JOSÉ LUIS ZERÓN. A SALTO DE MATA. FRAGMENTOS DE UN DIARIO (2008-2016). EDICIONES FRUTOS DEL TIEMPO

José Luis Zerón (Orihuela, 1965), autor de una vasta obra poética integrada por más de una decena de títulos, se interna ahora en el escabroso género diarístico con algunos de los textos escritos entre 2008 y 2016. Como dice el autor, un diario es una especie de cajón de sastre en el que tienen cabida «reflexiones sobre literatura, arte, política, ciencia…, reseñas breves, anotaciones personales [no podría ser de otra forma] sobre mi vida privada y cultural, opiniones a vuela pluma, aforismos, etc.». En un diario, a tenor de lo expresado, cabe de todo, pero lo que debe ofrecer al lector, en contraposición a otros géneros, es sinceridad. La ficcionalidad del yo poético carece de oportunidad en unos textos que buscan dar una íntima visión de la realidad sin enmascaramientos y esto lo sabe, y lo pone en práctica, José Luis Zerón. Maurice Blanchot decía que «el diario no es esencialmente confesión, relato de sí mismo. ¿Qué debe recordar el escritor? ―se preguntaba― Debe recordarse a sí mismo, al que es cuando no escribe, cuando vive la vida cotidiana, cuando está vivo y verdadero y no moribundo y sin verdad». No obstante, a la hora de publicar la amalgama temática que configura todo diario se puede optar por varias opciones. La más común es publicar los textos íntegros, tal y como fueron escritos, sin ninguna categorización, atentos solo a la continuidad temporal. Otra, y es por la que ha optado Zerón, se centra en seleccionar solo aquellos fragmentos que respondan a la intención recopilatoria: «Decidí escoger en su mayor parte entrada reflexivas, casi todas ellas de contenido estético, evitando los asuntos privados, las crónicas de viaje, las referencias a mi actividad cultural y los temas, debates y acontecimientos (sobre todo políticos) que hace unos años estaban de rabiosa actualidad y que hoy me parecen distantes y ajenos». Pero, con tantas limitaciones, el resultado, más que un diario, se podría encuadrar dentro del género ensayístico, al privarnos casi por completo ―aunque fragmentos como este que transcribo lo desmienten: «Al mediodía, en el balcón, me deleito escuchando el canto afiebrado, potente, entre áspero y sutil, de la curruca capirotada»― de esos «asuntos privados» que dan razón de ser al diario. Dejando aparte la taxonomía, y ciñéndonos al contenido de A salto de mata, hay que reseñar que los intereses intelectuales de Zerón son muy variados, se extienden, cómo no, a la poesía («Cuando se habla o se escribe sobre poesía española actual siempre sale a relucir esta sentencia: “falta sentido del humor y sobra solemnidad” […] Lo que sobra, me parece a mí, son poetas (y literatos) acomodados en la ironía más o menos graciosa, más o menos ingeniosa, cuya estética consiste en la falta de riesgo estético»), los poetas ―obituarios sui generis de Leopoldo María Panero, de Seamus Heaney, de Jesús Lizano ― o las reflexiones de carácter metapoético que subrayan su opción estética («El poeta puede incurrir en el peor de los solipsismos cuando concibe la poesía como un modo de indagación interior ignorando la realidad, es decir, lo que sucede en el exterior»), pero son abundantes las entradas que reflexionan sobre otras artes, como la música, por ejemplo («Descubro con sorpresa la pieza para flauta de Jaques Ibert […] El sonido voluptuoso, exótico y evocador de la flauta, no está exento de aristas y zonas yermas. El colorido no es siempre es cálido y brillante y tiene al claroscuro»); el cine ―hace comentarios sobre varias películas, entre ellas, El increíble hombre menguante, El pianista, La araña― o la literatura en general, que ocupan gran parte de estas páginas. En resumen, las experiencias personales, más abundantes en las últimas secciones del volumen, los ejercicios de introspección, están siempre canalizados hacia las reflexiones de carácter estético, asunto que ocupa también los «lampos» o aforismos con los que se cierra un libro que se lee conviene leer con las debidas interrupciones, esas que permitan al lector asentir o disentir, formarse, en suma, su propio criterio.