STEPHEN DUNN. EN OTRO MOMENTO.TRADUCCIÓN DE ANDRÉS CATALÁN Y BEN CLARK. EDITORIAL DELIRIO, 2013
Por primera vez se traduce al español un libro del escritor norteamericano Stephen Dunn nacido en Nueva York en 1939, En otro momento, ganador del prestigioso premio Pulitzer en 2001 (Editorial Delirio,2013), traducción realizada al alimón por dos estupendos poetas de las últimas hornadas, Andrés Catalán y Ben Clark. La poesía de Dunn se caracteriza por su frescura, por su franqueza —lo que no excluye que muchos poemas estén sustentados en acontecimientos imaginados por el autor, no provenientes de su propia experiencia, lo que obliga al poeta a seguir los dictados más que de sus sensaciones, de sus intuiciones—, por una sencillez que esconde, sin embargo, revelaciones secretas y escabrosas. Sólo quien se quede en esa aparente facilidad expresiva podrá condenar esta poesía como fácil y superficial, de ser conceptualmente anodino, porque el hilo conductor de este libro es, como resaltan los traductores, la reflexión sobre la muerte, la fragilidad del ser humano, desarmado frente a tan invencible enemigo. Quizá el hecho de que ningún hombre de su familia sobrepasara los 59 años tenga mucho que ver con alguien que rondaba esa edad durante la escritura de estos poemas. Para reflexionar sobre este asunto, sin duda el de mayor trascendencia, no es preciso ampararse necesariamente en oscuras correspondencias lingüísticas y semánticas, en simbolismos o elipsis ni, por supuesto, exhibir un preciosismo formal más digno de letanías o plegarias. «Porque en mi familia lo primero que falla es el corazón/ y casi nadie supera la década de los cincuenta,/ creo que me quedaré hasta tarde con unos cuantos sinvergüenzas/ de mi elección y me resistiré a los buenos consejos.» escribe, aludiendo a esa frontera temporal infranqueable, en el poema titulado «Sesenta» y, a pesar de todo, nunca cae en la tentación del fatalismo. Existen poetas, y Stephen Dunn es uno de ellos, capaces de dialogar con lo inefable, con lo inentendible, con lo temible gracias a un lenguaje sin excesivas pretensiones, apegado a la claridad, un lenguaje con argumento, como si estuvieran conversando con un amigo o contara una historia. No es únicamente en el empleo de unas palabras y no otras donde residen los instrumentos de la indagación, sino en la adecuación del discurso a la experiencia del autor. La experiencia vital y el modo de trascenderla será entonces lo que conducirá al poeta a tomar conciencia de ella. Es de esa toma de conciencia de donde surge el poema. Importa más si consigue trasmitirla al lector, si hay una empatía emocional con él que las herramientas o el formato que haya elegido para hacerlo. Como escribe en el poema más arriba citado, «Creo que seguiré describiendo las cosas/ para asegurarme de que en verdad han sucedido».
Stephen Dunn posee una habilidad especial para hilar el discurso y para hacernos creer que sus poemas, a pesar de estar muy elaborados, son fruto de un repentino momento de intensa lucidez, de una improvisación guiada por la mano invisible del instinto. No es fácil conseguir esa apariencia de naturalidad. Muchos poetas naufragan en este intento y, sin embargo, en Dunn lo percibimos a cada paso. Cada poema parece seguir las viejas, pero no caducas, normas prescritas por Aristóteles en su poética: presentación, nudo y desenlace. Los poemas de Dunn comienzan, generalmente, con unos versos en los que contextualiza, gracias al paisaje («Desde la montaña baja una niebla sedosa», «La silueta de una montaña. Sobre ella/una oscura aureola de lluvia»); a la concreción de orden temporal («Es la hora de la sencilla nada», «Una mujer da su paseo de media tarde…») o a afirmaciones tajantes («Mis perros habían muerto y era invierno», «Es como si rezara, las palmas juntas»). Después de esta puesta en escena, de esta declaración de intenciones desarrolla el nudo de la historia, la parte más extensa, la que desnuda la trama del poema ofreciendo múltiples referencias, pormenores esenciales para llegar a la conclusión del poema, cifrada en unos versos que, dentro de su sintaxis equilibrada, ofrecen la suficiente ambigüedad como para que en la mente del lector retumben la perplejidad y la duda. Con unos ejemplos de estos versos decisivos finalizo este breve comentario sobre En otro momento, libro que merece que nos acerquemos a él sin las anteojeras del que está de vuelta de todo, sin los prejuicios inherentes a la retórica de la sencillez, ciertamente malgastada por oportunismos de toda laya. Los resumo en estos dos, pertenecientes al primer y último poema del libro, respectivamente: «Abres las ventanas al aire saludable/ que entra saludando quién sabe de dónde,/ y que dando una bocanada inhalas profundamente/ como si estuvieras bajo sentencia de muerte. Lo estás.», «Tú, que eres uno de ellos, di que amé/ a mis acompañantes sobre todas las cosas./ Con toda honestidad, di que me procuraron/ una mejor forma de estar solo».