
MARTÍN LÓPEZ-VEGA: Y EL TODO QUE NOS QUEDA. POEMAS DE AMOR
COLECCIÓN VISOR DE POESÍA.
El tono esperanzado de este libro, reconocible ya desde el mismo título, no resulta habitual en los libros de poesía, proclives a la nostalgia, al desamor, a la desesperanza. Más que ese «todo» del título, lo que prevalece, al menos literariamente y a cierta edad―cuando se es joven la tristeza, la nostalgia de lo aún no vivido es pura impostura― es una sensación de vacío que ni siquiera la fuerza del amor puede erradicar ―valgan como ejemplo estos versos de Valente: «Cuando ya no nos queda nada, / el vacío de no quedar/ podría ser al cabo inútil y perfecto»―, algo que sí ocurre en el caso de Martín López-Vega, Escribir poesía bajo el influjo de la felicidad no tiene buena prensa y, además, los riesgos a los que el poeta debe hacer frente no son menores. El efecto edulcorante de la pasión no bien digerida provoca resultados desastrosos, poéticamente hablando ―de los existenciales no es preciso ocuparse aquí―. El sentimentalismo, a tenor del éxito con el son recompensadas, es un ingrediente más que necesario en las canciones de moda, pero en un poema revela una falta grave contra el lenguaje y, de rebote, contra el sentimiento mismo, cuya exaltación se queda solo en la superficie. Afortunadamente el verdadero poeta sabe sortear estas trampas y Martín López-Vega lo ha hecho con la desenvoltura creativa que ya es una característica propia. No teme nuestro poeta asumir nuevos riesgos porque los viene asumiendo desde hace muchos años y, por otra parte, cada uno de ellos, salvado satisfactoriamente, no ha hecho más que afirmar una personalísima estética, estética fruto de numerosas tradiciones y, por tanto, casi indefinible, aunque el carácter narrativo y testimonial de gran parte de su poesía le acerquen a cierta poesía norteamericana o a la del este de Europa, pero también a Pessoa y Lêdo Ivo, por no hablar de algunos dejes reconocibles de matiz oriental.
El amor se convierte en “Y el todo que nos queda” en la columna vertebral de los poemas y es, como anticipábamos, un amor que se sustenta en el presente o, cuando recurre a la memoria, en un pasado reciente: «cuando entró en mi vida desapareció todo lo demás». Estos poemas nacen de la luz y de la alegría de vivir: «Y en medio de la calle / de la vida me estabas esperando tú, / con tu sonrisa que anunciaba / la eterna novedad del mundo, / el infinito renovarse de la alegría», escribe en el que encabeza el libro. Ese amor que, según el vate florentino, mueve el sol y las demás estrellas provoca una visión enaltecida ―y hasta cierto punto contagiosa―de la realidad. A Martín López-Vega no le asusta ser feliz, como a otros poetas que encuentran en el fatalismo su vena creativa, por eso es capaz de situar por debajo de la persona amada cualquier elemento de la naturaleza, del universo físico e, incluso, del conceptual: «Eres más hermosa que la felicidad, más hermosa que cumplir los sueños de la infancia, más hermosa que deberte el futuro». Pero no solo le debe el futuro. Parece que todo el pasado ―aciertos, errores, incertidumbres, viajes, momentos de plenitud y de abatimiento―, no sea otra cosa que las fases de un camino que conducen al destino actual. Tal vez por esa razón el poema trate de trasmitir, más que un momento determinado, la reflexión que ha suscitado la experiencia vivida, como ocurre en «Justicia poética», del que tomamos estos versos: «Y pensarás después que has sido tú: / que todo este tiempo fue necesario / para aprender a discernir verdad y belleza / o entender el punto en el que confluyen / para dejar de ser verdad y belleza / y transformarse en una única cosa, más alta». Tal vez porque no todo lo que se escribe puede nacer de la alegría, la muerte aparece en alguno de estos poemas, pero el amor es capaz de anular su constancia, esa presencia que no por ser invisible es menos tenaz. La persona amada es el símbolo perfecto de la plenitud de la existencia. Ella da sentido a todo y su presencia parece colmar cualquier ambición de trascendencia: «¿Quién quiere poemas estando ella, / que es gacela constante más allá de la vida / y hace volver las claras golondrinas / y evita que se equivoquen las palomas / y hace que suceda que nunca me canse de ser hombre / y es todos los milagros juntos de la primavera / y pueda sanarme y hacer que este río / no vaya hacia el mar, que es el morir, / sino hacia una vida más alta que la vida?». Creo que no ha mejor resumen para dar una idea cabal de lo que el lector puede encontrar en este libro que estos versos. El entusiasmo vital ha guiado la escritura de Martín López-Vega, pero en el poema el optimismo, la felicidad en suma, nunca pierde el norte. Enaltece, sí, algunos hechos que, por cotidianos, rozan la insignificancia, pero logra contener la emoción en el estricto ámbito de los poemas, más cercanos a los del último Carnero, por ejemplo, que a los del último Gimferrer.
*Reseña publicada en El Diario Montañés, 2/03/2023