JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ. NOTAS SOBRE EL SILENCIO. COL. LEVANTE. LAS ISLA DE SILTOLÁ.

Las extremas condiciones de vida que ha impuesto la pandemia han provocado numerosas reflexiones en torno a la reclusión, a la soledad, a la falta de comunicación, a los efectos de la enfermedad. Muchos son los que han escrito sobre ello, bien llevando un diario, bien novelando la situación o incluso en verso. Unos han optado por publicar dichos textos de forma inmediata, en blogs y en publicaciones periódicas, tanto digitales como en papel. Notas sobre el silencio, el volumen del poeta y ensayista Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964), recoge los textos escritos desde el 15 de marzo hasta el 22 de junio del pasado año, un tiempo en el que el autor ha percibido de forma especial el silencio, la música del silencio a la que hace alusión el escritor Avelino Fierro. Los textos no están fechados, y no resulta necesario, porque Sánchez Menéndez no detalla lo anecdótico, sus textos divagan, reflexionan sobre sensaciones, y la sensación más poderosa que le embarga es la de sentirse envuelto en una especie de manto de silencio: «Morir por las ideas es la mejor manera de sobrevivir en silencio», escribe en el texto correspondiente al día 1, que finaliza con esta frase de factura aforística —cada una de las entradas de este diario finaliza con una reflexión de este calibre—: «El silencio es nuestro instinto de supervivencia». El silencio interior actúa como remedio a tanto ruido externo, el silencio es necesario para analizar lo que ocurre atendiendo solo a lo sustancial, no a los cambios de rumbo provocados por la improvisación, por la ignorancia, cuando no por la mala fe. «Nos hemos contagiado todos, lo hemos hecho de amargura, de impotencia, de irresponsabilidad», escribe nuestro autor, quien se vale en numerosas ocasiones de textos ajenos que, de una forma u otra, avalan su discurso. El Quijote es utilizado en varias ocasiones, algo que, por otra parte, s un constante en sus escritos, pero también Montaigne, Cioran, Hermann Broch, Homero, Mörike, Pound, Quevedo y otro largo etcétera, autores que no resulta difícil deducir, han acompañado a Javier Sánchez Menéndez, durante los días de confinamiento: «Hoy, vivir no es ser, es estar, simplemente estar y parecer. Es como si naciéramos ya muertos, y nuestro paso por la existencia fuera solo un transcurso obligado. Nacemos ya difuntos», escribe el día 81. Hay que hacer mención, para realizar una lectura coherente del libro, que los días están dispuestos en orden inverso. Los primeros días se recogen textos escritos bajo dígitos muy simbólicos: «Día 616», símbolo del equilibrio, del que extraemos este párrafo que busca en la contradicción afirmar su idea: «El silencio habla, alto y claro. Su palabra se adhiere al recipiente donde se aloja la materia carbonosa, esta que se quema con dificultad por el ázoe, la no vida que contiene»; «Día 666», el número del diablo: «Hay un camino que conduce a los infiernos, pero hay otro que nos lleva a allá, donde se puede escuchar hasta el silencio» y el «Día 999», o número del ángel, del que reproducimos este significativo párrafo: «Podemos suprimir el sentido de lo posible, pero si se pierde el sentido del ritmo y el sentido del todo, se acaba perdiendo la dulzura» y esto tiene enormes repercusiones porque, como dice el último aforismo del libro, «No hay más dioses que nuestra propia dulzura». Notas sobre el silencio —«El silencio, escribió Adrienne Rich, puede ser un plan / rigurosamente ejecutado // el proyecto de una vida// Es una presencia Tiene historia forma // No hay que confundirlo / con cualquier tipo de ausencia»—supone un paso más, si no de forma directa sí adyacente, en ese proyecto de carácter filosófico que ha emprendido Javier Sánchez Menéndez bajo el titulo de Fábula. Un paso más en su elogiable intento de comprender el mundo que, en muchos momentos, le resulta incomprensible y ajeno.