
LA PASIÓN DE UNA VIDA
ANTONIO RIVERO TARAVILLO. SUITE IRLANDESA.
FUNDACIÓN JOSÉ MANUEL LARA.
Pocos autores de nuestro país, si hay alguno, mantienen una relación tan estrecha con la literatura como Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963). Resulta apabullante su ciclópea actividad no solo como escritor que practica diversos géneros, sino como gestor cultural, con lo que esto supone en cuanto al empleo racional del tiempo. Poeta de larga trayectoria ―su primera entrega, “Bajo otra luz”, data de 1989 y la última del pasado año, “Los hilos rotos”, Premio Ciudad de Lucena Lara Cantizani―, Rivero Taravillo es también un reconocido crítico literario, un excelente biógrafo ―su trabajo sobre Cernuda, entre otros, resulta imprescindible―, un no menos excelente traductor de poesía ―la de Yeats, por ejemplo, es canónica― y un avezado novelista y aforista. A esto, como digo, hay que añadir la dirección de la revista de poesía “Estación Poesía” y otras colaboraciones como conferenciante o profesor. Por si esto fuera poco, su devoción por el mundo irlandés es tan intensa e inequívoca que ha quedado plasmada en multitud de ensayos, en traducciones y ahora, en su propia creación poética, en esta “Suite irlandesa” que ahora comentamos.
Lo primero que nos sugiere la poco frecuente extensión del volumen es que esa devoción de la que hablamos está arraigada en nuestro poeta desde hace décadas ―«La primera vez que vine aquí, / el Ira aún seguía asesinado», escribe―, no es algo coyuntural, sino propio de alguien que lo ha vivido con un amor real, no exento, además, de pasión, incrementada si cabe por el paso del tiempo, por eso este libro recoge poemas de diferentes épocas, de prosodia heterogénea ―alternan poemas breves con los extensos, de arte menor con los de arte mayor, más abundantes―, pero con un hilo conductor: Irlanda, de hecho, la propia definición de «suite» alude a esa heterogeneidad: «Composición musical formada por varias piezas instrumentales dispares con algún elemento de unidad entre ellas», añadamos a esto que, en la «Nota del autor», Rivero Taravillo afirma que «… no sabría explicar el porqué de esa fascinación por Irlanda, pero tiene mucho que ver la música, bellísima, y una manera mía de combatir la fealdad del mundo siguiendo un camino propio, e insólito en mi entorno, como una senda de rebeldía».
El libro lo integran poemas publicados en diferentes títulos del autor junto a otros, la mayor parte, de carácter inédito, entre estos, el largo poema, «Dublín», con el que comienza el libro, dividido en treinta y seis secciones o, ya que aludimos a la música, en treinta y seis movimientos. En el número cuatro encontramos una de las razones de este fervor: «Me gusta Irlanda por lo inútil, / por su gran capacidad para lo impráctico, / que las cuerdas de un arpa solo sean mecanismo / de lo que escapa y nunca lo aferra», pero no todos los poemas, en los que combina la descripción con chispazos reflexivos, asumen el entusiasmo sin fisuras. También hay hueco para la crítica; «Ya nada es lo que era, / si es que alguna vez lo fue, no sé. / Si fuera apocalíptico, diría / que se ven señales del final de los tiempos, / que todo es susceptible de ser símbolo / preñado de maldad, y que la Bestia / ha salido de unos versos de Yeats / y se arrastra a Dublín para nacer». La segunda sección «Hiberniae», muy variada en su contenido, traza un mapa sentimental del país, en el que tiene cabida bibliotecas, miniados códices, librerías ―«Taciturnos, los lomos perseveran / en la esperanza firme de una mano / que los tome y los haga declarar / su mercancía en la aduana del descubrimiento»―, pubs, carreteras, prados, valles, playas, colinas, elementos todos ellos que conforman un paisaje vivido, junto a mitos, leyendas, innumerables referencias culturales, una defensa a ultranza de la lengua autóctona: «La antigua lengua debe resistir: / cuando una lengua muere, muere un mundo, / las plantas que nombraba languidecen, / se secan los torrentes y la lluvia / se ausenta de su cielo silenciado», tradiciones, símbolos de un pasado que ha conformado un presente tortuoso, etc. Las influencias poéticas son muy diversas, pero, quizá, la más reconocible sea la Yeats y no solo por las referencias al poema «Los cisnes salvajes, sino por el carácter simbólico de su universo metafórico. Prácticamente nada queda fuera del alcance de estos poemas, por cierto, estróficamente desiguales. Conviven en estas páginas los versículos, los endecasílabos, los heptasílabos y, en el aspecto formal, los haikus con poemas narrativos e, incluso, con sonetos muy personales. En todos ellos el rigor métrico se impone por encima de otras consideraciones conceptuales. El libro finaliza con el poema «La reina Maeve», un canto al gaélico, la lengua que tanto admira, escrito en 2021 que actúa, según indica el autor, «como justificado colofón en tanto que reúne el sentido último de mi pasión por Irlanda, que es amorosa y no solo un viaje espacial, sino también en el tiempo». La pasión de Antonio Rivero Taravillo por Irlanda no podía encontrar mejor cauce de expresión que el poético, el autor lo sabe, por eso sus poemas, más que buscar una meta, describen un itinerario todavía incompleto.
- Reseña publicada en El Diario Montañes, 17/03/2023