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REVISTERO DE FINAL DE AÑO (2022)

19 jueves Ene 2023

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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Con un retraso mayor del deseable, pero con el afán de dar cuenta de las revistas literarias leídas en los últimos meses del año, publicamos ente revistero del año 2022 y tenemos que comenzar este inventario con una mala noticia, la desaparición de la revista Clarín.

Dirigida por José Luis García Martín, La revista Clarín. Revista de Nueva Literatura, cuyo primer número apareció en el mes de enero de 1996, echa el cierre con el número 162, correspondiente a Noviembre-Diciembre de 2022. Nos ha ofrecido, por tanto, veintiséis años de excelente literatura Su pretensión no era otra que la de, como indica su prólogo, conformarse en el lugar de encuentros de la literatura contemporánea, hasta entonces inexistente. Clarín, con raíces asturianas, pretende llegar a todo el público en España e Hispanoamérica. La literatura no es patrimonio de las llamadas grandes ciudades. Clarín, desde el comienzo de su historia, ha pretendido llegar a ser el escaparate cultural de Asturias, porque recuerda que desde Asturias el Padre Feijoo fue capaz de despertar de sus sueños teológicos a la razón y hacer profesar a España el sentido común. Asturias ha estado vinculada siempre a la vanguardia cultural, Clarín es otro eslabón de la misma. En este último número comienza con una nueva entrega de los diarios de Iñaki Uriarte, que comenzaron a publicarse precisamente en Clarín, comienza este número de la revista. Algunos de los colaboradores de hace más de un cuarto de siglo, como Andrés Trapiello o Javier Rodríguez Marcos, han querido sumarse a una entrega que concluye una larga andadura, pero en la que hay más de celebración que de elegía. Los poemas de Lorenzo Oliván, los ensayos de varia erudición de José Cereijo, Pedro García Martín o José Luis Piquero, las reflexiones viajeras a destinos exóticos o cercanos de Fernando Sánchez Alonso o Hilario J. Rodríguez, los puntos sobre las íes que se ponen al exhaustivo estudio sobre Cervantes del director de la Academia de la Lengua, son algunas de las colaboraciones a destacar. Pero hay más, muchas más, de veteranos colaboradores como José Ángel Cilleruelo o José Manuel Benítez Ariza o de nuevos nombres. Concluye el número con unas páginas de Martín Bueres Reyero, que no había nacido cuando comenzó a publicarse la revista —faltaban todavía unos cuantos años—, como un símbolo de la pervivencia de todo lo que siempre quiso defender Clarín. La trayectoria de la revista se mostrará en una exposición que se inaugurará en marzo de 2023, en la biblioteca de El Fontán de Oviedo. Será una excelente oportunidad para calibrar la verdadera envergadura de este proyecto

El índice de su último número comienza con fragmentos del diario de Iñaki Uriarte. Sigue el número con Pedro García Martín y su artículo Editores del pueblo Revolucionarios de tinta y de papel. José Cereijo es el autor de Una luz más fuerte (o sobre literatura fantástica) y José Luis Piquero hace lo propio con Corazones rotos Una lectura de Suave es la noche. Unos poemas de Lorenzo Oliván ocupan la sección de poesía. El volumen continúa con sus secciones habituales: Todo en línea, Los Caminos del Mundo, Conversaciones, Colección de vidas con textos de José Ángel Cilleruelo: Tres días de agosto, de. Andrés Trapiello: Walter Hackenberg en su torre extremeña, de Manuel Alberca: El vecino de Valle-Inclán, de Francisco Fuster García: Elogio sentimental de Don Pío Baroja y de Toni Montesinos: H. D. Thoreau Dos años, dos meses y dos días en Walden Pond

Mule. Revista de literatura sin futuro. Nº 3

En junio de 2022, de la mano de Marina Alonso en la dirección artística y de Santi Mazarrasa en la coordinación editorial, ha visto la luz el número 3 de Mule ―nombre de ese pez que abunda en la bahía santanderina y que, por su alimentación en zonas muy degradadas no siempre es acto para el consumo―y según nos informan, pronto aparecerá el número 4, esta joven revista impresa en Santander, muy cuidada, con un diseño muy actual que nos recuerda a los fanzines y ciertos libros de cómic. El índice nos informa de las diferentes secciones en las que está divida. «Banco de mules» está dedicada al relato y cuenta con los textos de Nerea Pallares, Daniel Rodríguez Acero, Jordi Ciurana y Javier Azañón. A la sección «Cuaderno de bitácora» pertenece el texto de Javier Pacheco, primer oficial, que narra su vida en alguno de los diferentes barcos en los que ha estado enrolado. La sección «Poesía» cuenta con poemas de Juan Carlos Sánchez, Carmen Casanueva, Gerardo Dieterlen y Remedios de la Bárcena, y un recordatorio gráfico de la mítica Proel, revista de poesía, crítica y arte, nacida en abril de 1944 de la mano de poetas como Carlos Salomón, Carlos Nieto, Leopoldo Rodríguez Alcalde, Enrique Sordo o Marcelo Arroita-Jáuregui, entre otros.  Pablo Mata escribe en la sección «Ensayo y error» el texto titulado «Miserias de un anticuario» y Carlos Clavería hace lo propio recordando a la editora Grazia Cherchi.  Las secciones «Novela gráfica» en la que se incluyen colaboraciones de Roberto Massó y Javier Trugeda, y «El ocaso» completan el número 3 de este meritorio proyecto al que deseamos larga vida.

Y larga vida tiene otra revista nacida en Cantabria, Absenta poetas, que alcanzó este otoño pasado el nada desdeñable número 31, bajo la dirección del poeta Javier Perales Valdés, y que cuenta con poemas de Vicente Muñoz Álvarez, Carmen Ruiz, Ventura Ruiz Gómez, Martín Bezanilla, Paloma Bienert, Maribel Fernández Garrido o el propio director de la revista. Una revista modesta no sujeta a estéticas predeterminadas con la que se fundó en 2004.

Turia, 144 (noviembre, 2022-febrero 2023). La veterana revista Turia, dirigida por Raúl Carlos Maicas dedica el grueso, el Cartapacio, del voluminoso ejemplar ― quinientas apretadas páginas― a la traducción en España, y lo hace con artículos y ensayos de renombrados especialistas en la materia, entre ellos Carlos Fortea, que en su texto, además de hacer recuento de cifras y cantidades, expone las aspiraciones aún sin satisfacer del gremio. La revista atiende, además, a sus secciones habituales: Letras; Taller; con narraciones de algunos de los autores más relevantes de la narrativa actual como José María Merino, Fernando Aramburu, Ignacio Martínez de Pisón, J. A. González Sainz y Clara Usón, Poesía, con poemas de, entre otros, Miren Agur Meabe, Enrique Andrés Ruiz, Antonio Colinas, Ángel Guinda, Aurora Luque, Olga Novo, Mario Obrero, Cristina Peri Rossi, Juan Vicente Piqueras, Eloy Sánchez Rosillo, Andrés Trapiello o Álvaro Valverde, Pensamiento, Conversaciones, con Ramón Gubern y Sara Mesa; La isla, fragmentos del diario de Raúl Carlos Maicas, Sobre Aragón; Cuadernos Turolenses y La Torre de Babel, dedicada a las reseñas de libros de actualidad.

El último número de la exquisita revista Litoral (fundada por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en 1926, en Málaga), el 274, está dedicado a las aves. Cada número de esta revista, dirigida por Lorenzo Saval y con Antonio Lafarque como editor de contenidos, es una obra de arte en sí misma. Pródiga en imágenes y colaboraciones, su impecable maquetación convierte cada número en un deleite para la vista. Estructurada en secciones relacionadas con las aves, en cada una de ellas los textos, fundamentalmente poemas, y las imágenes responden a su enunciado gracias a un meritorio trabajo de indagación y búsqueda. Por la parte artística encontramos obras de, entre otros, Rubens, Tintoretto, Cézanne, Fracis Picabia, Rauschenberg, Amy Judd, Bernard Plossu, Benjamín Palencia, Kevin Sloan, Picasso, Brueghel, Joan Brossa, Magritte, Elisa Torreira, Flor Garduño o Remedios Varo. Los poemas pertenecen a una extensísima nómina de autores como Pedro Salinas, Salvatore Quasimodo, José Watanabe, Baudelaire, Adam Zagajewski, P. B. Shelley, Edgar Allan Poe, Pablo Neruda, Gloria Fuertes, Jorge Luis Borges, Rafael Pérez Estrada, Wallace Stevens, Dionisia García, Wislawa Szymborska, Alejandra Pizarnik, Emily Dickinson, John Keats, Juan Ramón Jiménez, entre los más de doscientos colaboradores.

Destaca en el número un completísimo Avecedario, compuesto de citas, poemas, ensayos y microrrelatos firmados por, entre otros, Antonio Cabrera, Sara Mesa, Aurora Luque, Amalia Bautista, Julia Otxoa, Felipe Benítez, Juan Manuel Villalba, Karmelo C. Iribarren, José Juan Tablada, José María Merino, Gemma Pellicer, Ángel Guache, Carlos Marzal, José Emilio Pacheco, Hugo Hiriat, Juan Perucho, Dionisia García, Álvaro Valverde, entre otros muchos. Junto a ellos, de su mano, contemplaremos una tremenda variedad de aves: de presa, carroñeras, marinas, nadadoras, no voladoras, arbóricas, rastreras, urbanas, nocturnas, cantoras, de compañía…

El número 16 de la revista Licencia Poética, dirigida por José Manuel Suárez, se dedica por entero a Pier Paolo Pasolini, autor nacido en Bolonia en 1922 que falleció de manera violenta en 1975. Su misterioso asesinato no ha sido resuelto todavía, que Suárez califica acertadamente de «Hombre libre y valiente, vivió comprometido con la Verdad hasta extremos que hoy no podemos ni imaginar, dada la oceánica manipulación con que nos zarandean desde tantos frentes». El poeta, narrador y crítico literario Manuel Rico hace un recorrido general sobre la poesía de Pasolini; José María García López, poeta, novelista y ensayista se centra en uno de sus libros más significativos, Las cenizas de Gramsci; Jesús Cárdenas, poeta y crítico, reflexiona sobre el itinerario poético del italiano; José Ramón Ripoll, poeta y musicólogo, estudia la relación de Pasolini con Alberti; el novelista Luis García Gil centra su texto en la novela Chavales del arroyo; el poeta Juan Carlos Elijas se adentra en el conjunto de la obra pasoliniana y, por último, Amelia Pérez del Vilar, traductora de las obras de teatro, reflexiona sobre el proceso de traducción. Nos espera un segundo volumen en el que se analizarán otros géneros en los que brilló su genio, el cine preferentemente.

21veintiúnversos, Revista de Poesía contemporánea, editada por Banda Legendaria en Valencia, bajo la dirección de Juan Pablo Zapater y coordinado por Víctor Segrelles, alcanza su número decimoprimero. La cubierta se debe a la artista Isabel Oller y la plaquette que la acompaña, titulada El silencio y el canto, contiene aforismos y versos inéditos del malogrado Antonio Cabrera ―autor de algunos de los libros de poemas más hondos y bellos de la literatura española del siglo xxi, como En la estación perpetua (Visor, 2000), con el que obtuvo los premios Fundación Loewe y Premio Nacional de la Crítica; Con el aire (Visor, 2004), XXV Premio Ciudad de Melilla y Premio de la Crítica Valenciana; Piedras al agua (Tusquets, 2010) o Corteza de abedul, (Tusquets, 2016). En 2001 vio la luz su colección de haikus de tema ornitológico titulada Tierra en el cielo (Pre-Textos). Parte de su obra poética ha sido recogida en la antología Montaña al sudoeste (Renacimiento, 2014), preparada por Josep M. Rodríguez. Como antólogo él mismo, es responsable de la edición de Cimas y abismos (Renacimiento, 2012), selección de la poesía de José Luis Parra. Vertió al castellano los volúmenes Poesía y ontología, de Gianni Vattimo (Universitat de València, 1993), Los pájaros amigos, de Josep Maria de Sagarra (Pre-Textos, 2003) y Sobre el lamento de Jasón, de Vicent Alonso (Denes, 2008). Colaboró en los diarios El País, ABC y Levante-EMV. Publicó artículos en publicaciones como Clarín, El maquinista de la Generación, Litoral, Lateral y otras. En el año 2106 su libro El desapercibido fue galardonado con el XXII Premio Literario Café Bretón & Bodegas Olarra, y publicado también en Pepitas.

El presente número comienza con unos poemas inéditos de Francisca Aguirre, Premio Nacional de Poesía, fallecida en 2019. Aguirre fue hija del pintor Lorenzo Aguirre ―asesinado durante la Guerra Civil―y estuvo casada con Félix Grande, otro importante poeta, con el que tuvo a una hija también poeta, Guadalupe Grande, fallecida hace poco de forma repentina. Tardó mucho en publicar y se consideró muy influida por Antonio Machado respecto al proceso de creación literaria, que debe ser un reflejo de la propia existencia más que de esa labor creativa. Esa influencia machadiana fue lo que más destacaron también cuando recibió el Premio Nacional de las Letras el año pasado. De sus obras más conocidas y relevantes hay que destacar Ítaca, premiada con el Leopoldo Panero de poesía. Con Historia de una anatomía recibió el Premio Nacional de Poesía en 2011. Colaboran además poetas como Àlex Susanna (en catalán), Antonio Carvajal, Fabio Scotto (en italiano), Javier Almuzara, María Sanz, Francisco Javier Irazoqui, María Ángeles Pérez López, Martín López-Vega o el propio Zapater. Como en cada entrega, las páginas finales de la revista se dedican a la bibliografía de cada uno de los poetas, un detalle importante que los lectores agradecen. 21veintiúnversos, dentro de su sobriedad, es una revista que trasmite de inmediato la pasión que ponen en ella sus responsables.

Por último, la revista asturiana Anáfora. Creación y crítica, correspondiente a noviembre de 2022, que alcanza, bajo la dirección de Pablo Núñez y Candela de las Heras, el número 27. La sección dedicada a la poesía aporta nombres como Luis Alberto de Cuenca, Vicente Gallego, Marcos Tramón, Carlos Iglesias, Javier Vicedo o Aitor Francos. En la sección de Traducción, Pedro Riesco traduce un fragmento de la Eneida sobre la fama, José Manuel Mora-Fandos traduce la famosa Oda a una urna griega del poeta romántico inglés fallecido prematuramente en Roma, John Keats, y Eloy Sánchez Rosillo hace la propio con un poeta magnífico e insuficientemente conocido, Vicent Andrés Estellés (nacido en la localidad valenciana de Burjasot en 1924 fallecido en 1993), todo un referente de la poesía contemporánea en valenciano. En la sección Prosa, Rodrigo Olay escribe una semblanza del poeta de origen asturiano Adolfo Cueto, fallecido cuando solo contaba 49 años. Se completa la sección con una encuesta sobre el estado de la nueva poesía española en la que participan poetas como Cilleruelo, Bagué Quílez, Aurora Luque o Piquero y críticos como Ángel Luis Prieto de Paula o Juan José Lanz. La poeta Estefanía Cabello entrevista a Guillermo Carnero, poeta encuadrado en los Novísimos. El número concluye con la sección dedicada a las reseñas en la que se comentan títulos como Arqueologías, de Ada Salas o Extraña perspectiva, de Pelayo Fueyo, entre otros.

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CARMEN CANET. CIPSELAS.

19 lunes Dic 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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. EDITORIAL POLIBEA

Carmen Canet, doctora en Filología Hispánica y crítica literaria radicada en Granada, comenzó a publicar sus aforismos de manera tardía. Su primer libro, “Malabarismos”, data de 2016 y, desde entonces, su producción editorial no ha cesado. De 2018 es su libro “Luciérnagas”, “La brisa y la lava” es de 2019, “Olas” de 2020, “Legere, aligere” de (2021) y “Monodosis” de este 2022. A ellos debemos añadir dos títulos escritos a cuatro manos: Cóncavo y convexo (2019) con el poeta Javier Bozalongo, autor, por otra parte, que ha escrito el prólogo a “Cipselas”, e “Interruptores” con el prolífico Ricardo Virtanen. Estas publicaciones le han granjeado un justo prestigio y la crítica la considera una de las mejores aforistas en la actualidad, por lo que su obra está recogida en algunas de las antologías del género más importantes, como ·Espigas en la era. Micropedia de aforistas vivos” (2020), “No es tiempo de abrazos” (2020) y “Maternidades” (2021). Esta incesante actividad creativa suma Carmen Canet su labor como crítica en diferentes medios y la dirección de la colección de aforismos «Alto aire» de la editorial Libros del aire. Como vemos por esta nota bibliográfica, no hay muchos autores dedicados con tanto afán al cultivo de este género, un tanto postergado en la actualidad, pero que ha adquirido un gran auge en las últimas décadas.

     “Cipselas”, un título algo enigmático que tiene un sentido simbólico, en realidad no son otra cosa que bulanicos, diablillos, molinicos, según como se les llama en diferentes lugares, es decir, «semillas de diferentes frutos, como el diente de león, las pipas de girasol o los chopos», escribe Javier Bozalongo en «Deseos cumplidos», que así ha titulado el prólogo. El libro está dividido en tres secciones. La primera, de igual título que el conjunto, contiene aforismos que podríamos denominar existenciales («La existencia tiende a oscurecerse pero para eso está el interruptor de la luz», escribe), como: «La vida está escrita con buena letra pero tiene demasiadas faltas de ortografía» o «Ocurre que, en las casas, los objetos aprenden a amarse, a relacionarse mejor que las personas». Ambos ejemplos denotan una mirada ciertamente escéptica, pero no nos dejemos engañar, Carmen Canet es una persona profundamente positiva que sabe lidiar con los reveses del destino, por eso no debemos obviar la carga irónica que muchos de ellos encubren, ironía que se acompaña algunas ocasiones de humor: «Dialogar con algunos adolescentes o con personas que lo parecen, es monologar» o «Cuando la vida se arruga debemos extenderla, tensarla y tenderla en una cuerda al aire libre para que el sol la acaricie», en otras con sarcasmo e indignación: «Quien bien te quiere te hará reír, no sufrir. Si no, es otra cosa» o «Jugar a ser feliz, aparte de un engaño, es señal de ser infeliz». Como es habitual, lo he señalado anteriormente, no hay libro de aforismos que no contenga varios dedicados a definirlos. Unas veces de forma directa: «Los aforismos se balancean, a veces, entre la firmeza de una piedra y el temblor de una rama» o «Los aforismos se construyen para reconstruir la vida»; otras por su función: «Cuando el aforismo expresa una certeza es para provocar» o «Los aforismos consuelan, otras veces, si lo pensamos, desconsuelan» y por analogías: «Los aforismos se escriben que con un lápiz de punta recién sacada son más afilados». Otros muchos asuntos dan pie a excelentes reflexiones comprimidas en unas pocas palabras ―la felicidad, el amor, la feminidad, la maternidad, la infancia, la memoria histórica o los asuntos de carácter doméstico― esas palabras que prefieren «estar despiertas y libre por las casas y las calles», no encerradas en los diccionarios.

     «Vilanos», la segunda sección, en aras de la brevedad, tan sustantiva al género, y la tan buscada precisión, los aforismos no sobrepasan una línea, son «dardos léxicos» que siempre dan en la diana: «La vida es el mejor pasatiempo» o «El silencio regenera e hidrata la mente». En realidad, los rasgos son comunes a los de la primera sección. La única diferencia es la extensión. Los temas se repiten, los aforismos se interrogan de nuevo por definir lo que son, y Canet llega a la conclusión de que son «como remolinos de bulanicos», título precisamente de la tercera sección, en la que, como escribe Bozalongo, «Canet recrea un diccionario con definiciones de la A a la Z». No podía faltar aforismos que hablan de sí mismos: «Aforismo: 1, Lucidez de un ejercicio medido. 2. Aventura corta, pero intensa. 3. Ismo a «for» de pie». Poco importa lo que sea, lo realmente importante es que nos inviten a la reflexión, que no nos dejen indiferentes. Los aforismos de Carmen Canet tienen de todo, pero no hay asomo de bagatela o de caída en el virtuosismo del ingenio. Creo que no hay mejor forma de acercarse a ellos con la mente despierta y los oídos abiertos, porque «Los aforismos dicen y escuchan: conversan».

Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, 16/12/2022

JULIÁN CAÑIZARES MATA. SETENTA SALUDOS

24 lunes Oct 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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JULIÁN CAÑIZARES MATA. SETENTA SALUDOS. EDITORIAL: SILTOLÁ POESÍA

La poesía de Julián Cañizares Mata (Albacete, 1972) guarda similitudes con la poesía confesional ―«Sólo soy / un hombre que ama. / Un hombre que da todo lo que tiene, / que necesita un sí para vivir en brazos», escribe en el primer poema de “Setenta saludos”―, con la poesía de crítica histórica y social―«Yo te pegué una hostia. / Tú me pegaste una hostia. / los dientes fundaron un partido político»―, con la poesía satírica ―«Tuve un hijo y todo lo demás dejó de importarme. / Dejó de importarme el devenir de la poesía española. / Dejó de importarme la política nefasta y el olor a cruz…»― y con la poesía vanguardista―«Aunque un niño llame pajarraco a un pájaro, / el pájaro seguirá siendo una tonelada de jardines»―, muy presente desde los propios títulos de los poemas. Por otra parte, el lenguaje utilizado, a menudo desenfadado, con cierto aire burlón, nos induce a pensar que el autor, deliberadamente, intenta jugar con el lector, ofreciéndole un “producto” en apariencia liviano, superficial, intrascendente, en que, acaso su única ambición consista en romper los patrones de la poesía más convencional, más rígida y atenta a los ritmos y asuntos tradicionales, desgastados por el uso y, por ende, menos propensos a aventurarse lejos de los temas y las formas más trilladas. Creo en todo lo dicho anteriormente hay cierto grado de verdad, pero quedarnos en ello sería mirar con anteojeras. Por detrás de esa aparente falta de ambición se asoma una profunda reflexión sobre, entre otras cosas, los mecanismos del poder. De ahí que el núcleo temático de “Setenta saludos” se articule en torno a la violencia. Muchos son las perspectivas versales desde las que se enfoca su origen y su repercusión, siempre colectiva, aunque comience desde un acto individual, incluso íntimo. Veamos algunos ejemplos: «y la violencia es no pararse a pensar / por qué las cosas ocurren y no mejoran», «La violencia no es un fin en sí mismo. / Es un mecanismo de defensa…», «Lo que es violento es no vivir siempre. / Es no ver el paisaje recién visto. Es no saber / qué ocurrió con tu hijo…». Esa violencia no es solo patrimonio de actos beligerantes, se manifiesta también, y de modo más amenazante por lo disimulado, en nuestros actos cotidianos. Ese es el ámbito que trata de esclarecer Julián Cañizares en sus poemas. La violencia subyacente se hace presente en nuestra forma de ignorar ciertas agresiones, ciertos acontecimientos del pasado: «Olvidar es violencia», escribe. Ese mecanismo de defensa al que hemos hecho alusión actúa contra qué, pues, al parecer, contra todo aquello que nos agrede en la vida diaria, contra todo aquello que nos esclaviza y nos desasosiega, sin apenas ser conscientes de ello, contra la futilidad y el paso del tiempo: «Doy mi vida al amor, porque es lo único que vence al tiempo» o, más que vencerlo, lo desafía, escribe, pero también son suyos estos versos que lo contradicen: «No debe bastar solo con el amor. / Tiene que haber algo más, / que me haga seguir buscando, / que me tenga en vela toda la vida». El peculiar modo de aproximarse a lo real de Cañizares nos muestra una realidad poco común, plagada de recovecos y fragmentaciones, de alusiones que sugieren más que afirman: «Lo más importante / de la continuidad de la vida / es saber que todo se transforma, / pero la esencia siempre es la misma». Esta alusión al principio de Lavoisier es un ejemplo excelente de esa idea. Con un lenguaje sin alardes, alejado de los tópicos más frecuentes de cierta poesía española anclada en formulaciones obsoletas. Además de la frescura de su propuesta, es notoria su veta irracional,  pero repleta de una fuerte carga metafórica y la colisión permanente entre la elaboración figurativa del discurso y su expresión formal, con la que va construyendo un mundo a su medida, hecho con materiales como la incertidumbre, la reflexión cívica y moral y un claro anclaje metafísico: «La violencia / es notable, porque existe su profundo / y perseguidor pensamiento». No sorprende, por tanto, que sea el poema otro de las herramientas ―recordemos que antes mencionó el amor― con las que desarmar el engranaje de la violencia. Un poema de amor es, por tanto, la combinación perfecta: «no se me ocurre otra idea mejor, menos mala, / de acabar con la violencia», escribe en «Quince despertares», porque, más dura que la violencia coyuntural, que la violencia bélica, laboral o de género, es, como señalábamos al principio, esa violencia casi invisible, la cotidiana que resumen estos versos: «Lo que es violento es no vivir siempre. / Es no ver el paisaje recién visto. Es no saber / qué pasó con tu hijo…», y la única forma de atenuar esos efectos reside en no dejarse perturbar, en encarar el tránsito cotidiano con alegría y una cierta visión épica de la existencia.

  • Reseña publicada en El Diario Montañés, 21/10/2022

NICOLÁS CORRALIZA TEJERA. INVENTARIO DE DESPREFECTOS

05 viernes Ago 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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NICOLÁS CORRALIZA TEJERA. INVENTARIO DE DESPERFECTOS. DECENARIO POÉTICO 2011-2022. PRÓLOGO DE MIGUEL VEIRAT

HUERGA Y FIERRO EDITORES.

Reúne este volumen los poemas escritos y publicados durante el último decenio, pero conviene adelantar que esta reunión no describe una antología o una compilación al uso, porque Nicolás Corraliza Tejero (Madrid, 1970) ―autor de títulos como “La belleza inalcanzable” (2012) “La huella de los días” (2014), “Viático” (2015) o “El estro de los locos” (2018)―, ha prescindido de cualquier referencia textual que posibilite la adscripción de un poema a un determinado libro. Estamos, por tanto, ante un libro nuevo que, según el autor, «Es un viaje por el tiempo de la memoria basado en hechos reales y ficticios donde el poema toma forma y espacio». Así, los poemas, ordenados temporalmente de forma inversa, desde el presente al pasado, están divididos en dos secciones, los más recientes en la titulada «Cosas de poca importancia (2022-2019» y «Asunto de bienes (2018-2012)».

La poesía de Corraliza posee algunas características que la singularizan dentro del variado panorama de la poesía actual. Su tendencia a la brevedad es un rasgo bastante común, pero no lo es tanto que en sus poemas, más que la descripción de un paisaje, tanto da que sea interior como exterior, predomine la búsqueda de un espacio personal en el que los acontecimientos son categorizados en función de su efecto en el sentimiento del autor. Los versos finales del primer poema nos pueden dar una idea de lo que afirmo: «Lo que buscamos en la luz ya no existe. / Hace tiempo que somos otros». Somos nosotros quienes hemos cambiado, nos dice el autor, y es, por ende, nuestra mirada la que cambia las cosas, estas no cambian por sí mismas. Los objetos, inmóviles, permanecen inalterables. Su supervivencia se consolida en el poema («No hay nadie más. / Solo nosotros / y un poema / que acabó siendo la vida»), pero ese instante sin tiempo que intentan reflejar las palabras del poema son evanescentes, se ha ido antes de aprehenderlo, así que no queda más remedio que confiar en la imperturbabilidad del poema para fijarlo. «Siempre es el mismo poema», titula uno de los suyos Corraliza, pero las circunstancias son otras. Las palabras convocan la realidad, pero también el mundo de lo entrevisto: «Cierra los ojos. / En esta oscuridad / todo es visible», escribe. Aparecen entonces paradójicas dicotomías como la del poema titulado «Fe»: «Nada / con la muerte. / Vida después /de la vida», la de la realidad o el amor e, incluso, algunas otras conceptualizadas en modo sentencioso o aforístico: «La única verdad es el silencio, lo demás son variaciones del lenguaje».

Por otra parte, sí podemos cifrar como predominante tras la lectura de estos poemas es del conflicto identitario. Son recurrentes los versos que dejan entrever ese desarraigo con la propia identidad y su compensación con la otredad. Veamos algunos ejemplos: «Cuando yo era otro, / fui feliz en el ruido de la metalurgia. / Ahora trabajo para los pájaros / a la altura de las grúas» o «Son los ojos de otro / los que nos hacen / ver lo invisible. ―Atardece― / en la fe y en la poesía». Subyace una especie de inconformismo con la yoidad que avanza hacia la disociación del lenguaje, utilizada como recurso ante la falta de respuestas. La incertidumbre, por tanto, no se diluye. El yo no se reconoce salvo en la multiplicidad, y es mudable, como lo es el criterio ajeno, pero adquiere consistencia cuando reconoce sus limitaciones. Paradójicamente, este saberse “defectuoso” no conlleva, como ocurre a muchos otros poetas, sentimiento de culpa alguna. Nicolás Corraliza enumera los desperfectos, y su personaje poético parece tenerlos bien asumidos porque la contrición ―me atrevo a decir, por fortuna― está ausente.

Otro de los temas que asoman con frecuencia tiene que ver con el análisis de la propia creación del poema y su labor de reconstrucción personal, como en este poema: «A veces, / entre la devastación y la furia / surge el poema». Nuestro autor se ha sentido permanentemente atraído por el proceso de creación. En el poema titulado «C», que entendemos como la formulación de una poética: «Entre los juncos de los manantiales / se esconde el pájaro del poema. / No vuela si no quiere. A veces está quieto / y a veces no está…» encontramos la más clara evidencia.

Nicolás Corraliza ha reunido en este libro un inventario de desperfectos que busca reconciliarse consigo mismo en un intento de blindar los ejes cardinales de su existencia y de subsistir, como escribía san Agustín, «entre los restos de nuestra propia oscuridad». Las palabras actúan, en este contexto, como puentes, como mediadoras en el conflicto entre lo cotidiano y lo universal, entre lo individual y lo colectivo. Será, según esta propuesta, el lector quien deba encontrar el lenguaje apropiado para asimilar su propio conflicto.

Reseña publicada en El Diario Montañés, 5/08/2022

FERNANDO SANMARTÍN. EVITAR LA NIEBLA

01 lunes Ago 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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FERNANDO SANMARTÍN. EVITAR LA NIEBLA

EDITORIAL PAPELES MÍNIMOS

Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959) alterna con absoluta naturalidad el verso y la prosa, la narración o el libro de viajes y el apunte diarístico con poemas de tono narrativo y carácter testimonial, acaso porque para él no existe fractura entre una y otra forma de seguir el hilo de su existencia. Su escritura no admite, según nos parece intuir, distinciones entre géneros. Es una búsqueda ―por otra parte, no forzada―, de unidad expresiva que surge de modo espontáneo y va tomando cuerpo en títulos como ―por citar solo las últimas entregas― el libro de poemas “Ir al norte” (2020), la novela “Os contaré la verdad” (2020) o el libro de viajes “Diario de Nueva York” (2021). “Evitar la niebla”, el volumen que hoy comentamos, es su nueva entrega poética y está impregnada de las mismas tonalidades que abundan en su obra anterior: ciudades, libros, escritores, políticos, filósofos, músicos, etc. van tejiendo un entramado de referencias que vertebran la escritura de Sanmartín. De hecho, el verso inicial del libro («Aira dice que somos lo que escribimos») nos deja suficientes indicios como para pensar que el ejercicio de la escritura ―en el caso de Sanmartín― no es algo coyuntural, sino una actividad incrustada en la propia vida. Vida y escritura no discurren por caminos paralelos, trazan una misma línea que se orienta hacia un fin común, la voluntad de poner coto al olvido. La memoria necesita el amparo de la palabra para cuantificar pérdidas y desgarros vitales, pero esas palabras, y este es el caso que nos ocupa, también preservan el discurrir cotidiano y el asombro que esa cotidianidad dispensa a quien sabe distanciarla de la rutina, no de otra forma podemos interpretar, pongo por caso, que junto a un muchacho musculado y tatuado aparezcan madame Bovary o Rabelais; que la vendedora de una perfumería ―«que no sabrá que forma parte de un poema»― sea la interlocutora apropiada para preguntar «qué fue del hijo de Moby Dick».

De esa cotidianidad proceden también las reflexiones de cariz metafísico en torno a la muerte: «Temo a la muerte / y protejo mi vida / de cada atardecer / tachando catálogos de rifles / mientras Jesús el Nazareno, / al que nadie conoce / por ser un anciano / que viste pantalón de cuadros, / reza en la basílica del Pilar / y cena en Las Palomas». Sorprenden al lector estas asociaciones de herencia surreal, muy frecuentes en estos poemas, y esta es una de las mejores aportaciones de este libro, ya que en sus anteriores entregas dicho recurso estaba más racionado, acaso porque ahora el poeta necesita dar una mayor relevancia a la metáfora, necesita «un buzón diferente, / desheredarme, oler a pintura, / bailar sobre Nietzsche». Da la impresión de que Fernando Sanmartín ha intentado esta vez hacer borrón y cuenta nueva, reaprender, no como si viviera la infancia de nuevo, sino con la esperanza de que el lastre de lo superfluo se haga progresivamente más liviano. Desprenderse de un bagaje innecesario para hacer recuento de lo verdaderamente importante: «Solo me queda ser / lo que he perdido», escribe. Pero ese proceso de depuración, para ser realmente eficiente, necesitaría una especie de vaciado de la memoria, y eso resulta imposible, más aún en el caso de Sanmartín, por eso no le importa contradecirse (conforma de nuevo su identidad con su bagaje intelectual: «Yo, / la tumba de Potocki, / mi paciencia, / el autorretrato que me hice / después de leer a Gramsci…») y recurrir a la benevolencia del lector: «Rechazo siempre / que el poema / se convierta en la llaga / y exijo, / lector, / tu réplica». Más que llaga, será entonces, venda, apósito.

     Otro de los recursos que suscita mayor interés es el de las alteraciones temporales. Situar, por ejemplo, a Balzac en el aeropuerto de Heathrow o ser testigo en una sala de espera de que Carlos Marx ande «con un problema de cadera» provocan en el lector cierta perplejidad, por más que el propio poeta ofrezca alguna pista cuando afirma que no es fácil para él «convertir el pasado / en un folleto de publicidad, / oponerme a las aceras, / esconder una cita a la que no iré / o adoptar la impureza / como rito de supervivencia». No hay pasado ni futuro. Todo es presente. Y es que no resulta fácil, por supuesto, extraer del pasado un cúmulo de experiencias que ayuden a perseverar en esa búsqueda de la felicidad, como a la chita callando, sin alardes ni esoterismos varios. Fernando Sanmartín, gracias al vuelo semántico de sus metáforas, contempla y se contempla con un voluntarioso entusiasmo y gracias a él logra trasmitir al lector, a pesar de que el mundo sea inexplicable, la importancia de lo aparentemente minúsculo, de los pequeños detalles, para evitar la niebla que ensombrece la existencia.

Reseña publicada en El Diario Montañés, 29/07/2022

MATTHEW ZAPRUDER. DÍA DEL PADRE

18 lunes Jul 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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MATTHEW ZAPRUDER. DÍA DEL PADRE. TRADUCCIÓN DE IGNACIO PÉREZ CERÓN. EDICIONES VALPARAÍSO.
Nacido en Washington D.C. en 1967, Matthew Zapruder es autor de cinco libros de poesía  ―“American Lindel” (2002), The Pajamist” (2006), “Come on all your Ghost” (2010), “Sun Bear” (2014) y “Father’s Day” (2019) y de un ensayo acerca de la lectura de poesía por el público lector, “Why Poetry”(2017), texto en el que el propio poeta dice que trata «de argumentar que no solo es posible, sino necesario, preservar un espacio libre dentro de uno mismo para la imaginación». Además de poeta es profesor, músico y editor: cofundó Verse Press junto a Bryan Henri en el año 2000. Por su labor poética ha merecido premios y distinciones como la beca Guggenheim o los premio William Carlos William y May Sarton. “Día del padre” es el primer libro del autor que se traduce al español de forma íntegra, lo que, ya de por sí podemos calificar como un gran acierto gracias al trabajo de Ignacio Pérez Cerón. Estamos frete a un libro unitario en el que, sin embargo, la variedad de temas nos hace desechar toda presunción de monotonía, pero si hay un asunto predominante, este es el de el autismo de su hijo. Estos versos del poema «Mi vida» son suficientemente explícitos: «El y yo / solos en un cuarto / se suave luz blanca, / vino una enfermera / y nos dijo que todo fue bien, / tú no del todo / pero allí estabas […] luego vinieron / los meses de angustia / de orgullo alegría e insomnio / luego el lento darse cuenta / del pavor en el recreo / el año / del diagnóstico cuando / nuestra vida aún / era un lugar / donde los peores miedos / llegan en una comodidad / envidiable…». La poesía de Zapruder emplea una sintaxis conversacional para hablar del dolor, de la pérdida, del desengaño, pero también de la alegría y de la emoción compartida.  Por otra parte, su dominio del ritmo es excepcional. Versos cortos generalmente, con encabalgamientos perfectamente estudiados dan fluidez al relato, y digo relato porque los poemas de Zapruder cuentan cosas siempre, del ámbito íntimo, como el día que conoció a su mujer o sus problemas con la geometría, y de su vida como ciudadano, pero también los homenajes sociales, políticos y literarios tienen su importancia en el volumen, como el «Poema para Coleridge», del que copiamos estos versos: «diría que un sentimiento / de inexorable comunión mística / me arrastró hacia las vetustas / aguas azules, lo que significa / que ya lo hube olvidado, como / siempre hablé más de la cuenta / para alejar lo innumerable» o el dedicado a Tomaž Šalamun.
Zapruder Yuxtapone momentos de su vida privada con otros de carácter público. Así lo vemos en el poema que da título al libro, en que la celebración se transforma en una reflexión de carácter moral: «los niños que duermen / solos en un centro / de detención cualquiera / no necesitan / nuestra honestidad brillante / hacer unas llamadas / no son nuestros».  Analiza, a través de detalles de la vida cotidiana, los cambios sustanciales, inesperados en muchos casos, que ocurren en la vida actual, de ahí la combinación que encontramos en sus poemas de versos que inducen al optimismo con otros inquietantes. En ellos se sustentan las contradicciones morales que nos aquejan. No rehúye escribir sobre los sucesos que convulsionan el mundo, sobre política («la política ha sido parte de mi poesía, simplemente porque pensar y preocuparme por ella es tanto parte de mi vida como Algo más») y utilizar la poesía para remover las conciencias, es decir, no duda en someterse a lo que Stevens llamó las «presiones de lo real». «Creo ―escribe Zapruder― que hay verdades sobre estar vivo que uno solo puede descubrir en la imaginación liberándose de toda obligación. Encontrar esas verdades y devolverlas a los demás es el papel del artista. Y hacerlo no es solo preservarse uno mismo, sino también abrir la posibilidad, por pequeña que sea, de que otra persona con la que no está de acuerdo pueda hacer lo mismo, y cruzar algún tipo de frontera que no se puede cruzar ni con argumentos ni con hechos». Otros temas como la paternidad, las cuestiones de ética y de moralidad, la función de la poesía en la sociedad del siglo XXI ― «En tiempos tan duros nos aferramos / a entender la poesía», escribe―, la Corte Federal o el derecho al voto. No escasea la ironía en su manera de entender el mundo, como sucede en el poema «Poema veraniego #3» o en «El crítico», del que extraemos estos versos: «te contaré / un secreto que todo /aquel que conoce / a un poeta sabe: / casi siempre / los poetas no son tal / son burócratas / que cuentan y cuentan / hasta vaciarse de todo / menos de angustia». El poeta escribe desde sus propias experiencias, pero, y esto lo sabe muy bien Matthew Zapruder, también debe explorar las experiencias ajenas, los «momentos de vida» (Woolf) para lograr una comprensión más puntual de esa realidad tan inaprensible.
·         Reseña publicada en El Diario Montañés,

HIRIAM BARRIOS. DISPAROS AL AIRE. ANTOLOGÍA DEL AFORISMO EN HISPANOAMÉRICA

13 miércoles Jul 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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HIRIAM BARRIOS. DISPAROS AL AIRE. ANTOLOGÍA DEL AFORISMO EN HISPANOAMÉRICA. EDITORIAL TREA
 
Teniendo en cuenta el auge del aforismo experimentado en nuestro idioma en los últimos años, un libro como este se nos antoja absolutamente imprescindible porque nos da a conocer una selección de los mejores escritores de dicho género en Hispanoamérica ―esa gran desconocida― lo que implica una más que notable variedad de registros y de maneras de entender lo que José Antonio Ramos Sucre definió como «disparos al aire». En el volumen participan sesenta y cinco autores y el arco temporal se ensancha desde el siglo XIX ―la selección se inicia con José de la Luz y Caballero (1800-1862)― hasta la actualidad ―Matín Cadés (1986) o Roy Herbach (1991).
     Aunque bajo el paraguas de aforismo, al menos en nuestro país, se han refugiado escritos de otra índole, como reflexiones o fragmentos de cierta extensión, lo cierto es que Hiriam Barrios, a nuestro parecer, con buen criterio, ha desechado estas fórmulas y se ha decantado en su elección por el aforismo propiamente dicho, aunque reconoce que «El uso poco riguroso del término, las distintas acepciones que ha poseído, la sinonimia difusa que incluso los diccionarios especializados ofrecen, la dificultad para precisar límites con otras formas de la brevedad ―literarias o no― y la libertad de composición que privilegia la práctica contemporánea contribuyen a la indeterminación», es decir, atendiendo, principalmente al aspecto formal, es decir, a su brevedad, de la que quedan excluidos, por tanto, los textos fragmentarios o las reflexiones más o menos discursivas.
     En un libro como este, en el que, por su propia configuración, se agrupan autores tan dispares de geografías tan distintas, no podía faltar un estudio previo que tratara de contextualizar los antecedentes culturales comunes. Barrios ha dedicado un extenso espacio a ello, bajo el título «La tradición aforística». Rastrea el autor los orígenes del término, que se remontan a Hipócrates en el siglo IV a. C., incluso antes, según algunos estudiosos. En cualquier caso, nadie duda de que nace en Grecia. Tal y como lo entendemos ahora, el referente más antiguo serían Las meditaciones de Marco Aurelio. Barrios va paso a paso siguiendo ese rastro a lo largo de los siglos y menciona a algunos de los autores que con más constancia y eficacia practicaron el género: Isidoro de Sevilla, Erasmo de Rotterdam, Baltasar Gracián, los moralistas franceses, Lichtenberg, Pascal, Renard, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Canetti, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Antonio Porchia o Nicolás Gómez Dávila, por ejemplo. Se hace alusión también a la escasa presencia de autoras en los siglos precedentes, aunque en la actualidad, por fortuna, tal anomalía se ha subsanado con suficiencia.
     El aforismo moderno es, según Hiram Barrios, «en esencia una herencia de pensadores que rechazaron los sistemas filosóficos tradicionales, bien por especulativos, bien por abstractos, en aras de formas de expresión que vincularan la experiencia de vida con el mundo». Pero las características que lo distinguen de cualquier otro género siguen siendo la concisión, el contenido asistemático y la conclusión sorpresiva.
     El experto analiza las distintas peculiaridades del aforismo: La concisión, o condensación verbal, es decir, la brevedad que tiene como objetivo sugerir, evocar más que definir; la discontinuidad, es decir, que cada aforismo posee su propia autonomía: «Cada pieza sería autónoma e independiente; su aislamiento permitiría utilizarla y aun ajustarla a cualquier otro contexto referencial sin detrimento del enunciado. El espacio en blanco funcionará como un corte, una invitación a desprenderse de lo leído para adentrarse en una inquisición nueva o diferente, pues este delimitaría un universo autónomo»; la discordancia: «El discurso aforístico refuta, critica o ridiculiza: en cada objeto que aborda hay una observación que desvela una postura discordante»; la ficcionalidad, es decir, la oposición a todo intento de categorización. Todo es relativo, por eso no se busca una verdad absoluta sino formas, válidas en sí mismas, de aproximarse a la verdad y la hibridez: «El aforismo moderno se distingue por las colindancias y las intersecciones que establece con otras formas textuales cimentadas en la brevedad y la concisión».
   Una vez sentadas las premisas teóricas, Hiram Barrios profundiza en los orígenes del aforismo en Hispanoamérica, objeto de este estudio. Se remonta hasta el siglo XVI para llegar hasta nuestros días, aunque la selección de autores comienza en el siglo XIX. La bibliografía que maneja Barrios es exhaustiva, casi apabullante ―no podemos adjudicarle este aforismo de Sergio Golwarz: «El que un escritor no mencione jamás a otro en sus obras puede ser indicio de independencia, pero también de gran ignorancia»―, pero necesaria para seleccionar esos sesenta y cinco autores, lo más granado del género aforístico en español. Nombres como Rafael Barret, Antonio Porchia, Ramos Sucre, Vallejo, Huidobro, Francisco Tario, Gómez Dávila Alberto Girri, Bioy Casares, Roberto Juarroz, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, José Balza o Julio Ramón Ribeyro son imprescindibles en cualquier recuento que se precie.
     El trabajo que ha realizado Hiriam Barrios es digno de encomio. La empresa, por su envergadura, no era fácil, pero con Disparos al aire. Antología del aforismo en Hispanoamérica ha logrado sentar las bases para futuros estudios. Este libro será referencia obligada para quien se aventure por el populoso mundo del aforismo en español.
 
Reseña publicada en https://elcuadernodigital.com/2022/07/12/una-antologia-imprescindible/

ANGÉLICA MORALES. MI PADRE CUENTA MONEDAS

11 lunes Jul 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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ÁNGÉLICA MORALES. MI PADRE CUENTA MONEDAS. V PREMIO INTERNACIONAL POESÍA GABRIEL CELAYA. EDICIONES EL GALLO DE ORO.
 
 
La trayectoria poética de Angélica Morales (Teruel, 1970) está jalonada de galardones y premios, entre otros el Villa de Martorell o el Vicente Núñez. “Mi padre cuenta monedas”, el título que comentamos en esta oportunidad, fue galardonado con el Premio Gabriel Celaya. Todos sabemos que los premios no hacen mejores ―ni peores― los libros de poemas galardonados, pero sí contribuyen a su difusión, un aspecto importante, sobre todo teniendo en cuenta la precariedad de los sistemas de distribución en lo que respecta a la poesía. Gracias a la persuasión que lleva implícito un premio cayó en mis manos este libro que me ha descubierto una voz muy potente y segura de su dicción, un libro deudor de esa poética confesional de herencia norteamericana ―desde Anne Sexton, Sharon Olds o Diane Wakoski―, pero que aporta cierta novedad en la tradición poética española porque no son frecuentes los saltos al pasado sin red, el desnudamiento emocional en la página sin el amparo de la retórica. Todos sus libros, afirma la poeta Amalia Iglesias, autora de la presentación de estos poemas, que «A poco que espiguemos entre sus libros, enseguida detectamos una atmósfera común de diversidad, una insatisfacción con el pasado, unas obsesiones que vienen de esa infancia gris con sabor a ceniza, un dolor no resuelto, un territorio triste». Y en ese territorio tiene importancia especial la figura del padre, ahora ya ausente: «Se fue y sin embargo permanece». Con estos versos comienza el libro. La muerte del padre sirve para revisitar el pasado, para tratar de comprenderlo y ser más , en compasiva con las miserias y las decepciones, con la sordidez y la desgracia. Fruto de un matrimonio infeliz nace la poeta: «Cuando nací papá estaba tan nervioso que se cayó por las escaleras del hospital. / Cuando yo cumplí tres meses quiso besarme, en cambio yo le arañé la cara. / Fue entonces cuando entre los dos se abrió un abismo», un abismo que no lograría franquear en toda su vida, pese a los sucesivos intentos. Angélica Morales no se anda con remilgos. En estos poemas se retrata como una niña indefensa ante los accesos de cólera de un padre alcohólico y maltratador
El retrato de su madre no es más enternecedor. Revela una honda frustración, o descontento vital que se convierte en rencor hacia los demás. No soporta la alegría, aunque esta sea generalmente fugaz: «Si no hay patíbulos, mi madre deja de existir y entonces se convierte en un verdugo feroz, / como ocurría cada noche vieja que papá se ponía contento y olvidaba sus viejos rencores hacia mí. / Yo ya no era esa pequeña zorra que le había arañado a los tres meses». Todas estas tensiones familiares convierten la casa en una especie de cárcel, y de manicomio: «Las noches siempre eran largas en casas. / Yo solía dormir con un cuchillo que antes de acostarme robaba del cajón de los cubiertos / y lo depositaba bajo mi almohada por si acaso a papá le daba por alzarse de la cama, / entrar a mi habitación y apretar mi cuello». Las escenas que describen estos poemas son extremadamente duras, por eso hay que tener mucho valor y mucha confianza en una misma para escribir así, sin tapujos morales, solo con el propósito de hacer buena poesía, aunque eso no sea un obstáculo para que los versos tengan una finalidad terapéutica (o quizá sea al revés, y los versos, los poemas, hayan surgido cuando ya se ha logrado un pacto con la propia conciencia). «Intento borrar todos los acontecimientos dañinos que han pasado por la piel de mi mente. / Me zambullo en un mar blanco e infinito y pienso que papá no ha existido jamás». Creo que con los versos transcritos en este comentario es más que suficiente para percibir el desgarramiento emocional que los ha provocado. Lo habitual es que la muerte de un ser querido, en este caso del padre, sirva para hacer un ejercicio de reconciliación, pero en este caso ha servido para rememorar los momentos más crueles de su vida en común, quizá porque, como escribe la autora, está infectada con el virus «del padre ausente».
“Mi padre cuenta monedas” es un de los libros más estremecedores que uno ha leído en los últimos tiempos, pero su bondad no solo radica en la complicidad que pueda suscitar en muchos lectores. Cada poema es una carga de profundidad que estalla en lo más profundo de cada lector, y eso no solo se consigue desmenuzando los sentimientos, sino escribiendo buena poesía, una poesía que, como escribe Amalia Iglesias, es una «fusión de surrealismo onírico y realismo sucio, de expresionismo y existencialismo», algo del todo infrecuente en nuestra tradición poética.
Reseña publicada en El Diario Montañés, 8/07/2022

AFORISMOS (2)

07 jueves Jul 2022

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MIGUEL AGUDO OROZCO. JUEGOS MALABARES.

MIGUEL AGUDO OROZCO. JUEGOS MALABARES (SIEMPRE PARAPENSARES). COL. AFORISMOS. LA ISLA DE SILTOLÁ
 
De los muchos sinónimos que se han utilizado para describir a los aforismos, quizá este de «parapensares» (que dio título a su primer libro de aforismos y que continuo en Impertérrito pluscuamperfecto), como los ha bautizado Miguel Agudo Orozco (Tarragona, 1976) ―un autor muy polifacético, puesto que, además del aforismo, también frecuenta la poesía con títulos como Cuando Herodes la tierra (2009) y Anorexia (2014), el collage digital y la poesía visual―, en un afán por singularizar su personal forma de ver el mundo, de intentar comprenderlo, una forma de ver ―y de sentir― en el que están muy presentes los juegos de palabras, la descontextualización de significados ya aprendidos: «El tiempo es una espada de acero inoxidable», «Si todo se repite es porque el tiempo es loro», «Quien no llora no mana», «La cara culta de la luna» o «Era un poeta maldicho». Otros de los recursos habituales en Agudo Orozco son la Ironía, como vemos en estas muestras: «A veces el escritor y el lector coinciden en sutiles y acertadas apreciación sobre el libro, tales como: “Ya me queda poco para terminarlo”», eso sí, no exenta de humor, generalmente del bueno: «No des la razón a un idiota. La desperdiciará» o «Los aforismos que hablan de aforismos son como este» y un ingrediente como el ingenio, un arma de doble filo, podríamos decir, porque tiene sus riesgos, aunque en la mayoría de las ocasiones, dichos riesgos se han soslayado, como vemos en estos ejemplos: «No meterse con los muertos, el espacio es demasiado pequeño», «Perfume que ahoga: naufragancia», «Anegar debería significar decir que sí», «Las apariencias desengañan» o «El presentimiento es la vanguardia del presente». También está muy presente la crítica cultural en «parapensares» como estos: «Arte moderno: donde hay una instalación, hay un enchufe», «¡Cuántos poetas confunden soledad con solemnidad!», «Hay escritores que recurren a negros para combatir su miedo a la página en blanco» y la crítica social: «España es un país muy taurino porque cuando alguien agita una bandera, muchos embisten». En definitiva, a pesar de su brevedad, en Juegos malabares cabe de todo. Además de lo ya dicho, no faltan reflexiones sobre la identidad, sobre las formas de ver y de ver al prójimo, sobre la escritura, sobre el deseo o sobre las facturas que diariamente emite el paso del tiempo y en todas ellas encontramos una filosofía de vida en la que prima el polo positivo ―no sin escepticismo, claro, ¿cómo interpretar si no, este ejercicio de autocrítica: «No te creas los aforismos. No son dogmas»―, aunque, como hemos mostrado, no estén exentas de una ácida crítica de la realidad, en su más ancho espectro, y es que, como escribe en este «parapensar» con ecos machadianos, «Hay dos tipos de verdades: las que se descubren y las que se inventan».
 

AFORISMOS (1). JAIME FERNÁNDEZ. EL ESPECTADOR EN LA CAVERNA.

04 lunes Jul 2022

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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NOTAS DE LECTURA:
AFORISMOS (1)
JAIME FERNÁNDEZ. EL ESPECTADOR EN LA CAVERNA. COL. AFORISMOS. LA ISLA DE SILTOLÁ
 
La proliferación de escritores que han convertido al aforismo en su principal fuente de expresión ha crecido exponencialmente en los últimos años, lo que ha dado lugar, en no pocas ocasiones, a que las características del género, comentadas en estas páginas con anterioridad, hayan sufrido mutaciones y adaptaciones a las circunstancias de cada uno de ellos, no siempre encaminadas, todo hay que decirlo, a una mayor claridad, a una mayor precisión formal y estética, como está ocurriendo, por otra parte, con el haiku, la estrofa japonesa que ha crecido en nuestro país como una planta invasora, de forma arrolladora. Hay, sin embargo, autores que siguen manteniendo fidelidad a los principios de necesidad y de economía verbal y expresan en sus aforismos convicciones profundas ajenas a lo contingente. Uno de estos autores es Jaime Fernández (1960) que, además de su labor como ensayista, ha publicado varios libros del género que nos ocupa ―Maniobras de distracción (2018), Centinelas del sueño (2020)― en esta misma editorial. En El espectador de la caverna ―un giño evidente a la caverna platónica, con todo lo que esto significa― el lector encontrará una suerte de reflexiones de calado y asunto muy diferentes, pero siempre visto desde la perspectiva que enuncia la primera de las anotaciones: «El espectador ha reemplazado al hombre de acción. Hoy cualquiera pasa más tiempo viendo una pantalla que haciendo algo». No le falta razón. Nos hemos acostumbrado a ser solo receptores de información, seres acomodaticios y acríticos que se dejan llevar por los acontecimientos sin mostrar resistencia alguna. Muchos filósofos están lanzando hipótesis sobre las razones y consecuencias de esta dejadez, pero la función del aforismo es otra, es un intento de despertar la conciencia y Jaime Fernández lanza sus frases a la página en busca de un lector porque «Lo importante es plantear preguntas cuyas respuestas no sospechamos y que nos inciten a seguir preguntando». Pero las preguntas surgen aquí de modo indirecto, a través de las afirmaciones que, sin asomo de duda ―por más que la duda sea «la mayoría de edad de la creencia. Dudar es un inicio de madurez»―, nos presenta este autor para quien la fuerza de la imaginación («Cuando la realidad se vuelve inhabitable nos queda la puerta de atrás de la imaginación»), ahora tan aletarga, debe suplir la visión estereotipada de la realidad porque «La realidad cambia más deprisa que la idea que nos formamos de ella». En El espectador en la caverna, un libro que hay que leer despacio y con pausas obligatorias, hay mucha pasión por el conocimiento, tanto del propio autor como del mundo que le rodea, por nuestro mundo.
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