SILVIA PRELELZO. DRAMA Y NITROGLICERINA. SEPTENTRIÓN EDICIONES, 2016
Ben Lerner, poeta y escritor estadounidense, ha publicado recientemente un libro titulado The Hatred of Poetry (El odio a la poesía) en el que, entre otras cosas, viene a decir que odiamos la poesía —una forma, según él, de expresar el idealismo poético («a way of expressing a kind of poetic idealism»)— no sólo porque no cumple las expectativas de potencial perfección con que ha sido concebida, sino porque nos hace, como humanos, sentirnos fracasados. La poesía significa humanidad y si no podemos comprenderla, si no podemos crearla, entonces nos preguntamos si el aspecto central de nuestra humanidad ha sido desplazado, ha sido anulado. Sin embargo, no creo que el hecho de no comprender un poema o una obra de arte signifique en sí mismo algo dramático, porque el arte y la literatura, la poesía, más que comprensión, piden una complicidad gracias a la cual nos embargue una intensa emoción capaz de desestabilizar nuestro espíritu. Por supuesto, cuando se produce esta especie de cortocircuito, como ocurre en Drama y nitroglicerina, nos invade una sensación de euforia difícil de explicar. Drama y nitroglicerina es el primer libro de Silvia Prellezo, pero ya desde el mismo título, contundente y arriesgado al mismo tiempo, nos damos cuenta de que no estamos ante una poeta primeriza, sino ante una poeta con personalidad propia y sumamente consciente de que las palabras en general, pero la palabra poética en particular, poseen un entramado de significados que es preciso dominar con mano a la vez firme y delicada si no se desea ocasionar un motín, una rebelión capaz de dar al traste con esos propósitos iniciales de los que hablaba Lerner. Como digo, Silvia Prelelzo es absolutamente consciente de los riesgos que comporta y de esa responsabilidad —y de otras muchas cosas, como veremos más adelante— y de una estricta labor de depuración nace este libro.
Son varias las antologías de poesía joven que se han publicado últimamente, no sólo en Cantabria, lugar de nacimiento de la poeta (hace un par de meses apareció El hilo más firme, una muestra de siete poetas cuyas edades oscilan entre los veinte y los treinta y pocos años, en la que Silvia nos adelantaba algunos de los poemas que pasarían a formar parte del libro del que hoy hablamos), sino en el ámbito nacional, y de la lectura de algunas de ellas —Nacer en otro tiempo y Re-generación—, uno puede extraer ciertas conclusiones que se pueden adecuar a la poesía de Silvia Prellezo.
En primer lugar,—por ceñirnos a lo puramente biográfico— una gran parte de los poetas seleccionados ha cursado, o está cursando, estudios universitarios, preferentemente en disciplinas cercanas a la del ejercicio de la poesía —diversas ramas de Filología, Periodismo o Filosofía—, lo que no reviste, de entrada ninguna novedad; lo que no es tan frecuente, sin embargo, es que haya varios ingenieros, médicos o, como es el caso de Silvia, economistas entre los seleccionados; disciplinas, a priori, menos propensas a la deriva poética. Por supuesto, una buena formación académica no es un requisito imprescindible para escribir buena poesía y, además, en dichas antologías cohabitan poetas que sólo han cursado estudios básicos y su obra no desmerece en absoluto cuando la comparamos con la de sus compañeros de aventura más ilustrados. Es acaso sólo algo anecdótico, pero puede ser significativo si entendemos la indagación poética como una compensación por las precarias condiciones socio-laborales que sufren gran mayoría de jóvenes excelentemente formados.
La mayor diferencia con respecto de otras antologías generacionales radica, no obstante, en la presencia femenina, mucho más numerosa, sin duda, en la actualidad. No es necesario intentar una paridad que, en muchos casos, resulta artificial y responde a intereses espurios que nada tienen que ver con las cualidades poéticas, pero cualquier lector de poesía actual apreciará la extensa nómina de poetas femeninas de calidad que frecuentan las editoriales más sensibles con la poesía joven, como Valparaíso Ediciones o Isla de Siltolá, por eso no resulta extraño que ocupen un lugar preeminente en estas antologías de las que hablamos. La poesía de Silvia Prellezo, por las razones que más arriba he apuntado, está ausente de ellas, pero no nos cabe ninguna duda de que, a partir de este libro, ocupará por derecho propio su lugar en alguna de ellas.
Otra nota discordante con respecto a antologías precedentes es la enorme variedad de poéticas que se presentan en igualdad de condiciones en las páginas de estas antologías, reflejo de la absoluta falta de una estética predominante, lo que contribuye a enriquecer un panorama poético que en décadas anteriores ha tendido hacia un exacerbado monopolio estético que redundaba en cierta monotonía, tanto formal como temática. Dentro de esta diversidad podemos encuadrar la poesía de Silvia Prellezo, porque, como escribe el poeta canario Rafael-José Díaz, responsable de la antología Identikit. Muestra de poesía reciente, «Una de las características que podrían, si acaso, compartir los jóvenes poetas españoles, es la imposibilidad de leerlos desde conceptos o concepciones convencionales. Inventan procedimientos verbales nuevos para expresar lo que sería casi imposible decir con palabras heredadas. El mundo que comparten, convulso, desmembrado, turbio, los ha llevado al descreimiento de toda posibilidad de incorporarse a una tradición fijada, cualquiera que esta sea». Quien busque huellas de la tradición, estoy seguro de que las encontrará, porque Silvia Prellezo es una lectora compulsiva y sus lecturas abarcan un espectro temporal y temático muy amplio. Lo que cambia es la forma de recibir esas influencias y, sobre todo, el modo de absorberlas, de digerirlas, de trasladarlas a su propia escritura, como delatan estos versos del poema titulado «Reina de paraísos imperfectos»: «Creo que estoy perdiendo mi inspiración./ Y es porque cada segundo recuerdo/ que te estoy olvidando.// Debería dejar de escribir./ De alguna manera, no hago más/ que plagiar las curvas de tu cuerpo». La asociación cuerpo/página está muy presente en mucha de la poesía escrita en el pasado, como en el poeta metafísico inglés John Donne o en Jaime Gil de Biedma (más recientemente, una novela de Jeanette Winterson se titula precisamente Escrito en el cuerpo), pero, como digo, la desenvoltura al reflexionar sobre esa misma circunstancia confiere a los poemas una apariencia de novedad que resulta muy atrayente. Ocurre lo propio con otros temas tratados en el libro, un libro eminentemente amoroso, desdoblado en voces que se complementan de forma simétrica. Por una parte están los poemas de largo aliento, compuestos en la mayor parte de sus versos, por versículos que, si no fuera por los encabalgamientos, estarían muy cerca de la prosa (véanse los poemas titulados «Mi chica nitroglicerina», «Homicidio imprudente de miedos ajenos» o «Espaldas vs piernas» ) y, por otra, los poemas breves, tan cercanos al aforismo o la sentencia, como estos: «Secretos diáfanos./ Y, en cada esquina, verdades a medias» o «Es un conjunto vacío./ Existir, existe,/ pero vacío».
El punto de vista desde el que Silvia Prellezo escribe sus poemas es todo menos homogéneo. Cambia la perspectiva y, por tanto, el ángulo de visión, aunque los matices que dan singularidad a la experiencia sean similares. Esa multiplicidad se hace más notoria cuando entra en acción la ironía, muy contenida, pero de suma importancia,, como reflejan estos versos: «He buscado lo contrario a ti para olvidarte/ y, en el espejo inverso de otros labios ajenos,/ lo único que he conseguido/ ha sido recordar cada uno de tus besos». Silvia Prellezo realiza un meritorio, por sincero y desgarrado, proceso de autoanálisis en el que lo lúdico juega un papel destacado y en el que logra mantener la tensión entre lo dicho y lo sugerido, entre la elipsis y la acción con una riqueza léxica notable, en muchos casos deudora de disciplinas muy distantes de las literarias, lo que confiere a estos poemas una personalidad propia, una encomiable independencia lingüística. Drama y nitroglicerina es un libro diferente y, aunque la diferencia no sea un valor en sí mismo, demuestra que la poesía es capaz de encontrar nuevas formas de expresar los sentimientos universales. Hay muchísimo más cosas en este libro, pero queda en manos del lector encontrarlas.