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GERARDO DIEGO. NUEVA LIRA TE DOY (ANTOLOGÍA DE LA POESÍA EXPERIMENTAL). EDICIÓN DE JUAN MARQUÉS. EDITORIAL RENACIMIENTO y FUNDACIÓN GERARDO DIEGO, 2018

Como es de sobra conocido, Gerardo Diego fue un poeta de una versatilidad formal poco común. Si a esto añadimos la variedad temática y otros asuntos más consuetudinarios como la, en muchos casos, enorme distancia temporal entre el momento de la escritura y el de la publicación de algunos de sus libros, no puede extrañarnos el desconcierto que ha provocado en cierta crítica, más pendiente de repetir esquemas y formulaciones ya trillados que atenta a formarse un criterio propio, fruto de un análisis riguroso de las fuentes. Otro asunto no menor que dificulta la lectura de la obra de Gerardo Diego es su extensión, como queda de manifiesto en las sucesivas entregas editoriales —la última, publicada por la editorial Pre-Textos el pasado año en dos cuidadísimos tomos a cargo del profesor Díez de Revenga — de su obra poética. Son más de cuarenta títulos —sin contar antologías y poemas dispersos— los que recoge el especialista y no todos, lógicamente, poseen el mismo alcance, por eso la antología que ha preparado Juan Marqués —Nueva lira te doy— de la poesía experimental de nuestro autor tiene sentido y congruencia. Es una forma de minimizar el temor del lector a enfrentarse con un maremágnum en el que perderse.

     Gerardo Diego es un poeta clásico y vanguardista a la vez. Conocía como nadie nuestra tradición (desde Góngora a Lope, pasando por el Conde de Villamediana o Medina Mediniilla), pero, a la vez, participó en primera línea en algunos de los ismos que conformaron las primeras vanguardias del siglo pasado, como el ultraísmo de Rafael Cansinos Assens y el creacionismo de Vicente Huidobro, en el que compartió afiliación con el poeta vasco Juan Larrea, a quien le uniría desde entonces una estrecha amistad. Cómo fue capaz de simultanear ambos registros sin entrar en un conflicto esterilizador es una pregunta que carece de respuesta. Nos basta con atenernos a los resultados, a los excelentes resultados en ambas corrientes estéticas. La poesía experimental vanguardista, la «poesía de creación», como la llamó el poeta, en contraposición a la poesía de corte tradicional, «poesía de expresión», siguiendo su terminología, es la que ha servido de base a Juan Marqués a la hora de realizar esta antología por encargo de la Fundación Gerardo Diego que hace el número 100 de la prestigiosa colección de rayas de la editorial Renacimiento, aunque el antólogo ha espigado en la obra completa de Diego y ha incorporado poemas de algunos de sus libros más clásicos, como El romancero de la novia o Sonetos a Violante. Marqués se muestra contundente con los escépticos cuando escribe que «No hay, en fin, por qué sospechar de la verdad de la poesía de Gerardo Diego por el hecho indiscutible de que en el hubiese en él un poeta clásico y un poeta vanguardista, un poeta católico y un poeta erótico, un poeta torrencial y un poeta contenido, un poeta del paisaje y un poeta de la conciencia, un poeta humorístico y un poeta circunstancial, un sonetista y un transgresor, un poeta meditativo y un poeta lúdico, un poeta hímnico y un poeta melancólico, un poeta moral y un poeta insolente», una verdad poética que el propio Diego revela en estos versos: «No escribiré ya más un verso / en que no haya embarcado toda el alma / aunque no lo parezca / aunque ese le antoje frívolo / al que no sabe la misión del fuego / y su escondido origen».

   La selección se centra en los poemas que Diego llamó de azotea (los de molde clásico los bautizó como de bodega), poemas capaces de crear realidad de forma natural. Imagen es el libro con el que inicia esta singladura («Partir del humorismo / funámbulo y acróstico, / a cabalgar el istmo / del que pende lo agnóstico», escribe en el poema «Salto del trampolín»). Vendrán después libros como Manual de espumas, Poemas adrede (en donde podemos leer el magnífico «Fábula de Equis y Zeda»), Alondra de verdad o Biografía incompleta. De todos ellos y, como hemos dicho, de algunos de sus libros más tradicionales, Marqués ha escogido ochenta y tres poemas siguiendo, como no podía ser de otra forma, su gusto personal. El resultado es excelente y, estoy seguro, contribuirá a romper ese círculo vicioso en el que muchos jóvenes lectores, y muchos poetas, han caído menospreciando la poesía de Diego sin leerla. La mejor forma de enjuiciar una obra es poseer un criterio propio, y este criterio solo puede prosperar desde el conocimiento de primera mano, es decir, desde la lectura crítica de la obra. Nueva lira te doy nos brinda esa oportunidad. Conviene no dejarla pasar.