JAVIER VELA. REVELACIONES DE LA MAESTRA DEL ARCO.

EDITORIAL PRETEXTOS

Con apenas 22 años, Javier Vela (Madrid, 1981) fue galardonado con el Premio Adonáis, sin duda uno de los galardones más codiciados por los jóvenes poetas. A partir de este primer libro, su obra poética se ha visto refrendada por un buen número de títulos, muchos de los cuales han obtenido, así mismo, importantes galardones, como el Premio Loewe a la Joven Creación por “Imaginario” (2009), libro que mereció también el Premio de la Crítica de Madrid. Después han venido libros como “Ofelia y otras lunas” (2012), “Hotel Origen” (2015), “Fábula (2017) y el más reciente, “Cuando el monarca espera” (2021), Premio de Poesía Hermanos Machado”. Pero la dedicación a la poesía no ha impedido que Vela aplaque sus inquietudes creativas en otros géneros. En 2019 publicó la novela “La tierra es para siempre” y en 2017 y 2019 respectivamente dos libros híbridos, inclasificables según las taxonomías al uso, “Pequeñas sediciones” y “Libro de las máscaras”. Dentro de este apartado podemos situar “Revelaciones de la maestra del arco”, ya que es un libro de carácter fragmentario que, pese a mostrar en muchas ocasiones, la apariencia de un manual de instrucción, esconde otras muchas facetas, entre ellas el relato, el aforismo, el ensayo ―autores como el coahuilense Julio Torri, Sei Shonagon, Alfonso Reyes o Donald Keene, por ejemplo, sirven de andamio verbal a la narración―, leyendas o la reflexión sobre el porqué de la poesía. Todo ello son ramificaciones que parten de un tronco común. Por otra parte, junto a fragmentos netamente descriptivos ―así comienza el libro: «La maestra del arco está apostada frente a la galería mirando fijamente a través del cristal. / Permanece de pie con las manos entrelazadas a la espalda, como si esperase una súbita aparición. / Viste un kimono de satén estampado en varios tonos de azul, al más puro estilo tradicional japonés, con un motivo de pájaros que revolotean entre copos de nieve»―, nos encontramos con frases sentenciosas procedentes del acervo popular japonés ―«El poeta es un arquero sin flechas»― o del propio ámbito, mucho más restringido― del arquero ―«Corta el límite entre antes y después»― en las que resulta más importante lo que sugieren que lo afirmado. En medio de todo ello, la presencia inquietante, casi fantasmal, de la maestra, Naoko, de «cara ovoide y nariz achatada, de ojos pequeños e inexpresivos». En esta narración se constata que no es improbable expresar cosas similares en distintos lenguajes o, acaso, sería mejor afirmar la innegable relación, al menos en una cultura como la japonesa, de disciplinas aparentemente dispares como son la escritura de poesía y el ejercicio con arco, porque el arco, como dice Naoko, sirve, al igual que la poesía, «para tensar preguntas». Como afirma Miyamoto Musashi, un samurái legendario, «Los guerreros deben familiarizarse con lo que se denomina las dos vías, la literatura y las artes marciales». Algo similar deducimos de estas palabras de Omiwa Katsura: «Cada palabra tensa la cuerda de un arco al extremo del cual vibra el silencio». Como colofón, Javier Vela nos ofrece una información paradójica: «Katsura fue atravesado por una flecha perdida».

Javier Vela presta atención a los detalles exteriores porque estos dan forma también a la casa interior. Así, cuando describe el espacio familiar en el que se desarrolla la vida de la maestra: «La galería, contigua a la sala de estar, se encuentra parcamente amueblada: un pequeño sofá, un pequeño escritorio, una pequeña silla. Allí es donde, a diario, sentándose en el suelo alfombrado de esteras, Naoko lleva a acabo sus ejercicios de meditación». El tiempo presente parece ser el tiempo más apropiado para describir el proceso de aprendizaje de Hitomi, la perseverante alumna de Naoko. El resto de tiempos verbales fluctúan en función del aliento creativo que intenta manifestarse. Obviamente, las leyendas tienen su origen en el pasado y este se visualiza con todos los ingredientes de la época.

En cualquier caso, creo que la mejor definición de lo que puede ser este libro la aporta el propio Javier Vela cuando, al hablar del “Zuihitsu”, dice que, «como género, funda una tradición que, trasplantada al ámbito de la lengua española, ha terminado por germinar con provecho en una estirpe de pensadores impuros cuyas obras cabalgan entre el ensayo breve y el dietario y entre el dietario y el compendio aforístico», y menciona una larga lista de autores y títulos que pueden encuadrarse en esta clasificación, como «los cuadernos de Macedonio Fernández; / las glosas de Eugenio d’Ors; / las saetas de Juan Ramón Jiménez; las voces de Antonio Porchia…». Lo que nos parece indudable es que estas “revelaciones” forman parte de esa inmensa nómina que se extiende desde Paltón y Jenofonte y llega hasta John Berger o Peter Handke.

El volumen, que cuenta con una serie de fotografías, en blanco y negro, de guerreras, sacerdotisas, maestras y maestros del arco, posee un seductor carácter visionario en el que se funden la fantasía con la ficción, lo inventado con lo real en una sabia combinación que absorbe al lector sin apenas ser consciente de ello, y esto tiene un gran mérito.

  • Reseña publicada en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés, 10/09/2021
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