BENITO ROMERO. DESAJUSTES. II PREMIO DE AFORISMOS ISLA DE SILTOLÁ. COL. AFORISMOS. EDITORIAL LA ISLA DE SILTOLÁ
En numerosas ocasiones hemos hecho alusión a que la definición de aforismo se ha quedado obsoleta, ya que bajo el amparo de este término se reúnen habitualmente textos que tanto por su extensión —la brevedad es una de las máximas del aforismo— como por su carácter especulativo, cuando no meramente digresivo, no encajan en esa terminología tan estricta. Quizá estas precisiones, en una época caracterizada por la transgresión y la ausencia de fronteras entre géneros, carezcan de relevancia, por eso intentaremos centrar nuestro punto de atención en las cualidades conceptuales de estos desajustes que, como explica Jordi Doce en la contracubierta, son «aforismos que tienen la economía afilada de una cuchilla de afeitar y el regusto enigmático de la luz que se cuela por la puerta entreabierta».
Benito Romero (Santa Cruz de Tenerife, 1983), licenciado en filosofía, obtuvo ya un gran éxito por parte de lectores y crítica con su primer libro, Horizontes circulares (2018), galardonado con el Premio AdA de los lectores al mejor libro de aforismos. Desajustes, por su parte, obtuvo el Premio de aforismo convocado por la editorial La isla de Siltolá. Es pues, un reconocido especialista en el género, como lo atestigua, además de los premios, las numerosas colaboraciones en revistas de dicho género.
Como ocurre en el caso de Miguel Agudo, la relación con la filosofía se deja notar en las sentencias de Desajustes, libro dividido en seis secciones. «Trayecto», la primera, está dirigida a una tercera persona innominada, trasunto, probablemente de más de un sujeto porque resulta casi imposible que un mismo ser reúna tanta diversidad de atributos, tal compendio de defectos, hasta el punto de que su última adicción sea escribir «aforismos despojados de moralidad». Y acaso esa carencia es la que confirma alguna de sus características, como la de que «La ética y el rigor que exigía a los demás eran proporcionales a la desenfadada degradación de su carácter», un carácter que, sin embargo, le llevó a afrontar «una supervivencia embarrada con la vista puesta en el hipotético consenso de la posteridad».
«Ansia», la segunda sección, presenta un aspecto más convencional. Esta integrada por frases breves con vocación sentenciosa que merodean alrededor de las relaciones de pareja: «El noviazgo es el pliego del matrimonio» o «Los insultos en el coito son golosinas envenenadas», escribe.
Las humanidades, especialmente la literatura y la filosofía en la tercera sección, «Territorio», son objeto de un análisis sobrio, realista pero no exento de ironía, como cuando habla de la presunta inutilidad de la figura del filósofo: «El filósofo es la última persona a la recurrir para apagar un incendio» y también cuando reflexiona sobre el oficio de la escritura. Sirvan estas muestras como ejemplo: «Un grafómano sin talento: sádica consagración a la esterilidad», «Ser escritor de servilletas no alcanza ni para pagar el café» o «Algunos poetas se repiten a partir del segundo libro; otros, del segundo poema. Los prematuros, desde el segundo verso».
Un particular diccionario integra la sección «Gavetas». Las definiciones, en buen lógica, buscan subvertir esa lógica y desligarse de su significado utilitarista y, para ello, como ocurre en las greguerías, se vale de la metáfora y de la imaginación, como vemos en estos ejemplos: «Dogma. Flotador para nadar en piscinas vacías»; «Poema. Meta de un larguísimo camino no apto para impacientes que con frecuencia se alcanza gracias al dopaje»; «Vanidad. Castillo de la Alta Edad Media».
Los textos que cumplen a rajatabla el precepto de brevedad que acompaña al aforismo están en la parte inicial de la quinta —«Impresiones»— y sexta sección, «Escombros». Evidentemente, la ironía se condensa y cumple, acaso, su función desacralizadora —los temas no varían en exceso con respecto de las secciones anteriores: la política, los libros de autoayuda, la necrofilia, la seducción, la lirica, la educación, etc.— con mejor efectividad, con mayor ambigüedad, podríamos decir sin temor a caer en contradicciones. Desajustes es un libro con múltiples posibilidades de lectura, por eso conviene leerlo despacio, sin atragantarse, degustando los infinitos sabores diluidos en el sabroso cóctel que invita a repetir, que nunca sacia.