JAVIER CANO. TU LUZ DIARIA. XVII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA «ANTONIO MACHADO EN BAEZA». POESÍA HIPERION, 2013
Con Tu luz diaria (Hiperión, 2013) el poeta Javier Cano, nacido en Jaén en 1973, obtuvo el premio «Antonio Machado» de Baeza. Su primer libro, Un pozo de memoria acumulada, data de 1995 y desde entonces, ha publicado con cierta regularidad, aunque hayan transcurrido nueve largos años desde que publicara El idioma de Adán (Visor, 2004), premio Internacional Loewe a la joven creación. Nos encontramos, como el propio título del libro indica, con una poesía que se afianza en la cotidianidad, que se detiene en los contornos que marca esa luz natural, del día a día: «Todo te convoca/ al misterio próximo/ de esta luz diaria/ que insinúa sus vértices/ tras la contraseña/ de las cerraduras»; una luz que, a veces, lejos de clarificar —demasiada intensidad más que iluminar, deslumbra— oscurece el escrutinio de los sentidos. Luz y sombra son indisociables. Sin una no puede existir la otra («Todo lo alumbras ya, menos la sombra/ sedada de los párpados»), igual que ocurre con el amor, que parece intensificarse en la ausencia de la persona amada. Es el amor cantado un amor doméstico, recíproco, de vuelo interior —poetizado en nuestra tradición por autores como Gerardo Diego o Jorge Guillén y, más recientemente, por poetas como José Jiménez Lozano o Miguel D’Ors, desde poéticas, sino opuestas, notablemente diferentes—, un amor que ha descubierto los secretos de la pasión en el lecho conyugal, un amor compartido, sin sombra de infelicidad , igual que comparten la luz que lo ilumina y lo da forma: «Qué diario prodigio/ este de tocar la luz hasta morir/ de su herida sin sangre, de su golpe/ de amor sobre los ojos,/ y qué resurrección no hacerlo a solas». El amor da sentido a la existencia, sin él todo se marchita, el corazón está vacío, como calles azotadas por la lluvia. A pesar de todo lo dicho, en el libro no hay exceso de sentimentalismo ni retórica decimonónica, porque Javier Cano tiene plena conciencia de ser un hombre de hoy. Por eso no debe extrañarnos que concurran en los versos un refinado erotismo junto con el regocijo de la carne, en medio de cosas más prosaicas como autobuses, puentes, vasos o grifos, un vocabulario urbano que si en Pedro Salinas considerábamos vanguardista, hoy forma parte indisociable la experiencia tanto del lector como del poeta. La luz se impone a las tinieblas que ensombrecen la existencia, por eso en estos versos no encontramos apenas rastro de dolor, de incertidumbre o de melancolía. El vitalismo que trasmite la poesía de Javier Cano, recreando vivencias cotidianas, desvelando sentimientos íntimos procede de su ese amor correspondido, carnal, no traicionado, de la confianza en un mundo que parece, como el de Guillén, estar bien hecho. Mostrar gratitud ante la vida es una opción tan lícita como la de quien usa el poema como un acto reivindicativo. En cualquiera de los casos debe subrayarse la primacía del poema por encima de cualesquiera que sean las vicisitudes que lo originan, porque la poesía se fortalece en sí misma, no con la presunta legitimidad del argumento sobre el que se sustenta, y en este libro, Tu luz diaria, la exultación, la experiencia vital está, afortunadamente, subordinada a esa exigente forma de percepción que todo buen poema exige.

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