ALEJANDRO LÓPEZ POMARES. LA SOLEDAD TRAS EL RUIDO DE FONDO. ARS POÉTICA EDICIONES.

Han pasado tres años desde que Alejandro López Pomares (Orihuela, 1983) publicó su primer libro, la novela La mirada perdida (2017), una novela con tintes poéticos, algunos de cuyos fragmentos buen pudieran considerarse poemas en prosa. Resulta por tanto, a ojos de este lector, el tránsito hasta el poema en verso algo casi obligado. López Pomares ha contado como padrino para tomar su alternativa poética —discúlpense el símil taurino— con un excelente padrino, José Luis Zerón Huguet, reconocida voz poética y crítico de altura, como demuestra en el prólogo a La soledad tras el ruido de fondo, un primer libro que, de inmediato, deja traslucir lo que hay detrás de estos poemas, una larga peregrinación en busca del decir preciso y satisfactorio, si es que esto es posible cuando hablamos de poesía. Nuestro poeta ha trabajado a conciencia y ha sabido esperar, haciendo oídos sordos a los cantos de sirena que entona la vanidad, para dar a la imprenta un libro complejo y perfectamente estructurado. Siempre he defendido la poética del conflicto frente a la poética acomodaticia, aunque, como es lógico, la primera asuma ciertos riesgos que, en ocasiones, hacen que el poema naufrague, algo menos infrecuente en esa poesía que repite esquemas tanto formales como conceptuales. La poesía de Alejandro López Pomares pertenece al primer grupo, lo que que podemos verificar en poemas como «Auto Retrato», del que extraemos estos versos: «Dime lo que quieras, / no creo que haya una sola verdad  / que no contenga entre sus letras / cada una de todas las mentiras. / Yo, mientras tanto, difuminaré el contorno de las cosas con mis dudas. / ¿Durante cuántos años recorrieron la periferia tus anhelos? / ¿Cuántas veces te verías sin saber si eras tú mismo / quien saluda al pasar? / ¿Cuántas noches distancian tus sueños delos míos? / ¿Cómo voy a reconocer tu rostro / si hace tanto / t-a-n-t-o / que me busco a oscuras en la otra mitad / de la foto?». Son estas, como vemos, las incertidumbres propias de un sujeto escindido cuya identidad se refleja en el espejo desportillado de la realidad, un espejo que simultanea la imagen de un yo y de un otro que fueron el pasado un mismo ser, pero que son ahora caras de personajes distintos. Zerón Huguet escribe sobre el libro en el citado prólogo que «Se trata del dietario de un personaje hipersensible, introspectivo —a veces visionario—, cuyo modo diferente de ver y entender el mundo le induce, desde el estupor y su asombro, a una épica de resistencia o de subsistencia cotidiana». El conocimiento personal contribuye a extraer conclusiones que seria muy aventurado realizar solo a partir de la lectura de los poemas, pero la exaltación de la soledad como escudo ante el ruido de fondo —y no solo de fondo— de la realidad nos da pistas claras, si no sobre el autor, sí sobre el personaje lirico que protagoniza los poemas, poemas cuya casi total ausencia de puntuación permite una mayor multiciplidad de lecturas, poemas que hablan de abandono, de desamor: «No entiendo si tu paso por la vida / y mi paso por tu lado… // resuenan sobre el mismo suelo»; de esa pérdida de la identidad de la que hablábamos antes: «Mírame en esta foto, ¿quién he sido?», escribe en el poema «Camino largo lento»; de la vulnerabilidad de ser, en muchos casos superada gracias al poder de la poesía, aunque este no sea siempre salvífico: «La poesía es un mar de dudas, desbordándose por nuestras calles / y yo solo alguien que se aferra / en el punto de mira / la foto de alguien / se ahoga sin motivo / sin palabras / sobre los charcos con mi cara descorrida / y yo solo alguien que se ahoga».  He aquí «El testimonio —en palabras de Zerón Huguet— fidedigno de una escritura vital en la que lo vivido y lo poetizado (también caben lo deseado y lo inventado) constituyen un tupido entramado de voces en fuga», un testimonio, en ocasiones, algo caótico que, desde mi punto de vista, ganaría enteros con una mayor contención discursiva. En cualquier caso, La soledad tras el ruido de fondo es un excelente primer libro que nos hace albergar fundadas esperanzas sobre las futuras entregas poéticas del autor.