JUAN MANUEL RODRÍGUEZ TOBAL. ISSA ALIADA. POESÍA HIPERIÓN.

Juan Manuel Rodríguez Tobal (Zamora, 1962) no suele frecuentar la imprenta con asiduidad. Con una obra en el ámbito estrictamente poético ―recordemos que es un notable traductor de autores como Safo, Ovidio o Virgilio― no muy extensa y espaciada en el tiempo (desde Dentro del aire, en 1999, hasta este Issa aliada de 2021, solo ha publicado otros cuatro libros de poesía: Ni sí ni no, en 2002, Grillos en 2003, Icaria, 2010 y Esto era, en 2018), da la impresión de que el autor se muestra renuente a compartir sus poemas con los lectores, por esa razón resulta aún más sorprendente el contenido de Issa aliada, un libro, digámoslo ya, extraño, inclasificable, en el que el poeta se convierte en una especie de oráculo capaz de transcribir los crípticos mensajes que recibe de los dioses, o de una presunta «divinidad» ―trasunto de la diosa Afrodita, según nos participa el autor― bautizada con el nombre de Issa aliada, que bien podría haber una de las amantes de Safo, y de Safo provienen las resonancias de estos poemas. «Los hombres siempre se suceden. / Yo mismo soy ya un hombre sucedido, / un hombre suceso, Issa aliada, / un sacerdote de una época, / un atormentador, por tanto, de voluntades».

Juan Manuel Rodríguez Tobal no se ha desdoblado en otro personaje, no, se ha multiplicado en una serie de voces que conversan en diferentes planos, en escenarios y épocas no siempre concordantes que exigen del lector una atención especial. Los registros de estos poemas no se avienen a los planteamientos de la poesía más canónica porque hacen saltar por los aires tanto el discurso reflexivo como el meramente descriptivo. Podemos incluso leer estos poemas como un ejercicio de traducción que ha derivado hacia una autoexploración ―la cita de Borges que encabeza estos poemas puede marcarnos el rumbo― a través de voces ajenas: «Yo era multirracial para la alegría. / Las cosas que yo decía sonaban como formas / hasta que el lazo del trueno estalló: alturas del futuro, hombres maduros…», no exenta, además, de ironía, de un humor, en cierto sentido, despiadado, negro: «Pero si sueño risa, / o propóleos, / o mar, o hebillas de panal, / tú sabes, Issa aliada, / que mi corazón ya no me necesita / o, si acaso, / le vendría bien echar una cabezada. / Me parece», aunque este diálogo consigo mismo adquiere, por momentos, tonalidades más dramáticas en las que se ponen en cuestión algunos fundamentos de la propia identidad, ahora tan fragmentada: «Durante mucho tiempo / me limité a aprender las madrigueras de los helechos, / a considerar la vida media de una persona, / a asombrarse por la diversidad de la inmortalidad en el mundo / y a practicar con la perforación del agua» y es que son muchos los timbres de este libro, pero prevalece esa necesidad de saberse, de delimitar los efectos del tiempo en ese yo que lucha por esclarecerse, aunque sea a través de crípticos mensajes celestiales, sujetos a interpretaciones múltiples, a modalidades colectivas de la voz, pues parecen nacer, como las palabras, de lo que Stephen Spender llamó «el material no elaborado del inconsciente».