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Archivos mensuales: agosto 2021

CARLOS JAVIER MORALES. TIEMPO MÍO, TIEMPO NUESTRO. LA CREACIÓN DE UNO MISMO EN EL TIEMPO

30 lunes Ago 2021

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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CARLOS JAVIER MORALES. TIEMPO MÍO, TIEMPO NUESTRO. LA CREACIÓN DE UNO MISMO EN EL TIEMPO. EDITORIAL RIALP.

Más conocido como poeta, al menos para quien esto escribe, que como narrador, Carlos Javier Morales (Santa Cruz de Tenerife, 1967), se adentra con este libro, “Tiempo mío, tiempo nuestro”, en la reflexión ontológica, aunque bien es cierto que no es esta su primera incursión en un ámbito tan resbaladizo como este, puesto que podemos considerar este volumen una continuación de La vida como obra de arte. Lo primero que cabe preguntarse es desde qué perspectiva se observa la realidad y el mundo circundante, y pronto descubrimos que en Morales ―como hemos dicho, un reconocido poeta, autor de varios títulos compendiados en la antología “Una luz en el tiempo (Antología poética, 1992-2017)”― la mirada del poeta se filtra en todas y cada una de sus palabras. El tipo de conocimiento que se desarrolla en estos capítulos acerca de la razón y de la fe proviene no de la lógica, sino de la intuición, no de lo categórico, sino de la analogía y, por ende, de lo simbólico, por eso no se deben extraer de esta lectura verdades contundentes, inapelables, sino aproximaciones a una verdad, la del autor, con la que podemos mostrar nuestra complicidad, pero también discrepar sin reparo y, de hecho, lo hacemos en muchos momentos, sobre todo cuando nos resulta difícil compartir algunos juicios excesivamente taxativos que proceden de una concepción de la existencia católica-moral

     El volumen está dividido en doce capítulos que recorren la influencia del tiempo, del tiempo vivo, en la creación de la propia identidad, pero, como decíamos, sin afán dogmático, pues ya desde el prefacio, Carlos Javier Morales no oculta sus dudas: «El tiempo da forma a nuestra inteligencia y a nuestros deseos. ¿O es la inteligencia de cada hombre la que va creando una concepción personal del tiempo y la trasmite a los demás a través de la cultura?», aunque trata de solventarlas con, en ocasiones, afirmaciones muy cuestionables, como esta: «cuando una persona se deja poseer enteramente por la angustia del tiempo, por la duración incesante de lo insoportable, no encontrará otra solución que el suicidio». Afortunadamente, la filosofía ―más aún la oriental― y la creación artística en general está plagada de ejemplos que han encontrado otras alternativas menos dramáticas desmienten esta opción. Morales no habla abiertamente de la predestinación, pero lo insinúa de forma repetida. Al hombre «alguien le ha dado el ser personal, singularísimo, libérrimo» y ese alguien es, qué duda cabe, Dios, pero esta suposición deja fuera a los no creyentes, algo que no parece afectar al autor, pues no en vano, afirma a continuación que «ni yo ni ningún poeta digno de tal nombre podemos escribir un solo verso por un acto de voluntad propia (hablo de un verso como parte de un poema verdadero, no del verso fácil que relumbra y se apaga enseguida)», pese a que «el reino de la poesía y el reino del arte es [sic] el reino de la libertad absoluta». Uno no alcanza a comprender la sutileza que se esconde detrás de estas proposiciones un tanto contradictorias, pero, como el propio Morales afirma, «Dentro de la naturaleza solo el ser humano puede contrariarse y contradecirse a sí mismo», además, los argumentos que esgrime parecen proceder de experiencias personales.

     Este tono ambiguo, acentuado por virtuosos malabarismos verbales, es el que prevalece en todo el libro, con avances y retrocesos que buscan, mediante la paráfrasis, sistematizar conceptos como el amor que jamás se dejan aprehender, solo conceden diferentes niveles de aproximación, sometidos a la intensidad de la pasión que provoca. Así, se afirma «que no hay mayor desgracia que la del amor perdido, sobre todo cuando uno es traicionado por el otro», lo que no se compadece del todo con el propósito de «la creación de esa obra suprema que soy yo», por mucho que, en una reflexión posterior, escriba: «la obra acabada que será mi yo, mi ser personal, no es un mundo independiente de la realidad que me rodea. Crear mi yo es ayudarte a crearte a ti, y viceversa». Otros asuntos como la soledad creadora (sonora la adjetivó Juan de la Cruz), la infidelidad, el perdón («¿Y acaso no es injusto el perdón? No, no es injusto: es un acto de amor que me libera de toda conciencia de víctima y me exime de cualquier deber de dañar al culpable ya perdonado». El libro finaliza con, al menos de forma subrepticia, algunas alusiones que deben al Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, o al Cantar de los cantares, tanto da, la resulta, como podemos ver en estas frases: «La singularidad radical de mi ser me viene de ser persona. Pero solo puedo ser persona y ser yo mismo si soy tuyo, si soy tu amante y tu amado» o «El otro, el amado, es fruto del amor en cuanto que libremente va haciendo suya toda la originalidad de mi ser, del mismo modo que yo voy haciendo mía toda la originalidad suya». Tal vez no hayamos captado el sentido último de este ensayo, tal vez el necesario distanciamiento, también material, la necesaria predisposición interior para establecer una nueva relación con el mundo, para desdramatizar los accidentes cotidianos haya pasado desapercibido a este lector, más atento a indagar en lo indecible de la experiencia ―y en el no decir―, provenga esta de la fe, una fe que hace luz de la tiniebla, o de su ausencia, sujeta a otro tipo de iluminación, no menos seductora. En cualquier caso, Carlos Javier Morales es un excelente poeta y en sus propios poemas, más que en estos circunloquios, se encuentra la esencia de su pensamiento.

  • Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, 27/08/2021
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GABRIEL INSAUSTI. AZUL DISTINTO.

22 domingo Ago 2021

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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GABRIEL INSAUSTI. AZUL DISTINTO.

 COLECCIÓN LA CRUZ DEL SUR. EDITORIAL PRE-TEXTOS

Confirmando el adjetivo de su título, este nuevo libro de Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969) es notablemente distinto a su obra anterior y la razón fundamental para afirmar algo así de un autor cuya poética se ha ido desgranando en títulos ―por lo que respecta a la poesía― como “Últimos días en Sabina”, “Destiempo”, “Vida y milagros” o “Línea de nieve”, en los que predomina una visión contemplativa y melancólica de la existencia muy en la línea de los poetas románticos ingleses y de, centrándonos en la poesía hispana, Cernuda, Francisco Brines, Fernando Ortiz o Juan Luis Panero, por citar solo unos nombres. ¿Qué rasgo distingue entonces a este libro de los precedentes? Quizá podríamos cifrarlo en el uso del humor, lo que amplia considerablemente su espectro poético a la vez que conlleva desmitificar ciertos tópicos y reducir la transcendentalidad del mensaje que lleva implícito todo poema y, paralelamente, un uso metafórico más distendido, más pendiente del hallazgo verbal que de la revelación conceptual. Evidentemente, no pretende este comentario decantarse por uno u otro procedimiento pues las características comunes son numerosísimas, sino subrayar que, para los lectores de Gabriel Insausti, “Azul distinto” despertará en gran medida el asombro de lo inesperado.

“Azul distinto! está compuesto por cuarenta y dos poemas sin título de una extensión, generalmente, similar, escritos en escrupulosos endecasílabos blancos, que tienen como eje vertebrador la ciudad de París, protagonista también de su libro en prosa “La ciudad dormida” y, en cierto modo, su complemento, porque la ciudad que retratan estos poemas no está dormida, ni siquiera somnolienta, respira vida a raudales, no hay más que comprobar las innumerables referencias al mundo físico ─lugares como calles, cafés, puentes, muelles, el Sena («No sé mucho de dioses, pero un río / es un dios turbio, pardo, huraño, bronco, / etcétera […] Un río habla, / merece su destino, nos recuerda / que había un mundo antes que nosotros», escribe en el poema número 27), pero también objetos como vasos, botellas, jarrones, etc.― que rodea al flâneur. Pareciera como si París, remedando el título de Enrique Vila-Matas, «no se acabara nunca» y fuera una fuente de inspiración eterna, heterogénea e, incluso, contradictoria, un espacio donde perderse para encontrarse a uno mismo: «Si encontrases / de pronto por la calle a aquel que fuiste / treinta años atrás , terminaríais / así, a ambos lados de una mesa, / como en una oración hacia el silencio / que comparten los últimos viajeros / en un metro vacío, a medianoche, / mientras París retiembla en los cristales».  Gabriel Insausti ha decidido enfatizar lo cotidiano tal vez para desmitificar el exceso de referencias culturales que abordan a cualquier visitante, como comprobamos en estos versos del poema 21 «Que todavía veas a los muertos / no te convierte en Dante: bajo el logo / del metro de Clichy, entre humo y prisas, / eres más bien un tipo desgarbado / que escudriña el periódico…» o en estos otros del poema 31: «que el mundo era más vasto / de lo que tú supieras por los libros / y la filosofía no la hacían / Foulcalt ni Braudillard, sino unos hombres / curtidos por el siglo en barrios grises; / donde siempre es noviembre y nadie invoca / el sprit de finesse», y en esa cotidianidad no pueden faltar lo grotesco, lo paródico (en este caso unos versos de Auden): «Y eso es todo, / qué deja tras de sí una cosa explica / lo que vemos en ella: hacia el oeste, / los aviones escriben en el cielo / un pésame oficial, se imprime un rostro / en la Sábana Santa en la que envuelven / los muertos de la morgue…» y la visión irónica y desconcertante de la realidad que lleva al poeta a establecer comparaciones del todo inhabituales y sorprendentes. Los ejemplos son muchos, pues casi en cada poema se desliza esta perspectiva inédita, como la de comparar un buzón con un sagrario, o a ese sacristán que «juega con el manojo de llaves / como si fuese un Colt» o ese sol que «se esconde como que una moneda en su ranura». De dónde provienen estás relaciones tan inauditas, pues de mirar, de observar el entorno de una manera diferente, algo muy difícil de lograr porque supone desasirse de corsés y de estereotipos muy arraigados en nuestra mente. Gabriel Insausti enriquece así su poética, mirando ese cielo en el que cada uno de nosotros vemos un azul distinto con cierta incredulidad y con absoluta solvencia estética. Y es que infringir la normalidad lleva años de desaprendizaje, no basta con intentarlo, sino con ejecutar un proceso de acierto y error hasta dar con la clave que permita descorrer el velo que cubre nuestros ojos, tal vez porque, como escribe el propio Insausti, «Llega un momento en que las cosas bastan. / Quizá un templo se erige porque el día / ha indultado ese instante y ahí se guarda / como el diente de un santo. Quizá un templo».

Reseña publicada en El Diario Montañés 20/08/2021

SEBAS PUENTE LETAMENDI. TREN DE VIDA

14 sábado Ago 2021

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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SEBAS PUENTE LETAMENDI. TREN DE VIDA.

EDITORIAL PRENSAS UNIVERSITARIAS DE ZARAGOZA

No es improbable que la actividad como letrista del grupo Tachenko influya en los poemas de Sebas Puente Letamendi, aunque, como bien sabemos, los procedimientos de elaboración y las exigencias formales del poema y de la letra de una canción son muy distintas, pero en este caso, la sensación de inmediatez y el mensaje tan directo nos inducen a asociarlas. Por supuesto, no estamos pensando en las canciones comerciales que encabezan las listas de éxitos, sino en temas con un contenido de mayor calado intelectual, mucho más elaborado y alejado de los tópicos al uso. En cualquier caso, Puente Letamendi (Zaragoza, 1979), autor de otros libros de poesía como “Plus de peligrosidad” (1974) y “Escalinata” (2017), ha conseguido con “Tren de vida” escribir una poesía en la cual se aúnan características como la sobriedad discursiva u la economía verbal que potencian el sentido, un sentido que obliga a escarbar en la superficie del verso para aprehenderlo en toda su dimensión. Para subrayarlo, no podemos dejar de mencionar esas dosis de ironía tan bien salpimentadas que dan un sabor especial al poema. Poemas como «Buenas prácticas», «Berlinale», «The New Pope» o «Libro de las mutaciones», que transcribimos completo, no nos dejará mentir: «Me pides que te acompañe, / que suba a probar contigo / el agua de la nieve en la montaña, / que cruce el río, // que mis pupilas sean un espejo, / que reflejen el agua / en vez de reflejarte a ti»

No encontramos en esta poesía grandes acontecimientos ni se da cuenta en estos poemas de hechos trascendentales. Está hecha detalles nimios que, sin embargo, lejos de carecer de importancia, condicionan en mayor medida la existencia. Es una poesía deliberadamente de tono menor que contiene en su sencillez toda una filosofía de vida. La influencia de poetas como Philip Larkin ―en el poema titulado «Vermeer», por ejemplo― y de Gil de Biedma, sobre todo en ese afán por entenderse a uno mismo a través del poema ―y, a partir de ahí, al nosotros― se nos antoja evidente. Si es cierta esa afirmación de que el poema debe ofrecer al lector nuevas percepciones de la realidad y proporcionar experiencias inéditas, no cabe duda de que los poemas de Puente Letamendi lo hacen. El poema «Hoy», tan apegado a la realidad desde el mismo título, compendia esa manera de observar los propios actos y como estos estimulan la conciencia: «Nuestras preguntas no despertarán dudas / y nuestras dudas no despertarán a nadie. / Avanzaremos gracias al piloto automático / y no cruzaremos miradas inquisitivas / en los rellanos. No atenderemos llamadas / ni esperaremos, tras tanto grito, / la llegada de una momentánea / paz vecinal». Como se ve, cualquier detalle circunstancial de la vida cotidiana puede servir como reclamo de un pensamiento de mayor alcance, puede correr el velo de un sentimiento más depurado y, para lograrlo, no son necesarias hacer uso de la grandilocuencia ni forzar el lenguaje, basta con dosificar esa ironía a la que hacíamos mención más arriba y sustraer a las palabras de uso común, a las expresiones coloquiales ese uso habitual, prescindir de la rémora del énfasis para insertarlas en otro escenario, el de una conversación con un amigo, pongamos por caso, en estos poemas subrayado por el ritmo del verso. Y es que el «juego de hacer versos» al que aludía el ya citado Gil de Biedma debe estar sujeto a unas normas, aunque se descrea de su propia utilidad, como el propio Puente Letamendi parece advertir en estos versos: «Ahora que los focos nos apuntan / escogemos palabras más sencillas, / anécdotas sin adulterar, / fábulas sin moraleja. / No confundimos los términos / de esta ecuación, tampoco / nos hemos planteado resolverla: / aunque lo hiciéramos / seguiríamos en el punto de partida, / girando la cabeza, /   mirando hacia aquí y allá, / igual de solos, / igual de vivos» que describen, con una sinceridad casi hiriente ―por supuesto, somos conscientes de lo resbaladiza que es la sinceridad cuando hablamos de poesía―, un estado de desconfianza ante las posibilidades de cambio muy habitual en la época en la que nos ha tocado vivir y, por ende, cierto desencanto existencial enmascarado por la ironía, aunque no siempre. No piense el lector que todo esto se consigue sin asumir riesgos. Quizá el más peligroso reside en somatizar la fórmula y convertirla, más que un distintivo propio, en una receta, perdiendo así una de sus mejores cualidades, la de la extrañeza del sentido. Por fortuna, Sebas Puente Letamendi ha sorteado este escollo y ha dotado a su personaje lírico de esa honestidad que le lleva a reconocer que le «afecta lo inmediato / de la misma manera / que lo lejano». Sí, cada vagón de este tren de vida «es un poema». Es responsabilidad del lector decidir en qué estación pondrá fin a este su viaje.

Reseña publicada en El Diario Montañés, 13/08/2021

ENRIQUE BALTANÁS. ANTOLOGÍA COMPLETA.

09 lunes Ago 2021

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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ENRIQUE BALTANÁS. ANTOLOGÍA COMPLETA.

COL. POESÍA AL ALBUR. EDITORIAL CYPRESS

Es Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaira, 1952) un poeta ―además de narrador y experto en la familia Machado, sobre la que ha escrito importantes investigaciones― con una obra lo suficientemente amplia y consolidada como para que merezca una antología (en realidad, la segunda. “Medidas provisionales” (2004) fue la primera y recogió poemas de sus cinco primeros libros) por más que convengamos que toda antología supone admitir unos riegos no siempre bien evaluados, aunque, como en este caso, sea el propio autor quien se ha ocupado de realizar la selección: «Cada lector ―escribe Baltanás― se fabrica su propia, intransferible y heterogénea antología personal. Yo, como lector, he hecho esta mía, quizás más discutible que ninguna, procurando distanciarme de aquel que escribió estos versos; ese alguien que, aunque tan cercano de mí como pueda estarlo mi sombra, jamás he podido confundir conmigo». Plantea aquí Baltanás un asunto que recorre mucha de la mejor poesía actual, el desdoblamiento entre el personaje lírico protagonista de los poemas y el autor de los mismos, un desdoblamiento que obliga a leer lo escrito como un relato de ficción, aunque se deslicen en su seño fragmentos reconocibles de la propia biografía, porque, resulta incontrovertible que el mero hecho de trasladar a la escritura cualquier experiencia, cualquier emoción, lleva aparejado una transformación, una recreación no exenta de inventiva. En el primer poema de este volumen, estructurado en orden inverso al habitual, la idea de la volubilidad de las palabras, la herramienta con la que tratamos se trata de apresar lo inefable: «Palabras son para desvanecer / a esas sombras oscuras de la noche […] // Pero las sombras vuelven, como fieras / o fantasmas que escapan… / de un arca mal cerrada, // si el borrador es torpe y no consigue / tenderles la celada parece / memoria y es olvido», idea que se repite en varias ocasiones a lo largo del libro («Las palabras no valen si no llevan / por su sombra a la luz»), parece guiar esta estética. Junto con el amor ―«¿Pero qué somos / si no somos amor?»―, el conflicto identitario ―«Solo tengo conciencia de haber sido. / De que ya no soy más» o «Yo no soy el que un día fui. / Ahora soy este que soy. / Aquel se marchó sin mí»―, esa combinación de memoria y olvido que gobierna nuestros actos ―«El pasado no existe y el incierto / futuro que me aguarda abre sus fauces / para volverme estiércol de su huerto»― y cierto desencanto existencial, manifiesto en versos como estos: «No existe la alegría / sino para quien ha vivido o vive en el dolor» o estos, aun más contundentes: «Sumando retrocesos y derrotas / se alcanza el desengaño, que es un cruce. / Quien conoce el fracaso y el dolor, / llega a una encrucijada de senderos» y que conduce al extremo de tomar partido en la habitual dicotomía entre la vida y los libros: «Quema los libros. / O no, mejor enciérralos / en una habitación, bajo una llave / que tirarás al río […] La vida está delante / de ti. Te espera. / Arrójate a la vida / sin el paracaídas de los libros».

Esta Antología completa integra los libros agrupados en la antología de 2004 y añade poemas de los libros publicados posteriormente. Títulos, siguiendo el orden inverso escogido por el autor, como “Esta sombra que fui” (2019), libro del que se entresacan una numerosa cantidad de poemas, “Las propiedades del aire” (2015), “Trece elegías y ninguna muerte” (2010) y “El argumento inacabado” (2005), eso sí, como se advierte en la contracubierta, «Algunos de estos poemas han madurado respecto de su primera aparición hasta el punto de parecer distintos. Y acaso es que lo sean. También se han añadido algunos poemas nunca antes publicados en libro». Tenemos pues en nuestras manos una muestra generosa de la mejor poesía de Baltanás, una poesía caracterizada por la limpieza retórica, por el uso selectivo de las formas tradicionales y por el carácter meditativo que imprime a sus versos un acusado tono nostálgico y escéptico, como reflejan estos versos que definen la vida como «un trago de sombra, una copa de niebla. / Una chispa de ser que ya se extingue / en la hoguera incesante de la Nada». / Y no hay más. Eso es todo. Pues la vida / no tiene más secreto. Ni misterio», propio de una poesía enraizada en la indagación íntima ―véase el poema «Poesía de la experiencia»―, más que en el mundo circundante, aunque no escaseen referencias históricas, como en el poema titulado «Valencia, 1938» o paisajísticas, como en «Sierra de Morón» o «Gruta de las maravillas», por ejemplo, pero más describir un lugar, sirven como escenario propicio para la reflexión existencial, una reflexión que conduce a Enrique Baltanás a escribir porque no es del todo improbable que en el poema se hallen algunas de las respuestas que busca, que buscamos.

Reseña publicada en El Diario Montañés, 6/08/2021

EMILIA PARDO BAZÁN. GOTA PERDIDA EN EL INMENSO MAR. ANTOLOGÍA POÉTICA.

05 jueves Ago 2021

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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EMILIA PARDO BAZÁN. GOTA PERDIDA EN EL INMENSO MAR. ANTOLOGÍA POÉTICA. ESTUDIO, EDICIÓN Y SELECCIÓN DE REMEDIOS SÁNCHEZ.

VALPARAÍSO EDICIONES

Remedios Sánchez, profesora de la Universidad de Granada y experta en poesía contemporánea nos presenta ahora una antología de la obra poética de Emilia Pardo Bazán, probablemente la faceta menos conocida de la escritora nacida en La Coruña en 1851 y fallecida en Madrid hace ahora cien años, que es reconocida como una eminente novelista ―Los pazos de Ulloa o La madre naturaleza, entre otras―, como ensayista ―en La cuestión palpitante realizó un pormenorizado estudio sobre el naturalismo francés, algo casi inconcebible en una mujer― y columnista polémica por sus ideas revolucionarias en torno de la educación o el papel de la mujer en la sociedad actual («La clave de nuestra regeneración está en la mujer, en su instrucción, en su personalidad, en su conciencia», escribe) en diversas cabeceras de la época, como El Imparcial, La época o La ciencia cristiana. Esta prolífica actividad no estuvo exenta de críticas, no solo de carácter personal ―su beligerancia social y religiosa nunca fue comprendida por su esposo, de ahí que, a finales de 1883 se separaran de forma amistosa―, sino público. A los literatos más eminentes de la época ―léase Marcelino Menéndez y Pelayo, Clarín, Varela o José María Pereda― les molesta su éxito ―fraguado a partir de la publicación de la novela Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina― y su creciente influencia, que ven como una amenaza (Pereda la tacha de dama «con humos de encopetada» y de mujer «petulante» y «osada»), pero lo que más insoportable les resulta es la calidad de su prosa, una prosa escrita por una mujer, algo muy difícil de asumir en la época.

En cuanto a su obra poesía, minusvalorada y poco estudiada ―sobre todo si la comparamos con su obra en prosa―, su primer libro, EL castillo de la Fada, data de 1866, cuando la autora contaba quince años y es, por tanto, un libro inmaduro. Publica poemas en varias publicaciones periódicas y en 1881 publica Jaime, dedicado a su hijo. Otros títulos son Himnos y sueños y Álbum de poesías. «Estamos, en general, ―informa Remedios Sánchez― ante unas composiciones de claro influjo romántico (Bécquer y, especialmente, Espronceda en cuanto a españoles; Heine, Schiller o Bürguer en cuanto a los alemanes) cuando no de corte costumbrista-paisajista o religioso».  La propia investigadora nos ofrece las pautas de la selección antológica: «Para la selección de los poemas que aquí siguen, nos hemos basado en dos premisas: la primera, seleccionar poemas de diferentes etapas, temáticas y enfoques estilísticos […]. Segunda, buscar todas las fuentes ―o todas las que nos ha sido posible― de especialistas pardobazianos que han estudiado, analizado e interpretado su lírica con precisión y acierto». La selección comienza con dos poemas de El castillo de Fada (Leyenda Fantástica), su libro adolescente que, sin embargo, muestra un notable sentido del ritmo y un interesante propósito simbólico-mágico. De Álbum de poesías se recogen varios sonetos, como este, en cuyos primeros versos muestra su lacerante preocupación social y patriótica: «Mientras gime la patria destrozada / y por el mundo entero escarnecida / introduciendo en la cruel herida / sus propios hijos la sangrienta espada;» y también poemas primerizos, casi contemporáneos de los de su primer libro, como «Barcarola» o «Un adiós», con reminiscencias románticas y chispazos de cierto misticismo naturalista: «Huye ligero el abrasado estío / cual sueño de ventura, / como ilusión resplandeciente y pura /  […] ¡Adiós mis campos llenos de rocío, / adiós mis perfumados limoneros / de aroma penetrante».

De Jaime, el libro dedicado a su primer hijo, se han seleccionado dos poemas. El primero bordea el sentimentalismo, pero consigue eludirlo gracias a la metáfora de las aves y su peregrinaje estacional: «Fruto de mis entrañas el primero, / después que el ser que te di por mi fortuna, / se liquidó mi corazón entero / en lágrimas de amor sobre tu cuna […] Y como la bandada de las aves / canta otra vez del sol con la presencia, / despertó tu mirar cantos suaves; / les perfumo la flor de tu inocencia». Himnos y sueños se puede considerar su último libro de poemas más o menos estructurado. Los poemas recogidos en “Gota perdida en el inmenso mar”, son de carácter metapoético ―circunstancia que no puede sorprendernos, ya que, como hemos consignado, Emilia Pardo Bazán fue una rigurosa investigadora literaria― con evidente influencia bécqueriana, aunque sin la factura de este, como delatan estos versos: «¡Oh bella poesía! / Mientras exista el hombre / tus frescos manantiales no / temas que se agoten. / Porque el poeta estudia / los mundos interiores….» y un saborcillo postromántico salpicado del modernismo en boga en la época con respecto a la idea del poeta: «El alma  del poeta, profunda, / triste, grande, desbordándose en sus / himnos, se queja en sus / cantares». La última sección del libro, titulada “Otras poesías” recoge composiciones de muy diferente calado: baladas, descripciones paisajistas con metáforas mitológicas y evocaciones orientalistas, incluso parábolas didácticas, como la recogida en el poema ¡Oh, juventud!, que finaliza con estos versos: «Acaso / tú, juventud, que el egoísmo / por dicha no conoces; / tú que aún no olvidaste la infancia / las castas oraciones / eres quizás la destinada hueste / que junta Dios y escoge / para fundir la sociedad caducan/ de tu entusiasmo al choque».

En resumen, nos encontramos ante una antología necesaria para conocer la faceta más oculta de la obra de Pardo Bazán, aunque, como resulta evidente, no es la más sobresaliente, por más que sirva como testimonio de una época y contribuya a resaltar el papel de la mujer también en este ámbito y a forzar una toma de postura ante esa necesaria independencia de juicio. Si bien de forma solapada todavía, no falta en esta poesía la reivindicación de la perspectiva femenina ante la realidad, algo que las más eminentes figuras de la época censuraban o se tomaban a chirigota.

Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés

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