JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA. PANORAMA Y PERFIL. COLECCIÓN DKV DE POESÍA. LIBROS CANTO Y CUENTO, 2015
Fue en la antología Casa en construcción el libro donde Benítez Ariza reunió una selección de su obra poética publicada hasta la fecha. La editorial Renacimiento, en esa afamada colección de antologías de tan esmerado y atrevido diseño fue la encargada de acercar al lector esta ya por entonces (2007) extensa obra, alrededor de cien poemas, que poseen la particularidad de estar agrupados de una forma, digamos, poco ortodoxa, ya que no siguen un patrón cronológico ni siquiera de presencia editorial. El criterio de ordenación se debe a un intento de Benítez Ariza por construir con poemas publicados un nuevo libro y damos fe quienes lo leímos de que lo consiguió con creces. Desde entonces, además del que nos ocupa, sólo ha publicado un nuevo libro de poemas, Diario de Benaocaz (2010), aunque su intensa actividad literaria no ha sufrido merma alguna, todo lo contrario. José Manuel ejerce como crítico literario y cinematográfico en distintos medios especializados y en su propio blog, en el cual también va colgando entradas de un diario, no le tiembla además la mano cuando se interna en la siempre resbaladiza actualidad política y aún le queda tiempo para escribir novelas interesantísimas de distintos registros y rigurosas traducciones del ámbito anglosajón. Como se ve, estamos escribiendo sobre un hombre enfermo de literatura, sobre alguien para quien la letra impresa es una parte sustancial de su forma de vida. «Sus poemas —escribía entonces Felipe Benítez Reyes— son especulativos. Sus poemas son espacios para la reflexión. Este poeta no procura deslumbrarnos con metáforas recurrentes ni con malabarismos verbales, sino que prefiere seducirnos con las derivas del pensamiento y de la memoria, de la emoción y del desengaño, con el discurso melancólico y lúcido de un personaje que no está demasiado seguro de demasiadas cosas en concreto» Si traigo a colación aquí este comentario de Benítez Reyes es porque me sigue pareciendo muy atinado a la hora de escribir sobre Panorama y perfil, este libro también de factura exquisita de cuyo cuidado se encarga en poeta y editor José Mateos. Creo en el poema titulado «Poética», suponemos que relegado deliberadamente para no subordinar la lectura de los poemas a una idea previa, al último lugar del libro, enlaza con lo dicho por Benítez Reyes, especulación y desconfianza, en este caso, ante el poder transformador del lenguaje: «También en este intento de hacer florecer rosas/ en lugar de cantarlas,/ las rosas de papel nacieron mustias», quizá porque, como escribiera Archibald MacLeish en su «Ars Poetic»: «A poem should not mean/ But be».
Las dos primeras secciones, «Cuaderno de campo» y «El paseante», podemos integrarlas dentro de lo que el propio título agrupa como Panorama, correspondiendo la tercera sección, «Autobiografía» a Perfil. Nos encontramos así con una mirada volcada hacia dentro que resume las reflexiones que surgen de la mirada hacia fuera, hacia la realidad como escenario en el que tiene lugar la confrontación identitaria. ¿Hasta qué punto el análisis de sí mismo procede del encuentro con las cosas, con lo otro? ¿Ese vínculo con la realidad es consecuencia de ello o es, por el contrario, el impulso que construye el ser del poeta? «Aun sin las gafas puestas soy un hombre con gafas» escribe Benítez Ariza en el poema «Autorretrato». El paisaje y la naturaleza actúan como correlatos de la propia intimidad. Mirando el entorno, las variaciones atmosféricas o la orografía que le circunda, poblada de árboles o de pájaros, el poeta se reconoce en ese carácter contemplativo, porque «Cuando la niebla me rodea/ mi límite es la niebla,/ que tiene la extensión del pensamiento». Estamos ante una poesía que se concentra en la intemporalidad, que huye de lo efímero, de lo inmediato. Incluso cuando es el paseante quien contempla desde su tránsito, la mirada desnuda lo evidente para internarse en las zonas más profundas de la conciencia, aquellas en las que uno relaciona quien es con lo que le rodea, aquellas que conforman el carácter. Eso sucede en poemas como «La plaza», «En la parada», «Ráfagas de Madrid» o las sucesivas «Marinas». No sólo describen un paisaje a partir de un instante, esa descripción se construye gracias a los andamios de la memoria. El paisaje deja de ser entonces algo estático, sólo sujeto a la mano del artista, y pasa a trasmitirnos un estado mental definido por esa especie de concluyentes ráfagas de sentido que son muchos de estos versos: «Una mujer desnuda pisa el mar», «En aquel fondo del vaso la noche» o «Mi sombra: café negro derramado en la mesa».
Hemos hablado ya del poema «Autorretrato», encabeza la tercera sección, la titulada «Autobiografía», una sección que nos trasmite una sensación de orfandad, de desarraigo de pérdida, por más que seamos conscientes de que la autobiografía y la ficción están interrelacionadas, aunque, como defiende Paul de Man, «La autobiografía parece depender de sucesos reales y potencialmente verificables de una manera menos ambivalente que la ficción». Seres queridos, una infancia y una adolescencia irrecuperables cifradas en un viaje en autobús o en el recuerdo de las viandas que disponía en la mesa su madre. El verso final del poema «Viaje de estudios» es meridianamente claro en este aspecto: «Y he perdido mis fotos como perdí mi infancia». El poeta es consciente de que la travesía vital está jalonada por ausencias, y reconoce sin ningún dramatismo que él, tarde o temprano, formará parte de ese cúmulo, será sólo un recuerdo para otros que como él, también serán ausencia. No hay dramatismo ni heroicidad en el decir de Benítez Ariza, hay templanza y sabiduría en el tono pausado con el que digiere la condición temporal de la vida humana, una sabiduría que le impele a huir de la queja o del lamento y que, por el contrario, nos invita a no caer en la desesperanza. Los momentos que su poesía rescata de los abismos del olvido merecen ser compartidos por un lector cómplice, porque, como escribe en el soneto titulado «Lo próximo», con cierto aroma juanramoniano, «Lo próximo será la soledad./ En este mundo no estarás. Las cosas/ serán entonces nítidas y hermosas/ en su sobrevenida irrealidad»