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~ Literatura y arte

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Archivos mensuales: noviembre 2015

GREGORIO MUELAS BERMÚDEZ/ HEBERTO DE SYSMO. LA SOLEDAD ENCENDIDA.

30 lunes Nov 2015

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haikus

GREGORIO MUELAS BERMÚDEZ/ HEBERTO DE SYSMO. LA SOLEDAD ENCENDIDA. COLECCIÓN POESÍA ULTRAMARINA. ULTRAMARINA EDITORIAL, 2015

 

Lo primero que llama la atención de este libro es su exquisita factura. La cubierta, elaborada de forma artesanal, está realizada en cartón y en bambú entrelazado con hilo y cuenta con un precioso y delicado dibujo de una de nuestras mejores haikin, Susana Benet. Los haikus de Gregorio Muelas Bermúdez y de Heberto de Sysmo (ambos nacidos en Valencia y en 1977 y con una obra literaria ya consolidada) están ilustrados con dibujos de ramas, tallos, pétalos o estambres de diversas especies florales debidos a la mano de Sara García Lafont. «Escribir haiku —afirma Mila Villanueva en el documentado prólogo— es, al fin y al cabo, una forma de devoción, una ofrenda ante ese altar tan accesible que constituye la propia naturaleza». Nuestros autores, en una perfecta simbiosis, han conseguido fundir sus respectivas voces poéticas en una sola voz. De esta forma, la paternidad queda superada por esa devoción a la que alude Mila Villanueva, y es que el fervor, la empatía, la contemplación que sustentan el casi invisible armazón de esta delicada forma japonesa debe estar unida a una manera de ser afable, compasiva, serena que transmita humildad y respeto ante cualquier forma de vida. Con todo,  el haiku, más que a una determina métrica —por otra parte, no siempre invariable —, debe ser fiel a unas reglas de carácter, podríamos decir, temático, aunque este extremo ha variado mucho no sólo entre los practicantes del haiku fuera de Japón, sino entre los mismos escritores japonés actuales, a quienes preocupan asuntos de carácter social, ambiental o económico que han incorporado al haiku. El tema principal por antonomasia ha sido el transcurso de las estaciones, el paso del tiempo, descrito en leves impresiones teñidas en algunos casos de nostalgia, pero en las que no escasea la serenidad contemplativa o el agradecimiento vital. Hoy en día, el paisaje rural se ha transformado, cuando no ha desparecido, y los modos de vida urbanos se han acabado imponiendo socialmente. En buena lógica, el haiku se ha visto impelido a adaptarse a esa nueva situación. El paisaje, en buena medida, determina el carácter, y el haikin, proceda de donde proceda, no vive encapsulado, ajeno a las fluctuaciones demográficas y administrativas, no puede desmarcarse del tiempo que le ha tocado vivir, por eso el haiku, que tradicionalmente presentaba una imagen vinculada a la naturaleza, sin elaborarla ni juzgarla, sólo describiéndola con aparente asepsia, dejando que la mente del lector fuera donde le llevara su particular sentido, ha variado hasta inmiscuirse en temas de actualidad. No es el caso que nos ocupa, porque no me cabe ninguna duda de que tanto Muelas Bermúdez como de Sysmo han interiorizado una forma de mirar el entorno muy próxima a la que profesa la cultura tradicional japonesa, solo así se pueden escribir haikus tan hermosos y logrados como los que podemos leer en esta joya de libro, La soledad encendida (Raúl Fortes Guerrero lo explica con precisión en el epílogo: «No podía sus autores haber escogido un título más acertado para este libro, pues lo que sus poemas prenden en su mente y en su corazón, anudados ambos en el vocablo japonés kokoro, no es otra cosa que la llama del conocimiento…»), haikus que trasmiten la levedad de una pluma en el aire, haikus que hay que tocar/leer con la misma delicadeza con la que se tocan los pétalos de las flores que lo ilustran. Son innumerables los ejemplos que podríamos transcribir, pero la misión de este comentario es animar a los lectores a leer el libro, por eso me limitaré a dejar unas pequeñas muestras escogidas al azar: «del agua encharcada/ en una huella,/ beben dos pájaros», «pequeñas gotas/ penden de las espinas;/ jardín de otoño» o «aún destila/ su perfume la rosa/ entre las páginas». No me extrañaría que, al leerlos,  alguien pensara que está frente a una antología de poesía japonesa. Podrían formar parte de ella, porque pocas veces esta fidelidad a la que he hecho alusión más arriba, encuentra acomodo tan convincente.

MARK LEVINE. JARDÍN DE ESCULTURAS

28 sábado Nov 2015

Posted by carlosalcorta in Versiones

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MARK LEVINE

JARDÍN DE ESCULTURAS

1

No se lo contaré a todo el mundo. Pero mi padre

no duerme desde hace seis semanas, da vueltas

dentro de la derrocada estatua ecuestre

del Zar en la plaza principal de su lugar de nacimiento.

Está erguido, parece vivo.

¿No se enteró? No estaba preparado para

 

mirar hacia atrás mientras se fugaba. Todos murieron.

Los cuerpos se extienden alrededor de la estatua como adoquines [enlazados.

Ellos murieron. Él no. Esa fue su culpa.

¿Por qué le miro así?

 

2

Esta es la casa que mi padre intentó construir.

Un cúmulo de basura amontonada

en planos geométricos es un jardín japonés.

Las palomas se instalan en esas hendeduras de las contraventanas.

Una escalera de mano —una escalera de caracol— una hélice.  Mi padre

 

no ha dormido en seis semanas. Hay una grieta en la pared

de la sala de estar. El techo está helado.

Él está mirando el enyesado.

La verdad es que la casa se caerá.

¿Debería obligarle a hablar conmigo?

Su lengua tiene color blanco.

¿Debería acariciarle? Está sucio.

 

3

No puedo ayudarlo.

Cuando pienso en esa casa pienso

en los demoledores que la echarán abajo en diez minutos.

Los vecinos llevándose grifos y entablados.

Mi madre durmiendo narcotizada por una enfermedad de diez sílabas.

Una enfermedad galopante.

Mi padre junto a ella, el movimiento de sus labios cuarteados, la única

cosa que se percibe.

 

4

¿Qué encontraron con sus palas,

a los Americanos?

¿Era el montón de cosas muy alto? ¿Era visible

desde un solo ángulo?

¿Tuvieron que rodearlo,

al montón?

 

5

Todavía está, dice mi padre. Las persianas chirrían.

Otra vez. Mi madre y yo parpadeamos.

Cambiando de postura alrededor del lecho del enfermo. Manchas blancas.

 

Una vez en sueños hice el amor con mi madre.

Fue desagradable.

 

6

Me siento en el cuarto ennegrecido con papel de periódico.

¿Por qué no creer en los periódicos?

Las cosas no van bien.

Entra la suciedad por donde entra el agua.

 

7

Entra la suciedad por donde entra el agua.

 

Versión de Carlos Alcorta

JAVIER BOZALONGO. HAS VUELTO A VER LUCIÉRNAGAS. ANTOLOGÍA

25 miércoles Nov 2015

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bozalongo

JAVIER BOZALONGO. HAS VUELTO A VER LUCIÉRNAGAS. ANTOLOGÍA. CÍRCULO DE POESÍA, 2015

 

La peculiar ordenación que Javier Bozalongo (Tarragona, 1961) ha realizado en esta antología incita a que el lector lea los poemas como si se trataran de un libro absolutamente nuevo. Esto es debido a que, a pesar de que se seleccionan poemas de los libros publicados hasta la fecha por Bozalongo —Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2009) y La casa a oscuras (2009)—, junto a varios inéditos, no están distribuidos en un orden cronológico, sino agrupados en diferentes secciones y, en cada una de ellas, conviven poemas de diferentes libros con poemas inéditos. Esta sugerente configuración estructural ofrece al lector, por una parte, una nueva lectura, porque los poemas significan cosas distintas en función del contexto en el que estén inscritos y, por otra, demuestra la solidez y la coherencia de una voz que permanece fiel a sus presupuestos originales, por más que estos se hayan despojado de algunas rémoras a medida que el proceso de escritura se ha ido depurando. Acaso la mejor forma de comprobar esta última posibilidad mencionada sea leyendo las diferentes poéticas que integran la sección «Que las hojas en blanco no tiemblen en tus manos». La correspondientes a 2008, 20009 y 2009 se corresponden puntualmente con la factura formal que Bozalongo experimentaba en esa época, un verso condensado en poemas no muy extensos, con la anécdota narrativa reducida a lo esencial, que le sirve para declarar su confianza en la palabra escrita, en la escritura, el único modo de preservar aquella parte sustantiva de la experiencia vital. El resto de poemas de esta sección, aunque sus títulos no hagan referencia a ello, enmascaran otras poéticas, sobre todo en el poema titulado «Carta a un lector», que finaliza con esta declaración de intenciones convertida en verso: «Sólo quiero contigo volver a andar lo andado» y es que para Bozalongo la poesía en una especie de conversación amistosa, un diálogo entre personas que hablan el mismo idioma sentimental en el que los recuerdos individuales se transforman en experiencias colectivas. El yo que aparece en los poemas, con mayor impronta en los primeros libros, parece ahora alejarse del solipsismo, del ensimismamiento para dar paso a un yo abierto al mundo, a los demás. Léanse los poemas «[Igual que el niño]» o el más reciente «Curriculum vitae» —uno de los mejores del libro junto con «NYC» (poema que me recuerda en las reiteraciones —«hay mujeres que arrastran maletas de lluvia/ hay mujeres…»— a una canción de Ricardo Solfa)— para comprobar la distancia, no sólo formal sino especulativa, que los separa. Y digo también formal porque la poesía de Javier Bozalongo se ha transformado y es ahora mucho más narrativa. No es que en sus primeros libros practicara una poesía esencialista, deliberadamente limitada de recursos retóricos. Lo discursivo siempre ha estado presente en su poesía, pero en los últimos poemas detectamos una especie de liberación formal que no teme detenerse en los pormenores, absolutamente necesarios para exprimir la totalidad de lo sentido, de lo vivido. No se trata de ofrecer al lector algo terminado, algo intocable y de convertirlo en mero espectador. No, no es eso. Bozalongo no escatima detalles porque necesita revivirlos, contárselos a sí mismo y a ese compañero de viaje innominado que le observa a través del espejo que es la página en blanco. «No intentes olvidar lo que has perdido», escribe a modo de paradoja en el ya citado poema «NYC», acaso porque sabe que la contradicción resulta consustancial al ser humano, el ser humano que se interroga sobre su tránsito vital. La realidad adquiere a veces en la escritura la evanescencia de los sueños, por eso en poemas como este ahora citado encontramos asociaciones con ribetes metafóricos irracionales insertados en un discurso dialógico entre el personaje poemático y un tú que ejerce el papel de conciencia crítica.  El poeta deja atrás la luz artificial y se interna en la noche, y sólo en la oscuridad se pueden ver luciérnagas. Las luciérnagas como símbolo de una realidad liberada de horarios y compromisos laborales, de servidumbres, en definitiva, una realidad en la que soñar no sea un delito.. El carácter confesional de esta escritura no debe impedirnos reconocer la importancia que tiene la imaginación, incluso la utopía, a la hora de construir el retrato del personaje. A veces los sueños se cumplen y, cuando esto ocurre, cuando se logra ajustar cuentas con el pasado, al afortunado le invade una enorme sensación de gratitud y de optimismo que resulta reconfortante para el lector, acaso por eso, como escribe Federico Díaz-Granados, esta antología, Has vuelto a ver luciérnagas, «es un inventario de afectos y de los rituales para hacer de cada asombro un asunto universal», inventario que no debemos dejar de leer porque nos habla también de nosotros mismos.

DON DE LENGUAS. ENTREVISTAS LITERARIAS. JORDI DOCE

23 lunes Nov 2015

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don de lenguas

DON DE LENGUAS. ENTREVISTAS LITERARIAS. JORDI DOCE (Ed.) EDITORIAL CONFLUENCIAS, 2015

 

A pesar de las apariencias, y acaso influidos por la lamentable forma de realizarla que ejecutan muchos profesionales de la comunicación, la entrevista no es un género fácil, antes al contrario, exige una estructura y un grado de conocimiento tan exhaustivo del personaje entrevistado que no podemos más que sonrojarnos ante los penosos ejercicios de pirotécnia verbal que sufrimos a diario, sobre todo a través de la radio y la televisión. Por esta razón (existen, por lo demás, muchas otras), debemos felicitarnos cuando escuchamos o leemos algunas elaboradas «con conocimiento de causa», como es el caso que nos ocupa. Con una agudeza espléndida y con un bagaje cultural admirable, pero sin hacer de ninguna de ambas cualidades alardes innecesarios,  Jordi Doce recoge en este Don de lenguas diversas entrevistas —dos de ellas realizadas en colaboración con Rafael-José Díaz (la de Philip Jaccottet) y con Esther Ramón (la de Cees Nooteboom)— a otros tantos escritores, poetas fundamentalmente, hechas en su mayor parte durante la etapa que ejerció como editor en el Círculo de Bellas Artes madrileño y publicadas en su momento en la revista Minerva. De la calidad de los entrevistados nadie puede dudar. Además de los ya citados, Jaccottet y Nooteboom, podemos leer las jugosas respuestas de Caballero Bonald, de Umberto Eco, del Nobel Seamus Heaney, lamentablemente ya fallecido, de Adam Zagajewsky y de John Burnside. Estos últimos mantienen una conversación que no tiene desperdicio bajo la atenta y perspicaz mirada de Jordi Doce, que encauza las respuestas con una cintura envidiable, algo extremadamente complicado cuando se tiene en frente mentes tan sobresalientes como las de estos poetas. La trayectoria de Jordi Doce, que nos ha proporcionado estudios insustituibles sobre la poesía y los poetas como Imán y desafío (2005), La ciudad consciente. Ensayos sobre T.S. Eliot y W.H. Auden (2010) o Las formas disconformes. Lecturas de poesía hispánica (2013), nos lleva a pensar que estamos ante de uno de los más cualificados expertos actuales para llevar a cabo esta empresa, porque, además de todo lo dicho, Jordi Doce es un magnífico poeta con una trayectoria firme y  exigente, trayectoria a la que ha puesto un merecido colofón, por supuesto provisional, con la publicación de la antología Nada se pierde. Poemas escogidos, recientemente publicada por la editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza, en la colección La gruta de las palabras que dirige con tacto exquisito Fernando Sanmartín.

La pluralidad de voces y de estéticas que representan cada uno de los entrevistados resulta sumamente gratificante porque ayuda al lector a comprender algunas de las formas de la propia construcción del hecho poético, formas interconectadas en muchos casos y en ningún caso excluyentes, a pesar de que en muchas ocasiones cierto maniqueísmo crítico intente así presentarlas. Un poeta de ascendencia simbolista como Phlippe Jaccottet dice que para escribir «se parte de la vida y, en mi caso, de la naturaleza, lo cual es mejor». José Manuel Caballero Bonald, también simbolista, culteranista podríamos decir, afirma: «Yo parto de la memoria, es el punto de arranque, el factor desencadenante de la acción poética», pero acaso por esta vinculación, no a la estricta experiencia, sino a las ascuas que de ella quedan plasmadas en forma de recuerdos, explica que no puede «escribir realismo plano a la carrera o sin corregirlo, sin recrearme en las frases, la sintaxis, la morfología, el léxico…todo eso lo tengo presente». Más allá de las reflexiones estrictamente poéticas se extienden las respuestas de autores como Umberto Eco o Cees Nooteboom. Ambos escritores, sin mostrar intereses comunes destacables, comparten una misma ambición, la de comprender y analizar el entorno, la sociedad en la que habitan desde ópticas diversas, desde la lingüística o la tecnológica, desde la sociológica e incluso la etnográfica, pero es en el lugar que ocupa el arte en la sociedad actual en donde las concordancias son más evidentes. «Se modifica el criterio y lo que antes se valoraba por “bonito” ahora se valora por ser “provocador”, afirma Eco hablando del arte actual, y Nooteboom viene a expresar lo mismo cuando dice: «Lo que me interesa, siempre que contemplo El jardín de las delicias de El Bosco, es lo que vemos nosotros al cabo del tiempo». La mirada como bisagra entre el pasado y el presente, como gozne entre lo íntimo y lo externo.

«Corpulento y afable, más delgado que en fotos recientes, los labios finos, los ojos achinados y risueños», así describe Jordi Doce a Seamus Heaney. La entrevista se celebró en 2008 y hoy la leemos con cierto matiz testamentario porque el poeta falleció en 2013. Se advierte por el tono la complicidad existente entre entrevistador y entrevistado, que no se centra en asuntos, digamos, profesionales, sino que roza la confidencia íntima, como este párrafo: «Empecé tarde, pero no exagero si digo que cuando llegué a la poesía, a principios de los años sesenta,

tuvo un efecto mágico sobre mí. Mi aprendizaje tuvo lugar entre los veinte y los treinta años. Y aprendí a trabajar de verdad, a trabajar duro y con un propósito, ya cumplida la treintena».

A Paul Auster, afamado novelista con esporádicas incursiones en el cine, Jordi Doce le pregunta también sobre su poesía (traducida al completo recientemente por el propio Doce). Auster no duda en afirmar la estrecha vinculación que mantiene su poesía —ya antigua, dejo de escribirla hace varios años— y su obra narrativa: «Me parece que mi poesía tiene un hilo narrativo oculto y que además con el tiempo se va abriendo y desplegando hasta enlazar con la cadencia de la prosa».

El libro finaliza con una entrevista/conversación entre el poeta polaco Adam Zagajewski y el escocés John Burnside que no tiene desperdicio. Al hilo de su propia obra reflexionan sobre la perspectiva histórica de la poesía europea, muy distinta es este aspecto de la norteamericana, de la preponderancia de una poesía que tiene al individuo como eje, del poder de la imaginación, de la  meditación («Creo que la meditación perfecta conduce al silencio —dice Zagajewski—, y esa es mi definición personal de poesía»), a lo que Burnside replica, «Pero el propósito de la meditación no es librarse del ego sino verlo tal y como es, porque esa idea de liberación es la vanidad misma» y de otros muchos detalles que el lector de Don de lenguas podrá degustar a su antojo, rebobinando las respuestas, contrastando opiniones, asintiendo o discrepando, pero con la esperanza de quien aspira a la complicidad emocional. Recoger, agrupar estas entrevistas volanderas en un volumen me parece una opción acertadísima que evita en cierto modo esa sensación de caducidad que poseen periódicos y revistas. Un ejemplo a seguir.

MARK LEVINE. CANCIÓN DE TRABAJO

21 sábado Nov 2015

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MARK LEVINE

CANCIÓN DE TRABAJO

 

Mi nombre es Henri. Escucha. Es por la mañana.

Separo mi cabeza de las tijeras, saco

la bombilla de mi boca —El jefe viene hacia mí

mientras todavía estoy parpadeando.

Adhiere mi carta de despido a mi clavícula.

De acuerdo, digo, yo fui un vago y robé.

Me limpio los pies en la tapa de su cráneo al salir.

 

Yo soy Henri, boca llena de galletas de soda.

Vivo en Toulouse, que es un pedazo de cartón.

Los veranos el alcalde los pinta de azul, nosotros pescamos allí..

Los inviernos patinamos. Los niños están siempre

ahogándose o cayéndose por las grietas. Los padres están desesperados

pero lo superan. Es fácil reemplazar a un niño.

Como hijo de mis padres, Henri.

 

Meto mis manos en mis zapatos

y gateo a través de la nieve.

Los animales me temen, huelo bien.

Tengo dos pares de huellas. Confundo a la policía.

Cuando llego a la autopista regreso a mi posición.

 

Soy una cremallera. Un corte de papel.

Comí muchas veces

de la trituradora soy confeti,

soy el papel troceado de un desfile, soy un astronauta

saludando desde mi descapotable a Henri.

 

¿Eres tú Henri de Toulouse?

¿Por qué estás triste? Debería dispararte

por echar a perder mi desfile. Vamos hombre,

ponte a mi lado. Deseas tanto morir

que no quieres morir.

 

Mi nombre es Henri. Soy de Toulouse. Soy un fragmento

de pergamino desteñido, soporto la milicia,

una púa, la Cruz Roja, un tanto

a mi favor, el Testamento Hebreo, soy la Corte Mundial.

Un ventilador eléctrico que ventila

debajo de mi bata negra. Soy la misma dignidad.

 

Soy una máquina de hielo.

Soy un alpinista.

Me meto dentro de un congelador.

Envuelto en papel de periódico.  Con sal en el corazón.

Me conservaré durante días.

Versión de Carlos Alcorta

LA NECESIDAD Y LA ESPERANZA. POESÍA ACTUAL EN LENGUA CATALANA

18 miércoles Nov 2015

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2

LA NECESIDAD Y LA ESPERANZA. POESÍA ACTUAL EN LENGUA CATALANA. EDICIÓN DE ALFONS NAVARRET. LIBROS DEL AIRE, 2015

 

Cuando se tiene intención de editar una antología, no estaría de más colocar como frontispicio en la mente estos versos que Cervantes escribió en su Viaje del Parnaso:

 

Unos, porque los puse me abominan;

                        otros, porque he dejado de ponellos

                        de darme pesadumbre determinan.

Yo no sé cómo me avendré con ellos;

los puestos se lamentan, los no puestos

gritan, yo tiemblo destos y de aquello.

 

podría el antólogo evitarse así, amparándose en ellos, recriminaciones y críticas no siempre bien intencionadas, porque toda antología conlleva tomar partido,. Alfons Navarret lo dice en el prólogo: «por muy extensa que se pretenda, debern a﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a ser una reduccienda, deber una antologtes á por fuerza ser una reducción de la realidad a unas dimensiones que permitan controlarla y darnos una perspectiva de conjunto» .La necesidad y la esperanza. Poesía actual en lengua catalana, a pesar de las advertencias de su antólogo, no se librará de reproches, aunque suponemos que, si se pretende ser objetivo, cosechará también numerosos elogios por su amplitud de miras y por la variedad de estéticas que representan los nombres elegidos, la mayoría de ellos desconocidos para el lector en castellano. Esta es acaso una de las mayores virtudes de dicha antología, ofrecer un amplio panorama de la poesía en catalán (como se verá, se ha pretendido, creo que deliberadamente, no denominarla con un adjetivo más reduccionista) que sirva de escaparate para los lectores del resto del Estado. Por otra parte, el antólogo ha utilizado un criterio novedoso para incorporar a los elegidos, novedoso, pero no exento de riesgos, porque la aparente objetividad se ve mermada no tanto por el criterio de búsqueda, sino por los «accidentes» que la condicionan, geográficos, amicales, grupales, profesionales, de cualificación, etc. (el ejemplo de las encuestas preelectorales y de los muestrarios a pie de urna no resulta inoportuno). «Hemos creado –escribe AlfonsNavarret- un procedimiento que, si bien no nos asegura una infalibilidad rotunda, sí que previene, por lo menos en parte, el subjetivismo del seleccionador, y esto se ha conseguido estableciendo un criterio de selección que se ha intentado como objetivo, y que es el siguiente: serían los propios autores, como lectores y profesionales de la escritura, los que han tenido la oportunidad de seleccionar aquellos poetas que más les han gustado, siempre partiendo de la imposibilidad de poder ver su propia obra y de ver los detalles de los autores cuyos poemas estaban leyendo (confieso que no entiendo muy bien estas últimas premisas). A partir de un sistema de votación decreciente, se ha ido estableciendo una clasificación de los poetas mejor valorados por sus coetáneos. Sin embargo, sí que hemos cedido a un criterio un poco más subjetivo, y se trata de la presencia de mujeres en la antología». No seré yo quien se oponga a la presencia femenina, por supuesto, pero preferiría utilizar otros criterios de selección distintos a los que se guían exclusivamente por el género, sobre todo atendiendo a la cantidad y, principalmente, a la calidad de muchas de las poetas más jóvenes. No cabe ninguna duda que gran parte de la mejor poesía que se escribe hoy dentro de nuestras fronteras la están escribiendo mujeres. Este requisito debiera ser suficiente para incluirlas en ésta o en cualquier otra antología. Solventados estos escollos iniciales nos encontramos, antes de comenzar a leer propiamente a los poetas, con otro requisito previo, «hemos intentado –escribe Navarret- crear una segunda paridad, de modo que pudiéramos leer a un representante de cada territorio como mínimo, siempre que no fuera a costa de sacrificar el criterio establecido desde el inicio, que es el de haber obtenido el apoyo de un número de poetas importante». Desde luego, si el antólogo ha sido capaz de conciliar estas premisas, su trabajo merece, además del propiamente poético, un reconocimiento por su demostrada destreza a la hora de operar con razones y proporciones.

Centrándonos en lo verdaderamente importante de toda antología, los poetas, lo primero que debemos reseñar es que todos ellos han nacido en el entorno de 1978, una fecha simbólica, porque se aprueba la Constitución española que pone fin definitivo a la los largos años de dictadura.Esta bisagra virtual sirve como eje aglutinador, aunque entre el mayor, Juli Capila, nacido en 1970 y Sara Bailac Ardanuy o Blanca Llum Vidal, ambas nacidas en 1986, hay suficiente distancia temporal como para que pertenezcan a generaciones diferentes y esta circunstancia no pasará desapercibida al lector. La madurez de los poetas mayores –además de Capila, nacieron en la década de los 70 el grueso de los dieciséis poetas seleccionados, Christelle Enguix(1971), Raquel Casas Agustí (1974), Manel Marí (1975), Josep Porcar (1973), Ivan Brull Pons (1978), Alfons Navarret (1974), Ibon Leon (1975), Meritxell Cucurella-Jorba (1973) y Joan M. Navarro i Miralles (1975) se percibe en unas obras que poseen una voz perfectamente definida en la gran mayoría de los casos, con una serie de rasgos comunes como son la ironía, la falta de prejuicios no tanto formales como semánticos («hacer poemas es también/ hacer el amor con el lenguaje» escribe Ángels Gregori Parra), la desconfianza en la utilidad de las palabras («Pensabas que tenía un valor creciente,/ la palabra.  Que generaban ganancias,/ las fluctuantes operaciones de intercambio/ y las transferencias a las arcas de la vida.// Finalmente te das cuenta de las ventajas/ de bloquear ciertas cuentas./ La altísima rentabilidad/ que tiene un silencio», escribe Enguix), la vulnerabilidad existencial, el uso de analogías poco frecuentes, algo que enriquece de manera notable las posibilidades del idioma: «Comer lo que ninguna palabra dice/ y así escribir, con la boca llena», sugiere Mireia Calafell en el poema titulado «Poética», las indagaciones sobre el yo, sobre la identidad. «Me atrae extrañamente todo aquello que hiere…Me atrae y no quiero renunciar a la dosis autodestructiva que me habita: sedarse es peor que herirse y yo prefiero la sangre a los ansiolíticos» escribe Bailac. No faltan tampoco los poeta que encuentran en el paisaje el correlato para transcribir sus emociones, sus estados de ser: «Como la lluvia, cae la soledad,/ teñida por los muros de cansancio azul», escribe Alfosn Navarret o el titulado «Un hombre solo» de Capila. Cercano a la sensibilidad oriental se encuentra Ibon Leon, del que se seleccionan varios tankas tan sugerentes como éste: «Un petirrojo danza,/ bajo la sombra de un sauce/ olor de tierra./ Atentamente me miras,/ mientras se inaugura el día». Un carácter más vanguardista tiene la poesía de Cucurella-Jorba, que juega con la disposición de las palabras sobre la página y construye una especie de esculturas verbales, como en el poema «Sitio» que comienza con estos versos: «Poema hueco Abertura que atraviesa un cuerpo o dos o se introduce a sí mismo. (El fondo es noche incierta)». Una poesía  desnuda, sin adornos retóricos practica Lucia Pietrelli. Su origen italiano le permite escribir tanto en ese idioma como en castellano y en catalán.  Crisis de identidad y el reconocimiento del cuerpo como campo de batalla son algunos de sus temas predilectos, como deja entrever el poema «Anatomía XV». La antología finaliza con Joan M. Navarro i Miralles, dueño de un decir personalísimo, de una poesía de largo aliento profusamente denotativa que lucha contra la pérdida y el fracaso con una vehemencia digna de resaltar. La naturaleza como escenario y como correlato del propio poema anudan las diferentes capas de comprensión de su escritura. En resumen, siempre es bienvenido un libro que trata de mostrar al lector en general la poesía que se escribe en otra de las lenguas del Estado, pero nos hubiera gustado que la edición utilizara unos criterios metodológicos menos aleatorios.

MARCIN KUREK. EL SUR

16 lunes Nov 2015

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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12

MARCIN KUREK. EL SUR. EDICIÓN BILINGÜE. TRADUCCIÓN DE AMELIA SERRALLER. BARTEBLY EDICIONES, 2015

A pesar de que la poesía polaca goza de cierta popularidad en nuestro país (aunque hablando de poesía, quizá el termino sea exagerado) gracias a la publicación de los autores más emblemáticos de los  últimos decenios (Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert, Wislawa Szymborska, Adam Zagjewsky o Julia Hartwig) y de algunos absolutamente actuales como Tomasz Różycki (la editorial Vaso Roto ha publicado recientemente su libro Colonias, del que ya nos ocupamos en estas mismas páginas) y los poetas incluidos en la antología Poesía a contragolpe. Poesía polaca contemporánea, un amplio estudio a cargo de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Xavier Ferré de poetas nacidos entre 1960 y 1980 publicado por la Universidad de Zaragoza en la colección La gruta de las palabras que dirige Fernando Sanmartín, el nombre de Marcin Kurek (Swiebodzin, 1970) nos resulta prácticamente desconocido, algo que, por otra parte no parece extraño si atendemos exclusivamente al conjunto de su obra, muy escasa todavía. Ha publicado sólo dos libros de poesía, Monólogo noche (1997) y El sur (Oleandr, 2010), el libro que comentamos. Ha escrito además algunos ensayos sobre poesía y novela y en su condición de traductor ha publicado, entre otros, a autores como Joan Brossa, Juan Gelman o Pablo García Casado.

No se pueden formular generalidades para hablar de la poesía de un país como Polonia, tan rico culturalmente y con una tradición que se sustenta en cimientos de varia condición. Se pueden sí establecer algunas distinciones que tienen su porqué en la cronología y en acontecimientos históricos. Por la edad de nuestro poeta, la poesía de corte social o reivindicativo de los años ochenta no le debe resultar excesivamente familiar, por eso, y a juzgar por este libro, su poesía posee un cierto matiz simbolista aunque esté impregnado de elementos extraídos de la cotidianidad. Quizá la presentida llegada de la muerte tenga más que ver con este merodeo por los arrabales de la experiencia que cualquier propósito de orden estético. El tema puede condicionar la forma y, en este caso, es posible que así sea. Xavier Farré, uno de los mejores especialistas en literatura polaca contemporánea y autor del prólogo del libro afirma que El sur «es un gran poema de la modernidad». Integrado por un solo poema extenso dividido en siete cantos, el libro es una especie de diario en el que el autor narra las que cree sus últimas horas de vida. El protagonista poemático ha bebido accidentalmente de una botella de agua sin saber que estaba impregnada de hojas de adelfa, una plata decorativa, muy común en jardines —una ya exuberante crece en el mío— y arcenes de autovías en nuestro país, pero extremadamente venenosa. El poema comienza desde el momento en el que toma conciencia del peligro en el que está inmerso: «¿Qué ha pasado,/cómo es posible que yazga ahora/ muerto en el suelo», se pregunta un yo desdoblado que ira desgranando un viaje interior que le llevará por Europa, , España incluida, en un descenso a los infiernos en cuya trayectoria también se entera de la muerte de dos de los grandes poetas de este siglos, los polacos Milosz y Herbert. No rehúye Kurek recrearse en los detalles. Su poesía gira en torno de ellos, refleja, describe, desmenuza la realidad en la que está inserto. Nada parece quedar fuera del poema, por eso quizá, se ha impuesto al autor, a la hora de escribirlo, esta especie de fragmentarismo unido por un hilo invisible —una espada de Damocles— que los hilvana magistralmente. El lector se va dejando llevar por el mágico discurrir de las palabras en este largo poema. «¿Un poema?», se pregunta Kure en un larde de reflexión sobre el propio proceso de la escritura. «En Polonia siempre ha habido una tradición con el poema largo, desde la poesía romántica del siglo XIX, y eso identifica mucho a mi país, pero para mí ha sido un reto, es más parecido a escribir una novela, no se trabaja como el poema corto y se sigue una pauta más teatral, más musical», subraya a en unas declaraciones a la agencia Efe Kurek. No sólo en Polonia, por otra parte, se ha practicado, y se practica, el poema largo. No podemos olvidar el Canto a mi mismo de Whitman, Tierra baldía de Eliot, Altazor de Huidobro, Espacio de Juan Ramón o varios de los libros de John Ashbery, sin intención de ser excluyentes ni de analizar la vigencia de este formato en la poesía española actual. El esfuerzo que conlleva un proyecto como éste no es desdeñable, porque el autor ha de controlar en todo momento la estructura del poema para lograr que todos los fragmentos respondan a un mismo impulso, se congreguen en torno de una finalidad única. «Es martes, justo después del mediodía./ Yazco en el sofá convencido de que muero» dicen los primeros versos del último canto. El poeta es a la vez protagonista y testigo del suceso. Observa el extraño acontecer de las cosas con una mezcla de esperanza y escepticismo. En la mezcla de ambos se encuentra una fe inquebrantable en las palabras, palabras que intentan reducir el mundo a frases, a versos capaces de contener en su interior la totalidad de la vida. Quizá sea esa la razón de que afirme: «Veo que este libro, sin embargo, se compondrá/ de meras digresiones». Esas meras digresiones no son otra cosa que alimento tanto para la vida como para la obra. Estoy seguro que traducir un libro tan complejo como éste, no ha sido tarea fácil, sin embargo, Amelia Serraller ha conseguido darle una fluidez que nos hace olvidar que estamos ante un libro traducido. Algo nada fácil y digno de agradecer.

CARL PHILLIPS. YA QUE LO PREGUNTAS

13 viernes Nov 2015

Posted by carlosalcorta in Versiones

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CARL PHILLIPS

YA QUE LO PREGUNTAS

Aunque el intento de llegar allí puede

significar solamente destrucción — demasiadas alas

batiendo frenéticamente hacia el sol

sin llegar nunca— yo digo

que las alas son inocentes.

De la misma forma si, calculando que podría tener

cosas mejores que las que le habían dado, le dieron más

de lo que podría coger: ¿No se despeña todo el mundo? Yo

miro a través del oscuro jardín, hacia donde empiezan los árboles,

donde mientras tanto las catalpas florecen

admirables, indiferentes, y entonces

ocurre que la oscuridad se hace más profunda. Me toco

una mano con la otra. Parece magia,

toda la tristeza que la magia implica,

nada siente lo mismo.

Versión de Carlos Alcorta

TERCERA POESÍA CON NORTE (LOS POETAS Y SUS POÉTICAS). LORENZO OLIVÁN EDITOR.

11 miércoles Nov 2015

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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TERCERA POESÍA CON NORTE (LOS POETAS Y SUS POÉTICAS). LORENZO OLIVÁN EDITOR. EDITORIAL PRE-TEXTOS, 2015

Este tercer volumen de la serie tiene su origen en la celebración de la tercera edición de Poesía con Norte, un festival de poesía que se celebra en distintos espacios de la ciudad de Santander, en el Norte de España, con el patrocinio de la Fundación Santander Creativa, y que está coordinado por el poeta Lorenzo Oliván, galardonado recientemente con el Premio Nacional de la Crítica y con el I Premio Ciudad de Santander. Una de las particularidades que tiene dicho festival es que cada uno de los invitados, además de leer sus poemas en público, debe escribir una reflexión teórica sobre su obra, una poética, al fin y al cabo. Esas reflexiones son las que integran el libro que ahora comentamos, del que se ha ocupado, como en ediciones anteriores, el coordinador de dichas lecturas. Acaso ésta sea una de las características más reseñable de este encuentro. En palabras de Lorenzo Oliván, «al poeta se le invitaba a reflexionar sobre los rasgos esenciales de su labor creadora, de manera que quien asistía al recital recibía información de primera mano sobre alguna de las claves para penetrar mejor en el universo del escritor. Éste desarrollaba, después, una suerte de “poética”, un texto de carácter ensayístico que se recogía en un libro de distribución nacional, publicado por la editorial Pre-textos. Así, en 2012 llegó a las librerías Poesía con Norte y en 2014, Segunda Poesía con Norte». En el epígrafe «Maestros y promesas», inaugurado en la convocatoria de 2013 por Francisco Brines, este año participó Antonio Gamoneda, acompañado de las jóvenes “promesas” Laura Casielles y Martín Bezanilla, y este mismo año se realizo un homenaje a Julio Maruri, uno de los poetas más longevos de nuestra actual literatura, del que se publicó una antología preparada por el propio Oliván y Juan Antonio González Fuentes en la editorial Visor y de la que ya se dio buena cuenta en este foro. El resto de poetas —Antonio Colinas, Vicente Gallego, Eloy Sánchez Rosillo, José Luis Piquero, Guillermo Balbona, Jaime Siles y Álvaro García— participaron en la sección «Los poetas y sus poéticas».

Como ya se ha dicho, es de las respectivas poéticas de las que se ocupa este libro y cada cual lo hace desde su personal perspectiva, aunque si algo tienen en común la mayoría de ellos, es de su renuencia y su desconfianza a la hora de formular discursos teóricos en torno a su propio proceso creativo. Colinas escribe: «Desconfío de los textos de Poética, pero no de la necesidad de defender lo que los poetas hemos querido decir cuando escribimos, lejos del tópico y del cliché». Vicente Gallego se ha instalado en la otredad, en una visión de la existencia cercana a la filosofías orientales en las que el ser se disuelve en las cosas y vive a través de ellas una especie de eternidad despojada de las contingencias habituales que afectan a cada uno de nosotros, quizá esa sea la razón que le lleva a escribir que «Si existiera el poeta, ¿cómo podría existir la poesía? Allí donde aparece el poeta con sus cosas particulares, con sus intereses y sus retóricas, la poesía se retira a sus palacios de invierno, porque la poesía, al ser cosa de todos, debe brotar desde la fuente universal, y no desde el cuello de la camisa del poeta».

«La poesía que habla de sí» ha titulado su texto Eloy Sánchez Rosillo, un poeta que ha frecuentado con reiteración los poemas que hablan sobre sí mismos, sobre los misterios que conforman su aparición (reproduce en el texto varios poemas como ejemplo). Sánchez Rosillo coincide siquiera tangencialmente con Vicente Gallego en considerar al poeta como un mero instrumento: «su poesía no es propiamente creación suya, obra que él haya compuesto según su voluntad: forma parte de lo vivo del mundo, y la mano del poeta ha sido el órgano del que ella se ha valido para plasmarse sobre el papel en forma de tales o cuales poemas […] El poeta, pues, no hace, sino que recibe».

José Luis Piquero no esconde sus armas, no hace uso de artificios retóricos para disimular la profunda imbricación entre vida y obra, «mi poesía —escribe— no es ficción. Es una obra literaria, con frecuencia narrativa, que trata de sucesos y personajes reales. Hasta donde puedo recordar, he usado la poesía como un instrumento para explicar y explicarme el mundo que me rodea, los acontecimientos de la experiencia diaria, las relaciones que mantengo con los demás. Mi poesía es una autobiografía en verso».

Guillermo Balbona, comprometido como periodista que es, con la precisión del lenguaje informativo, no duda en buscar en la poesía otros fines menos utilitaristas, por eso, cuando escribe un poema intenta desmarcarse de la obviedad, de lo consabido. «No hay mayor noticia que lo inesperado y en la piel tatuada, en la biografía que huye del biografiado, en la experiencia que depura la vivencia más cercana e inmediata y rescata la arqueología de lo oscuro, aflora la memoria conformada por un material que se antoja extranjero».

Las diferente voces poéticas que conviven en Jaime Siles encuentran su justificación en su concepción del ser poeta, «Porque un poeta no puede ni debe abstenerse de evolucionar. Mi pensamiento poético —si así puede llamársele— nunca ha dejado de hacerlo: sería imposible que una obra no tuviera su propia evolución natural, sujeta a todos los avatares individuales e históricos que se quiera, pero manteniéndose fiel a su continuidad»

El arte y la poesía, escribe Álvaro García «que sirven para potenciar la vida mientras no es bombardeada la existencia. Sirven para defender la inutilidad, que al final es un reencuentro con lo más auténtico del ser». Para Álvaro García son cuatro las condiciones «del arte vivible: intensidad, fondo en la existencia con ruptura de la medida de la existencia, tensión enunciativa, ligereza final», sin ellas no «habría verdadera recreación del mundo».

Martín Bezanilla, en un texto que se apoya en textos ajenos muy bien escogidos (Adam Zagajewski, Kenneth Rexroth, Auden o Charles Wright), propios de un ávido lector, afirma que «Lo que eleva la poesía nunca podrá ser sólo el objeto, sino la consonancia entre lo que ésta pueda significar de manera objetiva y lo que es o, mejor dicho, llega a ser bajo el filtro de quien observa». Acaban estas poéticas con el texto de Laura Casielles, quizá el más lírico de todos porque parece un largo y enumerativo poema plagado de aliteraciones: «Yo quiero escribir como escriben quienes revelan alegrías sencillas», «Yo quiero escribir como escriben quienes nos ayudan a soportar la permanencia», que nos ofrece, sin embargo, claves suficientes para vislumbrar el sendero por el que se interna su escritura.

He dejado deliberadamente para el final la entrevista que Lorenzo Oliván realiza a Antonio Gamoneda. El ojo escrutador de Oliván es capaz de descubrir aspectos inéditos en la poesía del maestro, tan es así que Gamoneda parece sentirse reconfortado como pocas veces ante la zozobra que provoca siempre una entrevista. El magnífico lector que es Oliván traza con sus preguntas un detallado itinerario por las diferentes épocas creativas del poeta  y Gamoneda desvela aquello que no viene en los manuales de literatura, su intimidad: «no es lo mismo escribir desde la pobreza, que escribir solidarizándose con la pobreza», dice refiriéndose a algunos de sus coetáneos. No es lo mismo, claro que no. Debería ser innecesario recodarlo.

En resumen, Tercera Poética con Norte, y sus poéticas anteriores, consiguen mostrar lo variado que es el panorama poético español. Después de escuchar o leer a cada uno de estos poetas, nada mejor que saber qué opinan ellos de sí mismos, de su propia escritura.

LUIGI AMARA. NU)N(CA

09 lunes Nov 2015

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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AMARA

LUIGI AMARA. NU)N(CA. POESÍA SEXTO PISO. 2015.

La particular composición silábica del título, resaltada por los paréntesis, demuestra la clara voluntad del autor de ofrecernos una lectura polisémica del texto, aunque dicha lectura esté condicionada por un referente tan determinado como es la fotografía que da pie a los poemas. La écfrasis es un recurso frecuente en la poesía, en la literatura, desde tiempos inmemoriales, desde la propia Ilíada, la Metaformosis o el Quijote hasta la actualidad. Resulta imposible enumerar la multitud de ejemplos que podemos aducir, sin embargo, y por tratarse también de poemas que tienen como objeto la fotografía, recordamos el reciente libro de Nuno Júdice, El fruto de la gramática. Una de sus partes se titula “Nueve retratos de familia”, y en ella el autor se enfrenta a diversas fotografías de mujeres que formaron, al parecer, en tiempos más o menos lejanos, parte de su familia. La variedad de rostros y posturas, de vestimentas, adornos o decorados permite al autor realizar una descripción pormenorizada de cada retrato, pero sus versos, como en el caso que nos ocupa, no se quedan en la mera descripción, muy al contrario, hay una lectura profunda de carácter psicológico que indaga en aspectos más íntimos, vedados a lo superficial, que no están exentos de ironía.

Luigi Amara —poeta mexicano nacido en 1971 y autor ya de una vasta obra que abarca la creación pero también la traducción y la labor editorial, aunque él se declare fundamentalmente paseante («Basta flexionar en tobillo como un fin en sí mismo, basta fatigar la calle sin ningún propósito para integrarse en un linaje, un linaje honorable y antiguo, aquella Orden Andante de la que hablara Thoreau; un linaje por cierto divagante y reflexivo, que ha vuelto innumerables veces sobre sí mismo, para repensarse, para dejar rastro», escribe en «Reflexiones de un paseante atribulado»)— se vale de una fotografía, ciertamente enigmática, para desarrollar un proceso de envolvimiento verbal que busca descubrir, no ya la identidad de la fotografiada, algo casi del todo imposible porque la foto nos muestra a una mujer de espaldas a la cámara, sino los motivos que llevaron a fotógrafo y/o modelo a realizar la fotografía desde esta particular perspectiva. La confianza que demuestra Amara en el poder develador de la palabra como instrumento para conocer la realidad resulta admirable porque la apuesta es muy arriesgada, aunque conviene decir ya que el autor sale muy bien parado del reto que se ha autoimpuesto sin recurrir a una poesía descriptiva al uso, antes bien, gracias a la especulación y a la sugerencia, Nu)n(ca juega, como decíamos al principio, con ese carácter polisémico que confieren al adverbio los paréntesis. Nunca conoceremos la identidad del personaje, para decirnos Amara, aunque hay algunas referencias que nos llevan a pensar en una mujer asiática, al mismo tiempo dichos paréntesis resaltan la nuca, una de las partes del cuerpo que queda más expuesta al objetivo de la cámara. Recordemos que pare la cultura japonesa, la nuca posee un componente erótico similar al que provoca en los occidentales un escote pronunciado, algo de lo que ha sabido sacar partido un cineasta como Won Kar-way en películas como In themoodforlove o 2046. El vestido tradicional japonés, el kimono, acostumbra a dejar la parte superior trasera desnuda, lo que, unido al habitual peinado que recoge el pelo en un moño, deja la nuca y el comienzo de la espalda, totalmente desnudas, como ocurre en la fotografía encartada en los poemas, una decisión, por otra parte, que nos parece acertadísima, por más que diferentes fragmentos de ella sirvan como frontispicio a algunos poemas. La fotografía, en palabras de SusanSontag, «Es una vision del mundo que confiere a cada momento un misterio». Algo similar parece querer decir Amara cuando escribe que el autor de la fotografía quiere «proponer un misterio» o, acaso, como sólo se trate de un personaje que teme, como los miembros de ciertas tribus africanas y amazónicas, de un temor reverencial a un artilugio que ellos creen capaz de robarles su espíritu. Sin llegar a estos extremos, Luigi Amara formula diferentes hipótesis que están precedidas de sucesivos «quizás», «tal vez», «pudiera», todo un repertorio de suposiciones que afectan tanto a la modelo como al fotógrafo (Onésipe Aguado, pintor francés de origen sevillano) y que no logran sino enriquecer las posibilidades descriptivas.«“¿Y si fuera un disfraz?», se pregunta en uno de los versos. Resulta evidente que la capacidad de seducción de una espalda descubierta sólo a medias, pero de forma intencionada, es mayor por lo que vela que por lo que muestra: «así la espalda se niega,// se resiste,/ tiene la cualidad de los indicios,/ no deja ver la espalda por la espalda,/ no deja ver: incita,/ es siempre la pista de otra cosa». La madeja lingüística se va enriqueciendo a media que avanzamos en la lectura de los poemas. Uno se va dejando llevar por el misterio, por una identidad que se nos hurta. El inveterado deseo de saber más nos lleva como en volandas a través de los versos y, aunque sabemos que, al igual que el poeta, nunca tendremos certezas sino aproximaciones, eso sí, verosímiles, no desfallecemos en el intento de seguir leyendo, y esa tenacidad se debe en su mayor parte a la fluidez de los versos de Luigi Amara, a la magia de sus conjeturas, al ansia de conocimiento, a llegar a un fin que, sin embargo, parece más lejano cuanto más avanzamos.

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