re-generacion

RE-GENERACIÓN. ANTOLOGÍA DE POESÍA ESPAÑOLA (2000-2015). SELECCIÓN DE JOSÉ LUIS MORANTE. VALPARAÍSO EDICIONES.

 “La profunda conexión entre el momento poético y la crecida digital” es para José Luis Morante uno de las características que singulariza el estado de la poesía actual, esta vinculación y el hecho de que se hayan “superado monopolios estéticos,” de que no haya “camisas de fuerza ni limitaciones programáticas” y de que “los poemas en red” cuenten con la posibilidad de difusión “cosmopolita e inmediata” ejercen de líneas maestras del conciso prólogo que justifica la presente antología. Resulta evidente que la era digital ha supuesto cambios notables (no todos para bien) en la transmisión de contenidos y ha beneficiado la relación entre el autor y el lector, cambios que, por otra parte, continúan sucediéndose sin que uno sepa con claridad hacia dónde conducen. Sí podemos, sin embargo, entresacar de todo ello una conclusión, y es que la proliferación de autores al amparo de la Red no significa por sí misma un incremento de la calidad de la creación poética antes bien, el proceso de selección y depuración que el lector debe llevar a cabo se convierte, en muchas ocasiones, en una traba insalvable., porque la compensación que espera obtener cuando separa el grano de la paja —la proporción es desalentadora— no justifica el enorme esfuerzo ni el tiempo que conlleva. Quizá por esta razón (entre otras que veremos más adelante) una antología como esta sea tan oportuna.

Morante lleva a cabo además un breve análisis de los poetas seleccionados, lo que, a falta de un esquema más amplio sobre las líneas maestras que representan la joven poesía actual, sirve como sostén especulativo. Los monopolios estéticos a los que antes hacía mención Morante (no hubiera estado de más precisar estos términos, quizá de uso común para lectores de cierta edad, pero mucho menos significativos para el joven lector de poesía) ya habían mostrado signos de agotamiento en la generación anterior a la aquí acotada, la de los nacidos desde finales de la década de los sesenta y hasta los primeros años de los ochenta. Hay que tener en cuenta a la hora de justificar los periodos generacionales que, como escribía Ortega, «En el ‘hoy’, en todo ‘hoy’ coexisten articuladas varias generaciones y las relaciones que entre ellas se establecen, según la diversa condición de sus edades, representan el sistema dinámico, de atracciones y repulsiones, de coincidencia y polémica, que constituye en todo instante la realidad de la vida histórica». Desde entonces, la ausencia de unas directrices generacionales se ha convertido en la característica más recurrente y está por ver qué movimiento estético, si es que alguno es capaz de hacerlo, es capaz de imponerse a los demás, qué corriente asume una nueva forma de ver y entender el mundo más afín a las necesidades de expresión y comunicación del ser contemporáneo. Han cambiado algunos, no todos, de los acentos expresivos y ciertos corsés como la inteligibilidad, las formulas rítmicas tradicionales, el sujeto como eje sobre el que gira el desarrollo del poema o lo que Prieto de Paula llamó la «sacralización del vacío», si no han desaparecido por completo, sí han minimizado sus efectos. Es cierto que ahora conviven en aparente armonía múltiples e incluso divergentes corrientes estéticas —una armonía que uno a veces piensa más propia del cansancio y de la abulia que de una reflexión sistemática—, pero no es menos cierto que éste no es un fenómeno reciente. El ya citado Prieto de Paula, en Las moradas del verbo, antología publicada en 2010 que acogía lo que el crítico denominó generación de la democracia (nacidos entre 1954 y 1968), hablaba de la situación de la época en estos términos: «La situación ahora se caracteriza por una confusión a la que favorecen tanto la diversidad de tendencias como la ausencia de una voz o de una corriente que consigan imponerse sobre la turbamulta o el ruido». Las cosas, como se ve, no han cambiado tanto como parece, o quizá sí, porque en esta reunión de poetas no se hace mención directa a uno de los fenómenos que está cambiando la relación poética entre, primero, el lector y el poeta, pero también entre el poeta consigo mismo, y hasta el mismo concepto de poesía, me refiero a la poesía sentimentaloide, unos textos de consumo masivo, preferentemente adolescente, que se parecen más a libros de autoayuda que a verdadera poesía. No hay nada más que observar el espacio que han ganado estos libros, a la mayoría de los cuales, como digo,  no me atrevo a llamar poéticos, en los estantes de las librerías o en las listas de libros más vendidos de los suplementos literarios. Creo que, guste o no guste, es un fenómeno a tener en cuenta, frente al cual no deberíamos poner en práctica la estrategia del avestruz, sino analizarlo con rigor y examinar las razones de su incuestionable éxito. Luis García Montero, en el ya lejano año 1988 escribió un artículo titulado «Destino de poeta» en el que, entre otras cosas, decía que «No basta con cantar, hay que contemplarse, saber exactamente desde dónde se escribe. La poesía es un acto de egoísmo solidario; el lector no pasa de ser un recurso retórico a la hora de trabajar y los buenos versos suelen llegar como ráfagas de una conversación ajena». No podemos estar más que de acuerdo, pero prácticamante ninguno de los libros a los que he hecho mención más arriba roza siquiera tangencialmente estos presupuestos y, sin embargo, son los preferidos por una juventud que, paradójicamente, apenas se interesa por una poesía como la que se recoge en Re-generación. Es muy posible que muchos de los jóvenes poetas que escriben hoy en día sientan una marcada prevención ante la entronización de la poesía, pero de ahí a pensar que todo vale, que todo texto que trasmita sentimientos, aunque carezca de elaboración literaria se pueda considerar poesía hay un trecho que conviene clarificar. Esa es la labor de antologías como Re-generación: marcar distancias, construir argumentaciones, asumir carencias. Una antología integrada por veinticuatro nombres con diferentes grados de evolución, algo lógico si tenemos en cuenta que al arco temporal va desde Fernando Valverde (1980), hasta Xaime Martñinez (1993). En medio, nombres como Rubén Martín Díaz, Pablo Núñez, Francisco José Martínez Morán, Alejandra Vanesa, Javier Vela, Verónica Aranda, José Alcaraz, María Alcantarilla, Ben Clark, Pablo Fidalgo Lareo, Elena Medel, Javier Vicedo Alós, Constantino Molina Monteagudo, Martha Asunción Alonso, Aitor Francos, Rodrigo Olay, Luna Miguel, Diego Álvarez Miguel, Paula Bozalongo, Javier Temprano Blanquet, Miguel Floriano, Elvira Sastre y Xaime Martínez. La muestra es suficientemente amplia como para hacerse una idea general de las sendas por las que discurre la joven poesía actual. Quizá la representación de cada uno de ellos resulte un poco escasa, pero estamos seguros de que el lector interesado sabrá encontrar más ejemplos de sus poetas preferidos. Decía Juan Ramón que un libro dice cosas diferentes dependiendo de cómo esté editado, por eso, aunque muchos poemas de estos autores se encuentran diseminados en la Red, nos permitimos aconsejar al lector que los lea en las ediciones originales. Ganará en matices, en inflexiones, en emociones, y contribuirá a que las editoriales serias como Valparaíso sigan apostando por la poesía joven.