AFORISMOS (3)

MICHEL F. CONTRADICCIONES REUNIDAS. COL. AFORISMOS. LA ISLA DE SILTOLÁ

«Sin errores ni contradicciones, ¿qué me quedaría de valor», se pregunta el enigmático Michel F. y, a tenor de lo leído, este aforismo bien puede resumir con suficiente precisión el contenido de Contradicciones reunidas, aunque tampoco podemos dejarnos engañar porque no debemos obviar el alto porcentaje de ironía y de escepticismo que revelan sus textos: «Caminar y escribir aforismos, no mucho más hago en la vida. Como purgatorio es aceptable».

     Si nos atenemos a los temas de los que se ocupan estas reflexiones pronto percibimos que el cuestionamiento de la identidad es uno de los más frecuentes. Veamos algunos ejemplos: «Necesidad de retirarse al fondo de sí mismo. Desconexión. Con hielo y lima si es posible», «El ego siempre quiere las luces sobre él, como si así pudiese compensar todas sus sombras», «El ego es una rata, se alimenta de cualquier cosa», un asunto también muy candente en la poesía actual, aunque, en el aforismo, la ausencia de retórica permite enfatizar el sinsentido o la paradoja.

La relación del individuo con el mundo que le rodea, o, más bien, el desacuerdo con ese mundo, suscita también algunas reflexiones no exentas de autocrítica: «Esas situaciones, cada vez más frecuentes, en las que la inteligencia es inútil».    No falta, como ocurre con la mayoría de los aforistas ―a la poste, ellos también poetas―, una mirada irónica sobre los poetas («El parecido entre poetas confirma la promiscuidad de las musas», «Escribe como si mirase todo por última vez», «Filosofo, poeta, bufón: algo de cada», «Una vez que prohíban la poesía todos querrán ser poetas») o reflexiones en torno a la creación poética y sobre el propio aforismo: «El aforista no busca la brevedad del relámpago, sino la de la hoja que cae», «Un buen aforismo se confunde con el gorjeo de los pájaros», por más que con una buena dosis de humor reconozca que: «Nadie que se tome en serio escribe aforismos» o, en este ejemplo, con una dosis no menor de retranca, afirme que  «Un aforista que se tome en serio no puede ser más que un suicida», lo que, en ambas situaciones, entra en contradicción ―recordemos el título― con esa idea de que la escritura del aforismo quizá sirva «no para conservar el presente, sino para delimitarlo». En definitiva, Michel F. no ha mentido al titular su libro. Hay contradicciones, si, y resultaría descorazonador que no las hubiera, porque en la contradicción, en la duda está la esencia de la creación y porque: «Un pensador que no se permita