acude cuando se está de vuelta de la literatura y se ha comprendido que ser exhaustivo y dar cuenta de la cosas, ala postre, resulta imposible». Más adelante, Insausti las llama «migas de pan», aunque confía en que insuflen tanta fuerza como un complejo vitamínico: «Cuando uno termina de leer un libro de aforismos —escribe Insausti— no sabe mucho más que antes, pero a cambio le han entrado unas ganas irrefrenables de saber». Como lector de este libro, puedo asegurar que no le falta razón. Son muchas las piezas que alimentan ese deseo de saber más acerca de algo, por eso me limitaré a copiar dos o tres de diferentes temas, por ejemplo: «La religión del arte termina produciendo un ejército de ateos», «Hacer verosímil la mentira es fácil, lo difícil es hacer verosímil la verdad» o «El rencor es un boomerang». Como se puede comprobar, comprender todos los aspectos, todos los sentidos de algo, es una misión imposible y supone todo un reto sólo al alcance de un lector apasionado.

BILLY COLLINS. DÍA DE AÑO NUEVO

21 sábado Ene 2017

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BILLY COLLINS
DÍA DE AÑO NUEVO

Según el ensayista inglés Charles Lamb,

todos tenemos dos cumpleaños
el día en que nacemos y el día de Año Nuevo—

una observación divertida para reflexionar
mientras espero que el agua del té hierva en la cocina
que se está convirtiendo, gracias a la luz de la mañana,
en una de esas luminosas habitaciones de Matisse.

«Nunca nadie ha visto el uno de enero
con indiferencia», escribe Lamb,
a diferencia del Día de la Marmota o la fiesta de la Anunciación,

éste no marca más que el paso del tiempo,
me di cuenta mientras sumergía una escafandra
de hojas de té en un pequeño cuerpo de aguas enturbiadas.

En relación a mi propio cumpleaños lo acepto
como el feliz aniversario de mi existencia
probablemente porque yo fui, y continúa siéndolo
este día de finales de diciembre, un hijo único.

Y como un hijo único—
un sorbo de té, tostado y mordisqueado
en una extravagante habitación esta mañana—
le daría la bienvenida a un cumpleaños extra,
una oportunidad más para detener lo que estamos haciendo
durante un momento y reflexionar sobre mi estancia aquí en la tierra.

Y un cumpleaños más podría ser un consuelo
para todos nosotros por tener que afrontar el día de fallecimiento, también,
una X en un cuadrado
en algún calendario de cocina del futuro,

el día en que cada uno de nosotros es arrojado del tren del tiempo
por un corpulento conductor desalmado
mientras truena atravesando meses y años,

sombreros de fiesta, velas, confeti y horóscopos
agigantándose en la turbulenta tormenta de su estela.

 Versión de Carlos Alcorta

 

ÁNGEL CRESPO. LA VOLUNTAD DE PERDURAR

18 miércoles Ene 2017

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ÁNGEL CRESPO. LA VOLUNTAD DE PERDURAR. POEMAS 1949-1964. EDICIÓN DE JORDI DOCE. FUNDACIÓN ORTEGA MUÑOZ, 2016

La temprana muerte de Ángel Crespo (Ciudad Real, 1926-Barcelona, 1995) nos ha privado, con toda seguridad, de asistir al desarrollo natural de una obra —tanto poética como ensayística, sin dejar de lado su impagable labor como traductor (Dante, Petrarca, Pessoa, a quien ha estudiado con notable profundidad y acierto o la poesía latina y portuguesa, por ejemplo)— fundamental, excepcional, me atrevo a decir, en nuestra letras que, sin embargo, sólo ahora, en los últimos años y gracias al trabajo de algunos estudiosos como el propio Jordi Doce, autor de esta edición, está disfrutando de la relevancia que merece. Quizá esa excepcionalidad de la que hablamos, esa labor independiente, no sujeta a preceptos generacionales, en una sociedad literaria tan acostumbrada a las servidumbres estéticas y a los seguidismos temáticos y formales como la nuestra, sean las causante del menosprecio que ha sufrido nuestro autor por parte de la crítica académica (salvo honrosas excepciones, claro está). Es cierto que, como digo, de un tiempo a esta parte se viene produciendo un goteo de publicaciones en torno de nuestro autor, se editan antologías —Culta transparencia (Antología poética 1950-1959), Ediciones el Toro de Barro 2000, prólogo de Toni Montesinos; La realidad entera. Antología poética (1949-1995). Barcelona, Círculo de Lectores, 2005, preparada por Alejandro Krawietz; Antología poética (1949-1995). Barcelona, Cátedra, Letras hispánicas, 2009 preparada por José Framcisco Ruiz Casanova o Poemas últimos: (Ocupación del fuego. Iniciación a la sombra), con prólogo de Esther Ramón en Amargord Ediciones —, se rescatan poemarios poco conocidos como Amadis y el exporador (libro que estaba incluido en la antología preprada por Krawietz) publicado por la editorial Pre-Textos, en edición de José Luis Gómez Toré o se escriben ensayos sobre su obra y se le tributan homenajes, como el realizado el año 2015, a los 20 años de su fallecimiento. Es cierto también que gracias a todos estos esfuerzos combinados, la obra de Ángel Crespo comienza a ocupar el lugar que merece en nuestras letras. Dentro de esta labor de recuperación podemos encuadrar La voluntad de perdurar (título, además, de uno de los poemas integrados en el libro), la antología preparada por Jordi Doce, impecablemente editada por la Fundación Ortega Muñoz, que recupera textos relacionados con el mundo animal y con la naturaleza y «que no pretende sino ofrecer una retrospective del primer tramo de la obra crespiana mediante el prisma de su relación con el mundo natural», en palabras de Doce, un mundo que tuvo una importancia extrema en su obra toda porque para él la naturaleza no solo era objeto de observación, algo estático, sino de una comunión de carácter espiritual, como se prolonga con los seres vivos. «Toda la poesía de Crespo —escribe Jordi Doce— está poseída por esta creencia animista, pero muy en particular su escritura primera, que nos acerca a una naturaleza fluida, en constante proceso de transformación, más plena cuanto más cambiante, y que percibimos en la misma medida en que ella nos precibe», «Cada trozo de vida un trozo es/ de muerte y cada muerte/ es parrte imprescindible de la vida». Parte primordial de esta naturaleza fluida, de la vida son los animales, el lobo, el ciervo, las yeguas, las vacas o las cabras. La mención al libro de José Luis Hidalgo Los animales resulta imprescindible, aunque en Hidalgo las asociaciones, de fliciación surrealista, están acaso más violentadas que en Crespo. «El modo que tiene Crespo de retratarlos [a los animales] oscila sin premeditación entre el naturalismo, la alegoría y la elaboración metafórica propia del postismo». No sería aventurado encontrar alguna relación con el bestiario que desgrana Miguel Hernández en algunos poemas de El hombre acecha, aunque los objetivos de éste último sean absolutamente diferentes.

La voluntad de perdurar recoge poemas escritos a lo largo de quince años, aunque el editor ha preferido agruparlos según un criterio temático, más que cronológico, con el elogiable afán de ofrecer al lector «un libro de nueva planta», un propósito que, creemos, se ha conseguido sobradamente. Libros como éste demuestran que la poesía verdadera acaba encontrando su lugar, porque no está sujeta a criterios doctrinales ni a juicios circunstanciales. Pese a quien pese.

DANIEL GUERRA DE VIANA. LAS ESCAMAS DEL FRÍO.

16 lunes Ene 2017

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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DANIEL GUERRA DE VIANA. LAS ESCAMAS DEL FRÍO. COLECCIÓN A LA SOMBRA DE LOS DÍAS. CONSEJERÍA DE CULTURA DEL GOBIERNO DE CANTABRIA, 2016

Nacido en Reinosa (Cantabria) en 1969 y autor de numerosos artículos sobre arte o etnografía —entre otros asuntos—, promotor de revistas y diversas actividades culturales, nos presenta ahora su primer libro de poesía, Las escamas del frío. Es cierto que los interesados han podido leer muestras de su quehacer poético en antologías (Humus: diez años de poesía última en Cantabria, Con tu piedra o A la luz de tu memoria, por ejemplo), pero este libro supone, por lo que respecta al ámbito poético, el primer intento serio de romper la frontera del anonimato para exponerse al escrutinio del lector y, hemos de significar antes de proseguir con este comentario, que el riesgo que toda apuesta de este tipo lleva aparejado ha sido solventado con destreza, porque tanto la estructura general del libro como cada poema de forma individual demuestran una solidez creativa sin titubeos y una madurez intelectual que permite al autor, Daniel Guerra de Viana, asumir diversas tradiciones estéticas para ir conformando una voz personal en la que las costuras de las influencias van pasando cada vez más desapercibidas. Antonio Casares, en el texto con el que prologa el libro, menciona a poetas como Mallarme, Apollinaire o Maiakovski entre esas influencias, pero no son las únicas y, de hecho, otros autores, dispares entre sí, como Marcel Proust, Boris Vian, Allen Ginsberg, Paul Auster o Kafka asoman entre las páginas de Las escamas del frío, lo que viene a confirmar la vasta cultura literaria del autor a la que hacíamos mención anteriormente. Por otra parte, ese frío al que alude el título, un frío deshumanizado que en algunos momentos nos recuerda al Miguel Hernández de El hombre acecha, encuentra en la ciudad rusa de Vladivostok el referente simbólico necesario para dar cuerpo a ese viaje, tanto mental como físico, a través del paisaje de la conciencia, aunque las distancias en ésta no sean cuantificables físicamente como sí ocurra en el poema «Transiberiano», en el que Guerra de Viana escribe: «Has cruzado nueve mil kilómetros para acabar/ en una cama fría, haciendo de tus sueños tus únicos naufragios»; un paisaje desolador, casi inhabitable en muchas ocasiones (el poema titulado «Virginia Wolf» puede ser un buen ejemplo) y más benigno en otras («Sol plomizo./ Los niños corren, juegos en la mañana de octubre,/ lejos quedan los canales de Venecia en agosto», escribe en el poema titulado «Miseria», dedicado a Cioran), aunque ambos estén vinculados por una sensación de desamparo y de renuncia similares. Algunos de los poemas de este libro poseen cierto armazón de carácter cinematográfico, como los titulados «Pausa», en el que el progreso temporal viene marcado por las distintas bebidas ingeridas; «Frío», en el que las cosas parecen ir sucumbiendo a esa baja temperatura pausadamente, como si fueran engullidas por las sombras del atardecer o «Style of life», que podríamos encuadrar dentro del género del road movie. No faltan además los poemas surgidos de la contemplación de una obra de arte, poniendo en práctica la llamada écfrasis, como en el poema titulado «Hooper», incluso en «Radiografía» o «Retrato en el espejo(2)». Las escamas del frío es un libro que contiene varios libros dentro, aunque que no posea secciones que lo fragmenten. Hay, sí, un hilo común que enlaza muchos de los poemas —igual que los raíles comunican ciudades— cuyo primer punto lo podemos determinar en el poema «Vladivostok» del que extraigo estos versos: «Un tren que parte expulsando el humo negro de su garganta, / una ciudad de chimeneas como falos escupiendo polución,/ que es otra forma de eyacular sobre el recuerdo […]/ Vladivostok queda bajo tu vientre, / está abierto, invitando a desaparecer como en un país imaginario,/ a ser devorado por manos hambrientas, por besos sedientos/ como si fueran escamas frías» y llega hasta «Mar de Japón», que comienza así: «DE repente una oscuridad incierta,/ una sombra que enojaba tus ojos y que apagaba el cielo del Mar de Japón.// Una sensación indefinida perdida en tu península,/ lejos de casa, lejos del frío que se instala en tu pubis y/ me regala frustraciones cada noche en tu cama», pasando por «Escapada» o el ya mencionado «Transiberiano», pero también encontramos poemas de homenaje que en sí mismos podrían formar un conjunto aparte o poemas de tono íntimo, como «Retrato» o metapoético, como «Palabras» o «Una librería celebra el día del libro». Todos ellos contienen una alta intensidad poética, no frecuente en un primer libro, lo que nos inclina a estar a la expectativa de las próximas entregas de Daniel Guerra de Viana. Seguro que no nos defraudarán.

PHILIP LEVINE. GENIO

14 sábado Ene 2017

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PHILIP LEVINE

GENIO

Mi abuelo dio a las Damas Cristianas

dos viejos zapatos de baile,

una factura del agua impagada, la matrícula trasera

del perro que cagó en tu césped,

un diente que guardé para el ángel de la guarda

manchado con metal común

y relleno de plástico. Con esas imágenes

y tu negra suerte y mi mal aliento

un principiante perspicaz podría hacer un poema

en catorce líneas rimadas sobre la pureza

del primer amor o las muchas espinas de las rosas

o el rocío que no durará suficiente

para soportar un sorbo de mi pequeño reyezuelo gris.

 

Versión de Carlos Alcorta

RAMÓN BASCUÑANA. EL HUMO DE LOS VERSOS

12 jueves Ene 2017

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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img_1139RAMÓN BASCUÑANA. EL HUMO DE LOS VERSOS. XXVI PREMIO ERNESTINA DE CHAMPOURCÍN, 2015. DIPUTACIÓN FORAL DE ALAVA, 2016

Uno de los poemas más emocionantes de este libro es, precisamente, el que comparte título con el libro, «El humo de los versos», y de él extraigo estos versos que son toda una declaración de principios: «Arder en el poema/ sin consumirnos nunca/ mientras el humo ciega/ los ojos moribundos de la vida,/ meticulosamente/ apilada en la pira poema tras poema». Quienes arden y se consumen en la pira del poema son tanto la vida como la escritura, porque para Ramón Bascuñana (Alicante, 1963) poesía y vida son indisociables, son cara y cruz de una forma de ver y estar en el mundo que no admite prelaciones entre una y otra, una idea que, por otra parte, el autor lleva reforzando desde hace años en títulos como Apariencia de vida (2015), Cincuenta por ciento (2014) o El centro de la sombra (2014), por citar algunos de sus libros más recientes.

La poesía de Ramón Bascuñana muestra siempre una confianza envidiable en el poder salvador de la palabra, una palabra sencilla, sin ambages retóricos, capaz de restituir en la página el poso que deja en la memoria la experiencia, una palabra que sea «un lenitivo contra la tristeza» aunque, a tenor de la perseverancia del autor, da la sensación de que aún no ha conseguido su propósito, lo cual beneficia a sus lectores, porque de esa insatisfacción nace la escritura, el poema que, como un bucle, se retuerce sobre un eje virtual, sobre un tema único —la elegía, el llanto por lo perdido—, pero renovado gracias a la personal forma de observar la realidad que posee nuestro poeta. Y es que la palabra, en su afán de poseer lo nombrado, de definirlo, puede sí, lograr su objetivo, pero también pude malograrlo por cuanto el exceso puede conducir a la palabra vacía, carente de emoción y, por ende, incapaz, entonces de cumplir su cometido salvífico: «Demasiadas palabras,/ como el silencio, duelen», escribe Bascuñana en un poema, para afirmar en otro, titulado «Escritura»: «Algo así la escritura, la poesía./ La constancia del daño». En la dicotomía perjuicio/beneficio discurren la mayoría de estos poemas que corresponden, suponemos, a diversos estados emocionales, unos de mayor énfasis en esa potestad redentora atribuida al lenguaje («[somos] aprendices de brujo/ cuyo miedo a la vida/ se reduce a la magia de escribir un poema/ que nos salve del ángel de la lluvia,/ de este mes tan cruel y de la pena/ de otra pérdida más, irreparable») y otros más escépticos en los que ponen en duda esas virtudes previamente arrogadas: «El poema no justifica el tiempo/ que tarda en escribirse./ Hay quien tarda dos vidas/ en escribir un verso que merezca la pena/ y pueda dar sentido/ a lo que no lo tiene/ y a quien gasta dos versos en escribir su vida». La poesía de Ramón Bascuñana consigue trasmitir esa incertidumbre de manera verosímil. Hay literatura, es decir, ficción, en estos poemas (debe haberla), pero creo que prevalece sobre todo la autenticidad, el convencimiento de que la escritura es capaz de «construir un refugio con palabras/ [de] buscar cobijo contra la tormenta», por más que haya poemas —alguno de ellos muy categóricos al respecto, como el titulado «Salvación», que finaliza con estos versos: «Ahora que no espero/ ya nada de la vida,/ ni siquiera me salva/ de la eterna rutina de los días perdidos/ la terca voluntad de escribir el poema»— que parezcan desmentirlo.

YUSEF KOMUNYAKAA. NEON VERNACULAR.

09 lunes Ene 2017

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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YUSEF KOMUNYAKAA. NEON VERNACULAR. TRADUCCIÓN DE JUAN JOSÉ VÉLEZ Y RENATO ROSALDO. VALPARAÍSO EDICIONES, 2016

 Resulta sorprendente que un libro como Neon Vernacular, publicado por Valparaíso Ediciones la primavera pasada no haya alcanzado mayor repercusión en la crítica especializada en poesía. Algo grave está ocurriendo cuando se da pábulo a determinadas corrientes estéticas —aunque llamarlas corrientes estéticas resulte exagerado— sustentadas en el sentimentalismo más ramplón que, además, presumen de la falta de elaboración poética de la experiencia y, por el contrario, se hacen oídos sordos a libros de la importancia del que ahora comentamos, una importancia que si le concedió, en su momento, la crítica norteamericana al otorgarle el Premio Pulitzer y el Premio Kingsley Tufts en 1994. Por otra parte, no es éste el primer libro de Komunyakaa que se vierte al español. Con traducción de Juan José Vélez, Valparaíso Ediciones publicó el que acaso sea su libro más emblemático, Dien Cai Dau, en el que retrata con crudeza y conmiseración su paso por la guerra de Vietnam. De este libro se recogen aquí algunos de los poemas más representativos y es que Neon Vernacular es una antología de la obre de Komunyakka que abarca el periodo comprendido entre sus primeros poemas, que datan de 1977, hasta 1989. Quedan fuera, por tanto, los libros que el autor ha ido escribiendo a partir de dicha fecha, libros tan importantes como Thieves of Paardise (1998), Talking Dirty of Gods (2000), Pleasure Dome: New & Collected Poems, 1975-1999 (2001), Taboo: The Wishbone. Trilogy. Part 1 (2006), Warhorses (2008) o The Emperador of Water Clocks (2015).

Toda recopilación, si no se atiene a un tema predeterminado, debe por fuerza mostrar diferentes tonalidades, distintas formas de abordar una misma experiencia poética y, a la vez, una variedad temática inherente a la complejidad vital, por eso, los autores de la edición, Juan José Vélez y Renato Rosaldo nos informan en el prólogo de que este «variado poemario aborda temas que van desde los recuerdos de la infancia hasta las atrocidades de las experiencias en el campo de batalla de la Guerra del Vietnam, donde el autor sirvió como soldado, sin olvidar los que tienen por asunto las dificultades de ser negro en los Estados Unidos, la lucha de los afroamericanos durante el periodo de la intolerancia racial, momentos y retratos de su propia existencia, la forma de vida de ciertos personajes al margen de la ley, o el mundo del blues y el jazz, entre otros».

Yusef Komunyakaa nació en 1947 en Bogalusa (Luisiana) y participó, como hemos dicho, en la guerra de Vietnam, experiencia que marcó el rumbo de su poesía, una poesía eminentemente narrativa que, por otra parte, se adapta al ritmo musical del blues y del jazz. «Sus poemas —ha escrito el crítico del New York Times, Bruce Weber—, muchos de los cuales se basan en detalles ferozmente autobiográficos —sobre su estancia en Vietnam, sobre su infancia— tratan de los ultrajes que la experiencia deja en una vida y, a menudo, son dolorosamente sugerentes, pero no resuelven el conflicto» que Como hemos dicho, Neon Vernacula reúne las líneas maestras de su visión poética, una visión impregnada de la cultura del sudoeste norteamericano en la que la reivindicación de los derechos de la raza negra ocupan un lugar determinante. Komunyakaa es un cronista de la época y del lugar en el que le ha tocado vivir, y en esa sociedad, en esa cultura, la influencia de la música, del blues y del jazz es insoslayable: «Al igual que el músico—escriben los autores del prólogo—, el escritor, bajo la influencia de la poesía del jazz emplea copiosamente la improvisación, el dictado irracional e ilógico, la figuración y conceptos surrealistas, creando unas imágenes y situaciones que no pueden ser siempre interpretadas por la lógica y la coherencia, a veces ni siquiera sintáctica, lo cual conduce en ocasiones al uso de un lenguaje surrealista, delirante y onírico que no puede ser descifrado mediante los cánones propios de la poesía “convencional”, sino mediante la adopción de actitudes intuitivas transgresoras de análisis e interpretación». Ese lenguaje un tanto críptico proviene también de la mezcla de las imágenes que se superponen en su mente. Mediante la escritura intenta reordenarlas, encontrarlas sentido, domeñar a los demonios que le acosan desde la infancia, como sucede en el poema titulado «Aguardiente casero»: «Desde detrás de la valla trenzada/ de madreselva llegan risas/ de borrachos hasta donde/ yo estoy. El amigo de mi padre,/ Carson, está a su lado: los tres beben/ de una jarra esmaltada mientras/ miran a una mujer/ que, de puntillas, recoge una camisa/ transparente del tendedero: miran sus piernas/ de campesina al subírsele el vestido encendido/ por el sol como la última imagen de la sobriedad». En otros, sin embargo, esa infancia se vislumbra como un lugar feliz, como en «Buena memoria», un poema dividido en 10 partes que rememoran diferentes escenas de su infancia (la más dramática, sin duda, es la recreada en la sección 5, «Escopetas», que finaliza con estos versos: «Nos sentamos apiñados y en silencio fuera/ del quirófano, hasta que/ una luz roja sobre la puerta empezó a latir/ como una vena rota en un cráneo». Hay otros poemas que me gustaría subrayar, como «Canciones para mi padre», «El estado anómalo del unicornio» o «Emboscada», sobre la guerra de Vietnam, pero son demasiados para enumerarlos. Conviene, para saborear bien este cóctel poético, dar pequeños sorbos, picotear aquí y allá, leer un poema y, antes de comenzar a leer el siguiente, oír su eco en las paredes de nuestra conciencia. Últimamente parece que resurge —casi de las cenizas, es verdad— un tipo de poesía que no teme explorar el compromiso social (términos estos casi anatematizados no hace tantos años) y la denuncia de las terribles consecuencias que el neolibarismo más demencial está provocando. Neon Vernacular, en los diferentes libros que lo componen (New Poems, Dedication and Other Dark Horses, Lost in The Bonewheel Factory, Copatic, I Apologize for The Eyes in my Head, Toys in a Field, Dien Cai Dau y February in Sidney) es un claro ejemplo de cómo la excelente poesía se puede conciliar con la crítica social y política, por eso los amantes de la poesía, los poetas comprometidos con su tiempo, no deberían dejar de leerlo.

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