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~ Literatura y arte

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Archivos mensuales: septiembre 2022

JOAQUÍN CAMPOS. DICCIONARIO

27 martes Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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JOAQUÍN CAMPOS. DICCIONARIO. EDITORIAL SR. SCOTT.
Bajo la estructura de un diccionario alfabético, Joaquín Campos (Málaga, 1974) desgrana en “Diccionario” fragmentos de su biografía ―«Al día siguiente volveré a beber / y a olvidarme de la edad», reflexiones sobre cuestiones de índole ético ―«Esconde la verdad / a toda mentira. / Por eso cuando mentimos / creemos decir la verdad»; «Mi libertad es saber que tú no la atesoras. / No creo en la unidad indivisible del ser humano / independientemente de razas, religiones, sexos / y pasaportes»― y moral, una moral de inspiración contracultural ―«Mañana, yo beberé/ leeré y soñaré despierto. / Mañana, tú trabajarás / mientras me ves por la ventana»― que hace apología de las drogas y del alcohol, digresiones que ponen el énfasis en aspectos sociales desde una perspectiva crítica (los poemas «Museo» o «Playas», en los que se rechazan conceptos y funciones tradicionales muy asentados en el imaginario social, son quizá los más representativos) o ensayos metapoéticos en los que se aborda la función del poeta ―«Los poetas ya no se matan. / cada vez escriben peor. / Muchos son funcionarios»― y del propio poema: «Y súbito, claro está, / como este poema, / que broto ente la última copa de vino / y unos espaguetis al ajo».  Los antecedentes de la estética que practica Campos son reconocibles: El malditismo ―ya un poco trasnochado― de Baudelaire, la iconoclastia y el libertinaje de la Generación Beat, el realismo escatológico de Leopoldo María Panero («Cuando adquiera mi primera propiedad / pondré un váter en el salón. / Y no lo haré por llamar la atención; / lo haré porque la verdad del mundo / se proyecta cuando defecas»), y letras de cantantes de rock como, por ejemplo, Jim Morrison. A pesar de la ironía y la provocación, o quizá gracias a ellas, que rezuman la mayoría de estos poemas, en ellos encontramos toda una lección de vida, una declaración de principios que tiene en la honestidad personal su mayor aliciente. Además, pese a la dureza de los temas, los poemas mantienen un elevado tono lírico, más perceptible a mi entender, en la segunda parte del libro, la titulada «Poemas crónicos». «Siento nostalgia de la droga a espuertas; / de las putas sin remisión […] Y siento pena / de los que se ofenden / por mi éxito», escribe en el poema «Nostalgia». Pese a las reticencias que cierto desparpajo y cierta procacidad puedan causar en determinado lector, “Diccionario” es un libro absolutamente recomendable porque no son estos poemas espasmódicos arrebatos de un marginado. Joaquín Campos, autor de una copiosa obra en diversos géneros, con títulos como  “Faltan moscas para tanta mierda”, “’Doble Ictus” en novela, “Cartas a Thompson (Island)”, “Maëlys y todas las mujeres” “Catres“, Últimas Esperanzas” y “Demasiado humano” en poesía y el diario “Ajuste de cuentas”, entre otros, conoce muy bien el oficio, por eso puede escribir con inusitada franqueza, pero el efecto de improvisación, de espontaneidad visceral que pueden sugerir algunos versos, está perfectamente controlado por una mente que revisa y corrige con paciencia y dedicación, por una mano que ha desgastado por el uso las herramientas que utiliza. Afirmaciones como la que reflejan estos versos: «Siempre se busca una excusa para justificar al lector. / Siempre se quiere mostrar la justificación de una obra. / Y yo, por mucho que he vivido, leído, viajado, trabajado y follado/ solo veo en el alcoholismo perpetuo la razón de mis libros. // Porque yo abstemio no he escrito ni un email», nos parece que no son más que un guiño a algunos compañeros de viaje. La inspiración es necesaria, pero no es nada sin el trabajo posterior (y aquí mucho esfuerzo de contención) y este, aunque no se nos ocultan algunas significativas excepciones, necesita la plenitud de los sentidos. Y es que, como decía Antonio Machado, también la verdad se inventa.
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LUIS GARCÍA MONTERO. PROMETEO.

20 martes Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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LUIS GARCÍA MONTERO. PROMETEO. EDITORIAL ALFAGUARA
Las relaciones entre la historia y el yo siempre han estado en el centro de las reflexiones tanto poéticas como ensayísticas de Luis García Montero (Granada, 1958), pero han tomado aún más protagonismo, según el mismo autor confiesa, a partir de 2016, cuando «empecé a escribir poemas en los que procuraba no ir de la historia a mi intimidad, sino de mi intimidad a la historia». No es que esto suponga variación alguna de la posición sociopolítica del autor, suficientemente consolidada a lo largo de su ingente obra, pero la necesidad de reconocerse en algunos sucesos, en algunos hitos históricos y de cuestionarse de qué forman han influido en su intimidad le han llevado directamente a la figura mitológica de Prometeo ―sobre la que Luis García Montero había escrito ya un poema― protagonista de este libro que nace del encargo que el director teatral José Carlos Plaza le hace para el Festival de Teatro Clásico de Mérida. la figura de Prometeo encarna la rebeldía, la libertad, la lucha por la propia identidad, pero también la confianza en los valores más arraigados del ser humano y a partir de esa simbología García Montero ha ejemplificado «La resistencia de nuestro héroe castigado me permitía plantera mi mirada sobre lo común en un momento en el que la capacidad de resistencia es necesaria para seguir defendiendo valores que se consideran fracasados, traicionados, inservibles». Probablemente, no estuviera muy lejos de estas palabras la intención de Esquilo en su tiempo al escribir su “Prometeo encadenado” porque, sin duda, fue consciente del peligro que supone someterse sin resistencia a los deseos de los dioses.
El ”Prometeo” de nuestro autor es un ser desdoblado entre la juventud y la ancianidad: «Los diálogos entre los dos Prometeos se mueven entre las tentaciones que recibe el joven por parte de Hefesto, Océano y Hermes, y el acoso del coro, un círculo de personajes que representa bien la masificación de lo deshumanizado y las irracionalidades del populismo», por eso, el melancólico optimista que es García Montero, defiende el valor de la esperanza para enfrentarse a las vicisitudes de una época que parece poner palos en las ruedas de la humanidad a la menor oportunidad. El joven Prometeo se pregunta si ha merecido la pena robar el fuego a los dioses después de ver lo que los mortales han hecho con él. El viejo Prometeo le responde que, a pesar de toda la iniquidad, de las injusticias, de las guerras y catástrofes que ha provocado el ser humano, a pesar del castigo que los dioses le han infligido, merece la pena. Solo tiene que ser paciente y confiar, seguir dando crédito a la esperanza. En este diálogo entre ambos Prometeos, se puede resumir el mensaje de esta obra: Prometeo joven: «No conviene honrar demasiado a los mortales. A mí no me ha traído ningún beneficio. Es una raza ciega», a lo que el Anciano responde: «He aprendido a conocerte en medio del dolor. La luz pertenece al día tanto como la oscuridad. No lo olvides, porque solo así podrás vencer a Zeus. Sigues creyendo en los seres humanos. Esa es tu desgracia, pero también la grandeza de tu destino, un tesoro mayor que la libertad que puedas conseguir mañana». Alguien que tiene muy presentes en su modo de vida los principios de la Ilustración no puede dejar de mostrar su preocupación por efectos como la perversión del lenguaje, a manipulación de conceptos o la censura de todo sentido crítico que llevan a cabo, con éxito evidente, los grandes poderes, semiocultos tras máscaras progresistas en muchas ocasiones, económicos y políticos: «El neoliberalismo ha legitimado en nombre de la libertad una dinámica de avaricia e impudor, y genera miseria, y rompe las reglas de fraternidad e igualdad que hacen posible la convivencia». Contra esta suma de corrupciones tanto semánticas como factuales el ser humano actual debe resistir, mantener la esperanza, y la poesía es un excelente antídoto: «Creo que la verdad es el mejor secreto de la poesía», escribe García Montero. La verdad a secas para contrarrestar los bulos, las falacias, las realidades paralelas que crea la llamada posverdad. La verdad a secas para ser uno mismo, para afianzar la identidad en los valores éticos y sociales que la posmodernidad trata de suprimir.  Luis García Montero determina su conducta siguiendo un manual de instrucciones, una especie de credo vital, cimentado en su experiencia, una experiencia que busca la realización social de los ideales humanistas. Son doce puntos, entre los que destacamos el último, «Solo el amor es más fuerte que el odio. Solo el amor resiste a la muerte».
De los diálogos de los dos Prometeos, de los del coro podemos entresacar un catálogo de los temas sobre los que reflexiona Luis García Montero en sus ensayos y en su poesía, por eso este libro no es una mera revisión del mito de Prometeo, sino otra oportunidad de reivindicar la necesidad de tomar conciencia de la depauperación y menosprecio de lo público por parte de los oligopolios económicos, mediáticos, políticos, etc. Prometeo es un canto a la resistencia, un símbolo de que, pese a todo, la libertad sigue estando en nuestras manos.
·         Reseña publicada en https://elcuadernodigital.com/2022/09/19/resistir-es-vencer/
 

LUIS BRAVO. LAS HORAS GRISES

17 sábado Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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LUIS BRAVO. LAS HORAS GRISES. EDITORIAL COMARES
Sendas citas de John Keats encabezan dos de las tres secciones ―el poema prólogo y el poema epilogal― en las que está divido este nuevo libro de Luis Bravo (Madrid, 1994), el segundo de su trayectoria ―hasta ahora solo había publicado Triestino (2021)―, la otra corresponde a Luis Rosales, y este hecho nos ofrece algunas pistas sobre sus predilecciones literarias, sobre la influencia del romanticismo, visible sobre todo en la identificación del poeta con la naturaleza, con el paisaje, vinculación también perceptible en los clásicos latinos. Como en ellos, la mirada melancólica ―«Sabed, todo es melancolía», escribe en el poema «Esquina del cementerio»― prima a la hora de participar en el poema un punto de vista concreto, aunque la fluidez del discurso romántico se ve alterado en “Las horas grises” por frecuentes hipérbatos, por alteraciones en la concordancia, por forzados encabalgamientos más propios de nuestro barroco, sin exceptuamos, entre otras cosas, las licencias métricas.
     En ocasiones da la sensación de que el sentido es subsidiario, de que lo importante es conseguir un efecto fónico, musical, sin que importe demasiado si se trasgreden o no las normas sintácticas y los patrones rítmicos tradicionales («¿Temen que lo tilden de barroco, conservador, / reorromántico, disparate», se pregunta en una tercera persona que puede ser una mera encarnación de sí mismo). Según esto, es el poema, al escribirse, quien dicta sus propias leyes y el autor parece sentirse cómodo al respetar esa autonomía del lenguaje que lo retrotrae a épocas pasadas. Por otra parte, Bravo define su poética en el poema titulado «Contra Eliot» ―no resulta descabellado tomar también como poética el dedicado a Béla Bartók, estricto contemporáneo de Eliot―. El mundo que reflejan los poemas del angloamericano, un mundo en descomposición en el que el individuo se siente desubicado, solo, inseguro, a merced de unos acontecimientos que le zarandean: la primera Guerra Mundial coincide con la publicación de “Canción de amor de J. Alfred Prufrock”, un ejemplo de lo que acabamos de decir que está muy lejos de la intención poética de Bravo, quien defiende otro mundo en el que aún es posible la esperanza, un mundo de horizontes cotidianos en el que la belleza no sea el comienzo de lo terrible, sino un principio elemental que rige la voluntad de ser humano, perceptible en el poema dedicado al fotógrafo checo Josef Sudek o en las menciones a los pintores Ramón Gaya o Albert Marquet, por ejemplo. El poema «Desencanto del Modernismo» cuestiona, sin embargo, el retoricismo y la palabra grandilocuente de aquellos poetas ahora casi olvidados: «Qué ciego el poema campestre desde una mesa, / sólo apoyado en el suelo de mármol, sin recónditos / manzanos en flor, ropas tendidas al mareo del insecto, / todo escribiéndote la vida». Su manera de escribir huye de tanto énfasis y se acerca más al prosaísmo y la sencillez de poetas como Bécquer o Luis Pimentel, a escritores y poetas de la Generación del 98 como Azorín, Baroja, Unamuno o Villaespesa: «Teniendo estas bazas del novecientos / seguiré escribiendo. ¿Feliz? No lo sé».
     No son estos los únicos referentes. A lo largo del libro se suceden los homenajes a pintores, artistas o poetas que balizan el itinerario poético de Luis Bravo. A este respecto es necesario señalar el poema «Antonio Colinas escribe su primer libro», cuyo título, no mencionado en el poema, es significativo: “Poemas de la tierra y de la sangre”. «Ahora es tu folio / la tierra y abono bajo el techo morado de la noche», escribe Bravo, emulando el ritmo interno y la cadencia de los poemas de Colinas. En “Las horas grises” encontramos también continuas referencias al desarrollo de la escritura. La capacidad de restituir la emoción sentida en la página y la impresión de que versos de otros hayan logrado captar esa emoción sin merma, por ejemplo, se plantea en versos como estos: «¿Te atreverías a escribir este tiempo arrinconado / cuando inmerecido sopesaste un sentir / entendido superior si prestado de ajenos versos?». Él mismo parece responder a esta pregunta cuando escribe: «Escúdate en los nombres que desee / y no conforme aún, aguanta / cuando ves remolinos en las cuestas / o acumuladas por horquillas para durar segundos».
     En muchos casos, la mirada de Luis Bravo parece estar alimentada por recuerdos de un tiempo que, da la impresión, solo ha vivido a través de las lecturas. El pasado que rememora no se adecúa a la edad de quien lo escribe, pero esta distorsión temporal no impide que el poeta traslade al lector una emoción verdadera: «Lo penoso de saber que aún te crees joven, / escribiendo de pérdidas y fracasos sin lustro / bajo tu pluma, tu luna, tu jarro por calles / despedazado sin amor adolescente». Este es uno de los misterios de la literatura, de la poesía, y este libro incide en ello sin desvelar el artificio. No es un mérito pequeño, sobre todo para quien expone su yo «en la página, sin final».
·         Reseña publicada en El Diario Montañés, 16/09/2022

VICENTE LUIS MORA. TEORÍA

14 miércoles Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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VICENTE LUIS MORA. TEORÍA. AFORISMOS.
EDITORIAL MIXTURA
Una nueva editorial ha comenzado su andadura al principio de este verano que ya encara su recta final, Mixtura, bajo la dirección editorial del conocido poeta Jesús Aguado. Los primeros títulos publicados cumplen con ese propósito implícito en el nombre de la editorial, una mixtura, una mezcla de géneros entre los que encontramos la poesía, los epistolarios o el aforismo, que es el caso de Teoría, la nueva entrega del ensayista, crítico, novelista y poeta Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), autor de una copiosa obra en cada uno de los géneros mencionados. Los aforismos están integrados en cada una de las secciones en las que ha divido, en este caso bajo criterios conceptuales, el volumen (aunque hay algunos que se encuadran en dos, en tres e incluso en las cuatro categorías): a) Cuercebro (cuerpo=mente) ―El cuercebro produce ideas desde su iluminación»―, b) Lenguaje ―«El lenguaje es el modo en que el universo expresa su conciencia de esa indiferencia», c) Subjetividad ―«Subjetividad: lo que crees que eres y te vas haciendo»―y d) Teoría, de la que afirma, entre otras cosas, que es «un sistema permanente en el cerebro, una luminaria, un río de bombillas». Como en todo libro de aforismos que se precie, no pueden faltar las definiciones sobre qué es o deja de ser el aforismo, y en este, que apuesta por la teoría, más aún. Anotamos varias de ellas: «El aforismo es luz balbuceante», «El aforismo es un chispazo entre sinapsis neuronales», «El aforismo deviene greguería cuando su luz ilumina una parte inesperada del cerebro y esta, repentinamente, completa la frase», pero todas ellas se pueden agrupar en la de Xavier Villarrutia, cuando afirma que «Decir cuanto se quiere decir, y no más, sería la poética del aforismo, si el aforismo admitiera alguna».  La novedad de estas afirmaciones reside no en la conclusión final, sino en el lugar desde donde parten. La intuición, el relampagueo que da origen a lo escrito parece ser nada más que fruto de unos procesos neuronales ―no descritos por fortuna aquí, porque podrían resumirse en un encadenamiento de fórmulas y nociones ininteligibles para un profano―. De todas formas, no está lejos de la intención de Mora el hecho de plantear la escritura ―no solo la aforística― desde parámetros más propios de la lingüística teórica ―otros lo hacen desde presupuestos éticos, morales e incluso políticos, cuando no desde la filosofía del lenguaje― que de la necesidad emocional de quienes la practican, respetando únicamente los principios generales de la gramática y haciendo uso de los recursos literarios, sin más propósito que el de hacer una grieta en la realidad, en la «epopeya de lo cotidiano», que diría Juan de Mairena, para examinarla por dentro. Da la impresión de que no le interesan los aspectos más evidentes de la cotidianidad, de que no encuentra en ellos nada que le incite a la abstraer conclusiones o significados paralelos y, sin embargo, muchas de esas abstracciones provienen, precisamente de actos rutinarios, de la manera personal de interpretarlos. Al fin y al cabo, si como dice nuestro autor, «Escribir es biológico, todos los elementos y procesos envueltos en el acto de escritura son orgánicos, naturales», en dicho acto participa también tanto de la indagación sobre el yo como del deseo de aplacar la incertidumbre de la existencia, y ambos contribuyen a eso que Hierro, hablando de su poesía, llamó la «fabricación inteligente».
La costumbre aconseja leer un libro de aforismos, no de corrido, sino de forma pausada, porque, de lo contrario, resulta del todo imposible digerir tanto arte del pensamiento. Recordemos, Mora escribe que «El pensamiento expresado de una persona es la suma de sus iluminaciones, su teoría». Su escritura precisa de lo mismo, de un tiempo pausado de reflexión y contemplación, que ayude al proceso de corrección y revisión, en definitiva, de un periodo de maduración. En todo caso, Vicente Luis Mora nos demuestra en Teoría que, gracias a su enorme acervo intelectual, a los sólidos pilares que sustentan su pensamiento, se puede escribir en un día reflexiones que precisen semanas para asimilarlas. «Teorizar ―decía el poeta Philip Larkin― es huir», pero Mora, lejos de huir, se enfrenta directamente al concepto de aforismo, haciendo suyas las palabras de Elisa Gabbert cuando escribe que «Un aforismo no es una verdad, sino una especie de prueba (análisis, ensayo), una afirmación a la que se supone que tienes que enfrentarte para decidir si estás de acuerdo con ella». No, Mora, nos parece, no aspira a la verdad literal, pero en su escritura realiza, a partir de la codificación de sentimientos y emociones, transformaciones de sentido que aspiran a crear otra realidad, aunque sea factual, tal vez más verdadera, dicho esto con todas las reservas hacia los conceptos de realidad y de verdad.
*Reseña publicada en El Diario Montañés, 9/09/2022

DANIEL COTTA LOBATO. DONDE MÁS AMANECE

12 lunes Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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DANIEL COTTA LOBATO. DONDE MÁS AMANECE. PREMIO FERNANDO RIELO. FUNDACIÓN FERNANDO RIELO
 
Nacido en Málaga en 1974, Daniel Cotta comenzó a publicar poesía relativamente tarde, en 2016, pasados los cuarenta ―antes había publicado una novela, Viedojugarse la vida (2012)―. Su primer libro fue Beethoven explicado para sordos y, desde entonces, de manera ininterrumpida, se han sucedido títulos como Alma inmortalmente enferma (2017), Como si nada (2017), Dios a media voz (2019) ―con el que obtuvo el Premio San Juan de la Cruz de poesía mística―, El beso de buenas noches (2020), Alpinistas de Marte (2020), merecedor del Premio Antonio Oliver Belmás y Alumbramientos (2021). Cotta también frecuenta la narrativa en diversos géneros, novela, ensayo y teatro. Es, por tanto, un autor entregado a la creación literaria de un modo, podríamos decir, efervescente, aunque tan adjetivo acaso sugiera cierta improvisación, algo que, conviene decirlo cuanto antes, está muy lejos de la atmósfera de recogimiento y contemplación que envuelve sus poemas.
     En Donde amaneces, su última entrega, al cuidado formal ―abundan las estrofas tradicionales con sus rígidos patrones métricos: sonetos, romances, silvas u octavas reales, combinadas con habilidad con versos libres― suma un ahonda reflexión sobre el ser humano y su carácter trascendente. Como ya ocurría en algunos de sus libros anteriores ―Dios a media voz y Alumbramiento―, la presencia invisible de Dios da sentido a la existencia humana y dirige los acontecimientos del mundo como un experimentado director de orquesta. En el primer poema, «Concierto», queda suficientemente explícito: «E invisible inspira, sopla / y dirige la Batuta». Dios está en todas partes, lo mismo en un atasco en la A-5 que en el vuelo de una golondrina que «saca compases, redefine ángulos, / calcula trayectorias / para que nos quedemos tan perplejos» y es que, según declara el propio poeta, «Procuro siempre, antes de empezar mis ratos de escritura (no sólo de índole religiosa) ofrecérselos a Dios, pues toda disciplina humana contribuye a completar la creación de Dios conforme a sus designios». Visto desde esta perspectiva, todo poema se convierte, más que en una oración, en una alabanza y en una explosión de gratitud que le lleva a equiparar como criaturas de Dios al hombre con un ángel ―los ángeles habitan muchos de estos poemas― porque «somos hijos / del mismo artífice, del mismo amor» y, además «el hombre es tan solo un ángel / al que Dios vendó al vivir», aunque estos carezcan de un atributo que los diferencia, ese «don excesivo»  que comparte con el Señor, el de la paternidad, un asunto que está tratado en uno de los poemas más entrañables del libro: «A mi padre de la carne y de la sangre», un poema que nace de una alucinación: «¡Cuánto júbilo cupo en tres segundos, / tanto que tuve que cerrar los ojos / y ver desvanecerse el sueño en luz!», entendiendo la luz como metáfora de la divinidad.
     Además de los ángeles, alientan estos poemas la figura de Jesucristo, su pasión y muerte («Pero así tu paciencia me enseñaba / que en Ti cualquier dolor era infinito, / pues nace de un Amor que nunca acaba»), y el agradecimiento por ser digno del regalo que Dios le ofrece: «¡Que este entregárseme de Dios excede / todo el haber con que mi ser lo ama!». Según César Franco, obispo de Segovia, Daniel Cotta «ha captado con singular belleza lírica, en un lenguaje de sencillez cotidiana enriquecido con brillantes y poderosas metáforas, ese latir divino que poseen las cosas, núcleo de la teología mística tal como se entiende en el cristianismo». Fernando Rielo, el creador de este certamen de poesía mística, definió esta variante poética con estas palabras: «La poesía mística es personificación, es rostro, es presencia de un alma unida a lo divino. […] La poesía mística consiste, utilizando las mejores posibilidades estéticas de la palabra, en una personal comunicación teándrica; […] La poesía mística no es meditación a partir de la anécdota por mucho que esta quede trascendida, ni tampoco es vía de conocimiento de lo divino». Daniel Cotta no sigue a pie juntillas estos patrones (ver poemas como «Atasco de la 7:45 en la A-5» o «Tráfico detenido», pero, en lo fundamental, sus poemas convergen en la idea de comunión divina, sobrenatural, de expresión de gratitud y, en ocasiones, de lamento, siempre con la vista puesta en lograr una comunicación con Dios de la forma más directa posible.
·         Reseña publicada en el número 7 de la revista Ítaca. Verano 2022
 
 

ÁNGELES MORA. SOÑAR CON BICICLETAS

05 lunes Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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ÁNGELES MORA. SOÑAR CON BICICLETAS
TUSQUETS EDITORES
 
Regresa Ángeles Mora (Granada, 1952) después de su justamente alabado “Ficciones para una autobiografía” (2015) ―libro que mereció el Premio Nacional de Poesía y el Premio de la Crítica― y de algunas antologías y colectas temáticas, a los estantes de las librerías con un nuevo libro, “Soñar con bicicletas”, integrado por una cincuentena de poemas que, desde perspectivas diversas, poetizan la desilusión, la desesperanza, la conciencia de la pérdida: «Yo, que nunca tuve bicicleta, / soñé con bicicletas / y lloré al despertar», escribe en el poema que da título al conjunto. Dividido en cuatro secciones más un poema prólogo, «Unbalanced», en el que se enfrenta a la dicotomía entre el deseo y la realidad, una dicotomía que se decanta en la primera sección, «Vida secreta», hacia el cumplimiento de sus sueños porque «Nada puede impedir al pensamiento, / esa agua subterránea, anegar el silencio, bucear en lo oscuro / desgarrando los velos del engaño: / la consciencia no tiene marcha atrás / y el dolor va desnudo». Queda manifiesto ya desde estos primeros poemas un aspecto que se repetirá a lo largo del libro, la toma de conciencia de los impedimentos y las trabas que ha debido afrontar la poeta por el hecho de ser mujer. La asunción de su feminidad permite a Ángeles Mora enlazar su condición vital con un pasado que, en contra de lo que algunos piensan, no está al margen de la Historia, sino que es Historia en esencia. La vida secreta, la vida a través de las palabras, por fortuna, no tardó mucho en convertirse en vida pública ―su primer libro, “Pensando que el camino iba derecho”, data de 1982―, pero ese camino no ha sido fácil, por esa razón Mora, a veces, ha tenido que convertirse en otra para, a través de ese otro yo, alzar la voz colectiva: «Camina como si no fuera ella, / la que lleva su nombre, / la que cuenta sus años. / Porque tal vez sea otra, / porque tal vez es necesario, / en el fondo, ser todas». Resulta evidente el trasfondo ideológico que subyace en estos versos, el compromiso con una manera de enfrentarse a la realidad y de configurar el mundo de una manera diferente a como lo está actualmente, sin embargo, este afán reivindicativo e, incluso, didáctico, no supone en ningún momento una merma poética. El cuidado del lenguaje, el ritmo armónico de heptasílabos y endecasílabos principalmente y una inteligente combinación de sencillez descriptiva y de reflexiva emoción seducen al lector, que padece, por ejemplo, una similar sensación de fugacidad, como en estos versos del poema «Hoy es mañana»: «Hoy era un día como otro cualquiera / que a tu lado pasaba tan insensiblemente / como si no existiera ni a remolque rodaras / por sus horas perdidas. / Un día intrascendente que te ignora, / que no cuenta contigo».
     La segunda sección, «La luz del poema», como el propio título indica, incide en los motivos que conducen a la escritura y como esta intenta verbalizar, dar forma a pensamientos, sueños y emociones con «palabras igual que olas, insistentes, veladas, / abriéndome el poema, ocultándolo». Integran esta sección poemas homenaje, como el que alude a las mujeres de la generación del 27, en su mayor parte silenciadas por el peso de la mirada masculina, pero que, pese a ello «nunca callaron», los dedicados a Lorca y a Machado, ambos poetas víctimas del franquismo,  que, aunque no evitan el componente nostálgico, cantan la valentía de vivir, de ser fiel a sí mismo, porque, como escribe Ángeles Mora, en unos versos que pueden figurar como emblema de cualquier existencia, «La vida es desafío, dolor y rabia y lucha. / Sin duda desengaño, también felicidad». Santa Teresa ―«escribiste tu vida / con la obstinada tinta de tus pasos»―, María Teresa León o María Zambrano, que supo unir como nadie los destinos de la poesía y la filosofía, son también recordadas en estos poemas.
     «Underworld», la tercera sección, es la más extraña del libro porque indaga sobre lo que hay más allá de la conciencia, sobre pesadillas y fantasías que no podemos mantener al margen de nuestra cotidianidad porque su presencia, en ocasiones, nos avergüenza como seres humanos, nos desasosiega, pero también nos conmueve «Porque existen deseos / que se van de aventura / al laberinto de los sueños, / que de pronto se encienden / igual que una canción / estremece el ayer, / muerde la madrugada, / alumbra el día». El libro finaliza con «El largo adiós», un conmovedor canto a la memoria de su marido, una amorosa despedida que no es tal porque su recuerdo permanece en la memoria y a través de palabras como estas: «Te apagaste de noche, / sin hacer ruido, / como tu corazón cansado, / pero con una luz / en la mente / y en los ojos / que todavía me clava / su llama deslumbrante». Después de leer estos poemas tan entrañables de Ángeles Mora no nos queda duda alguna de que son las prendas de amor las que guían los mejores actos de una vida y de que gracias a ellas, la muerte no es más que un cambio de escenario porque es el amor, su gracia «química / que el universo alumbra / eternamente».
·         Reseña publicada en El Diario Montañés, 2/09/2022

EMILIO GAVILANES. CALLAN GRILLOS (101 HAIKUS)

04 domingo Sep 2022

Posted by carlosalcorta in Notas de lectura

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EMILIO GAVILANES. CALLAN GRILLOS (101 HAIKUS). LA ISLA DE SILTOLÁ
 
Emilio Gavilanes (Madrid, 1959) ha compaginado la escritura del haiku ―estrofa de origen oriental en la que ha publicado tres magníficos libros: Salta del agua un pez (2011), El gran silencio (2014) y Era una rosa (2021)― con la novela y el relato, géneros en los que ha conseguido un reconocimiento del todo merecido. Callan los grillos, su nueva entrega, está compuesta por 101 haikus que, sin embargo, se atienen al patrón métrico  tradicional en raras ocasiones. Gavilanes se ha tomado la libertad de romper esa rígida estructura adaptándola a sus necesidades expresivas, pero lo verdaderamente importante es que conservan el espíritu del haiku en lo que respecta a la creación de una atmósfera elusiva e insinuante. El lector debe recrear en su mente las imágenes que el poeta nos ofrece y completarlas desde su propia experiencia. Por otra parte, estas estructuras sui generis en su mayoría respetan fielmente el modelo estacional propio del haiku ―y esto nos resulta más convincente que cumplir a rajatabla la regla métrica―, como vemos en estos ejemplos: «Nadie en el parque. / Hojas sobre los bancos. / Las barre el viento», «Libro tirado. / En la tarde de octubre / el viento lee» o «Al salir del bosque / se lleva parte del otoño / sobre la mochila». La atención a los pequeños detalles y la capacidad de sugerir emociones con solo una pincelada que caracterizan a la estrofa importada están muy presente en estas composiciones. Gavilanes confirma que se pueden lograr efectos similares con formas diferentes, pero ojo, no conviene olvidar que para lograrlo resulta imprescindible haber demostrado previamente, como ha hecho nuestro autor, un conocimiento profundo de sus estrictas exigencias.

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