LUIS MIGUEL RABANAL. TRES INHALACIONES. AMARGORD EDICIONES, 2014

Luis Miguel Rabanal (1957) comenzó a publicar con apenas 20 años (de 1977 data su primer libro, Variaciones) y desde entonces, con una regularidad admirable, ha mantenido esa fidelidad a la letra impresa, por lo que ha elaborado durante estos una considerable obra, obra respaldada por un nutrido grupo de lectores además de ser galardonada en múltiples ocasiones. A ese primer libro siguieron otros como Obdulia azul, 1980; Labios de la locura, 1983 Premio Ana de Valle; Cuaderno de junio, 1984; Rená, a solas con nosotros, 1984; Palabras para Obdulia, 1985; (Técnicas) para abrazar un oscuro nombre, Premio José Luis Núñez; La memoria buscando sus disfraces, 1986; O podríamos amarnos sin que nadie se entere, 1989 Premio Leonor; Libro de citas, 1993 Premio Cálamo de poesía erótica; Cáncer de invierno, 1998 Premio Provincia; La última vez, 2000; La casa vieja (2002); Fantasía del cuerpo postrado (2010); Lugares (2011) y el libro de difícil clasificación —mezcla entradas de un diario apócrifo, poemas en prosa y textos misceláneos—, Elogio del proxeneta (2009).

Fiel a ese compromiso que mencionaba más arriba, regresa ahora a las librerías con su libro Tres inhalaciones, un libro dividido en tres partes que, a mi modo de ver, poseen un carácter autónomo dentro de la unidad particular. Cada una de ellas podría formar un libro en sí misma porque abordan temas dispares y, sobre todo, porque la forma de indagar en esos temas es muy distinta.

La primera sección, «Las luces largas», viene precedida por el extracto de una noticia luctuosa extraída de un periódico. En este texto se da cuenta del hallazgo del cadáver de un varón con signos de una extrema violencia, violencia de la cual la noticia sólo acierta a formular conjeturas. Este suceso sirve a Rabanal para recrear la peripecia vital del muerto en unos versos contenidos, de arte menor, que, como digo, van construyendo una hipótesis vital, no exenta seguramente de algún soporte en la propia existencia del poeta, entendiendo ésta como  acopio tanto de experiencias personales como de experiencias ajenas que llegan a formar parte de ese conglomerado al que aludía. Rabanal utiliza deliberadamente un ritmo sincopado, con encabalgamiento abruptos, como en estos ejemplos entresacados casi al azar: « Recuerda las/ horas importantes, el/ mar sobre su boca.» o «Ceder el turno a la/cordura, aleve pero sin/ dilación ni despilfarro./Hacerte pasar por quien», con el fin de resaltar la fragilidad de la vida humana, el peso del destino que ha convertido en un instante, tras una curva, en algo inanimado ese cuerpo que poseía la singularidad propia de todo ser humano: «Despojarse de la ropa y/ que bajo la desnudez/ asome su conflicto», escribe Rabanal, consciente de que una vida sin conflicto, con amor y desamor, con éxito y fracaso, con deseo y resignación es una vida vacía.

Un carácter muy distinto posee la segunda parte, « Pequeña galería de poetas sin reloj». Formalmente, las diferencias son muy notables, pues encontramos aquí poemas compuestos casi por versículos, sin bien alternados con otros más breves. La ironía que encierra el título está presente en todos y cada uno de los poemas que conforman esta sección. El poeta Luis Miguel Rabanal no muestra condescendencia alguna con un gremio por otra parte tan maltratado como el de los poetas, pero lo hace siempre desde la propia flagelación, una flagelación, eso sí, cargada de humor. La mirada iconoclasta, a medias cruel, a medias misericordiosa con la que observa la vida de los poetas a los que homenajea  —« ¿Habrán sido los poetas alguna vez/ verdaderamente felices?», se pregunta—, entre los que, sin ánimo de ser exhaustivos, mencionaremos a Efraín Huerta, Anna Ajmátova, Victoriano Crémer, Auden o Carlos Edmundo de Ory, de cuyo poema — «Carlos Edmundo de Ory traduce a Verlaine»— extraigo estos versos que de manera más explícita ilustran ese humor al que antes aludía:

 

Hueles de una manera diferente.

C. E. de O.

A los poetas no se les debería dejar solos

a partir de las cinco, es pronto para dilucidar

lo que acaece en sus cabecitas brumosas.

Los poetas son obvios

como los aguaceros y las ensoñaciones, igual

que los tulipanes cuando el sol no ha salido.

Los poetas recrean el cosmos pero para colmo

de males su respiración no descansa.

Cada poema está encabezado por una cita del poeta protagonista del poema, cuya misión creo que no es otra que resaltar la iconoclasia subyacente en los versos, como queda patente en estos otros que forman la primera estrofa del poema titulado « Philippe Soupault se asusta por poco»

 

Qué buen tiempo hace

P. S.

¿Son los poetas las personas más viles,

las personas más tercas, las personas más puras?

¿Son los poetas los seres más rastreros,

los padres más clementes,

los intermediarios más tiernos y ruidosos?

¿Son los poetas andaluces de ahora quienes

cautivan más y mejor a las empalagosas

colegialas?

La tercera y última parte de Tres inhalaciones se titula «Un poema de amor» y, como no podía ser de otra forma, es muy distinta a las dos partes precedentes. Aquí nos encontramos con fragmentos, en algunos casos compuestos por un solo verso, que narran esa particular forma de amar que tienen los maltratadores. Alternada entre la voz de la víctima y la del verdugo, escuchamos una tercera voz que parece recrear un pasado cargado de esperanza, una esperanza ahora frustrada por los golpes, la presión psicológica, los celos o la sumisión.  Es, sin duda, una experiencia atroz que, sin embargo, no podemos silenciar, todo lo contrario,  es necesario airearlo, y Luis Miguel lo hace sin caer en la falacia patética. Con una objetividad digna de encomio. Como escribe en uno de los fragmentos:

cada párrafo

reproduce un suplicio discrepa con la voz

que procede de lejos que nos saca la lengua

para después obligar a creer que no respalda

el cuerpo saciado el cuerpo que sorbe

la luz la promesa los mismos anhelos…

La versatilidad poética de Luis Miguel Rabanal hace posible que frecuente tres formas de poetizar con argumentos en buena medida antagónicos y, sin embargo, hacerlo en cada uno de ellos con la solvencia que proporciona la autoexigencia y el rigor.  Sin duda no puede resultar fácil ponerse en la piel de protagonistas tan dispares, pero el poeta consigue con sus versos desdoblarse, multiplicarse y hacer creíble para el lector cualquiera de sus máscaras.