ANUNCIADA FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA. REVELACIONES. VALPARAÍSO EDICIONES
A pesar de que posee una amplia trayectoria literaria que alterna diversos géneros, como la novela — Media luna (1999) y Las islas del tiempo (2004)—, el ensayo — El vuelo de los días (2010), un libro hibrido— y la poesía, género en el que ha publicado títulos como La percepción inquietante (2007) o Invasiones (2011), Anunciada Fernández de Córdova (Madrid, 1958) no goza de la repercusión, del eco, que su obra merece. No es desdeñable achacar el desconocimiento que sufre por parte de lectores y crítica a sus obligaciones laborales. Por su trabajo en el área diplomática se ve obligada a viajar continuamente y a establecer su residencia fuera de España con frecuencia. Ella misma lo explica en una entrevista: «Soy extranjera. Viajo, huyo y me hallo, tomo distancia, me acerco, miro. Para trabar las palabras hay que mirarlas, y para mirarlas hay que mirar hacia dentro y hacia fuera. Un amigo me dijo: «Habrá que quitar el suelo». En mi vagar mental las dimensiones de tiempo y espacio pierden nitidez y un pretérito presente futuro indefinido no sé de qué manera sedimenta una frágil consistencia medular que es la razón y el porqué. Escribo cartas, busco la complicidad del tú, de la soledad a la soledad, nado la vida hacia la muerte».
Revelaciones, su último libro de poemas, relata también un viaje, pero es un viaje interior —«Viajar eres tú / hasta los confines. / Tu cuerpo, / las etapas», escribe en el primer poema del libro— a través del amor y de las oscilaciones emocionales que este provoca. Las revelaciones amorosas auguran, en principio, una predisposición a la dicha, a la felicidad, pero, como sabemos, no siempre es así. En el proceso de enamoramiento, en el más amplio sentido de la palabra (uno se enamora también de ciudades, de paisajes, de gentes, de conceptos), siempre hay oscilaciones que conducen a la euforia o al desengaño, y a la inversa con una fluctuación incomprensible para quien no comparta ese sentimiento. El paisaje tiene mucha importancia en este libro (la ciudad de Ljubljana, el río Ljublanica, Istria o Venecia, por ejemplo), pero es un paisaje supeditado al nacimiento de una experiencia amorosa que es la verdadera fuerza motriz de este libro. De hecho, la autora se declara panteísta porque encuentra en todo lo que le rodea huellas de la presencia del amado, en el mar, en el amanecer, en los acantilados o en las olas. Ese es su verdadero credo, el amor, y hacia quien lo incita van dedicados versos como estos: «Te miraba sin comprender / mis palabras en tu voz, en tu lengua, / pendiente de la caricia / que desgranó el poema de esta tarde», aunque, probablemente, el poema que mejor concentra esa pasión amorosa sea el titulado «Lento largo, suave». Esta clara asociación con tempos musicales sirve a la autora para diferenciar las etapas del proceso de enamoramiento y, también, las del encuentro erótico, aspecto este que solo falta en los amores llamados platónicos, lo que no es el caso: «Tu música se matiza hacia mis ingles, / las notas se centran, / alcanzas el núcleo, / vulva, vuelvo, / en la sinfonía dual / que componemos a dos». Sintomáticamente, este un poema anormalmente extenso —la mayoría de los poemas de Revelaciones tienden a la brevedad— porque la necesidad de abarcar por entero la exaltación precisa de una narratividad más digresiva, no tan desnuda y esencial como en los poemas breves. «El poder de síntesis de sus versos, lo escueto, lo delicado, lo recortado, el poema breve, pero nada fácil […] La claridad de estos poemas es nítida, pero a la vez en ellos algo se/nos in-funde, por utilizar una expresión suya que tornasola el lenguaje», escribe Antonio Colinas en el prólogo, y debemos señalar, como hace el poeta, esa expresión, tornasolar el lenguaje, para hacer referencia a esos juegos de palabras seccionadas que crean afortunados neologismos, como sucede en el poema titulado «Empalabrar», y que muestra otras de las virtudes de este libro que pretende dejar constancia, «negro sobre blanco», de las vicisitudes del amor y, aunque la autora es muy consciente de que una cosa es la literatura y otra la vida literaturizada, no renuncia a seguir escribiendo para despejar sus incertidumbres vitales: «A veces cuando escribo / doy un paso atrás / para cobrar distancia, / otras me tiro a las vísceras / y les arranco el corazón». Revelaciones es un libro intenso que merece, sin duda alguna, unos lectores predispuestos a dejarse seducir por la música de las palabras, por lo que muestran, pero también, por lo que sin decirlo, evocan porque, como decía Verlaine, «et tout le reste est littérature»