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DANIEL GUERRA DE VIANA. LAS ESCAMAS DEL FRÍO. COLECCIÓN A LA SOMBRA DE LOS DÍAS. CONSEJERÍA DE CULTURA DEL GOBIERNO DE CANTABRIA, 2016

Nacido en Reinosa (Cantabria) en 1969 y autor de numerosos artículos sobre arte o etnografía —entre otros asuntos—, promotor de revistas y diversas actividades culturales, nos presenta ahora su primer libro de poesía, Las escamas del frío. Es cierto que los interesados han podido leer muestras de su quehacer poético en antologías (Humus: diez años de poesía última en Cantabria, Con tu piedra o A la luz de tu memoria, por ejemplo), pero este libro supone, por lo que respecta al ámbito poético, el primer intento serio de romper la frontera del anonimato para exponerse al escrutinio del lector y, hemos de significar antes de proseguir con este comentario, que el riesgo que toda apuesta de este tipo lleva aparejado ha sido solventado con destreza, porque tanto la estructura general del libro como cada poema de forma individual demuestran una solidez creativa sin titubeos y una madurez intelectual que permite al autor, Daniel Guerra de Viana, asumir diversas tradiciones estéticas para ir conformando una voz personal en la que las costuras de las influencias van pasando cada vez más desapercibidas. Antonio Casares, en el texto con el que prologa el libro, menciona a poetas como Mallarme, Apollinaire o Maiakovski entre esas influencias, pero no son las únicas y, de hecho, otros autores, dispares entre sí, como Marcel Proust, Boris Vian, Allen Ginsberg, Paul Auster o Kafka asoman entre las páginas de Las escamas del frío, lo que viene a confirmar la vasta cultura literaria del autor a la que hacíamos mención anteriormente. Por otra parte, ese frío al que alude el título, un frío deshumanizado que en algunos momentos nos recuerda al Miguel Hernández de El hombre acecha, encuentra en la ciudad rusa de Vladivostok el referente simbólico necesario para dar cuerpo a ese viaje, tanto mental como físico, a través del paisaje de la conciencia, aunque las distancias en ésta no sean cuantificables físicamente como sí ocurra en el poema «Transiberiano», en el que Guerra de Viana escribe: «Has cruzado nueve mil kilómetros para acabar/ en una cama fría, haciendo de tus sueños tus únicos naufragios»; un paisaje desolador, casi inhabitable en muchas ocasiones (el poema titulado «Virginia Wolf» puede ser un buen ejemplo) y más benigno en otras («Sol plomizo./ Los niños corren, juegos en la mañana de octubre,/ lejos quedan los canales de Venecia en agosto», escribe en el poema titulado «Miseria», dedicado a Cioran), aunque ambos estén vinculados por una sensación de desamparo y de renuncia similares. Algunos de los poemas de este libro poseen cierto armazón de carácter cinematográfico, como los titulados «Pausa», en el que el progreso temporal viene marcado por las distintas bebidas ingeridas; «Frío», en el que las cosas parecen ir sucumbiendo a esa baja temperatura pausadamente, como si fueran engullidas por las sombras del atardecer o «Style of life», que podríamos encuadrar dentro del género del road movie. No faltan además los poemas surgidos de la contemplación de una obra de arte, poniendo en práctica la llamada écfrasis, como en el poema titulado «Hooper», incluso en «Radiografía» o «Retrato en el espejo(2)». Las escamas del frío es un libro que contiene varios libros dentro, aunque que no posea secciones que lo fragmenten. Hay, sí, un hilo común que enlaza muchos de los poemas —igual que los raíles comunican ciudades— cuyo primer punto lo podemos determinar en el poema «Vladivostok» del que extraigo estos versos: «Un tren que parte expulsando el humo negro de su garganta, / una ciudad de chimeneas como falos escupiendo polución,/ que es otra forma de eyacular sobre el recuerdo […]/ Vladivostok queda bajo tu vientre, / está abierto, invitando a desaparecer como en un país imaginario,/ a ser devorado por manos hambrientas, por besos sedientos/ como si fueran escamas frías» y llega hasta «Mar de Japón», que comienza así: «DE repente una oscuridad incierta,/ una sombra que enojaba tus ojos y que apagaba el cielo del Mar de Japón.// Una sensación indefinida perdida en tu península,/ lejos de casa, lejos del frío que se instala en tu pubis y/ me regala frustraciones cada noche en tu cama», pasando por «Escapada» o el ya mencionado «Transiberiano», pero también encontramos poemas de homenaje que en sí mismos podrían formar un conjunto aparte o poemas de tono íntimo, como «Retrato» o metapoético, como «Palabras» o «Una librería celebra el día del libro». Todos ellos contienen una alta intensidad poética, no frecuente en un primer libro, lo que nos inclina a estar a la expectativa de las próximas entregas de Daniel Guerra de Viana. Seguro que no nos defraudarán.