ÁLEX CHICO. HABITACIÓN EN W. LA ISLA DE SILTOLÁ. COLECCIÓN TIERRA, 2014
Pese a que discrepo de quienes otorgan al hecho de ser joven un valor en sí mismo a la hora de juzgar su labor creativa, por encima de otras consideraciones como la intencionalidad y la profundidad de la obra realizada o la correspondencia entre esa tentativa y las consecuencias que de su concreción se derivan, eso no me impide constatar que hay algunos autores jóvenes, muy jóvenes incluso, en los que coinciden ambas circunstancias, la juventud y la calidad artista, poética en el caso que nos ocupa. A Álex Chico (Plasencia, 1980) lo podemos adjetivar, sin temor a pecar de exagerados, como uno de los poetas más sobresalientes de su generación. En pocos autores como en él confluyen la edad temprana y la madurez de la obra, una obra que ha adquirido en sus últimos libros una personalidad propia en la que los ecos de otras voces— inevitables en todo poeta joven, que se va formando con lecturas y nuevas experiencias—, se van diluyendo hasta integrarse casi de forma imperceptible en su escritura.
En esta misma tribuna nos ocupamos de Un lugar para nadie (2013) su anterior libro, que supuso un salto cualitativo importantísimo, vaticinado ya desde su entrega anterior, Dimensión de la frontera (2011), publicado como el libro objeto de este comentario, Habitación en W, en las bellísimas colecciones de la editorial La Isla de Siltolá. Lo primero que conviene adelantar sobre este poemario es que sus poemas están plagados de literatura, de homenajes, de aproximaciones casi ensayísticas (no podemos dejar de mencionar a este respecto que Álex Chico compagina su labor poética con la crítica literaria y forma parte, además, del consejo de redacción de Quimera. Revista de Literatura), algo que el propio autor confirma cuando escribe que «Todos los poemas que integran la primera parte son aproximaciones a diversos autores, anticipados desde el título», aunque creo que este matiz se puede aplicar también a otros poemas del libro. Basta anotar los títulos de las respectivas secciones para hacernos una idea de la consistencia de esta afirmación: «Lectura», «Escritorio», «Entre líneas» y «Habitación». La lectura se convierte así en un lenitivo, en un atenuante que hace más llevadera la realidad porque ésta se percibe a través de las palabras de los otros, de aquellos que comparten incertidumbres semejantes. Se pone de manifiesto así un problema de identidad que se ha convertido en una de los conflictos más significativos del sujeto posmoderno, carente, en muchas ocasiones, de puntos de apoyo, de referentes válidos reales, por lo que se ve obligado a recurrir al territorio virtual, pero más convincente, más sólido, de la literatura. La cita de Beckett que encabeza esta sección resulta reveladora en este aspecto: «Dice, hablando de sí mismo:/ Habla de sí mismo como de otro», lo que nos conduce directamente al atributo de ficcionalidad inherente a la literatura y, también, a la poesía: «Puede que…la poesía, igual que otros géneros, no sea más que una ficción, pero una ficción que trata de contar una verdad», escribe en la nota que cierra el libro Álex Chico, reivindicando entre líneas el controvertido concepto de verosimilitud, criterio que cuestionan fundamentalmente quienes entienden la poesía como una pasión suprema, desligada de la propia literatura. Es fácil constatar, ya ocurría en sus entregas anteriores, la predilección de nuestro autor por el viaje, tanto real como imaginario, como constatamos en el poema «Definición del viaje», que comienza con estos versos: «La vida, por sí sola, no basta,/ como no basta una ciudad,/ de la que conservamos al final/ una idea aproximada», viajes que plantean la circularidad vital, el fin y el comienzo como puntos indeterminados de un círculo, y aquí no podemos sino relacionar estos versos del mismo poema: «Cuando llegues allí por primera vez/ sabrás que, en realidad, tan solo has regresado» con el Eliot de los Cuatro Cuartetos, especialmente «Littlel Gidding», del que extraemos estos versos: «Lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin/ y llegar a un fin es hacer un comienzo./ El fin es donde arrancamos».
La segunda sección, «Escritorio», presenta la particularidad de estar integrada por poemas, aunque también de corte narrativo, más condensados, con versos menos propensos a lo argumentativo. Cada uno de ellos parece enunciar un pensamiento que se cierra en sí mismo, aunque el discurso no se interrumpa y el conjunto de los versos de cada poema persigan una finalidad común, la de asimilar el lugar donde toma cuerpo el poema como una parte fundamental de éste: «No es un lugar,/ es su reverso./ El territorio de las contradicciones:», escribe Álex Chico, para finalizar diciendo que quizá sólo sea, siguiendo al añorado Sebald, «simplemente/ el lugar de los fantasmas».
Vuelven a hacer acto de presencia en la tercera sección los temas recurrentes de Álex Chico, los lugares amados, la detallada observación del entorno («Escribir no es más que estar atento», dice al comienzo del poema «La chaise au plafond»), la distorsión que ejecuta el tiempo en los recuerdos, pero surgen de forma más intensa las reflexiones de calado metapoético, como en el poema «La página», reflexiones que se trasladan a la última sección, «La habitación», compuesta por un poema fragmentado en párrafos en prosa, con la que el poeta logra una simbiosis total: «Soy una habitación a la que busco un significado», escribe Álex Chico sobre sí mismo, una habitación y un rincón en el cuarto (Becket) «que alguien, una vez, llamó W». Un estupendo y enigmático final para un libro que afianza aún más el acreditado lugar de Álex Chico en la poesía actual.