DANIEL RIVALLO. INTUILECTOS. (RAZONARES INTELISIBLES). EDITORIAL ISLA DE SILTOLÁ. AFORISMOS.
Como otros autores han hecho con anterioridad, David Rivallo (1976) ha bautizado sus aforismos con un palabra de su propia cosecha: intuilectos. «El intuilecto -nos explica- es un neologismo originado a partir de la forma latina intuito, intuitiones (…) y del sustantivo intellectus (habilidad de escoger bien), formado a partir del prefijo inter (entre) y lectus (elegir, escoger)». Con estos datos ya podemos hacernos una idea de lo que vamos a encontrarnos en sus páginas. Desde luego, no faltan neologismos que buscan una definición más precisa de lo descrito, como sæbriedad, veluzidad, etilicidad o yoyofísica, pero, además, encontramos en la mayoría de estos intuilectos grandes dosis de ironía, no importa el tema tratado. «El aforismo da que pensar», escribe, y, efectivamente, esa ironía busca el reverso de las cosas. Desdeña el sentido habitual y crea, mediante opuestos o resaltando el sentido paradójico, un significado que se multiplica como si estuviera dentro de una habitación llena de espejos. No otra cosa parece ser esa realidad que describe con «la mordacidad de un diente de ajo». No siempre resulta fácil diferenciar la ironía con el mero ingenio. Hay reflexiones que parecen caer en esto último, como: «Era un hombre viceversa», «Mantenerse a calvo de una melena» o «Que duda, cabe», pero estos casos son anecdóticos. En la mayoría, el mero juego de palabras logra resultados sorprendentes: «La poesía es el paso del percentil al porsentir» o «Si alineas una ensalada, la deconstruyes». No escasean, además, las definiciones, en una especie de RAE paralelo. Entresacamos algunas de las más originales: «Latemusar: cada uno de los golpes producidos por el movimiento alternativo de dilatación y contracción del corazón de un poeta», «Oxímoron: moción de censura» o «Ubicuidad: aforo limitado». En un género como el aforístico, con tantos adeptos en los últimos tiempos, es difícil aportar algo nuevo, pero Daniel Rivallo consigue sorprendernos con una medida combinación de ironía e intuición, eso sí, siempre al servicio de su espíritu contemplativo.