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Archivos mensuales: febrero 2016

REVISTERO

29 lunes Feb 2016

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REVISTERO

 

Llegó la hora de hacer recuento de las últimas revistas que uno ha leído últimamente — confieso que soy muy revistero y creo que la proliferación y la supervivencia de revistas es un síntoma de buena salud literaria y cultural—, aunque debo señalar que algunas han perdido ya parte de su actualidad porque están a punto de aparecer o han aparecido ya números más actuales. Este es el caso de Clarín, cuyo núm. 121 se encuentra ya en las librerías o Estación Poesía, presentada al público hace sólo unos días.

Empezamos el recuento, precisamente por esta última. La revista que dirige desde Sevilla el escritor Antonio Rivero Taravillo ha alcanzado ya su mayoría de edad —hablamos del número 5— y ofrece puntualmente a los lectores un interesantísimo plantel de poemas inéditos de poetas con una trayectoria amplísima a sus espaldas (Jenaro Talens, Francisco Gálvez, Miguel Mas, Juan José Vélez Otero, Fabio Morábito, Chantal Maillard, por ejemplo) con otros que se han incorporado más recientemente al panorama poético (Ballerina Vargas Tinajero, Sandra Sánchez, Constantino Molina o Miguel Floriano). Esta combinación, esta convivencia resulta ser uno de los mayores atractivos de una revista que cuenta además con un contenido diverso en el que tiene cabida la traducción o el pequeño ensayo, y cuenta además con un espacio para las reseñas, más pendientes éstas de la actualidad. No obstante, la peculiaridad de este número reside quizá en el manojo de poetas hispanoamericanos que han encontrado acomodo en sus páginas (al ya citado Morábito, podemos añadir a Pedro Serrano, a Rocío Cerón, a Victoria Guerrero Peirano o a Ezequiel Zaidenwerg).

Veintiúnversos, la revista valenciana que edita Banda literaria y dirige el poeta Juan Pablo Zapater, ha publicado un primer número (está a punto de aparecer el segundo) cargado de buena poesía con una nómina de poetas sobresalientes entre los que se encuentran nombres como Eloy Sánchez Rosillo, Antonio Cabrera, Fernando Delgado, Jaime Siles, Raquel Lanseros,

Xelo Candel, Cecilia Quilez, Antonio Rivero Taravillo o José Iniesta. Se rescata un poeta inédito del fallecido César Simón (todos los poemas, como ocurre en Estación Poesía, son rigurosamente inéditos). Uno de sus signos de identidad quiere ser la de combinar el arte con la poesía, por eso, la cubierta de la revista ha encontrado un colaborador de lujo, Jordi Teixidor. Deseamos larga vida a los promotores de este hermoso proyecto.

Muy distinta a las dos revistas reseñadas más arriba es La manzana poética, que ha alcanzado ya el número 41. Desde Córdoba nos ha llegado el número doble de esta revista de literatura, creación, estudios literarios y crítica que dirigen con acierto Bernd Dietz y Francisco Gálvez, ambos profesores, críticos y poetas. Balbina Prior abre la sección «La mirada» con un erudito comentario sobre Like Father, Like Son, or the Mistaken Brothers. Sin ánimo de ser exhaustivos mencionaremos la particular antología que Luis Antonio de Villena, buen conocedor de la poesía actual. Casi cuarenta poetas de diferentes edades representan eso que el antólogo califica como panorama confuso, «de excesivo cruce de caminos». Muchas voces, casi todas imprescindibles, para dar forma a esa, todavía, informe senda.  Pero quizá lo más llamativo de este número doble sea que reproduce integrante el poemario Residencia en la tierra (Monólogo patriótico para una transición), de Bernd Dietz, un impresionante poema unitario de más de 2500 versos que, en palabras de Jesús Munárriz, «compendia y actualiza un tema y un género o un subgénero ensayístico, abundante en cultivadores y títulos, que se ha venido llamando “el problema de España”».

La revista de nueva literatura Clarín, dirigida por José Luis García Martín, poeta y crítico literario, lleva ya veinte años en el mercado, algo que es, en sí mismo, todo un éxito, porque, además, lo ha conseguido manteniéndose fiel a sus presupuestos iniciales y no ha variado ni un ápice el formato ni, esencialmente, su contenido. Pequeños ensayos de varia lección, apuntes viajeros (en este número, el 120, «Vislumbres de Roma», de Manuel Neila y «El Portugal oculto» de Fernando Sánchez Alonso), traducciones (el poeta Pablo Anadón traduce a Serguéi Esenin), textos inéditos (Juan Bonilla, Aquilino Duque Amusco y Felipe Benítez Reyes), interpretaciones biográficas (Thoreau y Grossman protagonizan esta sección) y los impagables paliques, dedicados a reseñar libros de actualidad.

La revista griega Frear, dirigida por el poeta Dimitris Ángelis, bien conocido en España gracias a la publicación de su libro Aniversario en la editorial Valparíso, presenta en el número 12 una interesante antología de poesía española (junto a un buen puñado de ensayos y de reseñas) en edición bilingüe preparada por Virginia López Recio. Inevitablemente incompleta, como toda antología que se precie, recoge poemas de algunos de los nombres imprescindibles en la poesía española actual, entre otros Antonio Gamoneda, Luis Alberto de Cuenca, Eloy Sánchez Rosillo, Juan Carlos Mestre, Rafael Fombellida, Álvaro García, Jesús Aguado, Aurora Luque, José Antonio Mesa Toré, Vicente Valero, Lorenzo Oliván, Jordi Doce o Juan Antonio González Iglesias. Como se ve, cualquiera de estos poetas puede formar parte de la antología más exigente y aunque un poema es una muestra escasamente representativa, no cabe ninguna duda de que Virginia López Recio ha realizado una más que meritoria tentativa por difundir la poesía española actual fuera de nuestras fronteras.

La revista turolense Turia ha alcanzado el inimaginable número 116 bajo la tutela de Raúl Carlos Maícas. El trabajo que demanda cada número de esta voluminosa revista tiene que ser agotador y, sin embargo, los responsables de que regularmente aparezca en las librerías cumplen a rajatabla su cometido. Cada número gira en torno de un eje central, «Letras de España y Portugal» en este caso (Se hace un exhaustivo repaso a la narrativa, a la poesía y al ensayo lusos), pero en sus casi 500 páginas caben muchas más cosas. Relatos y poemas inéditos, una sección con decenas de reseñas titulada «la Torre de Babel», entrevistas, ensayos y secciones dedicadas a Aragón y a Teruel en particular.  Leer Turia se ha convertido en una costumbre que, sin embargo,  nunca deja de sorprendernos.

Arte y Parte es también una revista centenaria. El número 121, recién aparecido está dedicado a un tema siempre de actualidad, la relación entre el arte y la política («Arte y disidencia en España, 1969-1979» se titula, por ejemplo, el ensayo de Noemí de Haro García). La revista dirigida por Fernando Huici March que cuenta en su consejo con asesores de la talla de Juan Antonio González Fuentes, de Javier Maderuelo o Alberto Ruiz de Samaniego, tiene por costumbre analizar en profundidad un tema concreto (en este caso el arte y la política), aunque habitualmente incluye además un amplio escaparate de las exposiciones más importantes que se celebran tanto en España como el resto del mundo. Cuenta además con una sección en la que se reseñan libros vinculados a alguna actividad artística. Editada por ediciones La Bahía, su contenido está enfocado hacia unas formas de arte, el arte visual, el libro como objeto artístico, por ejemplo, que no siempre encuentran la difusión adecuada, por eso la imagen y las ilustraciones juegan un papel determinante. En un panorama ciertamente hostil como el que vivimos, su tenacidad es absolutamente elogiable.

La actualidad literaria y artística está excelentemente representada en esta miscelánea. En las próximas semanas, llegarán nuevos ejemplares de estas y de algunas otras revistas de las que oportunamente, y con enorme satisfacción, daremos cuenta en estas páginas.

 

DEBORAH LANDAU. SOLITARIA

26 viernes Feb 2016

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DEBORAH LANDAU. SOLITARIA

Ese verano no quedaba en mí nada de la niña que fui.
Se hizo evidente poco a poco.
De repente ocurrió.

En la piscina, yo pesaba más que la luz.
Picada de viruela y escuálida con un sombrero de ala ancha.
¿Qué será de mi cuerpo

cuando esté tirado toda la noche en el suelo?
Pleno verano. Inspiración. Expiración.
No soy una bombona de oxígeno.

Dos veces a la semana tenemos sexo.
Veo a las ágiles chicas junto a la piscina

casadas con hijos, con anchas

caderas de mujeres maduras.

No puedo ver más allá del punto en el que estoy.
Como tú, sólo estoy de paso.

Quiero mantenerme durante un tiempo.
No quiero nada
ni renunciar a nada, no quiero

estar entre algodones o exhibirme en carne viva.
Si yo retinol. Si yo maratón.
Si yo vitamina C. Si yo carmesí

mis labios y mi pelo moteado.
Si yo cera. Exfoliar. Copular
al lado del pescado contaminado.

Cúbreme, tengo frío. Cúbreme, estoy en mitad del camino.
¿Me aplastarías en el hueco de la escalera?
¿Podríamos acostarnos?

Si los frenos no funcionan.
Si los pesticidas no desinfectan.
Si el séptimo piso expulsa un ladrillo

por la ventana y cae en mi cabeza.
Si un estremecimiento, la menopausia. Cáncer. ALS.
Estos son el ABC de mis miedos.

El médico dice
No tengo una pastilla para eso, querida.
Ojalá, sería una panacea, señoras,
¿gin-tonics en una noche de verano?
¡Te crees inmortal! Desconcertada.
Sucesión de días que no podemos atrapar.

Versión de Carlos Alcorta

PABLO FIDALGO LAREO. TRES POEMAS DRAMÁTICOS.

24 miércoles Feb 2016

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PABLO FIDALGO

PABLO FIDALGO LAREO. TRES POEMAS DRAMÁTICOS. EDICIONES LILIPUTIENSES, 2015

He venido siguiendo la obra de Pablo Fidalgo desde que publicó La educación física, en 2010, libro que supuso para este lector todo un descubrimiento. Un autor que parecía haber surgido de la nada publicaba un primer libro—recordemos que ha nacido en 1984— con la suficientemente madurez como para haber destilado un buen número de influencias, hasta hacerlas una con su propia voz, algo inusual en un poeta tan joven. Leí poco después La retirada (2012), un libro que ha pasado injustamente desapercibido y acaso eclipsado por la aparición casi inmediata de Mis padres: Romeo y Julieta (2013), libro desgarrador con el que se consagra, y la crítica más exigente así lo ha confirmado, con toda justicia como uno de los poetas de referencia de la generación más joven. Pero Pablo Fidalgo no es sólo poeta, compagina esta tarea con la práctica teatral, entre otras cosas. Es en esta disciplina, de carácter colectivo, todo lo contrario que el ejercicio de la poesía, en donde asume mayores riesgos tanto estructurales como representativos, aunque la vinculación entre ambas disciplinas sea, en el caso que nos ocupa, estrechísima.

El libro que hoy comentamos, Tres poemas dramáticos, publicado por la benemérita y nunca suficientemente reconocida editorial Ediciones Liliputieneses de la mano de José María Cumbreño, como su propio nombre indica, trata de conciliar ambos aspectos, la poesía y la representación dramática. El primero de los textos que acoge este volumen —«O Estado salvaxe. Espanha 1939»— fue publicado anteriormente en el libro Autobiografía de una generación y de él nos ocupamos en este mismo foro. Junto a esta primera pieza se reúnen ahora otras dos, «Habrás de ir a la guerra que empieza hoy» y «Solo hay una vida y en ella quiero tener tiempo de construirme y destruirme». Eduardo Pérez-Rasilla, buen conocedor de la obra de Fidalgo escribe en uno de los textos que prologan los poemas esta reflexión: «Su lenguaje, lírico, contundente, con frecuencia aforístico, íntimo y coral a la vez, reservado y elocuente a un tiempo, propio de la confidencia pero rico en el uso de figuras retóricas (la anáfora, el paralelismo, la anadiplosis y la epanadiplosis sobre tosa ellas) apela, implica o incrimina a un espectador al que la palabra lo obliga a tomar partido». Son muchos los versos que podemos seleccionar para ejemplificar las palabras de Pérez-Rasilla. Me remito tan sólo a la primera estrofa de la segunda pieza, un claro ejemplo de anáfora: «Has pagado la entrada y eso te da derechos/ Que levanten la mano todos los que han venido engañados/ Todos los que hemos venido invitados/ Que levante la mano las familias/ Que levanten la mano los hijos de padres separados/ Que levanten la mano los hijos de comunistas/ Que levanten la mano los que se han intentado matar/ Que levanten la mano los que creen que los valientes mueren antes/ Que levante la mano los que sienten que pertenecen a una generación fracasada». Acaso una de las características que unifican los tres poemas sea la estar protagonizadas por personajes marginados por la historia, personajes desplazados, violentados por sostener una determinada ideología, personajes dolientes pero no derrotados que no buscan, sin embargo, revancha, sino justicia. Es cierto, como escribe Slavo Zizek, que, en muchas ocasiones «tendemos a olvidar que no hay nada redentor en el sufrimiento: ser una víctima en lo más ínfimo de la escala social no convierte a nadie en una especie de voz privilegiada de la moralidad y la justicia», de la misma forma que la enfermedad o la indigencia no justifican en sí mismos procederes de ética dudosa, sobre todo cuando, enmascarado en un victimismo las más de las veces humillante para quien lo cultiva, pero también para quien lo patrocina, se utilizan para conseguir determinadas prebendas o sinecuras, pero nada de esto tiene que ver, por fortuna, con las historias que dramatiza Pablo Fidalgo Lareo, porque aquí se da cuenta, con una honradez incuestionable, eso que Pérez-Rasilla llama «una dignidad permanentemente negada». Creo que Álvaro Valverde también incide en este aspecto cuando escribe que «Los personajes de este autor (y digo personajes con reparo: tan reales me parecen) son hombres y mujeres, como él, a la intemperie. Gente que ha resistido. Supervivientes. Hijos, diría, de la pobreza. Muchas veces, nómadas. O viajeros. O emigrantes, lo que salvando el tópico, es casi inevitable para un gallego». De lo que no cabe ninguna duda es de que resulta difícil encajar en el contexto de la poesía española actual un libro como éste, a medio camino entre la justa reivindicación de carácter histórico —más frecuente en otras poesías europeas, por ejemplo, en la polaca— y un lirismo de corte confesional desgarrador, emparentado acaso con los poetas norteamericanos adscritos a esa tendencia, Snodgrass o Lowell sin ir más lejos. Martín Rodríguez-Gaona afirma que «Pablo Fidalgo Lareo asume un abiertamente un posicionamiento generacional (algo en lo que me permito discrepar, porque creo que el de Fidalgo es un discurso narrativo que apela a la continuidad, sin fractura, con una pretensión unificadora muy diferente a la del fragmentarismo tan en boga actualmente). Entrado en el siglo XXI, en el contexto de una profunda crisis internacional, la Guerra Civil persiste en España como experiencia traumática, a la manera de una escena prima, cuyo rebrote y consecuencias son aún más graves por ser algo que no se quiso ver (y mucho menos reconocer o expurgar)». De esa experiencia traumática y de consecuencias como la represión (fosas aún sin abrir) o el exilio, tanto interior como exterior, escribe Fidalgo y, además, escribe desde la experiencia propia, porque los protagonistas no son seres anónimos, sino personas de su entorno familiar —Manuel Lareo Costas, Mercedes Fernández Vázquez, Giordano Lareo o el mismo autor—, y esta característica confiere a los poemas un componente diarístico y, por tanto, confesional nada frecuente en el distanciamiento aséptico de mucha de la poesía que se escribe actualmente [muy certeramente, Rodríguez-Gaona califica estos poemas dramáticos como «el despiadado análisis de lo privado, la deconstrucción de la familia, la disección de lo íntimo (contra el pudor burgués)»].

El poeta alemán Gottfried Benn afirmaba que el arte es capaz de eliminar el tiempo y la historia porque se adentra en la experiencia íntima de cada individuo formando parte de su herencia genética. Pablo Fidalgo Lareo es un ejemplo perfecto de esa alianza y de cómo ejercitar la memoria, sin necesidad de parafernalia ni de ambigüedades semánticas, es la mejor forma de impedir que nos roben el presente.

MYRIAM MOSCONA. ANSINA

22 lunes Feb 2016

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MYRIAN MOSCONA

MYRIAM MOSCONA. ANSINA. VASO ROTO POESÍA, 2015.

Antes de hablar de las particularidades de este libro, conviene hacer un breve recorrido por la biografía de una autora a la que confieso no haber tenido el placer de leer hasta ahora. Myriam Moscona (1955) es una escritora mexicana —poeta, narradora, periodista— con ascendencia sefardí o, lo que es lo mismo, lleva en su sangre los genes de aquellos judíos españoles expulsados de España (de Sefarad) por los Reyes Católicos a finales del siglo XV que tuvieron que dispersarse por Europa y el norte de África. Su familia se estableció en Bulgaria, aunque se vieron obligados a emigrar en 1948 como consecuencia de la devastación producida por la Segunda Guerra Mundial. Eligieron México, aunque desconocía el español —sin embargo, sus abuelas hablaban ladino, por lo que es fácil suponer que mantenía cierta familiaridad con el idioma que fue aprendiendo paulatinamente. En ambos, ladino y español ha desarrollado su carrera literaria, una carrera que incluye numerosos volúmenes de poesía, entre los que destacamos Ultimo jardín (1983), Los visitantes (1989), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, Vísperas (1996), Negro marfil (2000), El que nada (2008) o De par en par (2009) y algunas novelas, como Tela de Sevoya (2012) que mereció el Premio Xavier Villaurrutia. Su obra se ha traducido al inglés, portugués, búlgaro, italiano, ruso, francés, alemán, hebreo o árabe.

Ansina (cuya traducción, según indica el imprescindible glosario final, al español es Así es), su última obra, está escrito en ladino (salpicado, eso sí, con versos en español), lo que representa la primera de sus particularidades. Moscona explica sus razones en el «Exordio»: «Opté por dejar los poemas en su versión original con la asistencia de un glosario. Creo entender que mis razones se hallan en el carácter que recoge para mí el judeo-español. Es decir, las cosas sólo pueden ser dichas en una lengua y no en otra […] hay expresiones que solamente me brotan en ladino: el habla que me permite entrar en otra dimensión del tiempo, en una más íntima, familiar y primitiva».

Reconforta leer un libro como éste, sobre todo después de que se haya materializado hace unas semanas una vieja y justa aspiración de la comunidad sefardí, la de obtener, al fin, la nacionalidad española, un acto ejemplar que honra a quienes, a pesar de los pesares, no han cesado jamás de revindicar sus orígenes. El libro está dividido en cinco secciones: «De empolvaduras», «De mordideros», «De kreaziones i undimientos», «De sensya» y «De eskrivideros». En todas ellas se deja sentir la influencia de la lírica tradicional española, acaso realzada por la arcaica forma de su escritura, más acorde con el alfabeto fonético, ya que fonema y sonido comparten generalmente un mismo signo, una misma letra. Transcribimos para hacernos una idea, por ejemplo, el poema titulado «Lo ke fue»: «akeyos polvos/ trujeron estos lodos/ i estas nuvas/ trujeron/ estas luvias/ i estas luvias/ trujeron estos friyos/ i estos friyos/ trujeron estos yelos/ i estos yelos trujeron/ hazinura/ i akeyos polvos/ son lo ke fueron/ ke son estos biervos/ ke mas no serán». Esta concatenación de acaecimientos finaliza con el convencimiento de que las palabras —los biervos— son capaces de reunir en su seno no sólo las transformaciones, digamos, temporales, geográficas, sino las de carácter íntimo, porque los lodos, la luvia, el yelo parecen ser el trasunto de un estado ánimo mudable. «Mas mejor/ ser ke parezer», escribe en el poema titulado «La tripa», idea que parece sustentarse en estos otros versos del poema «La letra beth: el muro»: «Endelntre de la letra beth, todo está avierto para ke puedas saciarte del saver». Un idioma como el ladino, que ha evolucionado escasamente, es, sin embargo, eficaz cuando se trata de exponer sentimientos, profundas emociones, como afirma Myriam Moscona en el poema «Eskrivir de amor o sensya»: «muncho se puede/ decir en esta lingua/ espandirme en ella/ naser ainda puedo/ i escribir de amor y sensya». No nos cabe ninguna duda de ello, después de leer los hermosos y conmovedores versos de Ansina, un libro que recomiendo leer tanto con los ojos del corazón como con los del rostro, porque, como afirma Javier Taboada en el paratexto de la contracubierta, «El lector tiene en sus manos un libro de poesía contemporánea, alejado de los temas tradicionales de la literatura sefardita. De este modo, Ansina nos adentra en un mundo vivo y recobrado: en el origen del universo, en las leyes que lo rigen (desde el comentario rabínico hasta la matemática), pero también en los seres que han pasado por él, lo amado y lo que no puede nombrarse».

HENRI COLE. AUTORRETRATO CON RIFLE

20 sábado Feb 2016

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HENRI COLE

AUTORRETRATO CON RILE

¿Por qué se tumban

cuando los disparo?

Tanta libre,

voluntaria obediencia

parece venir

 

de una inclinación

a la servidumbre. Yo deseo

controlarme

a mí mismo mejor

pero no he madurado todavía

 

y el misterio

de la muerte no significa

nada para mí.

Quizá es mejor

ser temido que amado.

 

Los ciervos parece

que no lloran la muerte

de lo que

que han perdido,

porque en vez de eso

 

parece que acaban

de tumbarse sobre

el suelo del bosque—

después de caminar tranquilamente

como pequeñas catedrales

 

con astas como capiteles—

algo totalmente

intermedio

entre hombre y Dios,

oculto con pelo

 

rojo hasta las membranas

de sus ojos.

Qué extraño

no recordar

ni siquiera los golpes

 

en sus cabezas

que les hicieron dormir—

ser así absorbidos

por la experiencia

y después olvidar.

 

Versión de Carlos Alcorta

PEDRO JUAN GOMILA MARTORELL. EN LA TIERRA DE NOD

17 miércoles Feb 2016

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GOMILA

PEDRO JUAN GOMILA MARTORELL. EN LA TIERRA DE NOD. EIDOLON II. LA LUCERNA POESÍA, 2015

Tuve el placer de leer por vez primera a Pedro Juan Gomila Martorell a propósito de su anterior libro, Arcadia desolada, primera parte de este ambicioso proyecto titulado genéricamente «Eidolon». En la tierra de Nod, segunda entrega de dicho proyecto, aún inacabado, es, en palabras de Fernando Parra, autor del imprescindible prólogo, «una búsqueda de la identidad, una tensión abisal sostenida dramáticamente por los dos yoes del poeta, el yo verdadero que se agazapa evitando las leyes biempensantes de ‘la tribu’ y ‘el Otro’, (‘ese yo que no era yo’) impostura lacerante que niega pero no destruye, que oculta pero no opaca la herida legítima del ser». Pocos libros podemos leer hoy en día tan crudos y poco complacientes con lo políticamente correcto, sobre todo porque esta rebeldía vital en ningún momento entorpece o subestima el rigor poética ni desciende a conceder preponderancia al contenido del mensaje por encima de su enunciación. Es notorio además, para quien leyera la primera entrega, que el torrente verbal, aunque sigue brotando, por decirlo de un modo simbólico, aguas arriba, es decir, torrencialmente, sí parece haberse domeñado, como si la corriente subterránea que lo nutre hubiera domesticado su ímpetu. «Ahora —citamos de nuevo a Parra—, sin embargo, el verso se contiene ante la lucha sostenida ante contrarios, entre el yo y el Otro, el instinto y su negación, la resistencia al deseo y la entrega, la muerte y la resurrección, el hijo y la madre, la naturaleza y la moral, tensando el verso en un contrapunto imposible, siempre al límite, al borde de estallar». Los finales versos del primer poema, ilustran uno de estos conflictos citados, el que el hijo mantiene con la Madre, «la que está sujeta al aire que me deshabita,/ sin reconocer mi voz, ni el rostro, ni mi tacto,/ la que acaba de arrojarse con mi muerte/ unos metros más cerca de su propia extinción». La violencia de la expresión contrasta con el un arraigado y sincero sentimiento filial. De la intensidad de ese sentimiento nace la voz doliente, permanente en todo el libro, que caracteriza este poema, una voz que necesita decirse de un modo alusivo, insinuante, acaso con exceso de retórica, como el poeta romántico que, al fin y al cabo, es Pedro Juan Gomila. Esta dicción volcánica, tempestuosa revela un intento de expulsar los demonios interiores fuera de sí: «¿Cuál el nombre del demonio a quien cediste/ la execrable orgía de tus obras,/ impúdico botín para gusanos,/ a cambio de la llave de tu celda abismal?// Su nombre es, aquí, Nadie, como el tuyo.», revela un intento de liberar las más íntimas pasiones, de manifestarlas más allá del ámbito de su conciencia, rompiendo el cerco social que las mantiene esclavizadas, aunque no aplacadas. El poeta lucha por superar la incomprensión que le atormenta, el poeta rechaza las convecciones sociales que le marginan («Ya quebrado el vaso frágil de la infancia,/ tras los años primeros de mi desgobierno,/ transigí de mala gana ante la fuerza/ del hostigamiento de las Convecciones») y le condenan a ser un hombre atormentado, que desea vivir en paz consigo mismo y con los demás: «Devuélveme la paz que me han negado/ los torvos de alma enferma, corcovada,/ que aborrecen la conjura de los espolones», pero, lamentablemente, ese paz está lejos de consumarse. El tono sombrío y admonitorio que predomina en estos versos tiene su verdadero asidero en un conflicto de identidad que está aún lejos de resolverse (es sabido que toda obra de arte verdadera nace de un conflicto) y, por eso la escritura sigue brotando torrencialmente: «Y aquel Yo, que no era yo, me iba asfixiando,/ cautivo en las arenas de mi oscura pena». El tono telúrico, escatológico en ocasiones (se escuchan ecos de Nerval, de Lautremont y de Rimbaud, pero también de Whitman y del Neruda de la «embriaguez cósmica») no logra disimular que la pasión física por el cuerpo, la idealización de la belleza y la confianza el poder salvífico del amor son, en realidad, los motores, no sólo de este libro en particular, sino del resto de la poesía que conozco de Pedro Juan Gomila Martorell. Es triste reconocerlo, pero sin un dolor tan extremo, es muy posible que unos versos tan terribles y hermosos (Rilke al fondo) como los que acabamos de leer no hubieran nacido. Un libro como En la tierra de Nod sólo se puede escribir desde la angustia existencia, pero nosotros, sus lectores, no estamos aquí para juzgar la dureza de la vida, sino para disfrutar, sí, para disfrutar de una escritura derramada, intensa, evocadora que a nadie puede dejar indiferente.

 

 

SÔGI. SHÔHAKU. SÔCHÔ. POEMA A TRES VOCES DE MINASE. RENGA

15 lunes Feb 2016

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SÔGI. SHÔHAKU. SÔCHÔ. POEMA A TRES VOCES DE MINASE. RENGA. TRADUCCIÓN Y POSTFACIO DE ARIEL STILERMAN. POESÍA SEXTO PISO. 2016

La primera noticia que tuve del renga fue a través de Octavio Paz. Compuso un poema a cuatro voces —Charles Tomlinson (inglés), Edoardo Sanguineti (italiano), Jacques Raboud (francés) y él mismo— que tituló así, Renga. Escribieron el poema durante cinco días, desde el 30 de marzo hasta el 3 de abril de 1969, en una cámara subterránea de un hotel en París. Está escrito en forma de soneto —27 sonetos con libertad de estructura— y se puede leer tanto vertical como horizontalmente. Paz afirma que «no nos propusimos apropiarnos de un género sino poner en operación un sistema productor de textos poéticos. Nuestra traducción es analógica: no el renga de la tradición japonesa sino su metáfora, una de sus posibilidades o avatares». Como digo, fue la primera noticia que tuve de este peculiar sistema de composición, pero este proyecto paciano posee una particularidad especial: está escrito en cuatro lenguas, en cuatro formas de ver el mundo, por tanto, algo que extrema las dificultades de un poema como el renga, ya de por sí, regido por innumerables normas de composición.

Tres poetas son, en este caso, los autores de este Poema a tres voces de Minase. Sôgi (1421-1502); Shôhaku (1443-1527) y Sôchô (1448-1532). Nada mejor que leer los poemas con delectación y tranquilidad, degustando el sinfín de imágenes y de sensaciones que destilan los versos, para continuar con el imprescindible texto titulado «Postfacio», texto deliberadamente relegado al final del volumen. Deberá entonces el lector volver al principio, esto es, deberá releerlo al amparo ahora de las precisiones documentales que Ariel Stilerman desgrana con claridad y erudición, tanto en lo que se refiere a su ambientación histórica («Un amanecer a comienzos de 1488 tres poetas se reunieron en el santuario de Minase (actual Osaka) para componer un poema en honro de un antiguo emperador») como metapoética («El renga (literalmente “versos entrelazados”) es una forma poética que se compone de forma colectiva y produce un poema de cien estrofas»). Es obvio señalar que este andamiaje teórico no es determinante a la hora de apreciar la belleza de estos poemas, más en este caso, cuando hablamos de una composiciones ejecutadas con una precisión matemática que la traducción, magnífica sin duda, siempre es incapaz de reflejar en su totalidad: «La unidad poética del renga es la “concisión” o “enlace” (yoriai) entre estrofas (ku). Cada estrofa que se agrega (tsuke-ku) debe enlazar con la última estrofa (mae-ku) y distanciarse de la penúltima estrofa (uchikoshi). De esta forma se garantiza la variedad, el equilibrio y la progresión del poema como un todo. Este principio fundamental se conoce como uchikoshi wo kiraou: despreciar la penúltima estrofa».

El poema comienza con unos versos de carácter informativo (escritos en este caso por Sôgi, el maestro. Los otros dos, Shôhaku y Sôchô, son sus discípulos): «A veintidós días del primer/ mes lunar del segundo año/ de la era Chôkyô (1488)», y es que, según informa Stilerman, «El verso inicial de un poema renga debe hacer referencia a las condiciones en que los poetas se reúnen para componerlo, en este caso, un anochecer de primavera junto al río Minase». Después, las estrofas, fieles a las imposiciones normativas del encadenamiento, nos conducen, gracias a asociaciones realmente sorprendentes —eso sí, no siempre fáciles de percibir para una mente occidental, no siempre atenta a sutilezas rítmicas y semánticas de este calibre: «El sonido de la pértiga que empuja un barco/ en la claridad del alba» (Sôgi), «Desde mi almohada de hierbas/ la luna parece ajada» (Sôchô) o «La soledad se aprende/ del sonido del viento en los pinos» (Shôhaku), aunque en los últimos años las ediciones de haikus y de poesía japonesa hayan experimentado un crecimiento extraordinario— nos conducen, decía a un mundo de impresiones sutiles, de experiencias que permanecen en la memoria como una caricia. Una música de un arpa, apenas perceptible, parece acompañar el trino de los pájaros leve como el crujido de un copo de nieve al caer en la cima de la montaña. Todo es liviano en estos poemas, todo menos el temblor que provocan en los sentidos.

La publicación de una joya de la poesía como esta no se podía presentar de cualquier manera. Consciente de eso, Sexto Piso, nos presenta una edición exquisita que simultanea los poemas y sus referencias, incluso en el índice, tanto en su transcripción y en castellano como en versión original, es decir, en escritura ideográfica. El esfuerzo editorial ha merecido la pena, porque el libro es, en sí mismo, un objeto hermoso que no debería pasar inadvertido a los lectores de poesía, de poesía intemporal, de poesía tan sutil como un mudo lamento.

KIM GARCÍA. BESTIARIO DEL DESEO:GARZA

13 sábado Feb 2016

Posted by carlosalcorta in Miscelánea

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KIM GARCÍA

BESTIARIO DEL DESEO: GARZA

Pinos, plantados para papel, tiesos como lápices.

Robles al borde del agua, combados contra la sal.

Entre arboledas, un solo cuervo inquieto.

 

Garza de patas largas, moviéndose con gracia

en agua salobre como un beso, probarlo da más sed,

el chasquido silencioso de sus piernas menudas, astillándose.

 

El aire la envuelve antes de desplegar

sus grandes alas y levantar sus patas.

El aire sabe a caracoles. Su piel es agua dulce.

Versión de Carlos Alcorta

ÁNGEL CRESPO. AMADÍS Y EL EXPLORADOR

10 miércoles Feb 2016

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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ub. la cruz del sur

ÁNGEL CRESPO. AMADÍS Y EL EXPLORADOR. EDICIÓN DE JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ. COLECCIÓN LA CRUZ DEL SUR. EDITORIAL PRETEXTOS. VALENCIA, 2015*

Ángel Crespo (1926-1995) fue un poeta singular y esa singularidad le mantuvo alejado de las tensiones generacionales propias de cada época, una decisión acertada si se toma motu proprio, obviando criterios ajenos a la poesía y subrayando la independencia creativa, pero poco provechosa si uno quiere dejarse arrastrar por el viento fugaz, pero favorable, del interés colectivo. A pesar de eso, y gracias al arduo trabajo de algunos especialistas que han estudiado su obra con rigor y entusiasmo, su figura y su obra van haciéndose un hueco nada desdeñable en el canon poético de nuestro país, lo que nos hace creer en la eficacia de la justicia poética

Amadís y el explorador, libro que ha permanecido inédito hasta ahora, «recoge —en palabras de su editor, José Luis Gómez Toré— algunos de los motivos más queridos por el autor», como son el esoterismo y la alquimia, la compleja identidad del andrógino o el tema del doble, que tantas resonancias clásicas nos transmite. La escritura de los poemas que lo componen sufrió, en el dilatado proceso (desde 1977 hasta su muerte, acaecida en 1995) de construcción, variaciones tanto de estilo como de significación, sin embargo, como señala con precisión Gómez Toré en el informadísimo «Epílogo», «El recurso al monólogo dramático y al poema dialogado unifica estos textos, que comparten también una misma métrica, una combinación libre de endecasílabos y heptasílabos sin rima, con el uso ocasional de otros metros como eneasílabos o alejandrinos». Dialogados son los poemas titulados «Perseo y el cowboy», «Abraham y Gehová», «Odín y la ragazza», «Amadís y explorador» y «Graciela y el Tritón», el resto, los otros cinco poemas, presentan la forma del monólogo dramático. Los protagonistas de dichos poemas provienen de la mitología, de la religión, de la literatura, del arte o de la historia, pero en ningún momento este alarde cultural impone una lectura intelectualizada. Crespo no necesitaba hacer ostentación de sus conocimientos, por otra parte, muy amplios en diversas disciplinas. El acopio cultural está incorporado al poema de forma natural, más, si cabe, en los monólogos, en los que el poeta logra meterse en la piel del personaje que encarna sus palabras. Esta dualidad, este «serme dos en uno», este ser «mi Enemigo,/ el tuyo y el mío, y, siendo todo, soy/ tu mismo, y negación de cuanto puedo/ afirmar y negar», no resulta artificioso en ningún momento. Trasmite un combate íntimo de resultado incierto, porque, como ocurre en los diálogos, la manipulación narrativa da lugar a equívocos que cuesta asimilar: «Quién te asegura/ que tu verdad, que ciega,/ no miente?». Gómez Toré lo resume con estas palabras: «Hay en todo el libro un juego muy complejo de alteridad e identidad, donde elementos que se presentan como irreconciliables se aproximan de repente entre sí». Por otra parte, se observa una constante exploración metapoética, presente desde los primeros versos del primer poema: «Ahora sé las palabras que ignoraba,/ las de la oscuridad, la luz, el viento/ fasto y nefasto, sé de os acentos/ indiferentes y de/ los que acatar se hacen», una exploración que se adentra en el carácter mágico que Crespo concede a la escritura, incidiendo en su capacidad reveladora, transformadora, creadora, al fin y al cabo, de otra realidad más exuberante que la cotidiana y capaz de desafiar a la muerte. No son los únicos temas que abordan estos poemas. Están plagados de referencias simbólicas que conducen hacia una realidad ideal, quizá sólo posible en la escritura, referencias que hacen de su lectura una especie de tablero de ajedrez en el que el alcance del juego varía en cada movimiento. Es este uno de los mejores argumentos para leerlo y releerlo. Los ángulos muertos están llenos de vida.

*Reseña publicada en el número 120 de Clarín. Revista de Literatura

 

 

 

MARIO AMORÓS. NERUDA. EL PRÍNCIPE DE LOS POETAS

08 lunes Feb 2016

Posted by carlosalcorta in Reseñas

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MARIO AMOROS

 

MARIO AMORÓS. NERUDA. EL PRÍNCIPE DE LOS POETAS. EDICIONES B, 2015

Mario Amorós es un reconocido especialista en la historia contemporánea de Chile y a dicho país, así como a algunos de sus personajes más ilustres, ha dedicado centenares de páginas en las que se combinan sabiamente pasión y erudición. Quizá esta biografía nerudiana sea el culmen de todos esos estudios, de los que señalaremos los más relevantes: Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo (2008), Sombras sobre Isla Negra. La misteriosa muerte de Pablo Neruda (2012) o el más reciente, Allende, la biografía, claro antecedente del libro que comentamos. Son innumerables, además, los artículos que ha dedicado a la figura del Nobel chileno («Neruda comunista», 2015); «El caso Neruda en una encrucijada decisiva» 2012 o «Una muerte envuelta en misterio, 2012»), lo que, sin duda, le sitúa en una posición inmejorable para escribir una biografía como esta, documentada hasta extremos insospechados —tiene más de 1600 notas a pie de página— y narrada con un estilo ágil que contribuye a enganchar al lector en la, ya de por sí, seductora biografía de un poeta que nunca estuvo encerrado en la torre de marfil, un poeta que fue mucho más que eso, porque fue un hombre comprometido con su época y con las clases más desfavorecidas. Sin embargo, la presente biografía se escora, desde mi punto de vista, en exceso hacia este aspecto de su vida, relevante como pocos, eso nadie lo pone en duda, pero la actividad social y política no puede, porque sería faltar a la verdad, minusvalorar su poesía, su gran obra en marcha, o dejarla a un lado, entre otras cosas porque, sin negar, como decíamos, la enorme labor política que realizó en distintos momentos de su vida como cónsul, como embajador, como senador o como miembro del Partido Comunista chileno —no está de más recordar su empeño, siendo Cónsul para la Emigración Española, en fletar el Winnipeg, buque en el que consiguió embarcar a más de 2000 mil republicanos españoles con destino a Chile—, Neruda ha pasado a la historia por sus poemas. Muchos de sus libros figuran entre las grandes obras universales: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la tierra, Odas elementales o Canto general, por ejemplo, y, desde mi punto de vista se literaturizan en exceso proclamas, discursos y alegatos, imprescindibles, por otra parte, para conocer las penurias y la difícil supervivencia a la que estaban sometidos, tanto su familia, como los trabajadores más pobres, así como para conocer el ambiente hostil que la burguesía chilena propiciaba ante el más mínimo atisbo de un cambio que supusiera un detrimento en sus prebendas («yo he querido ser un cronista de mi tiempo. Es uno de los deberes del poeta» escribe en Las uvas y el viento), pero echo en falta versos y poemas que contextualicen los hitos más significativos de su vida. No pondría ninguna objeción —como mero lector de Neruda que soy, otra cosa serán los desacuerdos que acrediten los especialistas en su obra y, lo que es lo mismo, en su vida, porque en muy pocos casos se da un simbiosis tan profunda entre una y otra como el caso de Neruda— si el volumen se hubiera subtitulado Una biografía política, pero el epígrafe que la clarifica dista mucho de hacerlo, de hecho expresa todo lo contrario: El príncipe de los poetas, enunciado que, sin faltar a la verdad, es claramente parcial.

La última parte del libro se centra en la polémica, aún no cerrada, de las causas de la muerte de Pablo Neruda. Se recogen testimonios, muchos de ellos contradictorios sobre el estado de salud del poeta en los días previos a su fallecimiento, aparecen personajes sospechosos, como el fantasmal Price, se detallan los cambios de parecer del poeta sobre su marcha a México o las impresiones del embajador de Suecia. La exposición de los hechos no se decanta abiertamente por ninguna posibilidad, y digo abiertamente, porque sí me da la impresión de que, con extrema sutileza, se van dejando pistas que abundan en la teoría del asesinato: «En las conclusiones —escribe Mario Amorós—, el documento del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior apunta claramente: «Desde el punto de vista probatorio, es posible concluir que, si bien D. Pablo Neruda padecía un cáncer de próstata, el cual había deteriorado seriamente su estado de salud, asimismo, no se estableció en su momento, ni tampoco durante el curso de la investigación que la muerte se haya producido a consecuencia del cáncer que sufría. De los hechos acreditados en el expediente, resulta claramente posible y altamente probable la intervención de terceros en la muerte de D. Pablo Neruda». Jorge Edwards, amigo y biógrafo del poeta, sin embargo, se muestra más escéptico sobre el particular cuando se pregunta: «¿Quién puede tener interés en asesinar a un moribundo» En cualquier caso, y falta, a día de hoy, de datos concluyentes, creo que palabras como las de Vargas Llosa: «Ignoro las circunstancias de su muerte, pero a buen seguro que en ella habrán influido las horas sombrías que está atravesando su patria» o las de Eduardo Galeano: «La muerte de Neruda fue trabajada por el cáncer, por la edad y por el cáncer instaurado en Chile: el gobierno de Pinochet» encierran una verdad irrefutable.

El enorme trabajo de investigación que ha llevado a cabo Amorós y el uso consecuente de las fuentes documentales —los trabajos de David Schidlowsky en archivos ministeriales son un buen ejemplo— y la versatilidad a la hora de emplearlos con una ambición divulgativa, bien pude proporcionarle las bases para llevar a cabo una biografía de carácter poético, empeño en el que, por otra parte, lleva años trabajando Hernán Loyola. El primer volumen de los tres previstos, Neruda. Biografía literaria (2006) abarca la primera etapa creativa del poeta, hasta el año 35 . Con ambas perspectivas, el retrato sería, sin duda, mucho más fiel al rostro verdadero del retratado. Al menos así lo percibo yo cuando, entre sus propios versos, le miro fijamente a los ojos.

 

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