
FRANCISCO CARO. AQUÍ. MAHALTA EDICIONES
Una nueva editorial, Mahalta, comienza su andadura con un libro del poeta Francisco Caro, Aquí, título de afirmación vital y, también, espacial. No hace mucho, en 2019, Caro publicó un antología recopilatoria de su obra —Este nueve de enero— y este nuevo libro tiene un sentido parecido, porque, según nos informa su autor, acoge poemas escritos a lo largo de más de 20 años, en concreto abarcan un periodo que va desde 1998 hasta 2020. No observa, sin embargo, este lector cambios sustantivos en los poemas, acaso porque la voz personal de Francisco Caro está lo suficientemente asentada como para que, a pesar de la distancia temporal, los poemas conserven una gran unidad tonal: «Estos poemas —escribe el autor— se alimentan de una misma luz, la que conoce y le conoce, la que le vio nacer y le sostiene». Una voz construida a lo largo de más de una decena de títulos, algunos de los cuales merecedores de importantes galardones poéticos.
El poema prólogo de este volumen puede ser interpretado, a ojos de este lector, como un compendio de lo que desarrollaran los poemas posteriores, la toma de conciencia del lugar que ocupa en el mundo, la vuelta al origen, el empoderamiento de las raíces: «Aquí nací, / en estas tierras cuarzo de interior, / por aquí cruzan nubes, casi polvo / que desoye la mar…», pero este aquí es además el lugar desde el que se revisita, a través de la escritura, la infancia, el pasado: «… aquí ordeno / cada noche palabras que el día no endurece, / aquí leo las horas, aquí mis veinticuatro / pájaros aliados y enemigos». Este alfa tiene, inevitablemente, un omega que no es otro que el poema que hace las veces de epílogo, un omega que da razón de ser a la singladura poética: «He vuelto a donde fui / —larga eclipse la vida— / porque escribir ha sido, / línea línea, nudo / a nudo, descolgarme / por la soga que ofrecen / los papeles tintados // hasta mirar de cerca mi rastro en la quietud / del agua y su memoria // hasta lograr saberme / otra vez nueve edades / en los miedos del pozo». En medio, tres secciones: «Días y tierra», en la que la infancia y los paisajes, toma de conciencia y la identificación con la naturaleza descritos con un ton nostálgico muy contenido, son con el núcleo de los poemas: «Todo habla de mí / en esta sierra, sierra / que mi niñez oyó y que hoy mide mi tiempo, / los días que me quedan / de lo que fue la infancia». En la segunda sección, «Patio, y en ocasiones agosto», asistimos a un avance sustantivo El niño se ha hecho hombre y eso significa asumir la responsabilidad asociada a la paternidad. La nueva vidas se construye a la par que se construye la casa de la vida: «En esta casa, / alzada en lo que antes fuera huerto, / nació cuando mis hijas, / con ellas, para ellas». Ese es el aquí desde el que se contempla ahora la realidad, un aquí doméstico, un refugio, ese paraíso cerrado para muchos, ese jardín abierto para pocos del que hablaba Soto de Rojas: «Aquí, / en este patio / que me aísla del mundo y lo contiene», un patio que le ofrece la escusa para reflexionar sobre la propia escritura, como sucede en estos versos: «no cedas tu mirada ni abandones, / cuida la casa, cierne / con tiento tus vocales, y porque a veces dudas / sobre lo necesario / en el poema elige / primero ser verdad, después estilo» La variedad formal de esta sección es más acusada que en la otras dos. Hay varios ramilletes de haikus, aunque la disposición estrófica no sea la canónica. El libro finaliza con la sección «Respiración», un título escasamente metafórico, porque son los amigos poetas, los poeta admirados, la familia, el pueblo de origen («Tomo un papel —confieso que a esto vine— / y escribo a trazos graves / las treinta y ocho letras: CAMPOS MÍOS, / LUGAR DONDE NACÍ Y EN DONDE ESPERO») y el lugar de acogida los que dan vida al poeta, un poeta que está orgulloso de su pasado, de su identidad, de lo que ha construido en la vida, por eso, a la hora de hacer recuento, contempla las cosas «Como si todo, / todo lo que gasté, lo que viví, / lo amado juntos y lo escrito / hubiera sido bello alguna vez, / verdad». Belleza y verdad van unidas, como quería John Keats, en la poesía fuertemente arraigada y emocionalmente serena de Francisco Caro. Todo un logro.