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El primer libro suyo que cayó en mis manos fue la breve antología poética titulada Alta traición (título, a su vez, de uno de sus más emblemáticos poemas), editada por Alianza Editorial en 1985, curiosamente con un papel fabricado en Sniace empresa en la que, a la sazón, trabajaba mi padre que ya se ha quedado amarillento. En el prólogo, el novelista José María Guelbenzu, nos advierte que “dada la brevedad del espacio disponible…He prescindido de toda la poesía en prosa y de las más que admirables traducciones y recreaciones de otros poetas, así como de sus dos heterónimos”. El libro, pese a su brevedad, supuso un descubrimiento personal que aún no ha cesado, porque se renueva en cada libro publicado. Recoge esta pequeña antología poemas escritos desde 1958 hasta 1983, año de publicación de Los trabajos del mar (un poema de este libro, el titulado Claro del bosque, está dedicado a la memoria de un poeta entonces para mí desconocido y que hoy, sin embargo, ocupa un lugar preeminente en mi canon personal, Kenneth Rexroth), que en una segunda edición fue publicado en España, en 1984, en la colección Poesía/Cátedra, dirigida por el poeta y ensayista José-Miguel Ullán, fallecido recientemente. Este libro completo me permitió hacerme una idea más exacta de la envergadura de la poesía de Pacheco, de su particular interpretación del hecho cotidiano, una particularidad que le permite adentrase en lo más nimio de la realidad para extraer su savia, esencia que alimenta, que nutre su propio pensamiento. Sin duda, esta forma de mirar el entorno más cercano, de reducirlo de mera anécdota pero anécdota reflexiva y cargada, en muchos casos, de una sabia ironía, ironía activada como una bomba de relojería, pues su efecto en el lector no es inmediato a paradigma universal, el tratamiento exquisito de la palabra poética, tan alejada del vacuo retoricismo, fueron lo que me llevaros a comprender que estaba ante un gran poeta, algo que se ha ido confirmando con cada uno de los libros que ha ido publicando regularmente, desde las antologías publicadas en Visor o en Pre-textos, hasta el magnífico La edad de las tinieblas, compuesto en su totalidad de poemas en prosa. Hoy cumple el poeta 73 años, por fortuna la edad de las tinieblas está aún muy lejos, lo que nos permitirá a sus incondicionales lectores seguir disfrutando de su poesía con emoción, con asombro y la convicción de que el compromiso íntimo que toda palabra verdadera lleva consigo puede contribuir a mejorar nuestra vida, porque, como escribe José Emilio Pacheco: “No hay ningún mal que pueda sernos ajeno”.