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~ Literatura y arte

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Archivos mensuales: septiembre 2020

ISABEL FERNÁNDEZ BERNALDO DE QUIRÓS. EL AIRE QUE ROMPE LA NIEBLA

28 lunes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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ISABEL FERNÁNDEZ BERNALDO DE QUIRÓS. EL AIRE QUE ROMPE LA NIEBLA. EDICIONES VITRUVIO

Ediciones Vitruvio, la editorial que publica el nuevo libro de Isabel Fernández Bernaldo de Quirós (Mieres, 1947), El aire que rompe la niebla —y que ha publicado sus anteriores títulos: Al son de las marcas (2014), Luz velada (2015, Las farolas caminan la calle (2017) y La senda hacia lo diáfano (2018)— lleva décadas editando poesía, y lo hace manteniendo una fidelidad a sus coordenadas estéticas digna de elogio, más aún con las complicaciones añadidas en los últimos tiempos.

     Isabel Fernández es una poeta que ha comenzado a publicar relativamente tarde, si nos atenemos a lo que dictan las modas actuales, tal vez porque las obligaciones que le imponía su profesión (un caso similar es el de María Luz Quiroga, con quien, además, compartió ocupación docente) no le permitieron explorar con la debida serenidad las exigentes servidumbres de la escritura. Pero, como ocurre con frecuencia, este aparente perjuicio, posee también varias, y no menores, bondades. La primera de ellas hace referencia a la acumulación de experiencias tanto vitales como culturales, haciendo hincapié en estas últimas, sobre todo en el bagaje libresco, y no solo literario, que los años proveen y que la escritura, de forma involuntaria, absorbe. La segunda tiene más que ver con la propia manera de entender la escritura y, por ende, la publicación. Las prisas, comprensibles, que acucian a los jóvenes por ver publicado su primer libro no surten aquí efecto. Una tercera ventaja, que guarda relación directa con la anterior, es la de escribir ajena a las modas y solo guiada por la necesidad, una necesidad que lleva a nuestra autora a extremar el cuidado en la selección de los poemas («Elimino un poema / y otro / y otro…»), para dar a la imprenta un libro representativo de su quehacer (por supuesto, la publicación tardía no lleva implícito que no se haya frecuentado la escritura durante años) un libro homogéneo y unitario, aunque, como en este caso, haya pequeñas divisiones marcadas por sendas citas, divisiones más de carácter formal que argumental.

     La propia experiencia del amor se vive de forma distinta con el paso de los años, sin la desesperación del joven amante atormentado por la ausencia, y sí con la melancolía que provoca el apaciguar esa emoción, a veces un tanto desbocada como reflejan estos versos: «… y paladeo, / serenamente, el amor / con que te he amado». Este amor sosegado y fértil, un amor conyugal y fecundo, lejos de la pasión adolescente o de la exaltación del amor clandestino —poéticamente muy fructíferos— posee diferencias de grado que se proyectan en la experiencia del personaje que las condensa en la escritura, personaje del que solo podeos intuir si comparte atributos con la autora o no, aunque esto carezca por completo de relevancia a la hora de leer los poemas: «Somos, después de tantos años compartidos, dos confidentes solitarios / que intentan descifrar / el genoma que sustenta el amor / y la naturaleza química / de la mirada que no necesita mentir». El epígrafe de Pedro Salinas que encabeza esta sección explica la perspectiva temporal desde la que se han escrito los poemas. En la segunda parte —recordemos que “El aire que rompe la niebla” no posee divisiones propiamente dichas—, el tema que vertebra los versos es la vuelta a la infancia El recuerdo se cristaliza en versos medidos, pausados, proclives a la meditación: «Mieres es carbón en mis ojos. / Soy una niña» que más que nostalgia, trasmiten cierta desolación. Sin embargo, el tono general no es ese. Isabel Fernández Bernaldo de Quirós rememora aquellos años sin acritud, pero no mitifica la infancia: «Los árboles de la alameda / por la que transita la vida / se niegan a perder / las hojas de la memoria». Y es que la memoria es selectiva y conviene ejercitarla para que no eche en el olvido el sufrimiento o la angustia, no en vano estas forman parte, en similar medida, que la alegría o el placer, aunque —dicen— la asunción del dolor forja la identidad, endurece el carácter (y ya sabemos que carácter es destino). En el poema titulado «Decepción», por ejemplo, que finaliza con estos versos: «Quejidos que claman comprensión / ante una amistad que calla / lo que fuimos / lo que somos / lo que ya nunca / seremos. // Triste final / tejido a la sombra de mi inocencia», la amargura y la sensación de derrota que prevalece sobre los momentos de exaltación, pero, por fortuna, no siempre es así («Resiste aunque vacile tu voz. / Aunque tu conciencia no sea. / Resiste»), pese al creciente escepticismo existencial, porque que uno toma conciencia de quien es: «Reconocerse / es pensarse / y mirarse / y sentirse / nada / en el silencio amargo / de la voz huida. // y fingir que no duele». Paradójicamente, el paso del tiempo no se vive en estos poemas con especial dramatismo, aunque no se pueda ignorar, ni con el auxilio —precario, es cierto— de las palabras, su efecto, como vemos en estos versos que pueden resumir el motivo central de este libro templado con el fuego de esa emoción recordad en la tranquilidad:  «El tiempo es… […] Preludio y fin. / Lamento de la consciencia».

* Reseña publicad en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, el 25/09/2020

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EMILY BLUDWORTH de BARRIOS. MIS PENSAMIENTOS MÁS OSCUROS

27 domingo Sep 2020

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EMILY BLUDWORTH de BARRIOS

Mis pensamientos más oscuros

Mis pensamientos más oscuros son como introducir a Estados Unidos en una funda.

Un Estados Unidos que se pliega en un mapa    ¿Qué se siente

al crecer dentro del país más poderoso?     Nada especial por supuesto

¿Qué se siente al vivir dentro de esa economía que te presiona

hasta aplastarte?     No fue tan dramático, estábamos bien.

Mi infancia es un museo de los suburbios en la década de 1990.

Detrás de un vidrio: un trampolín, un fax, los números de teléfono de mis amigos memorizados

¿Qué frutas comiste de niño?

Solo plátano sandía manzanas Red Delicious y (muy caras) fresas como premio

Más a menudo fue la idea de fruta, algo con sabor a fruta.

Tarta de fresa.     ¿Qué tiene dentro?     Una mancha de azúcar de color rojo oscuro

Tan roja como la fresa.     Oh, no lo sé.     Una mancha de emoción

¿Cómo fue crecer dentro del país más poderoso?

Por un lado, la nación balanceaba la cabeza y pateaba con las pezuñas

Por otro lado, comíamos lo que nos decían que era comida, les creíamos siempre

Era comida     Sabíamos que lo que nos decían era verdad

 Versión de Carlos Alcorta

 

PUREZA CANELO. PALABRA NATURALEZA

26 sábado Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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PUREZA CANELO. PALABRA NATURALEZA. EDITORIAL FUNDACIÓN ORTEGA MUÑOZ, 2020

Una de las constantes principales sobre las que gravita la poesía de Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946) es la preocupación, de orden metapoético, por el origen de la propia poesía, por el origen del poema y por la capacidad  —o, más bien, la incapacidad— de la palabra para ser el vehículo fiel capaz de trasladar a la página la emoción y el pensamiento: «Dices “árbol” y es otra cosa. Pisas surco y el sonido pertenece a este mundo», escribe Pureza Canelo en el primer poema de este volumen, que no es otra cosa una especie de poética titulada «Aproximación impura» en la que establece un diálogo —diálogo, por lo demás, presente en toda su poesía— entre el poema y la Naturaleza, pero no al modo de los románticos ingleses, seducidos más por la emoción y el misterio que provocan en una mente proclive a idealizarla, a endiosarla —como, de hecho, idealizaron el acto poético—, que por una mente que procesa una imagen aséptica, fiel a lo que representa. Pureza Canelo, sin renunciar a lo intuitivo, racionaliza esa emoción, la intelectualiza, como deducimos de este párrafo entresacado del mismo poema: «Palabra y Naturaleza reinan por sí mismas. La Naturaleza está ahí y la Palabra hay que buscarla para ella. Es el azar de la escritura cuando las palabras milagrosamente se “acoplan” a los lugares contemplados que merecen ser canto […] Naturaleza y su poder de presencia, Palabra y su constante provocación».

     Pero en Palabra Naturaleza, antología preparada por la propia poeta, podemos rastrear con nitidez los múltiples registros de la poesía de Pureza. Uno de ellos —además del citado—, y de gran importancia, es el memoralístico, pero no piense el lector que va a encontrar en estos poemas una concatenación de recuerdos que remitan a experiencias más o menos decisivas de su biografía. El modo de acercamiento es intuitivo y alusivo. Nunca se reduce a lo anecdótico, sino a lo intemporal, a lo esencial de dicha experiencia: «Mi primer poema / lo dediqué al junco, / a la veleta en el horizonte, / a mis perros que ya corrían para alcanzarme / y morder de mi gaviota», escribe en un poema de su primer libro, Celda verde (1971) aquí recogido. Y es que la palabra de Canelo, la «palabra válida» de la que hablaba Stefan Zweig, no sirve para lo consuetudinario, sino para lo imperecedero y esto, como se ve, es un propósito de nuestra autora desde sus más tempranos poemas. Toda antología supone un regreso a las fuentes que dieron lugar a los poemas, un modo de enfrentarse a quien uno ha sido, un reconocimiento de los sucesos que han tenido mayor significado en nuestra vida, un reencuentro con emociones olvidadas y una especie de revisión y de actualización de los principios estéticos que han sido norte de la escritura. La presencia de la Naturaleza, de la confluencia entre el tiempo y la materia como germen del pensamiento poético es notable desde sus primeros libros: «Eran el primer caos de unión / y los musgos entre las nubes / y aguas puras en la roca / y las aguas en el aire / aquí puedo reconocerlas. / Las arenas divisibles y vibrátiles / se organizaban, y lejísimos, me organizaban». ( del poema «Palabras con Luis» de El barco de agua, 1974), como lo es también la manera de ver, la forma de observar cuanto sucede alrededor, cualidades que definen la personalidad de cada poeta. Si ni se ve, aunque se tengan los ojos abiertos, no se puede vivir consciente, sino atemperado, mohíno, sin capacidad de resistir los embates de la vida:  «Si cierro los ojos / y pongo en mi pecho como blanco / de tus ojos, / dirás que no he hecho nada, / acaso una estancia del deber / que a solas cumplo». La mirada además, en la poesía de Pureza, noen vano esta es la que recrea en la página las imágenes que capta la retina: «Por la palabra / he ganado tiempo a la oración / que en los atardeceres me precipita / en las piedras que todavía me quedan / en las casas del tiempo y de lo convenido / por mis ojos», unos ojos que, como sucede en Juan Ramón Jiménez («La escritura de exigencia universal asiste a quien se atreve a buscarla y agujerear mundos», dice Pureza), buscan la trasparencia, cualidad suprema de la emoción, del cuerpo que ama y piensa, de la más noble belleza, esa belleza tan a mano y que, sin embargo, no sabemos apreciar, acaso porque se esconde «donde se viste / el aire»., en plena Naturaleza, porque «En la ciudad no sienten el prodigio de la fibra; yo sí atrapada en el eco , traslación de crecimiento por lugares amados».

     Toda la obra de nuestra poeta está recorrida por ese intento de esclarecer lo que en la escritura se emborrona, se pierde, se transforma. La Naturaleza, como observamos en la última sección del volumen, es la casa del ser, el lugar donde la poesía se manifiesta y trata de dilucidar sus contradicciones, pero el muro infranqueable del lenguaje circunscribe el ámbito en el que dichas contradicciones pueden resolverse sin apropiarse en exclusiva de la verdad, por una parte, y sin distorsionar en exceso el significado consciente por la propia experiencia del sujeto, porque, tal y como escribe, «el verso dice llueve sobre el campo y no está lloviendo, o la naturaleza puede ser noche cerrada y decir mírame en colores sin límite: lo que es circular posibilita en canto y ofrece su mejor ocasión» y es que, como dice Andrés Ortíz-Osés, en palabras que se ajustan como un guante a la poesía de Pureza Canelo, «la poesía no es literal sino literaria, metafórica, simbólica, no es lineal sino quiebro o quebradura, no cabalga sobre lo real sino que se inmiscuye surrealmente en lo real, no es expansiva sino impasiva, y no es extrovertida sino introvertida, no es asimiento sino desasimiento»,

     Pureza Canelo defiende —y practica— una poesía sin concesiones, rigurosa, elaborada con tenacidad, exprimiendo el significado de las palabras hasta condensar la esencia de su decir, como expresa con contundencia en este párrafo: «Mundos de ayer revierten unidos. Es mi única verdad. No se busque otra luz. Ni se mezclen lectores intrusos en una escritura rendida a lumbre: los que dicen la poesía es difícil, no se entiende, según el cerebro de la soberbia y la oquedad de la ignorancia. A esos los quiero fuera de mi vista» y, por ende, entiende la labor del poeta como la del místico, que anhela, en este caso, no la comunión con Dios, sino con la Naturaleza, por más que, visto desde la perspectiva del panteísmo, entre uno y otra no haya diferencias insalvables. De hecho, en la poesía de Canelo ese anhelo de armonía, de equilibrio y de belleza supremas remiten directamente, sin nombrarlo, a un orden celestial y es función del leguaje poético captarlo, hacerlo suyo, más cuando, como ahora, se revisita el pasado desde un otoño vital que conserva plena la memoria.

Palabra naturaleza

RAFA GARCÍA JOVER. INTRODUCCIÓN Y NOTAS

24 jueves Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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RAFA GARCÍA JOVER. INTRODUCCIÓN Y NOTAS. BORIA EDICIONES

No tenía referencias de este poeta, Rafa García Jover (Sant Joan de Alacant, 1971) hasta que cayó en mis manos, Introducción y notas, su primer libro, con un título que sugiere que estos versos son solo el preámbulo de una obra copiosa que espera el momento de ver la luz. No nos importa decir que, a tenor de lo leído aquí, sin duda merece la pena que sea cuanto antes. 

     Introducción y notas esta dividido en cuatro secciones. En la primera de ellas, «Ars poetica», como su título índica, predomina la reflexión metapoética, una reflexión que resulta imprescindible para conocer los parámetros estéticos entre los que se oscila la poesía de García Jover, parámetros que se establecen alrededor del símbolo —aunque para él la poesía sea «algo físico» y, por tanto, difícilmente impreciso— como traslación poética de motivos cotidianos  —cotidianos son también los sueños—, no hay más que leer el poema titulado «Poema de la experiencia (Denostado)» para comprobarlo.

     «Ser (es) Marica (s)» es la segunda sección, heterogénea en su formulación—hay abundantes referencias tecnología actual: wifi, router, selfie,— pero con una mirada a la infancia, al pasado —«El pasado, nuestro pasado que va creciendo / a doble velocidad que nuestros cuerpos, / se convierte en nuestra sombra…»— como origen de ese distanciamiento emocional que se produce entre el yo y el entorno: «Nunca tuvisteis en cuenta que el sexo / era la morada de los dioses y caminabais / entre las marañas con la única obsesión / de convertir vuestros recuerdos en paraísos perdidos, / de cimentar vuestros recuerdos para su recuperación». Hay, además, en estos poemas una reivindicación de origen antirromántico, la sensación ilusoria de la belleza, una sensación que produce también lo feo, lo imperfecto, lo inacabado.

     La «Teoría de la evolución», poema con el que finaliza la tercera sección, resume con precisión las nuevas formas de relacionarse con el entorno y las configuraciones sociales que impone considerar «el aeropuerto como moderno paradigma de la / adaptabilidad al sistema». Finaliza el libro con la sección «Notas» (debemos, pues, considerar todo lo precedente como la primera parte del bin0mio del título, la «Introducción»), sección que para mi gusto contienen los mejores poemas del libro, como el titulado «Las artes incoherentes», un breve, pero esclarecedor, estudio de sociología —hay otros en este libro— en el que, no sin cierta ironía, Rafa García Jover, escribe, después de desgranar sus facultades para el arte y la literatura: «¡Todo ha sido mérito mío! ¡Esfuerzo solitario, dedicación / absoluta! ¡Todo, todo, todo porque soy un genio!» y la poética que encierra el titulado «Muerte mineral» que, por ser breve, transcribo completo: «Traduzcamos al poeta / y dejemos en paz la poesía. // El poema, / lo único inédito, / vulgar si se le exhibe, / banal si se ignora. // Sólo así arderá el deseo». Como dice Juan Antonio Olmedo en el prólogo, este libro de poemas «contiene todo lo que se espera de un buen libro de poesía: originalidad, introspección, reflexión a partir de la actualidad y dominio tanto del lenguaje como de la técnica». En cuanto se adentren en sus páginas podrán comprobarlo.

JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ. MARÍA ZAMBRANO. EL CENTRO OSCURO DE LA LLAMA

21 lunes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ. MARÍA ZAMBRANO. EL CENTRO OSCURO DE LA LLAMA. EDITORIAL CIUDAD NUEVA.

Afortunadamente, la figura y la obra de la pensadora María Zambrano (1904-1991), una de nuestras intelectuales más importantes del pasado siglo, no ha perdido un ápice de notoriedad desde su fallecimiento, al contrario de lo que ocurre con muchos de nuestros más renombrados escritores —Camilo José Cela o Francisco Umbral, sin ir más lejos— postergados, no sé si de manera definitiva, apenas transcurridos unos años de su muerte. En los últimos años, parece que definitivamente acabada la edición de sus obras completas, se suceden libros que tratan de desentrañar la compleja personalidad de la escritora, como el imprescindible María Zambrano. Mínima biografía, de no de los mejores conocedores de la filósofa, Jesús Moreno Sanz, publicado el pasado año. No quedan, pues, por desvelar grandes aportes a la biografía de nuestra autora pero si hay lugar, y lo habrá durante años, para especular sobre su obra, de una complejidad solo comparable a su originalidad, pese a la claras influencias que trasparentan sus escritos —Gómez Toré menciona algunas de las más relevantes: «desde luego Ortega y Gasset, pero también Platón y los presocráticos, Plotino, Séneca y la escuela estoica, Leibniz, Spinoza, Nietzsche, Scheler, Heidegger…», a los que podríamos añadir Galdós, Jung o Massignon, entre otros—. Ese es el cometido que ha emprendido José Luis Gómez Toré, poeta, pero también ensayista que investiga sobre los frutos y consecuencias del acto poético y de la relación de este con otras disciplinas, como la filosofía, asunto que cifró muchas de las reflexiones más intensas de Zambrano. Para ello ha concebido un libro, subtitulado «El centro oscuro de la llama» que busca, tirando en ocasiones del hilo biográfico, dilucidar de lo que la autora objeto del estudio llamó «razón poética», génesis esencial de su pensamiento.

     El estudio María Zambrano. El centro oscuro de la llama, o lo que es lo mismo, «la razón poética», esa especie de bisagra conceptual entre poesía y filosofía, está precedido por unas palabras del poeta y editor Javier Sánchez Menéndez, buen conocedor también de la obra de la filósofa que afirma: «Toda la obra de María Zambrano es una reflexión y una indagación permanente sobre el significado de la poesía, de una poesía como piedad; el pensamiento debe concordarse con la poesía porque es su gran aliada y la única capaz de solventarnos “de lo otro”, de aquello adonde el pensamiento no puede llegar solo». No hay lugar a dudas de que la relación de la poesía con la filosofía, como señala con acierto Gómez Toré, fue un preocupación permanente que se remonta a las reiteradas lecturas que la malagueña hizo de Platón y continuó durante todo su trayectoria creadora (no en vano, su relación con poetas fue muy estrecha: Luis Cernuda, José Ángel Valente, José Miguel Ullán, Antonio Colinas o Amalia Iglesias, en distintos momentos de su vida, contribuyeron con su saber a perfilar el pensamiento de nuestra autora. Y es que, como deja escrito Gómez Toré, «para Zambrano, el decir metafórico, lejos de constituirse en un decir insuficiente y preludio en todo caso de la claridad filosófica, revela precisamente ese terreno intermedio entre lo luminoso y lo oscuro en que se sitúa la razón poética». Si este es el núcleo de su pensamiento, no por ello otros temas quedan subordinados en su extensa obra, obra que, lo diremos ya, podemos calificar de asistemática, sin método —aunque Gómez Toré dice que «tal apreciación no pasa de ser una lectura superficial» y es muy probable que esté en lo cierto, ya que la propia Zambrano escribe que «la verdadera experiencia no puede darse sin una especie de método, puesto que toda experiencia lo es de un ser que ya está en camino. Pero al mismo tiempo el método, en tanto que determinación de las condiciones de la experiencia, se sobreimpone al brotar de la experiencia privándola de su inocencia», eso sí, «Método y no sistema», aclara—, de fragmentaria y digresiva, aderezada con unas gotas de hermetismo que en algunas ocasiones producen cierta confusión, aunque la ambigüedad, la falta de precisión y la polisemia son características innatas del lenguaje connotativo, tan usado por nuestra autora. Un lenguaje que, consciente de sus límites, de la inefabilidad inherente al pensamiento que desea plasmar, sirve a María Zambrano para expresar sus reflexiones en torno de la política —asunto casi tangencial en su obra, pero como escribe Gómez Toré: la «dimensión ética lleva necesariamente una dimensión política»—, del exilio («el exilio ha sido como mi patria»), de la alteridad del ser, de ese «pacto constante entre lo que se es y lo que se quiere ser»; de los sueños y de la dimensión temporal a ellos asociada: «… el sujeto está en sueños privado de lo que el nacimiento da ante todo, aún antes que conciencia: tiempo, fluir temporal».  No se agotan en esta forzosamente reducida enumeración los temas que aborda este ensayo ni el pensamiento de una autora casi inabarcable como es María Zambrano, pero José Luis Gómez Toré ha trazado con rigor y amenidad las líneas de su pensamiento y deja abiertas las puertas para aquellos que deseen abordar el origen de tanta lucidez.

* Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, el 18/09/2020

C. D. WRIGHT. UN GRAN SER

18 viernes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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C. D. WRIGHT. UN GRAN SER. EDITORIAL LIBROS DE LA RESISTENCIA.

No hace mucho comentábamos en esta misma revista el libro Está con, de Forrest Gander, pareja de C. D. Wright, y hacíamos alusión a la peculiaridad de un título que provenía de la dedicatoria del último libro de su esposa, publicado póstumamente, ShallCross: «for Forerst… be with». C.D. Wright murió inesperadamente el 12 de enero de 2016, seis días después e cumplir los 67 años, al parecer tras sufrir una trombosis mientras dormía. Había nacido en Mountain Home, Arkansas, una localidad fagocitada por los Ozark, el 6 de enero de 1949. Pronto se interesó por temas sociales como la inmigración ilegal o la situación de los reclusos en las cárceles del país, y este interés lo plasmó en su poesía. Su primer libro, Habitación alquilada por una chica soltera, data de 1977. Desde entonces y hasta su muerte dio a la imprenta más de quince títulos, por algunos de los cuales recibió importantes galardones como el Griffin Poetry Prize, el National Books Critics Circle Award o el Leonore Marshall Poetry Prize. One Big Self: An Investigation (Un gran ser) fue publicado en 2007, aunque una primera versión de dicha obra vio la luz en 2003, bajo el título One Big Self: Prisioners of Louisiana, con fotografías de Deborah Luster, de las cuales, dos se han incluido en la edición española. A medio camino entre el ensayo —sobre todo en las páginas iniciales, que a modo de preámbulo, nos introducen en el ámbito estrictamente poético— y la poesía, el libro describe con crudeza las condiciones de vida de los reclusos: «Conduciendo por esta parte de Louisiana puedes pasar por cuatro cárceles en menos de una hora», escribe al comienzo del libro. La impresión que le causa la visita a esta cárceles es casi indescriptible: «Algo sobre el extra-realismo de esa institución en particular me llevó a rehusarme, también la resistencia de la poesía a las convenciones de la escritura probatoria, a pesar de ejemplos de primera categoría de lo contrario: Mandelstam, Akhmatova, Wilde, Valéry, Celan, Desnos, etc.». Como se puede apreciar en este breve fragmento, la poesía de Wright busca la complicidad de escritores —acaso porque teme que la poesía no digiera bien este conflictivo asunto— que hayan sufrido la experiencia carcelaria en propia carne y hayan sido capaces de convertirla en literatura. Por otra parte, su estilo aséptico, periodístico, sobrio, mas informativo que poético, guarda semejanzas con poetas actuales de la talla de Anne Carson o Claudia Rankinen. «No idealizar, no juzgar, no exonerar, no anestesiar inmensurables niveles de dolor. No demonizar, no anatemizar. Lo que quería era trazar inequívocamente el sentir real de un tiempo duro», escribe, aunque no siempre puede cumplir esa función profiláctica. La denuncia pronto hace acto de presencia: «La interrelación de pobreza, analfabetismo, abuso físico y de sustancias ilegales, enfermedad mental, raza y género con la población carcelaria resuena contra el ojo desnudo y es confirmada por las estadísticas». Los poemas son una especie de transcripción de conversaciones mantenidas con presos y reclusas: «No he encontrado a nadie suficientemente bueno para mis gatos, dijo Lyles», «Quiero irme a casa, susurro Patricia». Tanto ellos como ellas dan cuenta de su resignación, de su esperanza, de la nostalgia y la sumisión. Estos retazos se alternan con frases sueltas («No hay condones para el corazón», «Lo fotografió empalmado»»), con opiniones («Si fueras un criminal ya estarías en casa»,«Beber agua con una herida en el estómago es fatal») con anécdotas («Es un gran día para morir, un gran día para dejar el cuerpo, le dijo a la prensa antes de su ejecución en Pascua», «Un joven pacientemente trenza / la cabeza de otro»), con testimonios (el mejor ejemplo s, sin duda, el poema titulado «Líneas de defensa incluyendo procesos del Estado de Louisiana vs la convergencia de lo Ur-real y lo Irreal»). Lo que no abundan son conclusiones, ni siquiera reflexiones extraídas de la constatación de las penosas condiciones que se relatan. C.D: Wright presenta al lector los hechos y debe ser él quien las contextualice. La intensidad de la incertidumbre que produzca en él será la medida más adecuada para calibrar el efecto poético de la denuncia, de la indignación. Su decisión final es, por tanto, muy relevante. Si esta arriesgada combinación de informe pericial y de análisis lírico de un estamento social como es el sistema carcelario «funciona», debería alerta a las conciencias más sensibles y promover cambios en una estructura tan monolítica —lo hemos leído en novelas, lo hemos visto en infinidad de películas y documentales— como la prisión. La memoria, la de los presos, juega aquí un papel determinante, porque es, en muchas ocasiones, el único refugio que poseen. El particular ensamblaje que realiza C.D. Wright con la documentación disponible nos deslumbra y nos desconcierta a partes iguales. No siempre es fácil seguir el hilo de lo narrado porque el lenguaje puede oscilar entre lo irracional, lo visionario y lo informativo, entre la connotación y la denotación, por eso resulta comprometido aventurarse en poner etiquetas a este tipo de poesía o, como queramos llamar a estos textos. Las restricciones formales que la poesía tradicional imponía aquí están hechas añicos porque importa más el mensaje que la forma de emitirlo. La poesía tiene, para Wright, una función social, una responsabilidad humana a la que ella no está dispuesta a renunciar. «Mis poemas —dijo en una entrevista— tratan sobre el deseo, el conflicto, la escasez de justicia para todos», y en otra ocasión, tal vez sin pretenderlo, nos dio las claves de su poética, cuando dijo: «Cada vez más indecisa sobre asuntos tanto grandes como pequeños, he descubierto que la poesía es el área en la que no me siento inclinada a poner en marcha la máquina de humo, a tartamudear, disimular o temblar o dar marcha atrás apresuradamente. Este es el único camino por el que avanzo decidida, aunque no esté lista del todo, a luchar con lo que un jungiano citado en exceso describió como el corazón anestesiado, el corazón que no reacciona». Para avivar ese corazón anestesiado, nuestra poeta se vale de todos los recursos imaginables, el collage, la hibridación de géneros, la investigación periodística y, sobre todo, una devoción por la poesía que la ayuda a reinventarla en cada libro. «Este libro —dice Dave Eggers refiriéndose a Un gran ser—, muy irritado y apenado y desconcertado, tiene humor, constante levedad y franquea e incontables momentos de increíble belleza», porque no solo en lo alegría y la bondad hay belleza, también sobrevive en el dolor y en la perversidad, aunque de otra forma, por supuesto. 

: Reseña publicada en El Cuaderno Digitall, 18/09/2020

Un gran ser

ÁLVARO VALVERDE. PORQUE OLVIDO (DIARIO 2005-2019).

16 miércoles Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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ÁLVARO VALVERDE. PORQUE OLVIDO (DIARIO 2005-2019). EDITORA REGIONAL DE EXTREMADURA. COL. PERSPECTIVAS.

Todo diario es una lucha contra el olvido. Dejar constancia no solo de lo sucedido día tras día, sino de los pensamientos que han suscitado determinados acontecimientos, es una labor ardua, propia solo de quienes poseen la virtud de la perseverancia —en realidad, también son proclives a llevar un diario ciertos ególatras que viven en la certeza de que cualquier cosa que (se) les ocurra es digna de ser contada, pero este no es, evidentemente, el caso— y de quienes tienen la experiencia y el oficio necesarios para saber contarlo, porque, al menos en el caso que nos ocupa, la vocación de estas anotaciones no fue la de quedarse en el anonimato, sino la de ver la luz con la suficiente inmediatez como para que los hechos narrados pudieran ser, cuando de actos públicos se trataba, constatados y contados sin los filtros que pone a disposición del escritor la memoria. Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) nos dice que fue «incapaz de mantener un diario con la debida asiduidad y la obligada exigencia hasta que el 2 de mayo de 2005 [inició] la publicación de un blog en Internet». Ese blog que echó a andar hace ahora ya quince años es el origen de este Porque olvido, título que procede de un verso del primer libro de nuestro autor, Territorio. Valverde nos informa además de que, a la hora de publicar estas anotaciones por métodos tradicionales, es decir, en el formato de libro impreso, apenas ha corregido nada: «Alguna errata, ciertas frases, varios nombres…», aunque también nos avisa de que dicha publicación no reproduce con exactitud lo escrito en el blog: «He dejado fuera todo aquello que queda al margen de lo, digamos, más personal […] Se trata, ya se dijo, de una muestra selectiva» y en esa muestra caben un sinfín de posibilidades, desde las lógicas reservas que provoca un  empeño como este, que requiere una fidelidad y una constancia admirables: «¿Seré capaz de llevar el diario que nunca fui capaz de llevar?», se pregunta Álvaro Valverde al inicio de estas páginas. Ahora sabemos que sí, que esa obligación autoimpuesta de dotar de contenido al blog, con el paso del tiempo, fue conformando un corpus de notable envergadura. En ese corpus tienen cabida, como objetos en el tinglado de un chamarilero, toda clase de comentarios, desde los que suscita la lectura de un libro —son muchos los que desfilan por estas páginas: Marca de agua, de Brodsky, por ejemplo— a los que surgen a partir de un viaje, sea al remoto país del pasado o a algún otro lugar más cercano tanto en el tiempo como en el espacio. Así, el viejo molino con su mastín, al que teme no regresar, el Cementerio Alemán de Yuste, Salamanca —el café Novelty—, Gijón —el Dindurra—, Monfrague y, por supuesto, Plasencia. Otra cosa son los viajes por motivos estrictamente laborales, la cantidad enorme de horas pasadas con las manos al volante, horas que dan para una meditación y una observación, alimentarán posteriormente las páginas de su diario. Como es lógico, en las entradas de este diario —de lo contrario, sería un dietario— abundan las reflexiones sobre el paso del tiempo, sobre las veleidades del éxito, sobre política o sobre los aspectos más comunes de la cotidianidad, como esta, escrita con cierta ironía: «A estas alturas de mi vida, su hay algo que no soporto son los malos modos. O la falta de buenos modales», que comparto a pie juntillas.

     No falta en estas cuatrocientas páginas la trágica enumeración de amigos que se va llevando el río del tiempo. Fernando Pérez, director de la Editora Regional; BV Carande, Julián Marías, Gloria Castelao Villanueva, su mecánico, un compañero en labores profesionales como Tomás García Verdejo, el pintor Francisco Palazuelo, el poeta Ángel González, el poeta Antonio Cabrera o el también poeta y amigo íntimo de Álvaro, Ángel Campos Pámpano («le admiré siempre como agitador cultural, sí, pero más como poeta») y un largo etcétera que con su desaparición dan fe de vida a quien escribe y a quien lo lee. «Bien sabemos —afirma Valverde—que la vida es una línea sucesiva de renuncias, una reunión de derrotas». Los actos públicos, casi siempre relacionados con asuntos culturales, ocupan también su buena porción de espacio. Actos que son descritos con la minuciosidad propia de quien observa desde un lugar privilegiado, no solo resumiendo las aportaciones discursivas de los anfitriones, sino haciendo alusión a todos aquellos asistentes con los que mantiene alguna relación ya sea profesional, de admiración o amistosa, y es que Álvaro Valverde hace gala de una amistad inquebrantable a lo largo de los años a ciertos amigos como Gonzalo Hidalgo Bayal, Miguel Ángel Lama o Jordi Doce, por citar solo unos pocos. No escatima tampoco opiniones obre la poesía — «Mi poesía es como yo, solitaria. Busca en la naturaleza, sobre todo, la soledad. es el perfecto ámbito del retiro, ese asunto tan extremeño» y es que la naturaleza es considerada por nuestro autor el ámbito perfecto para sentir con plenitud el rumor de la existencia: «Me gusta frecuentarla para dar paseos. Visitarla para leer y, cómo no, para descansar», escribe— y los poetas —«Siento una debilidad por los poetas y novelistas por antonomasia; por los que se autoproclaman genios incomprendidos en su negra provincia de Flaubert; por los independientes que, eso sí, publican sus libros gracias a las subvenciones públicas de ayuntamientos, diputaciones y autonomías…..». más adelante, renueva sus debilidades: «Siento debilidad por los poetas que se compran camisas en Katmandú; por los feroces y del extremo que posan con traje de chaqueta y corbata…, por los marginales y libertarios que ganan becas y ayudas de la Administración…; siento, en fin, debilidad por los poetas de “lengua radical”, cuya poesía no radica precisamente en la lengua». Como se ve, en esta enumeración irónica, no deja títere con cabeza, porque, si nos atenemos a los distintos grupos que conforman sus debilidades, prácticamente abarcan el espectro poético de nuestros lares, aunque, a veces, la prudencia le aconseja administrar la beligerancia y mantenerla a raya, en una especie de limbo escrito: «Como escribir tiene algo de terapéutico, a veces basta con expresar tal o cual opinión para quedarse a gusto. Publicarlo ya es otro asunto. Más delicado. El silencio es un arma poderosa. A veces, más que la palabra». El volumen está también plagado de aforismos, no propiamente dichos, sino entresacados de sus enjundiosas reflexiones. Y es que «La poesía no es complicada, es compleja, como la vida». Como digo, son cuatrocientas páginas plagadas de hechos minúsculos pero relevantes en su vida, de anécdotas y circunstancias de carácter más social, pero que intervienen también en la formación del carácter del escritor, de impresiones y opiniones y ,sobre todo, de una atmósfera poética muy similar a la envuelve su poesía, quizá porque, en el caso de Álvaro Valverde, no exista mucha distinción entre los géneros literarios se enfrente a cualquiera de ellos con idéntico ánimo, con idéntico rigor, ese que nos hace adentrarnos a sus lectores en sus páginas sabiendo que vamos a encontrar fragmentos de la vida de un hombre descritos con mesura, con sobriedad y con las gotas exactas de pura esencia poética.

CHARLES SIMIC. ACÉRCATE Y ESCUCHA*

14 lunes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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CHARLES SIMIC. ACÉRCATE Y ESCUCHA. TRADUCCIÓN DE NIEVES GARCÍA PRADOS. EDICIÓN BILINGÜE. EDITORIAL VASO ROTO.

Traducido al español apenas un año después de su publicación en Estados Unido, Acércate y escucha, el último libro de Charles Simic (Belgrado, 1938) no hace más que reafirmar la modulación y de tono de sus entregas precedentes. Una memoria que se retrotrae hasta la remota época de su infancia en un país, Yugoslavia, que como tal ha desaparecido del mapa, es el germen de las reflexiones que, sin estar supeditadas por la añoranza o por la aflicción —vivió de cerca la Segunda Guerra Mundial y la invasión nazi en 1941—, sí trasmiten cierta melancolía, acaso porque la distancia geográfica y el afecto por los seres queridos dejados atrás de alguna forma y esa sensación de felicidad que se adhiere al recuerdo, tal vez sin premeditación, constituyen la columna vertebral de su identidad, una identidad rehecha en su país de adopción. El poema «El juego del escondite» es, en este sentido, ejemplificador. Comienza con esta estrofa: «No he encontrado a nadie / de la vieja pandilla. / quizá estén todavía escondidos, / aguantando la respiración / y tratando de no reírse» y finaliza así: «La oscuridad llega pronto / en esta época del año / y hace muy difícil / reconocer caras conocidas / entre las de los extraños». Y no puede extrañar al lector esa filiación entre los poemas que integran este libro y los de, por ejemplo, Mi sequito silencioso, publicado también por Vaso Roto, porque Charles Simic no parece concebir cada libro como un todo unitario sino como acumulación de poemas, como aclara en una entrevista reciente: «Escribo poemas todo el tiempo, y cada tres o cuatro años me detengo, echo un vistazo a lo escrito hasta ese momento y decido si tengo suficiente para un libro». No deja de sorprender al lector esta manifiesta improvisación, aunque lo que importan son los propios poemas, seleccionados y ordenados para dar consistencia al libro, por más que no obviemos las constantes repeticiones temáticas y estructurales.  Una de las repeticiones más llamativas es el merodeo por la acción que provoca la escritura del poema. El poeta no es un mero receptor que refleja en el papel la primera impresión sobre un determinado hecho, por el contrario, el horizonte de su reflexión se sitúa más allá de esa línea que delimita lo real, se adentra en las sombras, en los abismos de la realidad gracias a una sorprendente capacidad de asociación que nos deja boquiabiertos. Nada permanece, todo es inconsistente, por eso «El destino incierto dirige aquí el espectáculo», la propia incertidumbre es la razón de ser de estos poemas como lo es también la búsqueda del conocimiento «más allá de las apariencias», aunque no siempre resulta fácil perforar esa capa de costumbre que inhibe el deseo de supeditar la existencia a una toma de conciencia de las cosas más modestas. El ejercicio de introspección es arduo y no siempre los resultados son los esperados, por eso Simic recurre, con no poca frecuencia, al uso de la ironía, para mitigar ese aparente dramatismo —y digo aparente porque el poema rehúye de forma voluntaria los aspectos más sórdidos para centrarse en aspectos solo relevantes para un espectador autoexcluido— , como ocurre en «Después del bombardeo», que comienza con estos versos: «Una gran ciudad quedó reducida a ruinas / mientras tú te balanceabas en una hamaca / cerrando los ojos y dejando caer / el periódico que estabas leyendo / de tu mano al suelo». Los poemas de Simic no son, generalmente, muy extensos —en este volumen « Barco fantasma» es el más largo y apenas sobrepasa una página— y estás escrito son un lenguaje sencillo y coloquial, pero es su asombrosa capacidad de observación lo que provoca en el lector el deseo de releerlos para captar en toda su amplitud lo que se esconde entre los versos, en las potentes imágenes —algunas de ellas afines al espíritu surrealista: «el ojo sanguinolento del sol de la tarde», por ejemplo— y en las polisémicas palabras. Y es que el tono lúdico e informal no oculta que la presencia de la muerte se vea como un abismo hacia la nada: «En el regazo de la Parca / rebotando como un bebé / y también sonriendo. / ¡Sin dientes, pero qué sonrisa! / Todos están enamorados de ti. / Dicen que la Muerte / escondió su rostro bajo la capucha / para poder sonreír también». Charles Simic ha escrito más de cuarenta libros de poesía —una gran parte de ellos, traducidos a nuestro idioma—y ha sobrepasado ya los ochenta años de edad, pero su poesía sigue analizando el propio hecho poético y conserva un tono irreverente que nos resulta familiar y adecuado para que la dura realidad que estamos viviendo se haga más soportable. No se trata de cerrar los ojos a la adversidad, sino de abrirlos más aún para hacerla frente con las armas de nuestra experiencia, y eso los poemas de Simic lo logran no desde un trascendentalismo redentorista, sino desde la cotidianidad y la empatía.

* Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés. 11/09/2020

JOSÉ ANTONIO CONDE. CUENTA ATRÁS.

08 martes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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JOSÉ ANTONIO CONDE. CUENTA ATRÁS. EDITORIAL LOS LIBROS DEL GATO NEGRO.

Con una regularidad ejemplar regresa a los estantes de las librerías José Antonio Conde, zaragozano nacido en 1962 y autor de una vasta obra literaria —es también artista plástico—. De entre sus libros podemos mencionar títulos como La Vigilia del Mármol, en la colección “La Gruta de las Palabras”, de Prensas Universitarias de Zaragoza. (Universidad de Zaragoza 2003),  La diferencia que cubre la trampa, XXII Premio Cálamo de poesía erótica. Cuadernos Cálamo/Gesto (Gijón 2008),  El ángulo y la llaga, Olifante, Ediciones de poesía (Zaragoza 2009), El signo impreciso, en la colección La Gruta de las Palabras de Prensas de la Universidad de Zaragoza. (Universidad de Zaragoza 2013),  Agnus Hominis, en la colección Golpe de Dados de la editorial Libros del Innombrable (Zaragoza 2015),  Pasos Mínimos, Editorial Lastura. Ocaña (Toledo) 2017 o  Palabras rotas, Editado por Libros del Gato Negro, editorial esta última que acoge su reciente La cuenta atrás, un libro de poemas que recrea de forma personal la trayectoria de Charles «Sonny» Liston (1932-1970), un perdedor —aunque tuvo sus momentos de gloria—, una figura atrayente por su personalidad y por su rebeldía, por su valentía y por su sentido del honor. Podemos dividir los poemas que integran el libro en dos grupos, los de carácter informativo —poemas en prosa que describen de forma aséptica momentos puntuales de la vida del boxeador— y otros de carácter más lírico e intimista —poemas en verso que recogen no solo informaciones, sino impresiones, sentimientos: «A la vista el infortunio, / la cárcel y el contacto. / Un oso demasiado negro / se pronuncia en el ring». Como en todos los libros que tratan de homenajear a un personaje, en este hay una evidente decantación a favor el homenajeado, pero Conde lo hace con destreza —y con respeto— y no cede ante la propensión habitual de realizar un panegírico. Es cauto en sus palabras, como lo es siempre en su poesía, y no se deja llevar por el sentimentalismo ni siquiera cuando contempla la lápida del difunto semicubierta por la maleza: «Inhóspita, / oculta por la maleza, / una lápida atraviesa la memoria». El breve libro cuenta con un prologuista de lujo, Antón Castro, quien describe con inmejorables palabras a nuestro poeta: «Es un poeta que entiende la lírica como un ejercicio de contención musical, como una sorpresa elegante que estalla en la hermosura y en la exactitud. Un poeta que ha ido haciendo su camino sin prisa, con un humor en apariencia invisible y un acento expresivo propio». Sí, cualquier lector de Conde apreciará ese acento expresivo propio, un acento fajado en el rigor con el que cincela sus versos, con golpes pensados, precisos, golpes con los que modula las palabras y esculpe su pensamiento.

JORDI DOCE. LA VIDA EN SUSPENSO

04 viernes Sep 2020

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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JORDI DOCE. LA VIDA EN SUSPENSO. DIARIO DEL CONFINAMEINETO. FÓRCOLA EDICIONES.

La declaración del estado de alarma y el confinamiento obligatorio que dicha medida trajo consigo ha propiciado, entre otras muchas cosas, un aluvión de publicaciones que dieron cuenta diariamente de, más que actos —muy limitados legalmente— impresiones, pensamientos, reflexiones que trataban de descifrar lo que estaba sucediendo, el desconcierto provocado por una situación inaudita que lesionó muchas de las conquistas personales que habíamos asumido como algo inalienable. Las redes sociales, los blogs, los medios de comunicación y, en menor medida, algunas publicaciones más especializadas han sido los escenarios más propicios para tales empeños. Muchos de estos textos, poemas, narraciones o diarios tenían fecha de caducidad, han prescrito en cuanto el estado de alarma fue revocado y ahora solo resisten en el espacio virtual como reliquias de un tiempo aciago que, sin embargo, parece que solo nos ha concedido una tregua —el lenguaje militar ha estado muy presente en este largo periodo—, a la espera de un último ataque. Algunos de estos escritos han tenido la fortuna de vadear esa corriente que arrastra lo inactual hacia el légamo del olvido y se han garantizado una permanencia más allá de lo consuetudinario plasmándose en las paginas de un libro, como ha ocurrido con “La vida en suspenso. Diario de un confinamiento”, el diario previamente publicado en las páginas de la revista “El Cuaderno Digital” por Jordi Doce (Gijón, 1969), un autor excelentemente valorado por los lectores más rigurosos, que tiene en su haber libros de anotaciones como “Hormigas blancas” (2005) y “Perros en la playa” (2011), enjundiosos ensayos sobre poesía y un buen número de libros de poemas —el último, “No estábamos allí” (2016) fue elegido mejor libro del año por los críticos de El Cultural— que le han aupado, con todo merecimiento, a un lugar de privilegio en el panorama poético de nuestro país. Con estos mimbres no es difícil aventurar que nos encontramos ante textos elaborados con intención literaria, intención que no resulta, en su caso, contrapuesta con la urgencia y la “obligación” de escribir el día a día. Baudelaire decía que no se puede ser sublime sin interrupción, y Jordi Doce, a diferencia de muchos otros, es consciente de ello, por eso cuenta, relata sus impresiones con la humildad de quien se sabe un espectador más de una película cuyo guion se escribe y corrige cada día, cada hora que pasa. No encontrará el lector en estas páginas comentarios fútiles ni sublimes, producto de la egolatría más que de la pura necesidad de comunicarse con el prójimo, porque la contención expresiva es uno de los rasgos distintivos de nuestro autor. «Escribir estas páginas —afirma— no tardó en convertirse en una rutina feliz que dio textura y solidez al calendario, un hábito que me ayudó a mirar más de cerca el mundo». La particular forma de mirar de Doce, como comprobaremos más adelante, posee una intensidad y una perspectiva que nos resultan muy atrayentes. En los tres meses que —es verdad, con una intensidad decreciente— duró el confinamiento, ciertos  hábitos, antes realizados sin mucha conciencia de ello, hubieron de ser modificados, cuando no suspendidos. La rutina diaria, laboral o de ocio, se vio alterada (y aún no ha recuperado su estado anterior, quizá no lo haga en los próximos años), las emociones atrincheradas en un espacio menos habitable cuando se construye a partir de imposiciones se convirtieron, en muchas ocasiones  en un infranqueable muro de contención que trataba de contener el aluvión de desgracias, las cifras de contagiados y de muertos que exponían los medios de comunicación. «Paso las horas leyendo artículos de prensa, columnas de opinión, explicaciones de expertos y “tutólogos” varios. Está la necesidad de saber, claro. Y también una fascinación malsana a la que no termino de resistirme (al fin y al cabo, aunque nos duela y nos inquiete, estamos viviendo nuestra pequeña película de ciencia-ficción). De ahí estos apuntes. Son mi modo de agarrarme a lo real y no dejarme llevar por las especulaciones. Tomo partido por lo menudo, por lo trivial; lo que percibo en el estrecho radio de mi experiencia. Quizá de esta manera eso mismo, en su pequeñez, me devuelva un poco de luz». Como se puede apreciar, la humildad de planteamientos a la que más arriba hacía mención, está  a flor de piel. No hay asomo de instrumentalizar la experiencia para alimentar una egolatría que él mismo denuncia: «Veo que algunos colegas no pierden la ocasión de darse pisto. Ahora, en las redes sociales, hay quien ofrece “libremente”, como favor a posible electores, su libro de poemas o de cuentos en PDF. Una manera como otra cualquier otra de agitar sus plumas de pavo real, pero con apariencia de gesto caritativo. O al reino de los cielos por la autopromoción». Jordi Doce, sus lectores lo sabemos, rehúye el exhibicionismo. Sus comentarios, por el contrario, dan cuenta de la fragilidad de la existencia, vista ahora desde su punto más soterrado, cagada por el polvo de la incertidumbre. Nos creímos dioses y solo somos peones en manos del destino, dóciles sujetos obligados a llevar «esta vida en suspenso, a la expectativa, en la que no dejamos de trabajar y cumplir con lo que se espera de nosotros. Esta vida de encierro que, sin embargo, no puede abdicar de lo que sucede fuera, en un tiempo —presente, futuro— del que apenas tenemos vislumbres».

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