PABLO LÓPEZ CARBALLO. PLATÓN Y ASALARIADOS

EDITORIAL PRE-TEXTOS

La poesía de Pablo López Carballo (Cacabelos, León, 1983) ha ido ganando con el paso de los años muchos quilates conceptuales, a lo que ha contribuido, sin lugar a dudas, una depuración lingüística y una ambiciosa configuración simbólica que incorpora referentes personales de no muy fácil comprensión para un lector anclado en valoraciones estéticas tradicionales, en gran parte subsidiarias de las teorías platónicas referentes a la creación poética, teorías en las que el filósofo, sin detenernos en detalles, separa el conocimiento del arte poético. El conocimiento es recuerdo ―«El saber es reminiscencia», escribe en el “Fedón”― y el arte poético es imitación de las cosas, sin participación de las ideas, pero sujeto a los dictados de la inspiración, entones otorgada por la gracia divina. Platón condena, no la inspiración, si no la forma de expresarla, pues los medios empleados por el poeta son imperfectos.

Frente a una poesía como la de “Platón y asalariados”, como frente una parte no menor del arte, la música o la literatura de las últimas décadas, herederas de los movimientos de vanguardia, es necesario eliminar los condicionantes de lo narratividad y de lo legible, en primera instancia. No quiero insinuar con estas palabras que estemos ante algo ininteligible a lo que solo podemos acceder mediante la intuición, pero sí afirmo que los procedimientos de comprensión exigen un acceso al poema libre de ataduras, y no es que en esto poemas predominen las fracturas formales o rítmicas, todo lo contrario, con lo que López Carballo rompe es con la forma habitual de expresar las tensiones íntimas y lo hace con un uso distintivo de lo elíptico, de lo enigmático porque, probablemente, el lenguaje con el que definir el asombro ante la realidad se muestra reacción a ser doblegado, a ser esclavo de significados consensuados por el norma. Esta contención es mucho más perceptible en la primera parte del libro, «El azar y las ramas. (Retratos)», compuesta por 84 fragmentos, generalmente breves, que en la segunda, «Describir», integrada por un solo y extenso poema, de factura y elocución muy diferentes, más afines a los modos convencionales de expresión.

La protagonista ficcionalizada, en los retratos iniciales, muestra una identidad  inestable que se va definiendo a través de la relación con lo externo: «Vive allí, al otro lado del río, / donde la corriente alterna los cables / con silencios de pájaros quietos. / Quiere que la gobiernen más allá de Schengen. Sus ideas son claras / como sus confusiones: lo laboral / y lo doméstico en una bañera. / Ya no visita grandes lagos. Carga / con todo, coreografía de sótanos, / hasta aquí, donde ocurren las cosas».  El autor se dirige a una tercera persona, ella, que puede ser una especie de yo refractado, un yo que se escribe a través de persona interpuesta casi por azar: «Encontrado en el suelo, / mira y vuelve a mirar el papel blanco / por si en ese intervalo / alguien hubiese escrito algo». Es este una escritura inspirada en la propia escritura que se sustenta en una inducida aversión al significado establecido y revela cómo se pueden establecer conexiones de pensamientos fuera del lugar común: «Por ejemplo, / piensan en el mar y en su energía hidráulica / para alejar, dulces y confiadas, el caos […] Constatan el error de cálculo en el envío: / certero amor, confusas señales».

El retrato de la mujer que López Carballo va dibujando es el resultado de una conciencia viva y asediada por la realidad que trasmite una interioridad confusa, que se construye con retazos de esa realidad, digamos, fabricada, sí, pero también con mecanismos casi alucinatorios, acaso con imágenes rescatadas de los sueños: «Mujer jaulosa con niños periféricos / de aperitivos saciados e los flautales. / Frituras matutinas, anunciaciones / de toldos y ranas. De entre los colores / del semáforo y las tortillas, alguno / podría dimitir». Participan en esta elaboración, además, elementos naturales, físicos, vegetales y animales, con su limitación temporal, aunque ella «Confía en vencer la duración / cohabitando cuerpos, completando / cuerpos, como los derrotados / que triunfan en el desconsuelo». El retrato, inevitablemente, queda incompleto. En la segunda sección, «Describir», el poema trata de justificar su fracaso y el poeta , después de aproximarse «al papel ―ojos acomodándose / en una cámara oscura― con la precisión / y el celo de la diligencia al acercar las pestañas a lo desconocido, / imitando el movimiento ante el microscopio, / en el que la vida, acallada y dócil, se vuelve / drástica, áspera y combatiente, como encontrar / coral marino en un abrir y cerrar de ojos», reclama que la poesía sea una ciencia exacta para «Explicar /  las cosas como se ven, con mano óptica, / con voz de ojo», en lo que percibimos una actualización de aquella teoría platónica que bosquejamos más arriba. Pablo López Carballo ha escrito un libro exigente, con un lenguaje que aspira a la precisión científica en ocasiones, a comprender como las cosa y los sentimientos se ensamblan para crear un mundo propio.

El Diario Montañés, 19/04/2024