JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZMUÑOZ

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ MUÑOZ. HASTA QUE NADA QUEDE (POESÍA REUNIDA 1978-2019). OBRA PUBLICADA. CHAMÁN EDICIONES

De titánica puede calificarse la tarea de publicar la obra completa de José Antonio Martínez Muñoz (Murcia, 1959) que ha emprendido la editorial albacetense Chamán Ediciones. Baste para confirmarlo que el primer volumen, correspondiente a la obra publicad entre 1978 y 2019 —más de cuarenta años de actividad poética— ocupa algo más de setecientas páginas, incluido el prólogo de León Molina. No resulta difícil colegir que, para aventurarse en una empresa de esta magnitud, resulta imprescindible poner por encima de cualquier criterio mercantilista un amor extraordinario a la poesía en general y a la obra poética de José Antonio Martínez Muñoz en particular, cuestión que queda suficientemente explícita también en el prologo escrito por León Molina, prólogo en el que, además de dejar constancia de la amistad antigua que le une al poeta —«Aquellas noches de música, de poesía, de alcohol y de risas en la persecución de las muchachas en flor constituyen un paraje especialmente querido en mi memoria y, lo que aquí importa, en el nacimiento de un poeta auténtico, libre, en conexión directa con la vida y sus cosas…»—, despliega un conocimiento excelente de su poesía. El pormenorizado análisis que Molina hace de la trayectoria de Martínez Muñoz facilita mucho la tarea de este comentarista, que debe manifestar de modo inequívoco las deudas que este comentario tiene con sus palabras.

     “Hasta que nada quede”, título del volumen, recoge, como hemos dicho, todos los libros publicados: “nec aliquid retinendum” —escrito entre 1979 y 1981—, “moanin’ (some blues”) —1999—, “nocturno para saxo” —2000—, “silva del alba maleva” —2004—, “uno” —2000—, la lluvia en el cristal” —2000—, “el hombre atardecido” —entre 1999 y 2002—, “el viento de la Gehena” —2005—, “luz almagra” —2005—, “fragmenta, oscurana” y “sofoclea” son inéditos, contradiciendo la premisa inicial que aseguraba que estábamos ante la recopilación de los libros impresos del autor, quien os aclara que «este criterio es solo aproximado: buena parte de este volumen estaba todavía inédito y no poco del siguiente es conocido por quienes han tenido la benevolencia de escucharme en lecturas o ya se había publicado en revistas o ediciones no venales». De todas formas, el desconcierto que puede originar en el lector carece de importancia. Lo importante es la obra, no los criterios editoriales, y por ello hemos creído conveniente fijar la fecha de publicación, según los dictados del propio autor, con el fin de seguir el rastro de su creación poética, ya que esta posee, como escribe Molina, «una importante riqueza y variedad de inspiración y estilos, pero siguiendo todo ello el hilo de la percepción vital y del proceso de maduración del poeta como una segunda piel de palabras con que se muestra ante el mundo y ante sí mismo», pero también, ciertos dientes de sierra porque entre el primer y el segundo libro transcurren nada más y nada menos que dieciocho años. Paradójicamente, a partir de ese segundo libro se disparan las publicaciones. Da la sensación de que el poeta saca a la luz pública gran parte del material que había ido escribiendo durante ese paréntesis editorial. No es de extrañar por eso la heterogeneidad de su poesía, sus tanteos en diferentes modos de encauzar el aliento poético: «Los textos de José Antonio —nos apoyamos de nuevo en León Molina— pueden ir desde poemas que rozan la inspiración que movió a los poetas del realismo sucio hasta retomar antiguas estrofas como la silva con auténtico rigor». Martínez Muñoz se ha atrevido hasta con una sextina, eso sí, experimentada de una forma un tanto heterodoxa. además. como queda de manifiesto, nos encontramos ante un poeta que sabe combinar con acierto lo popular con lo culto, lo tradicional con lo vanguardista (los versos tachados, por ejemplo), el versículo con el verso de arte menor, la reflexión metapoética, propia de un poeta que se exige a sí mismo, además de —como defendía Pedro Salinas—, sinceridad, el conocimiento del oficio que le permite ficcionalizar y trascender la emoción, pese a que : «las palabras no son ya sino el borboteo / faramalla de la carne sola / salmodia hueca roer de carcoma / chirridos de desguace / entonces calla y escucha nada escribas y calla / si da la vida en remontar / un poema es tan inútil como subir a un volcán / con una pata de conejo en la mano». Coexisten en esta poesía reunida muchas voces, algunas casi contrapuestas, pero el poeta es un receptor, debe permanecer a la escucha y seguir los dictados de la inspiración, que no solo proporciona el contenido de los versos, sino la forma en la que estos se verbalizan. En esa fidelidad del poeta a su vocación hallamos su verdadera esencia.

*Reseña publicad en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés. 01/05/2020