
PAOLO FEBBRARO. EL BIEN MATERIAL. POESÍAS ESCOGIDAS (1992-2018). EDICIÓN BILINGÜE. TRADUCCIÓN DE JUAN PÉREZ ANDRÉS. ASOCIACIÓN CULTURAL ZIBALDONE
La Asociación Cultural Zibaldone —sustantivo que podemos traducir por «amalgama» o «anotaciones» en un diario, en un cuaderno y que, en este caso concreto, hace referencia a la biografía intelectual de Leopardi, resumida en unos cientos de pensamientos—, dirigida por Juan Pérez Andrés que, entre otras cosas, es el traductor de El bien material, lleva a cabo una tarea del todo encomiable, la de difundir la poesía italiana en nuestro país a través de la revista Zibaldone. Estudios italianos y de la colección de libros Gli incursori.
Paolo Febbraro, nacido en Roma en 1965 y residente en Dublín, es un reconocido poeta —el volumen que comentamos recoge poemas de sus cuatro primeras colecciones: Il secondo fine (1999), Il bene materiale (2008), Fuori per l’inverno (2014) y Elenco di cose reali (2018). Ha quedado fuera su último libro, La danza della pioggia— y un excelente crítico que ha escrito sendos ensayos sobre Aldo Palazzeschi, Umberto Saba, Primo Levi o Seamus Heaney. En su labor como traductor se ha ocupado de, además del citado Heaney, poetas como Edward Thomas o Michel Longley.
La primera impresión que nos provocan sus poemas es la de extrañeza. No es frecuente en nuestra tradición poética encontrarse con alguien que demuestre desde su primeros libros tal confianza en sí mismo como para asumir el reto de desdoblarse, de dar voz a otro ser que difiere del autor, al menos esa es la impresión que dan los versos entrecomillados. De hecho, el primer poema comienza con este verso: «Dijo al voz…», en la que el poeta suplanta la voz del Altísimo, la voz de un Dios que se reconoce en algunos vicios humanos como la envidia, un Dios que se alimenta también de la duplicidad, provocando en el lector un dilema metafísico que se extenderá, desde otras vertientes como la del bien y el mal, la de la eternidad y la vida post mortem o el vacío y la nada al resto de su poesía, incluso, como sucede en el poema titulado «Una biografía», cuando el poeta, desde una irónica tercera persona, avala la ficción representativa: «Respondía con la lógica / a la superstición / y al racionalismo / con encantamientos», escribe al comienzo del poema que finaliza con estos versos cargados de simbolismo: «Tres días antes / de partir mudó proyectos / y humor para que quien muriera / fuera otro».
En El bien material, libro que recoge poemas escritos entre los años 1997 y 2007, la técnica del entrecomillado sigue presente, pero ya no es un denso monólogo, un yo omnisciente el que se beneficia de ella. Esa especie de doble personalidad que percibíamos en el primer libro se torna aquí dialógica, el yo sale fuera de sí y establece relación con lo otro. «Febbraro —escribe Alfonso Berardinelli en el prólogo a esta selección— tiene un modo totalmente particular, civil, racional y selvático, a fuerza de exceso de honestidad, de desmontar los escenarios cotidianos y de sobrepasar a ultranza aquello que comúnmente es objeto de fe ciega». Su mirada sobre las cosas asombra y desconcierta a partes iguales, da igual que se refiera a una excavación arqueológica, como sucede en el poema «Roma», al cadáver de un ternero, en la unción del cuerpo, en la inocencia perdida («Las mujeres jóvenes sufren porque los maridos / en verano las aman, por la noche, cuando / más las miran desnudas: / y ellas, cansadas y ardientes, los aman también») o en unos sueños. Sus puntos de vista resultan, en gran medida, inéditos conceptualmente, como vemos en estos versos finales del poema «Serie de sueños»: «Es, sin embargo, una serie de sueños / que gira cambiante / es la sombra que falta / al cristal iluminado / es el agua turbada / en el astillado vaso / el nocturno murciélago incrustado / dentro de un millón de noches», pero también frecuentan la distorsión temporal y geográfica, como ocurre en el poema titulado precisamente «Zibaldone», en el que se intenta transcribir la simultaneidad de sensaciones que se producen en la infancia, la casi total falta de conciencia de finitud de esta etapa de la vida.
Fuera del invierno, el tercer título recogido en este volumen, abarca los años que van desde 2008 hasta 2013, comienza con una declaración de intenciones, entendemos que de carácter confesional, en un poema plagado de hipérbatos: «Noche, atardecer y tarde / estaban por la muerte, de amores / era síntoma el día, y ceguera», por ejemplo. Abundan en este libro los monólogos dramáticos, como en el imponente poema «Un hereje», en el que el exceso de realidad parece conducir a la locura: «la locura: qué inmensa calma. / Ves monstruos que hablan del tiempo, / virus que te asaltan desde los tiradores / que tocas cada día, caballos / entre tumbas», el titulado «Iscariote»: «Acogí el suicidio / verbal, desgarré del volumen / la línea más mía. Me percaté oscilando / de que estaba escribiendo en el árbol / el chirrido de las vuestras», «Casandra»: «Es inútil predecir el presente. / Me adentro entre ciegos omniscientes, / hiero sus propias herramientas de trabajo / precipitada en mi abstracción» o «Simone Weil: “Obbedienza alla pisantezza. Il massimo peccato”». Junto a estos poemas de marcado carácter moral y filosófico conviven poemas más descriptivos, como «Suite del agosto inglés», escrito, según declara el autor, «a finales del verano de 2009 en Ballinskellings», «Fish House» o «Desde el Strand», poemas más visuales que nos siguen sorprendiendo por esa exhibición de facultades imaginativas: «Hay niebla. Asalta los flancos de la costa, / salta sobre el tren de viento, / lo frena hasta en mi propia estación».
La selección finaliza con los poemas pertenecientes a Lista de cosas reales, que incluye poemas escritos en un abanico temporal amplísimo, desde 1993 hasta 2018. A pesar de ello, solo se han incorporado a la presente antología tres poemas. Entre esas cosas reales están la mujer, de la que escribe: «No sé si eres adorable. / Ciertamente adorada»., el puercoespín o el infierno, vía Dante, en que las almas —¿cosas reales?— «en la adversidad / resurgen como personas, rehúyen / fijaciones. O atroz santidad, / se salvan en suaves detalles/ que afloran en ellas como destinos». Como hemos podido comprobar en los versos que hemos incorporado a este comentario, la mirada, la forma de enfrentarse a la realidad o, al menos, de trasladarla a la página, de Paolo Febbraro goza de una personalidad incuestionable que no cesa de poner en cuestión los más convencionalismos más arraigados. Esta antología traducida por Juan Pérez Andrés constituye una ocasión única de acercarnos a este excelente poeta, prácticamente desconocido en nuestro país —solo disponíamos del libro El Diario de Kaspar Hauser (2015) en traducción de Bruno Mesa—. No la desperdicien.