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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. HISTORIAS. EDICIÓN DE ROCÍO FERNÁNDEZ BERROCAL. FUNDACIÓN JOSÉ MANUEL LARA. VANDALIA, 2017

Con determinados autores uno tiene la sensación de que son inabarcables. Una vida resulta insuficiente para poder leer todo lo que escribieron. Uno de ellos es, por supuesto, Fernando Pessoa. Su famoso baúl no parece tener fondo. Es tal el maremágnum de textos inéditos —por completo o de forma fragmentaria, que han aparecido en los últimos años—, de versiones, de actualizaciones, de nuevas ordenaciones que llegan a desorientar al lector común, al no especialista. Otro tanto ocurre con Juan Ramón Jiménez. Es de todos conocido el afán corrector de Juan Ramón, un afán que podemos tachar de obsesivo, de hecho se había propuesto prosificar toda su obra, un empeño titánico que no pudo llevar a cabo por su envergadura y por la salud menguante del poeta. De ese afán corrector, de las continuas revisiones —«Para mí corregir es revivir; revivo momentos de mi vida cuando corrijo los poemas escritos en el pasado», dejó escrito—, de los añadidos y de los descartes, de las diferentes ordenaciones que ha sufrido su obra han surgido multitud de títulos, no todos, conviene decirlo, plenamente justificados.

     Diferente es el caso de Historias, un libro que data de la primera etapa creativa del autor (a su vez, dividida por los especialistas en dos periodos, el que va desde 1898 hasta 1908 y desde este año hasta 1915), escrito entre 1909 y 1912, aunque, posteriormente fue objeto de sucesivas revisiones. Una etapa —recordemos que Platero y yo fue escrito entre 1906 y 1912— que el propio Juan Ramón consideraba como su preferida. De ahí proviene Historias, un libro que, hasta ahora, nunca ha sido publicado respetando el proyecto definitivo, depositado en la Sala Zenobia-JRJ de Puerto Rico. Esta edición de Rocío Fernández Berrocal, de un rigor filológico notable, es, por tanto, la primera en la que se recoge de forma fiel el deseo de Juan Ramón Jiménez. De los 61 poemas que lo integran, 27 son totalmente inéditos. El resto apareció en diferentes oportunidades, en revistas y antologías, fundamentalmente. El primer poema de la serie que vio la luz fue «Igual que una magnolia», publicado en la sección «Los lunes» de El Imparcial en 1914. A partir de ese momento, distintos poemas irán publicándose en diferentes antologías del poeta. Como es lógico pensar, tratándose de Juan Ramón, y teniendo en cuenta la distancia temporal que media entre la composición de los poemas y la reordenación definitiva, estos sufrieron innumerables modificaciones: «Siempre he respetado —escribe JRJ en un texto que incorpora la editora del libro— en mi corrección la idea, el sentimiento, el sentido, el acento, el carácter de mi escritura y la mayor parte de la redacción que suponía el hallazgo. He suprimido lo más inútil o lo más vano y he procurado dejarle su verdad a casa cosa». Pese a tal convencimiento, el lector no puede, sin embargo, dejar de preguntarse si ese denodado afán acaba traduciéndose en una versión superior a alguna de las precedentes. No resulta infrecuente comprobar cómo el exceso de corrección afea el poema o, en el mejor de los casos, el resultado lo convierte en algo muy diferente al impulso inicial.

     Historias está dedicado a la memoria de María Pepa, una de sus sobrinas, que falleció cuando contaba apenas 26 meses de edad, y está dividido en 4 secciones. La primera, la titulada «Historias para niños sin corazón» es la más crudamente afectiva. JRJ sentía una especial predilección por los niños. Siendo como era un hombre solitario, no desdeñaba su compañía, antes al contrario, la buscaba porque disfrutaba de esa ingenuidad infantil tan similar a la que alienta sus poemas, pero no todo era ingenuidad en los niños, también podían mostrase muy crueles con otros niños menos favorecidos por el destino, y esa crueldad es la que denuncian estos poemas, como sucede en «El niño cojo sueña…», que finaliza así: «Ya la aurora abre —en el cielo— su armonía espléndida. / Cuando su madre entreabre la ventana / que da a la calle; triste de miseria, / en un rincón de sombra /= lo primero que ve son las muletas».

     La segunda sección, «Otras marinas de ensueño», la integran, como señala Fernández Berrocal, «poemas marinos donde el alma del poeta se desdobla en estampas de sus mares infantiles», la bahía de Cádiz y la de el puerto de Arcachon, ciudad situada en el departamento de las Landas, en el suroeste de Francia, que era famosa, entre otras cosas, por sus balnearios. Del poema subtitulado «Balneario en octubre», rescatamos la primera estrofa: El sol se cansa en la playa, solitario / como un fantasma viudo, pálido y pensativo. / El ocaso está histórico, abierto, milenario. / Reina el otoño ya, y todo es espresivo».

     «La niña muerta» es la que específicamente está dedicada a la memoria de su sobrina María Pepa, «muerta en la tierra a los 26 meses viva siempre en el cielo de Moguer». Como es lógico, la infancia vuelve a ser la protagonista de los poemas, aunque ahora el tono melancólico se apodere de los versos. El poeta parece no hallar consuelo para tanta pena en las palabras, aunque encuentre en su decir la tabla de salvación: «Triste, sí… / Las palabras / salían de la vida de la madre, preñadas / de ese olor sin fin que mira la esperanza / desvanecerse… // Yo, con sangre entre mis lágrimas, / ponía nieve en la cabecita abrasada…».

     La última sección, la más breve, está integrada por cinco poemas, cinco estampas viajeras que describen lo que JRJ vislumbra a través de los cristales cuando viaja en tren: «¡Chopos que se reflejan en la caoba umbría, / con un murmullo fresco de verdura; cristales / olvidados, que copian como mendigos ciegos, / un castillo en que va rojeando la tarde!».

     El volumen se completa con unas exhaustivas notas a los poemas y unos apéndices de obligada lectura para todo aquel que quiera ir más allá de una mera lectura placentera. La edición exenta de este libro está plenamente justificada puesto que este era del deseo del poeta, y la edición cumple a la perfección ese inicial requisito, sin embargo, creemos que no añade gran cosa al corpus poético del poeta, un corpus. por otra parte, excelso, sobre todo quienes preferimos, por ejemplo, —aunque eso signifique estar en desacuerdo con su propio criterio— la obra del exilio. En cualquier caso, es este un asunto subjetivo que no merece más comentario. Historias, por otra parte, nos muestra a un JRJ de altos vuelos, y eso es más que suficiente para disfrutar de su lectura.