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~ Literatura y arte

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Archivos mensuales: diciembre 2015

W. S. MERWIN. PARA EL AÑO NUEVO

31 jueves Dic 2015

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W. S. MERWIN

PARA EL AÑO NUEVO

Con que calma al fin

apareces en el valle

los primeros rayos de sol descienden

hasta tocar las puntas de unas pocas

hojas altas que no se conmueven

como si no se hubieran dado cuenta

y no te conocieran en absoluto

entonces, el zureo de una paloma

se llama a sí mismo desde muy lejos

en el silencio de la mañana

 

por tanto este es vuestro sonido

aquí y ahora si de verdad

alguien lo oye esto es

donde hemos llegado con nuestra edad

con nuestro conocimiento tal como es

y nuestras esperanzas tal y como son

invisibles antes de nosotros

intactas y todavía es posibles

 

Versión de Carlos Alcorta

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PEDRO SEVILLA. SERÁN CENIZA

30 miércoles Dic 2015

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sevilla

PEDRO SEVILLA. SERÁN CENIZA. COLECCIÓN DKV DE POESÍA, 9. LIBROS CANTO Y CUENTO, 2015

La poesía es tan necesaria para vivir como el agua y el pan, el poema alimenta el alma, el agua sacia la sed y el trigo alimenta el cuerpo. Sobre estos cimientos argumentales descansa la poesía de Pedro Sevilla, algo que se manifiesta ya en el primer poema del libro, «Escribir es sembrar», que finaliza con estos versos: «que la escritura alcance madurez cereal/ y que un día pueda,/ como un trozo de pan y de memoria,/ hacer de estos poemas su alimento». Serán ceniza, su nuevo libro, se acoge a la tutela de unos versos muy conocidos de Quevedo que actúan, en este caso, más que como distintivo fatalista, como divisa de una contienda encarnizada con el destino, de la que ese espera salir victorioso (la escritura, el poema en este caso, es la fiel constatación de que la batalla se está ganando). Disfrutar del sol otoñal en una mañana de noviembre significa que aún quedan fuerzas para sostener la esperanza, por más que «el tacto angustioso de la muerte» roce al cuerpo en lucha. Esta primera parte, en la que los recuerdos de la infancia tienen un protagonismo sustancial, tanto que se inmiscuyen en el presenten hasta provocar una simultaneidad temporal de doble sentido: «Hoy he sabido en sueños el secreto:/ aquel niño y el viejo soy yo mismo.// Y los dos son el viejo que esto escribe», finaliza con un poema, «Propósito» que, en la analogía con el almendro, remite a la voluntad de resistir los embates del enemigo.

En la segunda parte, la infancia es sustituida por el amor como núcleo sobre el que se despliegan los versos, el amor que «frente al mar del tiempo,/ frente a las negras barcas de la muerte» actúa como salvavidas, en el mismo sentido que lo entendía Dante, por ejemplo. Los poemas tienen un destinatario reconocible, Josefa, la mujer que ha compartido esos instantes que el poema reconstruye, recrea a la luz del presente, con más fervor que nostalgia, lo cual no es más que otra manera de supervivencia.

La tercera parte funciona a modo de coda. En ella se reflexiona sobre la muerte con serenidad. Una lápida, los muros de un cementerio, unos libros son, al mismo tiempo, signo del devenir humano, de la fragilidad y la provisionalidad de la existencia, pero también, huellas indelebles del paso por la vida, fragmentos de memoria que desafían esa fugacidad porque perviven en un futuro sin nombre. En el último poema del libro, «La luz es verdad», que tantas resonancias clásicas nos trae, se encuentra la esencia real de Serán ceniza, explicitada en estos versos: «Todo ha sido verdad, todo es verdad./ todo ha sido verdad/ porque es creación constante,/ sagrado afán de luz/ que se expande en el tiempo/ para llenarlo todo de sentido». La verdad, según decía Machado, también se inventa, pero eso a nosotros, los lectores, debe darnos lo mismo, lo que realmente importa es que gracias a la escritura los poemas de Pedro Sevilla ofrecen una verdad incuestionable, suya, pero que se convierte en nuestra a medida que avanzamos en la lectura, porque la forma serena de asumir la propia condición temporal, sin afectación ni aspavientos retóricos resulta la de un espíritu afín. La complicidad, y esto es algo que conviene señalar, nace de la enorme capacidad de empatía de sus versos, no de la conmiseración o la benevolencia. Al fin y al cabo, todos sabemos que con la muerte no se juega, pero libros como éste, consiguen, al menos, aplazarla.

 

 

¿QUÉ SERÁ DE TI? POESÍA JOVEN DE BRASIL. EDICIÓN BILINGÜE. SLECCIÓN Y TRADUCCIÓN DE LUIS AGUILAR. VASO ROTO POESÍA, 2015

28 lunes Dic 2015

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BRASIL

¿QUÉ SERÁ DE TI? POESÍA JOVEN DE BRASIL. EDICIÓN BILINGÜE. SLECCIÓN Y TRADUCCIÓN DE LUIS AGUILAR. VASO ROTO POESÍA, 2015

Como no podía ser menos, en un país de contrastes tan enormes como Brasil no tiene cabida una poética uniforme, tratándose además de la poesía más reciente que se está escribiendo, porque, como veremos más adelante, pocas cosas comunes, aparte de unas fechas de nacimiento próximas, poseen la mayoría de estos veintiséis poeta reunidos en esta antología por la autorizada mano de Luis Aguilar, poeta, traductor y periodista nacido en Tamaulipas en 1969 que cuenta con un importante número de títulos publicados tanto en poesía como en narrativa, muchos de ellos galardonados con reputados premios. Ha sido, además, usufructuario de una beca del Programa de Residencias para Traductores Extranjeros de la Fundación Nacional de Brasil, lo que, sin duda, le concede aún mayor crédito para llevar a cabo una empresa de tal envergadura como ésta, porque, sin duda, no ha resultado tarea fácil elegir dichas voces y seleccionar aquellos poemas capaces de dar una imagen cabal —aunque, inevitablemente, parcial— de la poesía escrita por las generaciones más recientes en un país con tan rica tradición literaria. Él mismo lo explica: «Seleccionar a los poetas para una antología es siempre una complicación, y más si el ojo revisor pretende tomar distancia del canon […] pensar una antología fuera del canon, donde la apuesta no es la estabilidad sino el riesgo, no el pasado sino el futuro, resulta doblemente complicado; sobre todo porque con frecuencia no se asientan con claridad las condicionantes que determinan las inclusiones».

Para llevar adelante cualquier proyecto es necesario acotar los presupuestos de los que parte y los objetivos que se pretenden conseguir. Las premisas que ha utilizado Luis Aguilar se reducen a tres: «la edad, considerando jóvenes hasta el momento del arranque del proyecto a todos los poetas menores de cuarenta años; el haber obtenido al menos un reconocimiento público —criterio éste, a mi modo de ver, cuanto menos, discutible—; y tener en su haber, cuando menos, dos libros publicados con ISBN». Nos guste más o menos, el antólogo es quién decide cómo abordar su trabajo y bajo esas condiciones hemos de leer a los autores. Hay, sin embargo, un matiz que necesita alguna puntualización. Aguilar escribe lo siguiente: «En el producto final no están todos los que son ni son todos los que están». La primera parte del aserto es una obviedad, pero uno no puede dejar de preguntarse cuánto de cierto hay en la segunda parte de la frase: «ni son todos los que están». Quiero creer que se trata de una errata, porque, de lo contario, he de confesar mi perplejidad. Ningún antólogo, si es el autor efectivo de la antología que firma, debe incluir a autores que no considera dignos de formar parte de su selección.

Dejando al margen esta minucia, ¿Qué será de ti?está integrada por poetas nacidos en su mayoría en la década de los setenta y de los ochenta —Pádua Fernandes, la de más edad, es del año 1971, mientras que Renan Nuernberger y Thiago Ponce de Moraes, ambos de 1986, son los más jóvenes—. El arco temporal que existe entre ellos es, como se ve, lo suficientemente dilatado como para que pertenezcan a generaciones diferentes, pero el objetivo de esta antología no es hacer un rastreo generacional en el sentido estricto ni siquiera estético, y esa es su gran apuesta, porque en el escaparate de estas páginas se pueden leer todo tipo de propuestas, desde las más arriesgadas como las de Márcio-André o Sergio Cohn a las más ajustadas a un canon discursivo, como Leonardo Gandolfi o Ricardo Rizzo, por citar sólo algunos nombres en esta variadísima muestra. Hay voces todavía en agraz que corresponden generalmente a poetas jóvenes y otras que poseen una personalidad incuestionable (la ya mencionada Pádua Fernandes, Marcelo Sorrentino, Anita Costa Malufe o Marília Garcia, entre otros). Podríamos mencionar otros nombres de los muchos que nos parecen interesantes, pero lo mejor de esta antología —y aquí debemos hacer mención a la extraordinaria labor que está llevando a cabo la editorial Vaso Roto, comprometida en poner al día al lector en español ofreciéndole muestras de las variadas poéticas foráneas como la polaca, la argentina, la rumana y, ahora, la brasileña— es la función didáctica que cumple a la perfección. El libro cuenta con un apéndice en el que se informa brevemente de la bibliografía de cada autor. Teniendo en cuenta que el prólogo es muy escueto, estos datos resultan imprescindibles. A partir de ellos, y después de leer a cada uno de los poetas, el lector podrá hacer su propio balance y  establecer el orden de acuerdo a sus preferencias, porque el propósito de difusión de la nueva poesía que se escribe en Brasil está con este volumen, más que cumplido.

 

TONY HOAGLAND. ECONÓMICO

25 viernes Dic 2015

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TONY HOAGLAND

ECONÓMICO

El camarero del restaurante de lujo
recibe una propina de nueve dólares para servir un vaso de vino.
La camarera del tugurio
recibe un dólar veinticinco por servir

tres platos de huevos revueltos con croquetas de cebolla,
tostadas, tocino canadiense, galletas y salsa,
más medios zumos para dos y café para todos.

Esta es la condición de la que hablaba Marx,
la que ha forjado un mundo deforme,
cuyas normas obedeces,

—cuando llega la cuenta,
y la tarjeta de crédito es aceptada,
y sobresale el recibo de su pequeña lengua

y sientes ese pequeño escalofrío que viene
siempre tanto de la parte superior

como del vestíbulo de entrada del restaurante, Andre

le desea una buena noche, señor, de verdad,
y entrechoca sus talones;
en la fonda, cuando nadie observa,

la camarera friega una mancha en la mesa
y se ríe de algo
pero nadie la oye.

 

Versión de Carlos Alcorta

JUAN MANUEL MUÑOZ AGUIRRE. UN CAMPO DE BATALLA ANTES DE LA BATALLA

23 miércoles Dic 2015

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MUÑOZ

JUAN MANUEL MUÑOZ AGUIRRE. UN CAMPO DE BATALLA ANTES DE LA BATALLA. PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA MIGUEL HERNÁNDEZ-COMUNIDAD VALENCIAAN 2015. DEVENIR POESÍA.

 

 

 

No es Juan Manuel Muñoz Aguirre (Madrid, 1959) un poeta —un escritor, porque en su haber constan la novela Un alma aparte y el libro de relatos Ligeramente a la izquierda— muy prolífico. Desde aquel ya lejano Omnia (1986) con el que se inició su trayectoria, sólo otros dos libros, Adios, dijo el duende (1991) y Hacia el viaje (2006) ha visto la luz antes del libro objeto de este comentario, Un campo de batalla antes del campo de batalla (2015). Eso sí, todos ellos han sido galardonados con importantes premios poéticos, tales como el Ciudad Alcalá, el Hiperión, el Margarita Hierro y el Miguel Hernández. Más allá de los premios en sí mismos, no cabe duda de que la poesía de Muñoz Aguirre concita esa unanimidad no de forma gratuita o extraliteraria, sino todo lo contrario, porque nos encontramos con un poeta que elabora su obra sin prisa, ajeno a la presión de la actualidad y siguiendo sólo los dictados de sus emociones, quizá por esa razón, tampoco resulta fácil adscribir su poesía a las corrientes más en boga. Su escritura posee unas características muy personales que sólo en algunos aspectos como el de la vinculación a la realidad más concreta («Mira un momento el cielo/ ahora que ha dejado de llover,/ sale del bosque,/ avanza por la calle húmeda/ y sigue hasta la casa.») o cierta estética del fracaso («La memoria es perversa./ Se odia a sí misma./ Nos odia» o «Recuerdo haber pensado/ que lo peor/ es la esperanza») le resultarán familiares a los lectores de poetas que, por edad, pertenecen a su misma generación, la llamada generación de los ochenta.

Un campo de batalla después de la batalla está dividido en tres secciones, pero se nos antoja que, salvo la más breve, la que ocupa el lugar central del libro —su título, «Las estaciones» es suficientemente elocuente— y que puede interpretarse como una especie de tregua, de bisagra entre las otras dos secciones, funcionan casi de forma simétrica, como un rostro que se mira en el espejo y ve sus facciones reproducidas a la inversa. El tema de la otredad, de la identidad escindida que aparece por primera vez en el poema «Bienvenida» guarda, desde mi punto de vista, una relación directa con el último poema del libro, que termina con estos versos: «Así creí entender/ aquella frase oscura,/ dicha en un idioma extranjero/ por alguien que pasó a mi lado,/ corriendo para huir/ de la tormenta,/ mientras volvía la cabeza/ y sonreía: si soy, soy en mí», «Suburbios» posee una innegable vinculación semántica con el titulado «Las calles», aunque en este último, la reflexión metapoética sea predominante.

Los poemas de Juan Manuel Muñoz Aguirre son eminentemente discursivos, aunque esa discursividad, ese continuum narrativo presente con frecuencia roturas, podríamos llamar, dramáticas. Son versos generalmente sentenciosos que ponen el broche a la descripción, como ocurre en el poema «Antes de mí», al que pertenecen estos versos: «Quizá el mañana sea un mal día,/ pero también pasará y aun ese/ echaremos en falta. Que no me olvide. El fin/ del mundo está muy cerca: lo que dura una vida» o «solo está quien no se entrega» del poema «Otoño». Lo mismo podríamos escribir sobre otro verso, aunque, en esta ocasión sea el primero del poema «Amanecer»: «El futuro pertenece a los muertos». Más que versos, parecen aforismos, más allá de la diferencia de las intenciones que los separa. Podemos encontrar también poemas que, sin perder la carga narrativa, se desplazan hacia una concisión verbal más desnuda, más íntima, pero no dejan de ser variaciones, indagaciones sobre una forma de decir arraigada, fiel a sus propios principios. Esa mano segura que traza las palabras no teme correr riesgos, como cuando se interna en las aguas borrosas del enseño, del más allá, como en estos versos del poema «Tricheuse»: «Ibas de sueño en sueño,/ de muerte en muerte,/ como una madre/ que recorriera/ un campo de batalla/ antes de la batalla», realmente estremecedores. Creo, sin embargo, que son los poemas que recrean una anécdota y la auscultan con el fonendoscopio de la memoria los que mejor reflejan las intenciones de Juan Manuel Muñoz Aguirre. Desde esa base que no es otra que la cotidianidad, el poeta sopesa el valor de las cosas, de las experiencias, del hecho de estar vivo, sin olvidarse de que, al otro lado del cristal, una presencia difusa saldrá en cualquier momento a nuestro encuentro. Un campo de batalla después de la batalla es un libro intenso y original. El lector que se acerque a sus poemas experimentará, a buen seguro, una especie de latigazo en su conciencia, porque la servidumbre o la indiferencia no tienen cabida en estas páginas.

 

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO. QUIÉN LO DIRÍA

21 lunes Dic 2015

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eloys

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO. QUIÉN LO DIRÍA. NUEVOS TEXTOS SAGRADOS. TUSQUETS EDITORES, 2015

 

Un nuevo libro de Eloy Sánchez Rosillo es siempre un motivo de alborozo, por más que el lector no espere alteraciones sustantivas en un decir que hace ya muchos años encontró su propio tono, un tono inconfundible que alterna la sobriedad estilística con la profundidad especulativa; una forma de decir que posee tal personalidad que hace imposible la imitación sin caer en el pastiche; un modo de percibir la realidad que, de tan cotidiano como es, está plagado de matices que lo hacen único. ¿Cómo es posible, se pregunta uno, trasladar tan altísima emoción, tanta intensidad sensorial y emotiva con herramientas tan rudimentarias? Hay algo inexplicable en este proceso, un misterio que este comentario, lo anuncio ya, no será capaz de desvelar. Uno puede recurrir a ciertas teorías críticas para analizar los procedimientos estilísticos, los tropos y otros recursos literarios que conforman el nivel semántico; uno puede examinar al detalle los recursos fónicos o morfosintánticos que con mano de experto maneja Eloy Sánchez Rosillo pero la magia de sus poemas no reside en atributos, llamémoslos así, físicos. Hay algo impenetrable que está más allá del propio proceso de escritura, más allá de lo que dicen las palabras y ese algo ininteligible, esa «intensidad indescifrable», es lo que hace que nos emocionemos con poemas como, por poner un ejemplo al azar, «Mientras amanece», de que extraemos estos versos: «Acude a mí, canción,/ dame tu levedad, ven con tu gracia.// Yo pondré mi sentir, pues de poco me valen las palabras.// ¿Lo ves?: despunta el día./ Canción, ayúdame. Di con tu música/ la luz del alba». No existe reto mayor que domesticar lo sublime con palabras tan sencillas, con expresiones tan comunes y, sin embargo, Eloy Sánchez Rosillo lo consigue una y otra vez, como si el estado de gracia que precede a la escritura fuera en él algo natural y permanente. Esta feliz conjunción demanda un don que tiene más que ver con la forma de ser y con la manera de ver el mundo (recordemos que el primer libro de Sánchez Rosillo llevaba por título Maneras de estar solo) que con ponderaciones y recursos externos, recursos, por otra parte, manejados perfectamente, porque, contra lo que pudiera pensar un lector despistado, detrás de esta dicción tan sencilla que roza a veces la confesión y otras, las más, parece una conversación con ese otro que habitó en su propio pasado, hay un trabajo concienzudo con la palabra, con el poema. Quién lo diría es un libro extenso que se lee, sin embargo, de un tirón, como esas novelas cuya inquietante trama nos impide dejarlas a medias, pero, y aquí está la paradoja, lo que cuenta Eloy Sánchez Rosillo no posee más aliciente que el de comprobar cómo no hay un día igual a otro si se sabe mirar con devoción y gratitud la realidad. No son necesarios grandes acontecimientos para dar sentido a la vida, todo lo contrario, son los pequeños detalles íntimos, como los que leemos en el poema «Sol de noviembre»: «Con qué penuria has encendido hoy,/ sol de noviembre,/ la pálida verdad de tu ascua fría./ Llegas menesteroso y aterido,/ pero te vas templando entre mis manos/ y encuentras en mi casa cobijo en este día», los que dotan a la existencia de esencia, de razón de ser. El paso de los años apenas ha hecho mella en el mirar apasionado del poeta, antes bien, sus poemas trasmiten una ansia de reconciliación permanente con todo lo que le rodea, con sus seres queridos (hay hermosos cantos de amor en este libro, como el poema …), con la naturaleza (golondrinas, estorninos, mirlos ) y con las cosas, cosas que no por vistas miles de veces, dejan de provocar asombro, como describe magistralmente el poema del mismo título al que pertenecen estos versos: «Y no hay desprotección, ni puede haberla,/ en la perplejidad que para el ojo/ es todo cuanto ve/ (este azaroso ir ineluctable/ de una emoción a otra,/ de la sorpresa al sobresalto, al ansia),/ sino el cobijo incierto de la vida». No hace muchos meses, el también poeta Andrés Sánchez Robayna editó un libro con el título de Variaciones sobre el vaso de agua (reseñado en la revista Arte y Parte y en estas mismas páginas). En él realiza una selección de poemas e imágenes en las que el vaso de agua es el protagonista. Un poema como el que encabeza el libro de Sánchez Rosillo, titulado precisamente, «Un vaso de agua», no nos cabe ninguna duda de que integraría, por derecho, propio esta selección, porque, ¿qué otros versos pueden acogerse mejor a estas palabras de Marcel Proust en las que Robayna se apoya: «El poeta […] experimenta y hace conocer con júbilo la belleza de todas las cosas, de un vaso de agua como de los diamantes, de los diamantes como de un vaso de agua…»?. Compruébelo el lector de este comentario, repitiendo en voz baja los versos finales del poema: «No sé cómo decir lo que ocurrió,/ cómo expresar que sucedieron siglos/ de redención y bienaventuranza./ Oro licuado y tembloroso el mundo,/ astilla viva yo de un súbito diamante». Cualquier palabra nuestra sólo conseguirá romper el hechizo, así que, lo mejor, será callarse y leer en la calma de la tarde estos poemas prodigiosos.

 

 

 

KAREN VOLKMAN. No entraré en el hoy…

19 sábado Dic 2015

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KAREN VOLKMAN

 

No entraré en el hoy. Me quedaré fuera. Hoy no iré a casa, iré en su lugar al mar. El hoy es un montón de trabajo, el ayer era más sabio. El ayer es un camino hecho paseando, el hoy es un estrafalario despertador con tic-tac empalagoso. El hoy ofende a todos con su difusa señal: «Yo creo». «Sí, pero». «Realmenete todavía ». «Vaya por Dios». El lenguaje que usas transforma el destino, ¿sabes que la operadora escucha todavía el teléfono? Ella ¿la de penetrante mirada y la mueca airada? Vale, ella está escribiendo cada palabra, yo no dejaría que la idefinición fuera demasiado evidente, un cúmulo de murmullos, yo no daría entrada a nadie, pero tú lo sabes mejor. Me parece que tienes excesiva desenvoltura, apenas un paso realmente más allá de la diversión. Embalaste las maletas razonablemente bien pero, ¿qué pasa con todo ese sospechoso equipaje desde el otoño pasado? Parece que estamos en una temporada tormentosa, su ojo más perspicaz decreta tornado y cicatriz. El hoy necesita unos pocos devotos más que carecen de la gracia. Pero el ayer, eco arbitrario, sabe quién eres tú.

 

Versión de Carlos Alcorta

NUNO JÚDICE. EL FRUTO DE LA GRAMÁTICA

16 miércoles Dic 2015

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NUNO JÚDICE. EL FRUTO DE LA GRAMÁTICA. TRADUCCIÓN DE JOSÉ ANGEL GARCÍA CABALLERO. VALPARAÍSO EDICIONES, 2015

El poeta portugués Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, El Algarve, 1949) es bien conocido de los lectores españoles porque su obra ha merecido siempre una atención especial por parte de traductores como Ángel Crespo, Ángel Campos Pámpano, Mario Merlino, Jesús Munárriz, José Luis Puerto o Martín López-Vega y editoriales como Hiperión, Visor, Pre-Textos, Calambur o Valparaíso se han ocupado de su obra, una obra, por otra parte, extensísima porque Júdice publica un libro de poesía prácticamente cada año (es autor también de novelas y ensayos como el titulado ABC de la crítica). Esa atención se ha prodigado aún más con la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2013.

El fruto de la gramática, traducido por José Ángel García Caballero y publicado por Valparaíso Ediciones, es el primer libro que publica tras la concesión de tan importante galardón. Estamos ante un libro extenso integrado por poemas discursivos, descriptivos que merodean en torno a un centro, alrededor de una idea recurrente, presente en cada uno de los libros, y son muchos, de nuestro autor, la reflexión de carácter lingüístico o, como escribe García Caballero en el prólogo, «En este nuevo título… sigue preguntándose por el proceso de creación, los sueños y temores que despierta. Propone una indagación sobre las posibilidades del lenguaje para entender lo que sucede, para aproximarse, tal vez, a lo real, no sabiendo muchas veces qué es metáfora de qué». Sólo alguien que tiene tantas dudas sobre la poesía, sobre su definición puede escribir tanto preguntándose por ella. Sirva como ejemplo el poema titulado «Qué es la poesía», del que recojo estos versos que parecen responder al enigma: «Una frase más larga/ de lo habitual, en vez del discurso/ equilibrado y conforme a los hábitos/ de la dicción; o un raciocinio que nace de discusiones/ técnicas sobre las reglas que debería seguir el poeta/ para llegar a su objetivo: he aquí, sólo aquí,/ dos motivos más que suficientes para que se declare/ que este poema no lo es». Como se ve, la incertidumbre sigue presente y continúa siendo el motor de sus reflexiones, reflexiones que, por otra parte, podrían formar parte de cualquier manual que se utilice en los talleres de Escritura Creativa.

Como no podía ser de otra forma, la metapoesía no es el único asunto sobre el que giran estos versos, versículos en muchas ocasiones, hay una presencia constate de la ironía, como, por ejemplo, en el poema «Zoología: otros gatos», «Revoluciones» o «La crisis». La melancolía de tono más lírico tampoco escasea, incluso protagoniza poemas como «Rosa de otoño», como podemos comprobar en sus primeros versos: «Esta mañana que entra en la ventana,/ con el frío sobrante de la noche y el gris/que va a vestir el día, está compuesta por trozos de tiempo, restos/ de color y esquirlas de memoria,/ que voy pegando en la superficie/ blanca de mi alma». La rememoración de la infancia, unida a una concepción del tiempo circular que va tomando forma a partir de anécdotas o imágenes concretas y se despliega hacia una «reflexión/ sobre la belleza de lo efímero» vertebra la poesía toda de Nuno Júdice, aunque acaso en este libro se muestre más evidente en la sección «Nueve retratos de familia» en los que, a partir de fotografías de sus antepasados, ensaya una suerte de ambiciosa écfrasis porque describe no sólo lo que ve, sino lo que piensa la persona retratada: «…o apenas hacia la puerta cerrada, que ella desearía/ trasponer para liberarse del instante del flash». Un poema como «Enigma» podría insertarse en cualquier tratado de fotografía y sus conclusiones no están lejos de las de Susan Sontag, por ejemplo, cuando habla de la transición del observador imparcial que se suponía que habitaba en todo fotógrafo a la evidencia de que la imagen está sujeto a los guiños de su mirada particular. El fruto de la gramática finaliza con el apartado titulado «Ocho fragmentos», colección de poemas en prosa que parecen fragmentos de un diario, no por estar circunscritos a una fecha determinada, sino porque parecen sujetos a una temporalidad cotidiana no exenta de retales oníricos que dotan al poema de un halo de misterio que también se encuentra en los mejores retratos diarísticos, esos que huyen de la realidad más plana, de la objetividad más descriptiva para revivir en la palabra las múltiples y complejas caras de la existencia, aunque para ello se valga de un lenguaje culto pero sencillo (Nuno Júdice es un poeta cultísimo que utiliza con destreza variadas tradiciones filosóficas y literarias). Al comenzar este texto, hablamos de las dudas que el autor mantiene acerca de qué cosa sea la poesía. Lo que sí parece tener claro es lo que no es la poesía, y en el poema titulado «Antipoética» señala, por exclusión, las fronteras entre ambos significados, para acabar escribiendo que «lo que vino después ya no cabe aquí para/ que no digan que este es un poema de amor,/ o que estoy cayendo en el pecado del romántico,/ en un exceso de sentimentalismo, y mucho menos/ en una tentativa de huir de la pura realidad de ese día». Como verán es una invitación abierta para que cada lector no se quede en la superficie de esos significados y extraiga sus propias conclusiones.

 

ANDRÉS GARCÍA CERDÁN. BARBARIE.

14 lunes Dic 2015

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ANDRÉS GARCÍA CERDÁN. BARBARIE. PREMIO ALEGRÍA. COLECCIÓN ADONÁIS. EDICIONES RIALP, 2015

 

No se puede obviar que la proliferación de premios, tan controvertida en muchas ocasiones, resulta necesaria para difundir la poesía, sobre todo en un momento como el actual en el que la verdadera poesía está siendo fagocitada por ripiosos y sentimentaloides desahogos —«sensiblería de aficionados» lo definió Kenneth Rexroth—, cuando no por contestatarios de cartón piedra que presumen, en muchos casos, de no haber leído un libro en su vida pero consideran imprescindible dejar por escrito sus “originales” sentimientos, sus ideas “innovadoras” y “revolucionarias”. Así nos va. No puedo ocultar que siento vergüenza ajena, pero, sobre todo, indignación cuando hojeo uno de estos libros o cuando verifico que están usurpando el lugar —mermado, de manera inmisericorde, ya hace años— de la poesía en las mesas y estanterías de las librerías.

Una gran parte de los premios de los que hablamos llevan aparejada la publicación del libro, el mejor premio para el poeta, ver publicado su libro, como ocurre con el Premio Alegría, que en los últimos años ha encomendado esa labor a la colección Adonáis, colección que posee, sin lugar a dudas, el más pródigo y significativo catálogo de la poesía española desde la posguerra hasta nuestros días. Pocas colecciones, además, disfrutan de tan esmerada factura y de tan amplia difusión, razones que contribuyen a hacer más atractivo un premio de poesía como este que, por otra parte, posee una dotación económica tentadora.

Andrés García Cerdán (Fuenteálamo. Albacete, 1972) tiene en su haber diferentes galardones y una obra poética —ha escrito también ensayos como Desde la poesía de Julio Cortázar y ha fundado revistas literarias, como Los Deseos, Magia Verde o Thader y es integrante de la banda indi-rock Los Leñadores— lo suficientemente amplia como para asegurar que es una de las voces más pujantes de nuestra actual poesía, algo que será le fácil constatar a quien se acerque a libros como Los nombres del enemigo (2000), La cuarta persona del singular (2003), Carmina (2012) o La sangre, editado por Valparaíso Ediciones este mismo año.

Barbarie es un libro que posee una unidad admirable, no tanto en lo formal, sino en cuanto la idea motriz de los poemas, una idea que podríamos sintetizar en estos versos del primer poema: «Este poema explota en ti:/ tú eres el estallido», y es que en todos y cada uno de los poemas el lector se verá impelido a sortear las cargas de profundidad ética y moral que arrojan hacia lo más hondo de la conciencia estos versos, si no quiere que le exploten dentro de sí, porque «el pan nuestro de cada día» no es otro que la marginación, la desubicación, la miseria y la frustración que sienten muchos de nuestros conciudadanos ante las penosas circunstancias que nos está tocando vivir. Este rearme moral, esta crítica implacable de la realidad no descuida en ningún momento el rigor compositivo, un rigor en el que se alternan poemas de marcado acento histórico (véase el poema titulado «Ludus Magnus») que funcionan como analogía del presente y nos ayudan a entender, ¿a desvelar? los acontecimientos actuales, descritos con sobriedad, con el tono cómplice de la veracidad, en el poema de reminiscencias kavafianas «Los bárbaros», que finaliza con estos versos: «Sobrevive la piedra, ennegrecida y vil,/ la tierra ensangrentada sin sus frutos./ Sobrevive la infamia de saber/ que somos la alimaña más dañina,/ más inconsciente y más cruel del mundo» junto a otros en los que una experiencia habitual, como el hecho de comprar una fresas en el mercado desencadena una serie de espantosas relaciones. ¿Es esta una poesía del compromiso?, podríamos preguntarnos. Atendiendo a este párrafo del profesor Juan Carlos Rodríguez: «Hablar de poesía comprometida, desde el siglo XVI-XVIII hasta hoy, no significa en primera instancia más que la necesidad ineludible de intentar decir “yo soy”. Yo soy sujeto libre, yo soy mujer, yo soy gay, yo soy afroamericano, etc. El compromiso con el yo-soy es en consecuencia el verdadero compromiso del discurso literario actual. Con lo cual sucede que prácticamente nadie se encuentra des-comprometido (aunque casi nadie diga creer en el “compromiso” puesto que nadie es un “yo vacío” sino un “yo soy” lleno: lleno de juicios sintéticos a priori sobre sí mismo, sobre el mundo, sobre la escritura», no lo ponemos en duda, pero desechemos prejuicios trasnochados, ese compromiso no está reñido en ningún momento con una poesía cuidada, de alta calidad, algo a lo que nos tiene acostumbrados Andrés García Cerdán, quien sabe ampararse en buenos maestros (Valente se deja traslucir en algunos poemas), como el magistral Eloy Sánchez Rosillo, a quien está dedicado el excelente poema «Eloy», de quien recibe estos consejos trasmutados en versos: «…poner el oído atento/ al rumor y al latido de las cosas/ para celebrarlas después/ con todo su esplendor,/ con toda su increíble intensidad,/ en el poema». Después de leer Barbarie, no nos cabe ninguna duda de que el alumno ha superado el examen que supone descubrirse ante los lectores con matrícula de honor.

 

MARK LEVINE. ENTONCES

12 sábado Dic 2015

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MARK LEVINE

ENTONCES

Nuestro ahorro construyó un cobertizo

en el cual almacenar

nuestros juegos. Veo un cielo.

Una nube hecha por la mano de un carpintero.

 

Veo un cobertizo,

un asunto cotidiano con tableros

de partículas y bisagras de acero.

Todos nosotros en posición de firmes, sintiéndonos

—mi familia y yo—

(y yo era más joven y nosotros estábamos todavía allí)

como propietarios. Dueños

de un patio.

 

Vi una fuente, cuya

agua se filtra en otro lugar.

 

Entonces había escaleras para esconderse debajo de ellas

con las termitas.

Mira: yo no era YA ese joven. Había

hecho algunas cosas moralmente

reprochables, incluso otras. Nos mantuvimos

firmes en el cobertizo al final del día entre

baldas y ganchos de seguridad y casi

estupefactos. Hay un instante,

un instante antes de la filtración.

 

Veo un instrumento

abandonado sobre la hierba como un nuevo pensamiento

pintado durante la noche

con pintura fluorescente.

 

No me vi obligado a dejar ese lugar, pero lo hice.

Todos lo dejamos. Cada uno

por diferentes motivos (extractivo/ amargo/ cesante/ elaborado)

y el propio patio amortiguó la noche.

La decision de mi padre fue:

Vamos. Eso fue

cuando ellos se lo usurparon.

Y arrancó el césped con sus uñas.

Y encontró un laberinto de pasadizos

repletos de mierda. La cual luego fue vendida,

más que subastada.

Entonces miró, cómplice.

Y cómo lo soportó.

 

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