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CARMEN CANET Y JAVIER BOZALONGO. CÓNCAVO Y CONVEXO. ESCDRÚJULA EDICIONES.

No son del todo infrecuentes los libros escritos a cuatro manos, si lo es, sin embargo, el género elegido en esta ocasión, el aforismo, y el tono dialógico que ambos autores se han autoimpuesto como fórmula. Toda afirmación sentenciosa viene, en Cóncavo y convexo, contrarrestada por una no menos sentenciosa réplica, sin bien en esta última apreciamos un matiz irónico casi ausente en la primera parte del enunciado. Como escribe Antonio Rivero Taravillo en el prólogo, «Lo que uno dice estimula la respuesta del otro, y viceversa, aguzándose la inteligencia en esas justas dialécticas», una inteligencia de la que ya han hecho gala tanto Carmen Canet —autora de varios libros de aforismos, como el titulado Luciérnagas— y Javier Bozalongo, poeta fundamentalmente, pero autor también del libro de aforismos, Prismáticos. Y es que, como afirman los propios autores, «el aforismo se ha movido desde su aparición en un territorio fronterizo entre la poesía y la filosofía».

     El volumen, en el que prima siempre un ejercicio lúdico, está dividido en cuatro secciones: «Escribir», en la que predominan reflexiones sobre el aforismo: «Cuando se abre una ventana y un libro, se respira mejor.// Los aforismo son un soplo de aire fresco» o sobre la escritura en general: «Los que escriben (leen) ficción y viven realidad, llevan una doble vida. // Vive tu propia ficción, que la vida se encargará de empobrecerla» o «Escribir no te hace ser mejor. Leer sí. // Escribir te hace sentir bien. Leer, tener todo a tu alcance». La segunda sección, «Ver (se)», se concentra en analizar la identidad, siempre escurridiza y reinterpretada en función del ojo interior que contempla la existencia: «La vida, unas veces, es un espejo cóncavo y otras, convexo. // La vida, otras veces, es un espejismo».

     «Amar» se titula la tercera sección y quizá sea en ella en la que el elemento lúdico está más presente, incluso en la disposición tipográfica de los textos, que se escalonan en peldaños que pretenden encontrar la raíz del sentimiento. «Hacer (Política)» es la cuarta y no es difícil encontrar el nexo común que origina estos aforismos con vocación didáctica o ejemplarizante: «Abstenerse es atenerse a lo que venga. // Votar a unos es recusar al resto. Vota». La última sección se titula «Vivir» y, como no podía ser menos, su contenido es misceláneo, como la vida misma, aunque hay cierto tono escéptico, necesario, por otra parte, para amoldarse a los vaivenes de la existencia: «El tiempo moldea hasta la retina. // Es lógico que a lo largo de la vida nuestra mirada cambie». Además de originalidad, en Cóncavo y convexo encontramos sabiduría, humor y templanza, ingredientes del todo necesarios para saber vivir.

CARLOS EDMUNDO DE ORY. AEROLITOS. EDICIÓN DE JOSÉ RAMÓN RIPOLL. LA ISLA DE SILTOLÁ.

José Ramón Ripoll, excelente poeta y afinado crítico, ha realizado para esta edición un prólogo imprescindible, como no podía ser menos, tratándose como se trata, de uno de los mejores conocedores de la obra del gaditano. En poco más de diez páginas ha logrado sintetizar la obra aforística de Carlos Edmundo de Ory (1923-2010), uno de los escritores más inclasificables de nuestra literatura, que frecuentó la poesía —fue uno de los creadores, junto con Eduardo Chicharro hijo y Silvano Siranesi, del Postismo (1945) y animador de otro proyecto, mucho menos conocido, llamado Introrrealismo junto al pintor Darío Suro—, el diario —conservo como Eunice fucata—oro en paño la edición de y el texto breve, que llamó aerolitos, «esos fugaces instantes de conciencia —en palabras de Ripoll— representados por frases aparentemente inconexas que, desde el espacio caótico del pensamiento, caen sobre el papel tras un viaje milenario. Son formas perdidas en el sueño, experiencias acumuladas de lecturas, luces de la observancia que van configurando en su esparcimiento el extracto apriorístico de su poesía», una poesía que posee claras influencias orientales sazonadas con lecturas de filosofía y poesía occidental. Estamos ante alguien que —recurrimos de nuevo a Ripoll— «ha aprendido a congelar la imagen del presente, aislarla de su pasado y de su futuro, desnudarla de referencias aditivas e insuflarle vida desde su propia negación».

     Esta antología —a lo largo de los años se han realizado varias en diferentes editoriales— no pretende ordenar por temas o categorías los aerolitos seleccionados (Jaume Pont, a quien alude Ripoll, precoz estudioso de la obra de Ory, a quien dedicó la antología Poesía abierta en 1974, ha establecido siete divisiones conceptuales), al contrario, la selección es heterogénea y debe ser el lector quien, en su caso, realice dicha clasificación, en caso de considerarla necesaria. Lo que sí podemos afirmar es que, se abra por la página que se abra el pequeño volumen, no defraudará a nadie. Son innumerables las reflexiones que disturban nuestro pensamiento. Veamos algunas de ellas, entresacadas el azar: «Ciego son aquellos que no ven lo invisible», «La palabra fragmentaria desquicia el mundo. Sacraliza y profana todo y todo lo vuelve al revés», «El escritor mira cómo le está mirando el papel en blanco», «Ningún espejo refleja la mismidad del ser»o «Para obtener la lluvia se vierte agua sobre una muchacha desnuda (paganismo germánico)». Hondos, profundos, pero sin que falten en muchos de ellos los ingredientes del humor, porque, como escribe Ripoll, «Los ángeles, la lluvia, la muerte, la música, el silencio, Dios, las hormigas, el ser, el espíritu, la enfermedad, la locura, la poesía y una serie de temas que bien podrían configurar un itinerario personal […] dan cuerpo a estos Aerolitos, género de géneros o acumulación cósmica».

 

RICARDO VIRTANEN. EL FUNAMBULISTA CIEGO. AMARGORD EDICIONES.

Ricardo Virtanen (Madrid, 1963) representa de forma fehaciente al artista multidisciplinar contemporáneo. Dejando al margen su fecunda carrera profesional como profesor en distintas disciplinas, su labor artística, no menos fecunda, se expande en diferentes géneros artísticos: la música —ha publicado una cuarentena de discos con diversas formaciones y bandas musicales—, la pintura y, sobre todo, la literatura, en varias de sus representaciones, la poesía —especialmente el haiku—, el diario, la crítica, el ensayo o el aforismo, en el cual encuadramos El funambulista ciego, que recoge textos escritos entre los años 2001 y 2005 (y este dato no es irrelevante, puesto que en la solapa se anuncia un nuevo título). Este volumen libro que cuenta con un breve, pero suficientemente aclaratorio, prólogo de Luis Martínez de Velasco, en el que sitúa la procedencia de los aforismos de Virtanen dentro de aquellos que parecen «pedazos sueltos, restos de un naufragio […] que desde un punto de vista filosófico, sirven para hacerse una vaga idea melancólica de la magnitud y riqueza del barco hundido».

     Ocho secciones integran el libro, secciones en las que conviven aforismos en buena vecindad. En «La metafísica de los sentidos» y en «Estados de vigilia»la reflexión existencial parece ser al columna vertebral. La muerte, el vacío o el paso del tiempo centra las preocupaciones del autor: «Toda vidas es provisional», escribe en la primera sección, o «A la muerte no hay que mirarle a los ojos. Se queda con tu cara», en la segunda. Las complejas estructuras del yo van diluyéndose en los aforismos de «La sartén de Voltaire», aunque la presencia de la muerte sigue dominándolo todo: «Abomino de todo lo que el tiempo abandona en mí, residuos de mi otro yo, incompatible y extraño a un tiempo con lo que dice ser mi ahora». «El pararrayos de Pascal», subtitulado “razón de efectos”, «Ars Artis» —invectivas en contra de la banalidad del arte, incluida la música—, «La linterna del creador», reflexiones sobre el acto de crear, fundamentalmente sobre el escribir. Cuánta verdad encierran frases como estas: «Lo terrible no es la página en blanco, tal y como propugnan algunos estetas de salón, sino la página escrita. El problema radica en aceptar, borrar, romper la insolente página escrita».

     «La idea en el hecho», título de la penúltima sección que iba a ser inicialmente el título del libro completo, recoge reflexiones no sobre la estructura del poema o del aforismo sino sobre su esencia. La idea que los estimula, porque «Un poema es idea llevada al hecho» y «un aforismo es la perseverancia de una idea que tiene su contrario». La última sección, «El talón del sastre», recoge variados homenajes a autores como Bergamín, Gerardo Diego, Neruda, Juan Ramón o Azorín, por citar algunos no siempre vinculados armoniosamente. Como decía la principio, Ricardo Virtanen, es un mago de la creación, más que un funambulista, parece un ventrílocuo, porque logar hablarnos con diferentes voces que nunca dejan de ser la suya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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