
CANDELAS GALA. CLARA JANES. LA POÉTICA CUÁNTICA O LA FÍSICA DE LA POESÍA. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS.
No es este volumen sobre la poesía de Clara Janés la primera indagación que hace Candelas Gala sobre las relaciones de la ciencia, en concreto la física, con la poesía. Ya lo hizo en “Sinergias. Poesía, física y pintura en la España del siglo XX”, un iluminador estudio que utilizaba como referentes a poetas de la talla de Salinas, Guillén, Larrea, Diego, Alberti, Méndez o Lorca, y el cubismo en el plano artístico para mostrar los vínculos entre disciplinas solo aparentemente dispares. No abundan los estudios en este ámbito. Todo lo contrario de lo que ocurre con las relaciones entre poesía y filosofía, disciplinas que se han tenido por hermanas a lo largo de la Historia ―los filósofos presocráticos no distinguía entre una y otra―, fundamentalmente en los últimos siglos del pensamiento europeo ―en nuestro país el ejemplo más recurrente es el de María Zambrano― a pesar de las notables diferencias que las constituyen: «Mientras que la poesía es el primer habla, la filosofía sigue buscando preguntas», escribe Gala siguiendo a Giambattista Vico.
Desde el Romanticismo, y de forma notoria en la Modernidad, la poesía ha quedado reducida al ámbito de la propia conciencia, a expresar las tribulaciones del yo, por eso llama la atención leer una poesía ―no es la única― como la de Clara Janés que rompe con esos antecedentes, una poesía, en la que lo confesional queda relegado al territorio del diario o las memorias y se aventura en campos como los de las matemáticas o la física, que se han considerado durante siglos ajenos a ella ― «Mientras la ciencia a descubrir no alcance / los eternos enigmas de la vida, / ¡habrá poesía!!», escribió Bécquer―, por más que Cervantes mismo en el “Licenciado Vidriera” denominara «ciencia» a la poesía. Por fortuna, esta actitud ha cambiado. La poesía, en gran medida, ha abandonado el solipsismo y trata de encontrar remedios al desconcierto, a la inadaptación y el extrañamiento que sufre el sujeto moderno ante la sociedad actual tanto o más que la sociología o la antropología, por ejemplo. El poeta, ante la imposibilidad de conocerse a sí mismo solo con la poesía, se vale de todas las diciplinas y todos los conocimientos a su alcance. Nada es ahora antipoético por naturaleza. La ciencia se ha convertido así, más, si cabe, en los últimos tiempos, en una especie tanto de timón como de asidero, de tabla de salvación en un entorno borrascoso, hostil. La poesía de Clara Janés es un buen ejemplo de esta búsqueda interdisciplinar, como demuestra Candelas Gala en “Clara Janés. La poética cuántica o la física de la poesía”, su más reciente trabajo.
Candelas Gala rompe ese tradicional divorcio entre las humanidades y las ciencias, por más que estas últimas defiendan valores como la precisión, la comprobación empírica, el rigor, la utilidad o la eficiencia, asuntos que son primordiales en la creación poética. Además, no se puede negar que el mayor conocimiento sobre los avances científicos ha transformado el conocimiento de la naturaleza y la visión que tenemos sobre los propios asuntos cotidianos y contribuye a ir ordenando las piezas de ese inmenso puzle que es el ser humano. Una de las importantes contribuciones de este libro reside en la vinculación que la autora realiza entre conocimiento científico e intuición poética y cómo, a partir de esa vinculación, se pueden leer con otros ojos, con los ojos de la ciencia, determinados poemas, en este caso los de Clara Janés, pero hay otros ejemplos como «Cuando será el sueño» de fray Luis de León, «El sueño» de sor Juana Inés de la Cruz; las odas de Quintana, el poema «Cero» de Salinas y la obra de Ernesto Cardenal, Houllebecq o Agustín Fernández Mallo, por ejemplo. No son fáciles de asimilar, para un espíritu receptivo a la falta de normas de la heterodoxia crítica en el ámbito literario, los patrones de valor universal que defiende la ciencia porque, aunque están sujetos a la controversia y carecen de la objetividad omnisciente que pregonan, desechan por principio la ambigüedad semántica, el caos y el desorden de la conciencia que ofician como yacimiento de las contradicciones del ser humano. El caso es que no se pueden obviar las semejanzas entre la poesía moderna y la ciencia y, en el caso de Janés, entre empirismo e imaginación, entre «la realidad física y la interioridad de la conciencia». Ambas, la poesía y la física, son, en definitiva, formas de experimentar, de poner a prueba las nociones que tenemos sobre lo real, aunque los métodos y las conclusiones que se buscan sean diferentes, porque, como se ha dicho, «Un poema y una verdad científica son algo más que una teoría o una creencia: han resistido el ácido de la prueba y el fuego de la crítica». Esto, sin embargo, más que representar un problema insalvable, sirve como acicate a Clara Janés, porque «además de reconocer el conocimiento experimental que aportan las fórmulas, Janés considera la necesidad de incorporar los datos que se obtienen a partir de las sensaciones, de la materialidad del cuerpo, de la corporalidad y el carácter erótico del conocimiento».
- Reseña publicada en El Diario Montañés, 26/11/2021