• Inicio
  • Reseñas
  • Artículos
  • Miscelánea
  • Sobre Carlos Alcorta

carlosalcorta

~ Literatura y arte

carlosalcorta

Archivos mensuales: noviembre 2018

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. BIOLOGÍA, HISTORIA*

29 jueves Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ 1 comentario

BIOLOGÍA.jpg

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. BIOLOGÍA, HISTORIA. COLECCIÓN PALABRA DE HONOR. VISOR POESÍA.

Un titulo como este, Biología, Historia, con dos palabra separadas por una coma que inducen a pensar en una identificación entre ambos términos, más que a una oposición, como ocurre cuando utilizamos la conjunción «o» en su valor disyuntivo, puede resultar engañoso, a tenor de lo que leemos en los versos finales del libro: «Tú nos dijiste que la decadencia, / el desgaste, la muerte, / eran cuestión de pura biología. / Importaba la historia, sobre todo». El poema, de igual título que el libro, está dedicado a la figura del catedrático de la Universidad de Granada Juan Carlos Rodríguez, maestro de poetas y de profesores (de hecho, fue el director de su tesis: Teoría y práctica del compromiso en la poesía española (1927-1939), centrada en Alberti) del durante varias generaciones, fallecido hace ahora poco más de dos años. De una manera no siempre explícita, dicho fallecimiento —no en exclusiva, claro; hay suficientes indicios en los poemas para pensar que la propia enfermedad intensifica una reflexión que conduce desde la anécdota a lo trascendente— sirve a Antonio Jiménez Millán (1954) para realizar un recuento de su propia experiencia vital. Este recuento tiene varias fases y diferentes maneras de abordarlo que van desde la rememoración de hechos que podríamos considerar remotos en su transcurso existencial, los que se remontan a la infancia, como: «Estoy mirando una fotografía / del mes de agosto del cincuenta y siete…» y la adolescencia, en la que la nostalgia interviene de forma decisiva, sobre todo en las primeras secciones del libro, «Partituras» y «La memoria y los días». El adolescente que va descubriendo calles y lugares de su ciudad natal, el adolescente que la recorre con la secreta ambición de «ponerle nombre a la aventura, / grabarla en la memoria / igual que se recuerda una canción»., el adolescente que ve muy lejana la enfermedad y piensa que «la muerte es siempre cosa de los otros», el adolescente, en fin, «que empieza a no creer / en verdades impuestas» es visto desde la más extrema madurez, esa que te enseña que «Los años sólo aportan /sentimientos de pérdida, / falsa severidad, calma aparente». Esa calma aparente es precisa para no dejarse llevar por la indignación, por la frustración que provocan las tragedias cotidianas. Para seguir viviendo es necesario cierto distanciamiento porque, como se sabe, el exceso de realidad puede matarnos: «La misma voz de siempre me susurra al oído:/ lo que acabas de ver está muy lejos, / no te roza la piel ni se instala en tu cuarto».

     Otra secuencia narrativa está sustentada en hechos más recientes como los poetizados en «Hard Rock Café (NYC)» o «Instrucciones para un victimario (Recordando a Ángel González)», este último poema integrado en «Disolución», la tercera parte del volumen. Unos versos del poema «Banderas» son lo suficientemente explícitos para confirmar el temor que embarga al poeta de que la historia, la triste historia de España, vuelva a repetirse: «Crecí sobre el recuerdo de una guerra: hoy he de confesar que tengo miedo».

     El fugit irreparabile tempus virgiliano está muy presente en este libro, me atrevo a decir que es la columna vertebral de la que parten las diferentes vértebras o ramificaciones argumentales, algunas de las cuales dejan un regusto amargo, como si cupiera en la mente del poeta una especie de sublevación contra la fuerza de los acontecimientos, contra los estragos del tiempo y se creyera capaz de «encontrar la fuerza y el deseo / de aquel verano de mi juventud». La sección cuarta, «Homenajes», no es sino una manera indirecta de revelarse contra el olvido y de saldar cuentas con el pasado, un pasado en el que acaso la función salvífica de la poesía y del arte se mitificó en exceso. Las servidumbres que exige tal sacerdocio se ven ahora fuera de lugar, hasta el punto de que el poeta se pregunta : «para qué la poesía, la erudición, los libros, / si tus hijos te odian». Sin embargo, vida y poesía son, en su caso, indisolubles, de ahí que se rindan homenajes a poetas como Gil de Biedma, Machado , Miguel Hernández o, de forma solapada, a otros como Neruda.

     El libro va avanzando sin otra dificultad que la que suscitan las reflexiones existenciales, cargadas de una melancolía agridulce, porque el verso de Antonio Jiménez Millán —autor de una obra extensa y rigurosa que uno ha seguido desde sus inicios, integrada por libros capitales como Ventanas sobre el bosque (1987), la antología La mirada infiel (1975-1998), con un excelente prólogo de Francisco Díaz de Castro, Inventario del desorden (2003) o Clandestinidad (2011)— es flexible y dúctil, discursivo y lleno de guiños cómplices hacia el lector. La cuarta sección, «Carnets», acentúa estas características, a pesar de que los poemas están escritos en prosa, los que los vincula directamente con el apunte diarístico. Lo anecdótico adquiere, si cabe, más preeminencia, aunque los poemas estén coronados por reflexiones metafísicas de similar calado a las que culmina los poemas escritos en verso. Sin embargo, el foco temático centrado en la identidad, así como el carácter más discursivo asociado a la prosa los convierte en distintos. El poema «Sobre el resentimiento», por ejemplo, finaliza con estos versos tan elocuentes: «Es el reverso de la culpa, pero igual de estéril», un duro autoanálisis que supone casi una claudicación, una renuncia al poder sanador del desagravio. Los carnets vienen a ser, en todo caso, los diferentes yoes que se van sucediendo a lo largo de la vida, porque «La identidad es un perfil borroso, es una construcción lenta y cambiante que fija la mirada de los otros. La única certeza es lo inestable: el simulacro de la libertad que el poder nos concede, aquel carnet que ya no tiene fecha».

     La sexta sección, «Pantallas», nos remite, en principio, al poder evocativo del cine, y así es, porque se mencionan películas como La casa de las palomas o Sin novedad en el frente, pero también nos encontramos recuerdos hilvanados alrededor de los viajes: París, Aix-En- Provence o Venecia, ciudad amada por el poeta Antonio Parra, a quien va dedicado el poema, una ciudad en la que lo bello y lo terrible, la vida y la muerte conviven como acaso en ningún otro lugar. El libro finaliza con dos secciones que, a la postre, como señalábamos más arriba, privatizan el sentido del título. Por una parte está la enfermedad, que señorea la sección titulada «Rehabilitación»: «Por un instante soy el inquilino, / provisional y torpe, / de un cuadro de Picabia». Este forzoso inquilinato provoca hondas reflexiones sobre el tipo de vida que se ha vivido, sobre hábitos y disfunciones. Algunos vicios como el tabaco y alcohol son, en los últimos años, erradicados y el síndrome de abstinencia se convierte en un enemigo invencible que trata de salvar del desastre, a pesar, tal vez, de si mismo, «un cuerpo destruido lentamente». La enfermedad, el deterioro y las limitaciones que origina obligan a ver las cosas desde otro punto de vista («Y todos, al final, / hemos pagado caro los excesos», escribe en la última sección del libro, «Biología, historia»). Acciones que antes se ejecutaban de forma mecánica, ahora precisan de un esfuerzo añadido que no siempre se está en condiciones de realizar. Es entonces cuando se percibe con toda su crudeza la fragilidad del ser humano, desvalido y a merced de la misericordia ajena. Quizá por esa razón. Antonio Jiménez Millán ha encontrado en el acto de escribir, en la escritura, una compensación, una reivindicación de su afán de permanencia. La escritura le ayuda a olvidar «los achaques de la edad» y a celebrar un breve instante de dicha como el que se regala «un sol de primavera en pleno invierno»: «hoy solo quiero celebrar la vida», escribe.

     De la octava sección, la dedicada a la memoria de Juan Carlos Rodríguez, ya hablamos al principio. Una emocionada sucesión de recuerdos que se enlazan con la precaria situación que atraviesa el poeta, internado en ese momento en la habitación de un hospital. Prevalece, sin embargo, no el lamento elegiaco, sino al ternura, contenida y hasta condescendiente con el pasado y consigo mismo:, como delatan los últimos versos del libro: «Es tu herencia / y no renuncio a esa lucidez, / aunque tú ya no estés entre nosotros / y a mí me cueste tanto hablar de ti en pasado». En Biología, historia la mirada infiel se desnuda y muestra las cicatrices del pasado, pero no para suscitar lástima, sino para dar cuenta de que el poeta ha ejercido la libertad de elegir su destino hasta las últimas consecuencias. Pocos pueden afirma lo mismo.

Antonio Jiménez Millán: Biología, Historia

Anuncio publicitario

MENNO WIGMAN. DESCUIDADO CON LA FORTUNA. *

26 lunes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

MENNO .pngMAMMO.png

MENNO WIGMAN. DESCUIDADO CON LA FORTUNA. EDICIÓN DE ANTONIO CRUZ ROMERO. EDITORIAL RAVNESWOOD BOOKS EDITORIAL

Ha sido una grata sorpresa descubrir la poesía del poeta holandés Menno Wigman (1966-2018) fallecido en febrero de este mismo año a una edad improcedente (si es que alguna edad es oportuna para morir), sin cumplir los 52 años. Conocemos muy superficialmente la poesía de los Países Bajos, el nombre de Cees Nooteboom, profusamente traducido a nuestra lengua, parece abarcarlo todo. Sin embargo, hay otras voces notables que merece la pena conocer, compiladas en antologías como Once poetas holandeses, que recoge la obra de poetas en activo como Anne Vegter, K. Michel, Arjen Duinker, Haagar Peeters, Sasja Jansen, Tsead Bruinja y Menno Wigman o El poeta es una vaca. 21 poetas neerlandeses, de ámbito temporal más amplio. Ambas muestran dan cuenta de la variedad y la riqueza de la poesía holandesa tanto actual como contemporánea. Menno Wigman comenzó publicando Dos poemas en 1985, libro auspiciado por su profesor Willem Kramer, pero su primer libro como tal data de 1997, En el verano todas las ciudades apestan. Cinco años después publicó Black por el cual recibió el premio Jan Campert. Este es mi día se publicó en 2004. En 2005 Wigman pasó tres meses como poeta residente en la institución psiquiátrica Willem Arntsz Hoeve en Den Dolder , lugar donde escribió un diario que se publicó en 2006. En marzo de 2009 apareció La tristeza de los copyrettes. Elección de trabajo propio. En enero de 2012, Mi nombre era Legion. Barro duro es de 2014 y Sloopy con felicidad fue publicada en 2016. Wigman fue además editor de la revista literaria Zoetermeer  y también tradujo poemas de Baudelaire, Thomas Bernhard, Else Laker-Schüler y Rilke. En 2014 se enfrentó a graves problemas de salud. Su corazón enfermó, probablemente debido a una reacción a una alergia sufrida en su juventud.  No son imprescindibles, pero estos datos nos acercan más a al autor, un poeta de tintes clásicos, al decir del poeta y especialista en la poesía de su país Thomas Mölhmann, «con un estilo influenciado por las tradiciones europeas anteriores (piénsese en Baudelaire, Rilke, Yeats) crea imágenes contemporáneas de la vida actual en la gran ciudad». En el poema «Rien ne va plus» del libro que comentamos, Descuidado con la fortuna, da cuenta de su primer contacto con la poesía y cómo esta cambió su vida: «Tendrás dieciséis años y serás feo. Como lo eras ahora. / Pero deseas hacerte poeta, ordeñar las palabras / de Rimbaud y Baudelaire y bajo luz hostil sorber / ruidosamente la sopa de tu madre. Y por la noche en tu cuarto / le escribes a tus padres obstinadamente, / escribes poesía y gobiernas con disimulo la vida […] Y ahora, casi treinta y seis años, enfermo y huraño, / alejado por la poesía de cuanto te rodea, / ahora te miras la mano y escupes en tu pluma. […] Nunca tendrías que haber visto un poema». El inicio de la vocación poética y la construcción del poema son asuntos recurrentes analizados desde diferentes momentos de su trayectoria vital aunque hay pocas variaciones en el fondo argumental, alimentado este por una especie de resentimiento hacia la escritura, hacia los libros: «Sé inteligente y no termines de leer ningún libro», acaso porque de nada sirve cuando la enfermedad se instala en el cuerpo y el sabor metálico de la muerte acera la boca: «¿Por qué, cuerpo mío, fuiste tan poco valioso para mí? / ¿Por qué permanecí tan terco, entronizado en mi cabeza / y viví fuera de mí con tanta violencia […] Ahora estoy en una habitación, mi corazón, un músculo torpe, / me abandona, cobarde como un poema me deja estar / y antes del final de esta noche la muerte se derrumba en mis pulmones», escribe en el poema «Adiós a mi cuerpo».

     Menno Wigman es un poeta urbano La naturaleza no parece interesarle ni como escenario accidental: «Para mí la naturaleza —escribe— es un televisor roto». Sin embargo, en la ciudad encuentra el refugio para mitigar sus desolación. Bares, tabernas, drogas, sexo conforman su registro existencial, aunque esto no signifique que el autor emprenda un descenso ininterrumpido a los infiernos. La ciudad forma parte de su ser: «La ciudad / donde he diseccionado el amor y siempre / escribí poemas: esa ciudad se llama Ámsterdam». Como digo, no todo es desolación. Hay en este libro algunos momentos felices, aunque sospechamos que la mayoría de ellos no han encontrado acomodo en los versos. El poema «La felicidad tiene una dirección» finaliza así: «Hermoso sin embargo / que este poema no sea necesario» y es que la felicidad, un estado en exceso transitorio, ha de vivirse no escribirse. El amor, mejor sería decir el desamor, «El amor se hizo añicos frente a nuestros ojos / y lo llaman muerte en la cama y se ha terminado. / ¿Por qué nos amamos cada vez menos?», o la muerte, sobre todo la muerte, son presencias constantes en estos poemas traducidos con fluidez por Antonio Cruz Romero, a quien debemos agradecer el descubrimiento de este gran poeta.

* Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, el 23/11/2018

JOSÉ GUTIÉRREZ ROMÁN. TODO UN TEMBLOR*

22 jueves Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

Cubierta-TODO-UN-TEMBLOR.jpg

JOSÉ GUTIÉRREZ ROMÁN. TODO UN TEMBLOR. SILTOLÁ POESÍA, 2018

A tenor de la información que nos facilita la solapa del libro, José Gutiérrez Román (Burgos, 1977) ha publicado hasta ahora solo un libro de poemas, Los pies del horizonte, que fue galardonado con el Premio Adonáis de 2010 y una plaquette de cuentos, La vida en inglés. Ha escrito además otro libro de poemas que permanece inédito. Todo un temblor es, por tanto, su tercer libro de poemas y ha visto la luz siete años después del primero. Contrastamos, sin embargo, la información precedente y comprobamos que, sin ser falsa, es claramente exigua. Dos libros de poemas preceden al premiado con el premio Adonáis, Horarios de ausencia (2001) y Alguien dijo tu nombre (2005). Ha escrito también otro libro de cuentos, El equilibrio de los flamencos (2006). José Gutiérrez Román ha sido incluido además en varias antologías poéticas y ha recibido el Premio Letras Jóvenes de Castilla y León en varias ocasiones. Creo que son datos que merece la peña señalar para proporcionar al lector una información no sesgada.

   ¿Cuál ha sido el motivo para que después de ganar el Premio Adonáis, un premio de relieve que suele ser un gran espaldarazo para quien lo obtiene, un espaldarazo que se traduce, generalmente, en cierta predisposición editorial para publicar el siguiente libro, José Gutiérrez Román haya demorado tanto su nueva entrega? No conocemos su caso en concreto, pero existe la posibilidad de que se deba a un alto nivel de exigencia estética o puede que la propia escritura se haya mostrado esquiva con el autor. En cualquier caso, no resulta extraño que dicho periodo de silencio sea el tema del primer poema del libro, «Me preguntan si sigo escribiendo», a lo que el autor, después de dar larga, opta por decir la verdad: «Entonces me sincero, / les digo que no, que no escribo nada / desde hace ni se sabe, / son racha, bueno, surge cuando surge, / y así mil frases hechas / que acaban sepultando el asunto»». Cuánto hay de falsa modestia en estos versos resulta muy difícil discernirlo. A medio camino entre la meditación y la ironía, la poesía de Gutiérrez Román, como la de sus maestros más o menos implícitos —Luis Alberto de Cuenca, Javier Salvago, Jon Juaristi o Ramón Irigoyen, por ejemplo— combina con soltura ambos aspectos y con ellos logra desmitificar asuntos que en otra voz adquieren categoría de inefables, como el del “oficio” de poeta (el poema «Realismo Limpio» es uno de los más lúcidos en este sentido: «No me hables de realismo sucio, / de la literatura cruda y dura de no sé quién / y de la sordidez de no sé cuál. // Me dedico a limpiar culos de gente adulta / que no es capaz de hacerlo por sí misma»), el llamado “problema” de España («El problema de España / quizá sea un trastorno del lenguaje. // A este país le hace falta un logopeda») o el alto destino vital que algunos persiguen sin descanso («Desperdicia tu vida, / haz todo lo que esté en tu mano / para echarte a perder»).

     El tono trivial y jocoso que percibimos en estos versos no oculta, sin embargo, el desencanto fraguado en el conocimiento de las prosaicas ambiciones que gobiernan la conducta del ser humano, conducta a la que el poeta tampoco puede ser ajeno, aunque gracias a las enseñanzas que propicia la experiencia personal relativice los éxitos y los fracasos, estos últimos tan demonizados en la actualidad: «Me comprometo a no mezclar deshechos: / en este cubo dejaré mis cuitas, / este otro será para las metáforas, / y aquí, en este rincón, la materia vanidosa / —altamente contaminante—».

     Todo un temblor es un vademécum de poesía sustentada en lo anecdótico. Aquí tienen cabida las circunstancias laborales, las relaciones personales, el fracaso amoroso, el erotismo (la asociación simbólica que subyace en el poema titulado «Eros» me recuerda a algunos poemas de Antonio Praena o de Juan Antonio González Iglesias), la critica social y, por supuesto, la poesía y la condición de poeta, a quien se baja de ese inestable pedestal en el que le colocan críticos y antólogos. Un lenguaje claro, al servicio de la anécdota, de estructura narrativa y carácter descriptivo no debe privarnos de leer entre líneas para descubrir que más allá de lo subsidiario se encuentra lo esencial, esto es, la visión de un poeta que, desde la superficie de las palabras, hurga en las zonas profundas de su conciencia para reconocerse en sus contradicciones. El último poema del libro, «Anotaciones», resume perfectamente esta hipótesis: «Justo en ese momento / en el que la poesía / te comience a cansar y descreas de ella, / abre tu vida / por una página cualquiera del pasado / y lee las anotaciones / que hiciste al margen. / Tendrás ante tus ojos / algo más relevante que cualquier poema. / Podrás decir entonces / que tienes argumentos». Lo más evidente encierra también grandes misterios.

José Gutiérrez Román: Todo un temblor

PUREZA CANELO. RETIRADA. EDITORIAL PRETEXTOS*

19 lunes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

aquetaciÛn 1

PUREZA CANELO 1.png

PUREZA CANELO. RETIRADA. EDITORIAL PRETEXTOS

Un título tan contundente como el que ha colocado Pureza Canelo (Moraleja. Cáceres, 1946) al frente de su último libro deja poco espacio para las especulaciones. El núcleo argumental de Retirada es el del desánimo, la renuncia, pero también la fortaleza de sus convicciones («Libro expiatorio, de recapitulación, despedida, entrega que pide redención», escribe) y los distintos poemas de esta trama van justificando esa decisión de carácter tanto vital como poético, porque Pureza Canelo no se aviene a contemporizar con la degradación de la vida cultural y con el grado de futilidad que ha alcanzado una gran parte de la poesía actual: «Retirada: dueña soy, se alcanza alejada del mundillo humano. Allá se estrelle en su propio mundo, egoísmo, injusticia, sinrazón, miseria interminable: aunque todo sea compendio de mí», pero tampoco contemporiza con la deriva moral del ser humano. Opta entonces no por desentenderse, sino por dejar testimonio de su desacuerdo reivindicando la necesidad de interiorizar el acto poético, de encarnarlo en una forma de vida guiada por el rigor y la honestidad, pero sin soslayar la denuncia de un ambiente literario en el que prima la notoriedad por encima de la calidad, que patrocina lo superfluo por encima de lo esencial. No es extraño que nuestra autora, tal vez cansada de bregar contra corriente, elija regresar al puerto seguro de su soledad, un refugio en el que la escritura encuentra el caldo de cultivo idóneo para prosperar.

     Retirada no es, por fortuna y contra lo que pudiera parecer, un testamento, todo lo contrario, es una especie de memorial de evidencias sustentado en tres principios fundamentales: «Esencialidad para fundirme en ella», «Claridad para tocar la campana» y «Profundidad para asustar a Dios». Estas son las pautas de un comportamiento ético, lo he dicho ya pero no me importa repetirlo, que gobierna su poesía y su biografía, ambas estrechamente ligadas, pero no por el hilo de lo anecdótico, sino por lo simbólico. ¿De qué otra forma se puede interpretar una poesía que se adentra en lo más hondo del ser para examinarse sin condescendencia alguna, que fideliza esta consigna: «de la vida a la palabra, de la palabra a la vida»? Pureza Canelo no solo indaga sobre el significado último de la creación artística en su propia obra; como creadora, como poeta, está atenta a la creación ajena, porque a través de lo leído se suman estratos de conocimiento, se amplían las catas en los sedimentos de la conciencia. Sin embargo, tal experiencia no resulta todo lo gratificante que debiera ser, un exceso de ego, un culto exagerado a la vanidad nublan el horizonte, tergiversan el verdadero propósito de la escritura: «Clamoroso ego. Deficiencia perenne entre nosotros. Vanidad sin límite. A la vez que tuertos y mancos, todos». Como vemos, no es preciso recurrir a una terminología específica, con la poética sobra para poner en evidencia algunos de los males que aquejan a eso que llamamos «sociedad literaria». El empoderamiento gratuito, la inconsistencia moral y estética de una parte importante de la poesía actual o las malas artes promocionales son algunos de ellos y Pureza, con una actitud ante la poesía casi monástica, de altas miras, con un voto de fidelidad de raigambre cosmológica, no puede dejar de lamentarlo: «Cada vez se agranda este abismo entre la vida literaria y yo. Regresar a casa es la confirmación de haberte sacrificado un tiempo por el otro».

     Siguiendo a Paul Valéry, Pureza escribe: «El poema, abismo de sí, no termina ni comienza». Buscar un fin sería certificar su muerte. El poema necesita volar y reptar, ascender a lo más alto y arrastrase por el barro. El poema se construye sobre los cimientos de la contradicción, por eso no acaba ni principia en un instante preciso. Se reinventa en cada acto con una libertad que no precisa de un beneplácito público, el cual, generalmente, malinterpreta el sentido y confunde el valor con el precio. «Tantas veces —escribe Pureza— la escritura se vacía sin entender el músculo que la impulsa. De esa carencia mace la torpe expresión, con o sin retórica». Este «con o sin retórica» enfrenta a la poeta con dos formas de concebir el hecho poético solo en apariencia divergentes. Si es mero oropel, si carece de «instinto» da igual que se abuse del discurso narrativo o del fragmentario y elíptico. El resultado será igual de prescindible. Para que la experiencia personal se transforme en sedimento poético hace falta vaciarse y crearse una nueva identidad en el lenguaje, es necesario desvelar con paciencia las capas de ese yacimiento poético donde va dejando poso ideas y actos, deseos y esperanzas, éxitos y fracasos.

     Pureza Canelo ha escrito un libro que va hasta la médula de la creación poética con una sinceridad encomiable y con una hondura creativa poco común. Retirada es una larga meditación tan íntima que la poeta no pensaba hacerla pública: «Son mis años que enfilan aturdimiento, desposesión, vejez», escribe. Afortunadamente, ha cambiado de opinión y los lectores podemos ser partícipes de este dar vueltas «desde el principio de los signos».

* Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, el 16 de noviembre de 2018

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ. TAMBIÉN VIVIR PRECISA DE EPITAFIO. ANTOLOGÍA POETICA (1983-2017). *

15 jueves Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ 1 comentario

JAVIER SÁNCHEZ

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ. TAMBIÉN VIVIR PRECISA DE EPITAFIO. ANTOLOGÍA POETICA (1983-2017). EDICIÓN DE JOSÉ LUIS MORANTE. CHAMAN EDICIONES

Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964) comenzó su andadura poética a una edad temprana, algo no infrecuente en este género. Su primer libro, Motivos —del que se recogen varios poemas en este volumen—, data de 1983, es decir, cuando el autor contaba diecinueve años. Desde entonces hasta el pasado año, fecha en la que se cierra la presente antología, ha publicado, en lo que a poesía se refiere —Javier Sánchez Menéndez mantiene abierto un ciclo reflexivo en prosa agrupado bajo el título Fábula, del que ha publicado ya seis entregas— once títulos.

Esta antología, preparada por el poeta y crítico José Luis Morante (1956), autor que ha realizado ediciones de poetas como Joan Margarit, Luis García Montero o Eloy Sánchez Rosillo, abarca este extenso periodo creativo y ofrece una muestra suficientemente representativa de cada uno de los libros, lo que nos permite asistir a la evolución creativa de un poeta que comenzó a publicar en el momento de ebullición de lo que se ha llamado poesía de la experiencia (recordemos que en 1982, uno de sus máximos representantes, Luis García Montero, obtuvo el premio Adonáis con un libro que se convertiría en paradigma de dicha estética, Un jardín extranjero). Coinciden pues los intereses estéticos de Sánchez Menéndez con los de un importante sector de la poesía española de la época («El jardín entre la niebla de la mañana / parece algo más que un jardín / porque estás tú / que no eres una sombra, / no emerges de los árboles / ni de los rascacielos», escribe en un poema de ese libro inicial). Morante tacha de germinal este primer libro, algo perfectamente comprensible si nos atenemos ala edad en la que fue escrito, pero germinal también en el sentido de que en él se adelantan muchos de los motivos y las técnicas formales de Javier Sánchez Menéndez, que iremos viendo a lo largo de estas líneas. Derrota y muerte de los héroes (1988), su segundo libro, presenta algunas novedades con respecto de ese primer libro circunscrito al rótulo de la experiencia. Aunque sin caer en los excesos de la poesía novísima, en este libro parece haber una intención de volver la vista a una estética que, si bien tuvo sus momentos álgidos en décadas anteriores, los sesenta y los setenta, no ha perdido del todo su vigencia. El culturalismo está muy presente en los poemas de esta segunda entrega, valga como ejemplo el poema titulado «En Galia Narbonense». En los siguientes libros, sin embargo, Javier Sánchez Menéndez regresa a una a sus preceptos primigenios, a una indagación acerca de la realidad con un lenguaje directo, sencillo, anecdótico que discursea sobre lo íntimo y lo histórico, y a un ritmo más atento a los dictados de la métrica tradicional que al vuelo sincopado de la cadencia respiratoria. Un poema como el titulado «El País» nos lo demuestra: «No me importan los censos, las estadísticas, / las batallas sangrientas en el Oriente Medio, / los satélites rusos, las visitas reales, / no me importa el pasado / porque en el ayer ya estamos, / cuando miro hacia el sol y compruebo / que dirige su marcha a la vertiente oeste / de tu casa». Una sutil ironía, no siempre discernible en una primera lectura, caracteriza muchos de los poemas de esta serie: «Abel siempre me dice que no sabe cuándo hablo de veras o de broma…». En este libro se encuentra además uno de los mejores, desde mi punto de vista, poemas escritos por Javier Sánchez Menéndez, «Variación de Moguer», un emotivo viaje a la infancia —«mejor mi adolescencia»— en el que alternan el presente y el pasado, la devoción infantil con la sensualidad de la madurez desde la que se escribe.

Del mismo año 1991 es Introducción y detalles, un libro denso y cargado de ironía, con implícitas referencias textuales que contribuyen a consolidar una poética personal que ya ha dejado de titubear y de experimentar con diferentes estéticas; Javier Sánchez Menéndez ha encontrado su voz: «Acusado en otro tiempo de polémico y confesional, / me he limitado a escribir versos, a asentar la cabeza en los inconvenientes / y a negar toda duda sobre mi condición / de hombre cualquiera». Vienen después otros libros que inciden en lo anecdótico como argamasa de un reflexión que se va volviendo por momentos menos gozosa, más desengañada, quizá porque «se paga la idea de agradecer / la vida a cada instante». No carece de lógica este tono desencantado. La experiencia vital enseña a no dejarse guiar por un optimismo exacerbado ni por los efluvios de un enamoramiento que suele tener fecha de caducidad. Vamos leyendo como testigos privilegiados ese itinerario vital en libros como La muerte oculta (1996), Una aproximación al desconcierto (2011) o Mediodía en KensigntonPark (2015), un libro, este último, de poemas en prosa en los que predominan las reflexiones identitaria y metapoética, de forma más o menso intensa presentes en toda su poesía.

Perdona la franqueza (2015) es, en palabras de Morante, «un muestrario breve que emplea como formato monocorde el versículo […] Así acentúa el modo reflexivo. Nos hallamos ante una poesía de pensamiento que incide en la visión de lo real de modo fragmentario. El poeta se abre a la sugerencia y la hondura, desarticula el trayecto lineal y deja constancia del paso existencial de un sujeto cambiante en el ahora y en los territorios calmos de la evocación», o lo que es lo mismo, Sánchez Menéndez simultanea lugares y tiempos y sufre las transformaciones propias de un hombre comprometido con la realidad que le ha tocado vivir. En sus poemas lo biográfico siempre ha gozado de una preeminencia voluntaria, incluso cuando se asocia con la indagación lingüística.

El baile del diablo, publicado el pasado año, es su entrega más reciente. El poeta se mira en el espejo de la página con crudeza, sin asomo de conmiseración: «Llevas toda la vida dando saltos / vestido de impostor, falso saludo / de la mano blanda sin mirar a los ojos, y a solas con el mundo renaces / con el mundo». El diablo no es un ser maligno, provee de conocimiento, un conocimiento que alimenta la experiencia, que forma una especie de escudo contra las contingencias del vivir.

Como toda antología que se precie, También vivir precisa de epitafio, se culmina con algunos poemas de un libro futuro. La muestra resulta insuficiente para aventurar hacia dónde camina la nueva poesía de Javier Sánchez Menéndez pero has versos significativos que nos hacen presagiar un descreimiento, un escepticismo más acusado aún que el que veíamos en muchos poema de sus últimos libros: «No queda nada. Ya nada permanece. / El poema, el verso, la palabras, / todo viaja hacia la falsedad». La construcción del personaje que el lenguaje propicia parece desmoronarse ante el peso de la realidad, lo que no deja de ser un buen motivo (Motivos se titula su primera entrega poética) para continuar escribiendo.

 

*https://elcuadernodigital.com/2018/11/14/javier-sanchez-menendez-epitafios-del-superviviente/

ELENA TORRES. GRAMÁTICA DE SOMBRAS*

12 lunes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

 

gramatica_de_sombras

ELENA TORRES. GRAMÁTICA DE SOMBRAS. EDITORIAL CALAMBUR, 2018

 La tendencia a extrapolar el significado lingüístico, gramatical, de algunas partes de la oración para dotarlos de un contenido ontológico no es nueva, aunque, tal vez, en los últimos años se ejercite con más frecuencia. El lenguaje sobrepasa su carácter instrumental y se convierte en el centro de gravedad sobre el que gravitan los pensamientos, las acciones, las emociones o, incluso, la reflexión sobre el proceso creativo. Recordemos, sin ánimo de ser exhaustivos, títulos como “Adverbios de lugar” y “Yo que tú. Manual de gramática y poesía”, ambos de Juan Vicente Piqueras, “Actos de habla” de Jaime Siles, “O fruto da gramática” de Nuno Júdice, «¡Yo soy mi sinalefa!», verso de José Luis Rey o el más lejano en el tiempo «vivir en los pronombres», verso saliniano de “La voz a ti debida”. Entre estos títulos podemos incluir “Gramática de sombras”, el nuevo libro de Elena Torres (Valencia, 1960), autora de una importante obra compuesta por trece títulos previos, publicados en poco más de veinte años, entre los que citaremos “En la esquina del desencuentro” (2001), “Alrededor del deseo” (2011), “Frágil” (premio Vicente Gaos, 2012) o “El baile de la vida” (2016).

Desconocemos el mecanismo interior que determina la elección de tal o cual parte de la oración para enfatizar una idea: ignoramos la fórmula que permita solventar la distancia entre la experiencia de lo real que las palabras transcriben y la realidad misma, y ese no saber, esa incertidumbre provoca esta indagación sobre sus propia esencia, ese andar a tientas por los abismos del significado, más allá de la forma que los encarna, que cierto tipo de lenguaje, el lenguaje poético, emprende.

“Gramática de sombras” lo expresa muy bien desde su título. Son sombras, más o menos densas, las que envuelven la intención de definir, de esclarecer, de precisar el significado. La ambigüedad es una sombra también, un manera laxa y eficaz en algunas ocasiones, de acercarse a lo indecible. La propia poeta explica de dónde procede la escritura de este libro: «Surge de una toma de conciencia con el lenguaje, de la necesidad de decir lo inefable. Y lo hace desde esas mínimas expresiones que son los nexos entre palabras y silencios. De ahí la brevedad y contención en sus poemas, que los hace diferentes de otros libros anteriores»

El libro está dividido en ocho secciones (más un poema epilogal), cada una de las cuales se presenta encabezada por unos versos ajenos. Poetas convocados a estas páginas son Caballero Bonald, Francisca Aguirre, Ada Salas, Tomás Segovia, Luis Cernuda o Jaime Siles, por ejemplo. Secciones que poseen además, un nexo común en los poemas que las integran. Así, todos los poemas de la primera están encabezados por adverbios de tiempo: Ahora, mañana, pronto, etc. «Ahora que los días / son pausado preámbulo, / cúmulo de silencios que enumera / la suma del dictar del corazón, / queda darnos más tiempo / para poder ser más» dice el primer poema. En la segunda, sin embargo, la columna vertebral del poema es el lugar, «El lugar gris de las cosas idas». El sujeto busca un lugar habitable, pero cae en la cuenta de que ese lugar acaso solo pueda existir dentro de uno mismo. Tiempo, lugar, modo, cantidad, estos cuatro adverbios conforman las cuatro primeras partes. Locuciones, estructuras verbales que poseen un sentido propio abundan en los siguientes poemas.

La poesía de Elena Torres está construida con una estudiada economía de medios cercano, en muchas ocasiones, a la brevedad del haiku (estrofa de la que Elena ha declarado sentirse deudora). Sus versos buscan la esencialidad del decir, la desnudez del sentido, la fragmentación temporal que, unas veces, distancia y otras, simultanea el suceso. Esta depuración del lenguaje no impide a la autora, sin embargo, escribir como si las palabras tomaran cuerpo, como si fueran capaces de representar con “objetividad” aquello que solo palpan, porque en “Gramática de sombras” no hay solo una indagación de carácter lingüístico, hay también una exploración sobre el amor («Darle sentido / a cada adverbio / que modifica / el verbo amar» y el desamor («¿Cómo se llega / hasta la curva/ del desafecto», se pregunta), sobre el tiempo («Solo se permanece en el después»), sobre los temas centrales de la existencia y sobre el propio ser, un tema que recorre toda su poesía. Elena Torres escribe desde el desconocimiento pero no se forcejea con razonamientos empíricos. Más que certezas, sus poemas buscan una verdad poética que está más allá de lo verificable, que colinda más con el misterio con que con la claridad, de ahí lo acertado de un título como “Gramática de sombras”, porque solo ellas es la que «sobrevive / en la escritura».

*Reseña publicada en el suplemento cultural Sotileza de El Diario Montañés, el 9/11/2018

 

 

 

 

FELIPE BENÍTEZ REYES. YA LA SOMBRA.*

09 viernes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

FELIPE BENÍTEZ REYES1.jpg

FELIPE BENÍTEZ REYES. YA LA SOMBRA. EDITORIAL VISOR, 2018

Mucho se ha escrito sobre la versatilidad poética de Felipe Benítez Reyes, sobre su innata capacidad para variar de registros rítmicos y formales, sobre su habilidad para sacar de la chistera objetos mágicos («Esta es la verdadera magia de los objetos, / tan errantes por naturaleza, tan reacios / a claudicar de su utilidad y su valor, / por muy poco que valgan»), situaciones o personajes que nos seducen con su ingenio y su descaro, sin embargo, bajo esas máscaras más o menos forzadas, se esconde un poeta melancólico y elegíaco que ya desde sus libros primeros lamentaba la fugacidad de la vida y el efímero tránsito vital («De jóvenes pensábamos que el tiempo era una suma. / Ahora vemos que todo fue una sombra acumulada», escribe en Ya la sombra, aunque estos versos bien podrían estar incluidos en alguno de sus primeros libros). El título de su nuevo libro nos hace presagiar que son esos mismos temas los que acapararán los poemas que lo integran, aunque hay, al menos, una diferencia notable, por que si Benítez Reyes antes reflexionaba desde un conocimiento externo, cuyos préstamos podían surgir a través de experiencias ajenas, bien reales o ficcionales, ahora el autor experimenta las heridas del tiempo en carne propia y eso trae consigo no una poesía más honda porque de hondura y profundidad siempre han estado sobrados los mejores poemas de nuestro autor, pero sí, quizá, más llena sinceridad. Las citas que abren el libro, especialmente la de Villaespesa, son suficientemente explícitas al respecto, pero también nos avisan de que esa dualidad, podríamos decir incluso heterogeneidad, no ha desaparecido de su escritura (no podía hacerlo sin perder su esencia).

Ya la sombra es un libro unitario que va desarrollando un proceso de tanteo y reconocimiento cuyo punto final se da cita en el poema titulado «La nueva edad», al que luego volveremos. Una característica muy notable de los libros de poemas de Benítez Reyes es su cuidada organicidad, y este no iba a ser menos. El primer poema, «La situación», encierra en sus dieciséis versos de herencia modernista una especie de resumen de lo que nos deparará el resto del libro, que es, nada más y nada menos, que «este huir de nosotros, del tiempo y del destino…». Pronto, sin embargo, comienzan a aparecer las vacilaciones, las duplicidades identitarias (muy presentes en su anterior libro, titulado Las identidades): «Has conseguido al fin ser el que huye / de sí para acabar aún más consigo» que permiten al autor adaptarse como un camaleón a la realidad cambiante. La poesía de Benítez Reyes ha merodeado siempre alrededor de lo simbólico, rica en exuberantes imágenes y dueña de un léxico connotativo que ha confiado en la adjetivación y en la ambigüedad semántica como herramientas para indagar en esos espacios de lo real que la propia realidad trata de hurtar a nuestros sentidos, acaso por esa razón, el lenguaje y su imprecisa manera de trascribir el absoluto de la experiencia, de solidificarla en la página, es, a menudo, objeto de un cuestionamiento nada condescendiente. En un poema como «El lector adolescente», uno de los mejores del libro, para este lector, muestra sin ambages la cara oculta de la escritura, simbolizada en una serpiente que se enrosca en una rama del árbol de la ciencia: «La serpiente se escurre entre unas páginas, / te inyecta su veneno, profesionaliza / tu sentido elegiaco, tu himno y tu lamentación; / activa la cadencia callada que concilia / pensamiento y sentir y un no saber».

El gusto por la paradoja («La novela del tiempo no respeta los tiempos», «La cueva del tesoro sin tesoro que es el tiempo», «La frase que está fuera de la frase»), por los juegos de prestidigitación verbales —de los que sale siempre triunfante— en los que baraja «fantasmagorías» y por la enumeración de inspiración borgeana no han decaído un ápice, como podemos ver, por ejemplo, en los poemas «Hipótesis de la lluvia», «Cádiz, noche de carnaval» o «El día inaugurándose en las calles», por citar solo algunos.

Mencionaba al principio el poema «La nueva edad», que transcribimos completo: «Adiós a todo lo que ya / no puede sostenerse en la memoria. // (¿Tú quién eres?) // Adiós a lo que has sido, / camarada en el desgobierno de la realidad. // Ya no es tuyo ni el tiempo que robaste» para establecer el paralelismo entre la sombra y la falta de memoria, entre la penumbra en la que se diluye el pasado y esa luz mortecina que alumbra un futuro indeciso y breve. Vivir sin memoria es como no vivir, parece decirnos Benítez Reyes, y es que el olvido priva al ser de consistencia, de existencia, como sugieren estos versos que parafrasean a Quevedo: «lo que fue y ya no es y sigue siendo / en sombra, en nada, en nadie y contra ti».

     Hay en este libro, y en su poesía en general, como hemos dicho, un tono elegíaco que lamenta lo perdido, muy próximo a poetas como Cernuda o Brines (el sentido del humor lo emparenta también con autores como Gil de Biedma). Benítez Reyes se toma además algunas licencias formales que solo un perfecto conocedor de la tradición como él puede permitirse sin que rechinen, y es que, en ocasiones, quizá para resaltar la incertidumbre que provocan tantas dudas vitales («Y, sobre todo, / qué futuro tendrá nuestro pasado / cuando decida contarnos nuestra vida»), el poeta prefiere dar prioridad al sentido antes que a la forma, algo que, por otra parte, no deja de ser anecdótico. Lo que de verdad nos interesa es que en Ya la sombra se percibe que el futuro, lejos de concitar esperanza, resulta amenazante porque el poeta es consciente de la fugacidad de las cosas terrenales y sabe que le espera la nada, la muerte. Los versos de Felipe Benítez Reyes, con una dosis precisa de humor y melancolía, nos hacen compartir, sobre todo a los lectores de cierta edad, algunas certezas que conducen hacia un destino inevitable.

*https://elcuadernodigital.com/2018/11/07/felipe-benitez-reyes-ya-la-sombra/

 

 

RAMÓN BASCUÑANA. 6 SEIS 6.

06 martes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

 

IMG_2745.JPG

RAMÓN BASCUÑANA. 6 SEIS 6. III CONCURSO NOCHES POÉTICAS BILBAO. LA ÚNICA PUERTA A LA IZQUIERDA, 2018

Hace aproximadamente un año reseñábamos en estas mismas páginas un libro de Ramón Bascuñana, Desnuda luz de la melancolía, Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y hoy comentamos un nuevo libro, galardonado a su vez con un premio de poesía, 6 Seis 6, y es que Ramón Bascuñana nos tiene acostumbrados a publicar, generalmente gracias a los premios, un libro por año. Esto, en sí mismo, no es un lastre pero tampoco lo consideramos una ventaja. Algún día habrá que reflexionar sobre los motivos que llevan a ciertos autores a presentarse a algunos de los cientos de premios que se convocan a lo largo y ancho de nuestra geografía. Sin duda, la dotación económica es un incentivo seductor, pero no debemos olvidar el hecho de que el premio suele llevar aparejada la publicación del libro, aunque, en muchas ocasiones, más de la deseables, la edición no esté a la altura de lo mínimamente exigible. Ramón Bascuñana lo sabe bien y lo ha padecido en sus propias carnes, pero no es fácil sustraerse a ello, aunque tal vez la mejor forma de evitar estos dislates editoriales sea discriminar mejor el tipo de premios a los que uno debe presentarse. Respecto de esto,  también merece alguna reflexión el hecho de que muchos de estos autores —es el caso de Bascuñana— que acumulan premios año tras años son ignorados —hay alguna excepción, claro— en los premios de más renombre (no es preciso nombrarlos, están en la mente de todos) y en la mayoría de las antologías generacionales que se tienen por canónicas. Algún día convendría estudiar dicho fenómeno y realizar un ejercicio de literatura comparada para averiguar si las vicisitudes a las que aludimos tienen que ver con criterios de orden estético únicamente o se deben tener en cuenta otras razones de más amplio espectro.

   En cualquier caso, cada libro de nuestro autor es un cuidado ejercicio poético y, además, metapoético, porque la labor creativa siempre está en entredicho y sugiere múltiples aproximaciones que intentan desvelar lo indecible, lo inefable y este nuevo título, de resonancias tan diabólicas («seis seis seis seiscientos sesenta y seis / el número del mal / el de la bestia del capitalismo», escribe en el poema «Cifras») no podía ser menos. Bascuñana practica una poesía de la cotidianidad que no necesita eludir las cuestiones trascendentales, pero lo hace de manera directa, desde un punto de vista popular, quizá por eso logre en el lector una sensación de afinidad, porque este se siente partícipe, cómplice de unos sentimientos que él —ella— posee con el mismo grado de intensidad.

     Así comienza el primer poema, «Estado de desánimo»: «hoy me levanto con el cuerpo roto / en mil pedazos / en mil palabras rotas una y mil veces rotas / de tanto repetirlas por mis sueños / y de tanto escribirlas en la arena del tiempo de una playa». Como podemos ver, es un lenguaje explícito que apenas deja lugar para algo más que la complicidad. Ramón Bascuñana busca en sus poemas, principalmente, comunicar unos sentimientos, unos estados de ánimo (de desánimo) propios, situados en un presente verificable, lo que no imposibilita que frecuente también la memoria histórica y la denuncia, como los poemas «Sobre una foto de Phan Thi Kim Phúc Tomada por Nick Ut» o «4 de abril de 1968 18 horas y un minuto hotel Lorraine Morris», por citar alguno. En cualquier caso, la identificación entre vida y poesía es en Bascuñana inquebrantable, porque el poeta es un hombre común, no un portador de mensajes divinos, ni siquiera el portavoz de la comunidad en la que vive, por más que ene alguna ocasiones, la excepcionalidad lo justifique.

     El libro, haciendo honor a su título, está dividido en tres secciones compuestas cada una de ellas por seis poemas, aunque los temas se interrelacionan en cada una de ellas: el vacío vital, el paso del tiempo, la lucha por la justica y la igualdad, etc.. Como hemos adelantado, la reflexión metapoética es permanente, aunque quizá en esta ocasión más que en ninguna otra Bascuñana utilice sus versos «como si fueran armas defensivas / contra una sociedad complaciente y cobarde / que prefiere el engaño y las mentiras / a mira a los ojos del presente / y buscar soluciones al futuro // queda claro / el poema es un arma / y mis versos legítima defensa». Como vemos, Bascuñana se ha inclinado —algo loable, sin duda, como ciudadano comprometido que es— por una poesía social que traslade la angustia vital que provocan los terribles acontecimientos que vivimos diariamente—violencia, desigualdad, emigración, guerras y hambre—, que critique la hipocresía y la doble moral, pero hay que ser sumamente cuidadoso y no confundir la poesía con el panfleto, algo que ocurrió a menudo en la década de los cincuenta del pasado siglo, y esto me lleva a preguntarme si este alegato bienintencionado no encontraría mejor acomodo en la sección de cartas al director de cualquier periódico o como columna de opinión. No es difícil tocar la fibra sensible del lector, pero el poeta debe huir de la facilidad, («Ser comprendido —escribía Valéry— es el peor desastre»),debe ser consciente de que no es un gacetillero y de que las exigencias del lenguaje no pueden ser minusvaloradas, por el lenguaje y por uno mismo, La poesía es subsidiaria de la experiencia pero es también, y fundamentalmente, un hecho lingüístico, y a él debe rendir cuentas antes que a nadie. Ramón Bascuñana posee las condiciones para asumirlo, solo tiene que rechazar la tentación de repetir la misma fórmula y abrirse a nuevos caminos.

 

MARÍA EUGENIA MATÍA AMOR. LAS DIMENSIONES DE LA MEMORIA. LA POESÍA DE ARCADIO PARDO

02 viernes Nov 2018

Posted by carlosalcorta in Reseñas

≈ Deja un comentario

IMG_2721

MARÍA EUGENIA MATÍA AMOR. LAS DIMENSIONES DE LA MEMORIA. LA POESÍA DE ARCADIO PARDO. UNIVERSIDAD DE VALLADOLID. 2018-10-28

La personal singladura vital de Arcadio Pardo (1928) se ha visto marcada desde su nacimiento por la errancia, por el nomadismo. Nació en Beasáin, un pueblo guipuzcoano de la comarca del Goierri, lugar en el que estaba destinado su padre, ferroviario de profesión. Allí pasaría los primeros años de su vida. Unos años después la familia se trasladará a Madrid y, posteriormente, a Valladolid, ciudad en la que establecen su residencia de forma permanente, aunque nuestro poeta pronto levanta el vuelo y en los años cincuenta se traslada a Rouen. Francia se convertirá, a partir de entonces, en su verdadera casas. Allí formará su propia familia y crecerá profesional e intelectualmente. Sirvan este escueto resumen vital que tan ordenadamente detalla María Eugenia Matía Amor en este libro, fruto de su tesis doctoral, para justificar, si es lícito hacerlo, la ausencia de Arcadio Pardo de los recuentos poéticos generacionales que por fecha de nacimiento le hubieran correspondido La distancia, la lejanía actúan como un cortafuegos. Separan grupos en compartimentos estancos sin ningún contacto. Unos, por orientación o por cuestiones de accesibilidad quedan en las zonas sombrías y prosperan con dificultad, y otros, sin embargo, son agraciados por la luminosidad del astro sol. La claridad aumenta su presencia, los visualiza, los difunde. Ha ocurrido en otras ocasiones y, lamentablemente, seguirá ocurriendo, por eso un libro como este de Matía Amor resulta oportuno y necesario.

Arcadio Pardo asegura que toda su obra «se ha hecho en el aislamiento personal y geográfico» (lo recuerda Jaime Siles en las páginas preliminares). Todos sabemos que la labor del creador es solitaria y que la soledad es una herramienta imprescindible para crear, para reflexionar sobre la propia obra, sin embargo, no es menos cierto que el contacto con otros pares se similares inquietudes es beneficioso y contribuye al enriquecimiento personal. Arcadio Pardo, al vivir fuera de España, no tuvo elección (hemos visto en otros poetas, Cernuda, por ejemplo, el trastorno emocional que tal soledad infligió en su atormentada existencia) y se vio obligado a levanta los cimientos de su obra sin apenas contacto con sus coetáneos, y decimos, casi porque sus primeros iniciativas literarias surgen en la inmediata posguerra. La revista Halcón (1945-1949), puesta en marcha por Manuel Alonso Alcalde, Luis López Anglada y Pardo surge prácticamente al mismo tiempo que otras como la santanderina Proel o la leonesa Espadaña, circunstancia que propicia los intercambios poéticos. El número 5 de la colección Halcón (al igual que Proel, por ejemplo, los responsables de la revista amplían su campo de acción y ponen en marcha una colección de poesía) acoge el primer libro de Arcadio Pardo, Un tiempo se clausura (1946). Cuenta entonces el poeta 18 años y una vez colmada la avidez de ver su libro publicado, se toma con más calma la publicación del segundo, El cauce de la noche, que no será hasta 1955. Casi diez años de silencio necesarios para que la voz del poeta se aquilate y adquiera tonalidades propias. Durante este periodo se publican en España una buena cantidad de títulos señeros de poetas que rondan la edad de Arcadio Pardo. Algunos son unos años mayores, como Blas de Otero, José Hierro, el malogrado José Luis Hidalgo, o Carlos Bousoño, otros, sin embargo, son estrictamente coetáneos, como Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente o Caballero Bonald, por ejemplo. Por esta razón, no resulta extraño que María Eugenia Matía Amor se pregunte «¿Dónde ubicar a Arcadio pardo en este vasto panorama?». Lo cierto es que, sin que carezca de relevancia situar al poeta en uno u otro movimiento generacional, lo verdaderamente importante es la calidad poética de nuestro autor, una calidad que alcanza un nivel notable con su libro Soberanía carnal, publicado en la colección santanderina La isla de los ratones, dirigida por el galerista y novelista Manuel arce, también nacido en 1928 y fallecido hace unos meses. Matía dice que es «un libro atípico porque la vibración sentimental de su yo (biografía, patria, erotismo) se desborda en una sintaxis no canónica que lo aparta de su contemporidad». Como decimos, esto no es, en principio, un lastre. El poeta debe ser un francotirador y no cobijarse bajo la protección de numérica del pelotón de infantería.

En la década de los setenta, Arcadio Pardo publica dos libros: Tentaciones de júbilo y jadeo (1975), En cuanto a desconciertos y zozobras (1977). Está en su apogeo la estética novísima (Nueve novísimos poetas españoles, de Castellet, se ha publicado en 1970), pero Arcadio navega «entre la inquietud religiosa y la metapoética», una preocupación, esta última, que comparte con otros muchos poetas de la época y que podemos rastrear en todo sus libros.

Inaugura la década de los ochenta con un libro publicado por la colección Adonáis, (publicaría de nuevo en tan prestigiosa colección en 2007, El mundo acaba en Tineghir)Vienes aquí a morir y en 1983 publica, gracias al premio José Luis Núñez, el que la crítica ha dictaminado como su mejor libro, Suma de claridades. Desde entonces y hasta hoy en día, a su currículum se han sumado más de una docena de títulos, el último de los cuales es una antología publicada en Buenos Aires, Poesía (2018). María Eugenia Matía Amor realiza un exhaustivo recorrido por su obra, contextualiza al autor en su época, analiza las particularidades de su mundo poético, sus señas de identidad y la construcción de la realidad a través de un leguaje elaboradísimo y personal. Después de leer este detallado estudio, no nos cabe ninguna duda de que, tal y como afirma Matía Amor, Arcadio Pardo es «Un poeta de altura, ya que su talento se manifiesta a través de una expresión intensamente creativa y sugerente, capaz de crear una cosmogonía y descubrir un mundo más allá de lo posible, enlazándolo con autores donde el tiempo mágico se humaniza». Este libro ofrece una oportunidad inmejorable para redescubrirlo, para redefinir y, en su caso, modificar el relato generacional que se nos ha trasmitido.

Entradas recientes

  • EZRA POUND. SOBRE JOYCE. CORRESPONDENCIA Y ENSAYOS
  • ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ. BAILANDO EN LA AZOTEA
  • JOSÉ LUIS ARGÜELLES-JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. TODO LO DEMÁS.
  • MARCOS DÍEZ. BELLEZA SIN NOSOTROS.
  • RAFAEL-JOSÉ DÍAZ. LA LUZ QUE SE ESCAPA

Archivos

  • junio 2023
  • mayo 2023
  • abril 2023
  • marzo 2023
  • febrero 2023
  • enero 2023
  • diciembre 2022
  • noviembre 2022
  • octubre 2022
  • septiembre 2022
  • agosto 2022
  • julio 2022
  • junio 2022
  • mayo 2022
  • abril 2022
  • marzo 2022
  • febrero 2022
  • enero 2022
  • diciembre 2021
  • noviembre 2021
  • octubre 2021
  • septiembre 2021
  • agosto 2021
  • julio 2021
  • junio 2021
  • mayo 2021
  • abril 2021
  • marzo 2021
  • febrero 2021
  • enero 2021
  • diciembre 2020
  • noviembre 2020
  • octubre 2020
  • septiembre 2020
  • agosto 2020
  • julio 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • marzo 2020
  • febrero 2020
  • enero 2020
  • diciembre 2019
  • noviembre 2019
  • octubre 2019
  • septiembre 2019
  • agosto 2019
  • julio 2019
  • junio 2019
  • mayo 2019
  • abril 2019
  • marzo 2019
  • febrero 2019
  • enero 2019
  • diciembre 2018
  • noviembre 2018
  • octubre 2018
  • septiembre 2018
  • agosto 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • mayo 2018
  • abril 2018
  • marzo 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • noviembre 2017
  • octubre 2017
  • septiembre 2017
  • agosto 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • mayo 2017
  • abril 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • diciembre 2016
  • noviembre 2016
  • octubre 2016
  • septiembre 2016
  • agosto 2016
  • julio 2016
  • junio 2016
  • mayo 2016
  • abril 2016
  • marzo 2016
  • febrero 2016
  • enero 2016
  • diciembre 2015
  • noviembre 2015
  • octubre 2015
  • septiembre 2015
  • agosto 2015
  • julio 2015
  • junio 2015
  • mayo 2015
  • abril 2015
  • marzo 2015
  • febrero 2015
  • enero 2015
  • diciembre 2014
  • noviembre 2014
  • octubre 2014
  • septiembre 2014
  • agosto 2014
  • julio 2014
  • junio 2014
  • mayo 2014
  • abril 2014
  • marzo 2014
  • febrero 2014
  • enero 2014
  • diciembre 2013
  • noviembre 2013
  • octubre 2013
  • septiembre 2013
  • agosto 2013
  • julio 2013
  • junio 2013
  • mayo 2013
  • abril 2013
  • marzo 2013
  • febrero 2013
  • enero 2013
  • julio 2012

Categorías

Blogroll

  • Blog de Álvaro Valverde

Enter your email address to follow this blog and receive notifications of new posts by email.

Únete a otros 174 suscriptores
Licencia Creative Commons
Este obra de Carlos Alcorta está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Blog de WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • carlosalcorta
    • Únete a 174 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Inicia sesión.
    • carlosalcorta
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Iniciar sesión
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...