PABLO FIDALGO. VIVIR SIN NADA

EDITORIAL AÉREA

No resulta recomendable leer un libro de Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) sin tener en cuenta sus títulos anteriores porque su obra es un todo de carácter biográfico convertido en acto poético que cada entrega nos va ofreciendo de forma fragmentada y el conocimiento de lo anterior nos facilita en gran medida ciertas claves que, si no imprescindibles para captar el sentido completo  de sus poemas, mejoran sustancialmente su comprensión y generan en el lector un grado mayor de complicidad. De hecho, en la nota final que acompaña a estos poemas, el autor escribe: «“Vivir sin nada” incorporar, traduce o reescribe, además de algún verso de Giuseppe Ungaretti, fragmentos de otros libros míos como “Parangolé”, “Esto temía, esto deseaba” y “El perro en la puerta de la casa”», sin embargo, esta acotación no debe impedir al presunto lector acercarse a esta obra como si fuera, y así debe enfocarse pese a mi comentario inicial, un texto autónomo, sin más relación con los libros precedentes que el hecho de que estén escritos por el mismo poeta, un poeta con un mundo persona difícil de encasillar en las corrientes poéticas hoy más en boga, en las que prima lo elíptico, lo fragmentario, lo yuxtapuesto y lo onírico, entre otros conceptos. En la poesía de Pablo Fidalgo Lareo prima el realismo y la narratividad por encima del intimismo lírico, por más que este no esté ausente, con un lenguaje en el que la voluntad de inteligibilidad se sitúa en el escalón superior. No supone esto que se descuide el aspecto estético, por supuesto, pero el afán de comunicabilidad de la experiencia ocupa un interés tan alto como el del cuidado formal, si no mayor. Creo que en este contexto debemos leer también estas palabras de Martín López Vega, escritas en el excelente prólogo titulado «Pablo Fidalgo o la verdad sobre todos nosotros»: «Cada poema suyo responde a la necesidad de contestar a una pregunta planteada de por vida, de subir un escalón vital» o estas otras: «es un poeta que valora por encima de todas las cosas la intensidad».

“Vivir sin nada” está integrado por dos largos poemas, «Agrigento Centrale» y «Memoria de otra casa», un conjunto de poemas breves ―de título similar al del libro, «Vivir sin nada» y un cuarto poema en prosa, «La città del mondo». Los poemas extensos poseen cierta herencia de la labor teatral del autor y, aunque los versos no están dispuestos en forma dialogada, la alternancia de pronombres personales, así como los cambios en las secuencias verbales permiten una lectura en la que el lector pueda imaginar la presencia de diferentes personajes, algunos solamente evocados, otros muy presentes en la narración. En todos, eso sí, percibimos una sensación de desubicación, de no saber si están en el lugar adecuado, no solo físicamente, sino emocionalmente. Una habitación de hotel en el primer poema: «Pedimos esta habitación inmensa / como si fuéramos una familia. / ¿Éramos una familia? / Si no nos unía la sangre, ¿qué nos unía? / ¿El gesto de entrar con la cabeza alta / en aquellos cuartos de juventud?». Esta habitación es el interruptor que enciende la luz de la memoria y en esa rememoración a partir de la cual se intenta reconstruir la identidad, aparece el amor, pieza fundamental en ese puzle: «Eso fue el amor: / la extrañeza de encontrar a alguien / que pueda aislar tus palabras / de todas las demás. / ¿Cuánto se podía alargar una habitación? / ¿Cuánto se podía alargar la ausencia de quien, / según vosotros, / nunca lo ha dado todo, / nunca ha estado aquí?». Evidentemente, quien era en el pasado es un ser muy diferente de quien se es ahora, pero también los otros han cambiado, por lo tanto, las miradas sobre ese pasado multiplican la ambigüedad del recuerdo: «¿Habrá alguien que haga este viaje, / que duerma en este cuarto / para ver lo que queda de mí / cuando ya no quede nada quede de vosotros?». En el segundo poema, «Memoria de otra casa inventada», levantada entre las ruinas de una familia que se desmorona ―tema muy frecuente en la poesía de Fidalgo―: «No tengas miedo de los amores que se rompen, / de las familias que se rompen, / de los dientes que se rompen. / Debemos ir más allá de los jueces / y dejar de buscar la grieta», acaso por eso, los cimientos de esta nueva casa no sean lo suficientemente consistentes: «¿Si la casa que invento para ti / no resiste la noche, / ¿lo entenderás?». En «Vivir sin nada», sección integrada por poemas breves, algunos de ellos de tono aforístico, el tema de la identidad, de la otredad que se sustenta en la mirada ajena, es el predominante: «Sé que estoy lejos de mi identidad / pero eso no me hace peor que tú». El adicto, trasunto del personaje poemático, acapara muchos de los versos asertivos que conforman esta sección, personaje que el lector debe desenmascarar. Pablo Fidalgo Lareo, como dice Martín López Vega, «Consigue esa rara alquimia que le hace plantearse las preguntas que cualquier persona en su tiempo y en su lugar se plantearía, a la vez que las que solo puede plantear cada biografía particular».

Reseña publicada en El Diario Montañés